Capítulo 7: ¿¡Castigo!?
Tras pasar por los torniquetes, Lexi dió un brinquito de emoción y dijo al aire.
—Wow, ¡nunca me había sentido tan viva! ¿Vieron cómo derrotamos a todos esos Kraang? ¿Me viste, Donnie? ¿Me viste? —le preguntó al más alto como una niña pequeña mientras sostenía y agitaba levemente su brazo. El mencionado se ruborizó y desvió la mirada apenado.
—Estuviste increíble... —contestó en un susurro sin mirarla a los ojos.
—¡Fue muy divertido! —gritó Aria saltando de igual forma— Hay que repetirlo —le dió un golpe amistoso en el hombro a Raphael, quien en vez de reaccionar como usualmente haría, sólo ignoró su acción para comenzar a regañarlas.
—Lo que hicieron fue muy imprudente, ¡pudieron haberlas matado! Desobedecieron una orden directa de Splinter, eso pudo haber terminado muy mal.
—Relájate, Rapha, ¿de cuándo a acá te importa lo que diga Splinter? Además, lo hicieron bien. Es verdad que fue irresponsable y que desobedecieron una orden, pero demostraron que son más capaces de lo que todos creíamos —las defendió Leonardo, aún impresionado por la agilidad de Aria ante los mutantes enemigos, y de ambas contra los Kraang.
—¿Bromeas, Leo? ¡Estuvieron grandiosas! Me salvaron cuando los Kraang me tomaron por la espalda, y Alex nos ayudó a Donnie y a mí cuando los robots nos tenían rodeados; de no ser por ellas, habríamos sido tortugas fritas —replicó el menor reforzando el punto de su líder, para después hacer una pirueta y caer sobre el puff azul marino en la sala.
—¿Te preocupas por nosotras, Rapha? —preguntó la pelirroja con una media sonrisa, recargando su codo en el hombro ajeno.
—¿Yo? ¿Preocupado por ustedes? Pft, no digas tonterías.
—No te oí quejarte cuando los salvé de esos mutantes~ —contraatacó en tono burlón y algo pícaro, causando un rubor del mismo color de la banda del reptil.
—C-cállate. Mejor me voy antes de que sensei venga a interrogarlos, no quiero formar parte de esto.
Y con esas palabras, se retiró nuevamente a su habitación cerrando con un portazo, recargándose en la puerta y soltando un suspiro fuerte. Su corazón latía muy rápido y sentía cosquillas en su interior, a la vez que una extraña calidez crecía en su pecho. Se preguntaba qué era esa sensación, jamás la había experimentado antes, o al menos no desde ella...
Se tiró sobre su cama y se hizo bolita, queriendo averiguar qué rayos le estaba pasando.
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—Alguien está de mal humor —se quejó la de ojos marrón haciendo una mueca con sus labios.
—Y no es el único —escucharon una voz grave detrás de ellos. Los presentes se paralizaron y voltearon a mirar con temor. Splinter tenía una expresión molesta en el rostro. Azotó su bastón contra el suelo y gruñó—. Aria, Alex. Al dojo. ¡Ahora!
—Hai, sensei... —respondieron sin titubear. Ambas avanzaron siguiendo al roedor por detrás. Las tres tortugas también les siguieron, pero Splinter deslizó la puerta detrás de ellas evitando el paso.
—Bueno, creo que aquí nos quedaremos...
Dijo Leo rascando su nuca apenado. Dentro del cuarto de entrenamiento, Splinter les dió un golpe a cada una en el brazo con su recio bastón de jade. Ambas se quejaron de dolor.
—Lo que hicieron fue muy imprudente.
—Ya nos lo repitió Raphael como dos veces —se quejó Aria con desgane rodando los ojos, recibiendo otro bastonazo—. ¡Ay, oye! A Abril nunca le has pegado, y estoy segura de que ha hecho cosas más imprudentes que esta.
—¡Suficiente, Aria! —la chica agachó la cabeza, recibiendo a la vez otro golpe en su brazo aún más fuerte que los anteriores— Creí que ustedes serían más obedientes. Tu herida aún no está del todo sana, ¿qué hubiera pasado si volvía a abrirse? ¿Si hubieran salido heridas las dos?
Ambas se abstuvieron de responder, simplemente agacharon la cabeza con vergüenza.
—Pero si no hubiéramos llegado, quién sabe qué habría pasado con ellos —se defendió ahora la de ojos tormenta levantando la mirada. Splinter cerró los ojos y apretó el puente de su nariz con frustración, soltó un suspiro y las miró con algo de desilusión.
—Es la última vez que desobedecen una orden mía. ¿Entendieron?
—Hai, sensei.
—Como castigo, entrenarán sin parar por dos semanas. Las voy a exprimir hasta que no puedan mover ni un músculo. ¿Está claro?
—Hai, sensei —respondió Alex solamente. Dió una mirada a su amiga, quien tenía el entrecejo fruncido sin voltear a ver a su maestro.
—¿Aria? —ella apretó su brazo y asintió.
—Hai, sensei —el roedor asintió y suavizó un poco su mirada.
—Ya váyanse a su habitación, tengo que hablar también con mis hijos.
Ordenó, dándoles la espalda y cerrando los ojos. Ellas simplemente hicieron una reverencia y se fueron sin más. Una vez escuchó la puerta de su cuarto cerrarse, él se acercó a la puerta del dojo y la deslizó.
—Llamen a Raphael —les ordenó. Mikey asintió y fue a tocar a la puerta del cuarto de su hermano.
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—¿No crees que fuiste grosera? —preguntó la de cabello púrpura poniéndose el pantalón de su pijama.
—¿Qué? ¿Creíste que me iba a quedar como si nada después de que nos pegara? Ni que fuera nuestro padre —respondió la de cabello rojo poniéndose su blusa para dormir.
—Se preocupa por nosotras, Aria. Si tú nunca experimentaste esa preocupación por parte de tu padre y tu padrastro no es culpa suya —la contraria abrió sus ojos con sorpresa y segundos después frunció el entrecejo molesta por su comentario.
—¿Algo más que quieras agregar? —preguntó sarcástica y notablemente enojada. La fémina se mordió el labio inferior arrepentida por lo que dijo.
—Yo... lo siento, Aria, no quería... —la otra suspiró agachando la cabeza con los ojos cerrados para luego levantarla suavizando su mirada.
—No, tienes razón... quizá sí fui un poco grosera —dijo sintiéndose arrepentida.
—Después te disculpas.
—No me presiones, ¿sí? Da gracias que acepté mi error —respondió con una sonrisa arrogante mientras se acostaba y le daba la espalda.
—Ok, ok, señorita orgullosa —se burló Lexi acostándose boca arriba. A los pocos segundos ambas se quedaron profundamente dormidas.
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—Sensei, si ellas no hubieran llegado, los mutantes de Destructor habrían acabado con nosotros —dijo Leo intentando convencer a su maestro.
—¿Y las sigues defendiendo? Por favor, ¿ahora soy el único sensato aquí? —renegó Raphael levantándose del suelo.
—Vamos, Rapha, admítelo. Estuvieron increíbles —le respondió Miguel Ángel poniendo sus manos detrás de su nuca.
—Nunca creí decir esto, pero... —el de banda morada sobó su nuca con un leve sonrojo en sus mejillas— estoy de acuerdo con Mikey, ellas nos salvaron.
—¿Y si eso hubiera salido mal? Estaríamos muertos con ellas —insistió el temperamental nuevamente.
—¡Ya basta! —todos callaron de repente por el grito de Splinter— Haber sido rescatados por un par de novatas sólo significa una cosa.
—¿Que en realidad no había motivo para regañarlas y que están listas para salir a misiones con nosotros? —sugirió el menor con una sonrisa inocente en el rostro, a lo cual Raphael golpeó su cabeza con su mano abierta, obteniendo un quejido por su parte.
—No, Miguel Ángel, significa que ustedes también tendrán que entrenar más intensamente. Comenzarán a partir de mañana junto a las chicas. Pueden retirarse.
Y con aquel decreto, los cuatro hicieron una reverencia ante su padre previo a retirarse cada uno a sus respectivas habitaciones, con excepción del pecoso, quien abrió el congelador para hablar un poco con su amigo.
—¡Gatito helado, no vas a creer lo qué pasó hoy! —el felino mutado sólo emitió un maullido mientras Mikey le contaba su día.
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A la mañana siguiente, se escuchó un gran estruendo fuera de la habitación de las mexicanas, quienes despertaron de golpe, se pusieron los primeros zapatos que vieron y salieron hacia el dojo para ver qué estaba pasando. Las tortugas llegaron casi al mismo tiempo, y todos se percataron tras unos segundos de pánico que había sido Splinter quien había causado tal ruido a propósito.
—Buenos días, chicas, hijos míos. Es hora de entrenar —saludó con una amplia sonrisa.
—Sensei, son las seis de la mañana, ni siquiera usted se levanta a esta hora —replicó Aria con molestia mientras rascaba su párpado con su diestra.
—No quiero excusas.
—¿Podemos al menos vestirnos? Estamos en pijama... —solicitó Alex, tomando la esquina de su prenda y mostrándosela al roedor. Él jugó con su barba y luego respondió.
—Bien, pero no se tarden. Mientras tanto, ustedes comiencen con el calentamiento.
Señaló a las tortugas con su bastón, quienes se limitaron a bostezar y a iniciar con la rutina indicada. Tres minutos después, las chicas volvieron a hacerse presentes ya vestidas y peinadas, listas para comenzar con el entrenamiento.
—Si tal vez ALGUIEN —comenzó a quejarse la tortuga de ojos esmeralda mientras hacía unas lagartijas mirando acusadoramente a la pelirroja— no hubiera desobedecido las órdenes de sensei, estaríamos durmiendo en estos momentos.
La joven rodó los ojos y comenzó a hacer estiramientos.
—Si no hubiéramos salido, ustedes serían sopa de tortuga ahora —contraatacó sin dirigirle la mirada, pues su cabellera le estorbaba. El otro sólo respondió con un gruñido sin dejar de hacer sus ejercicios.
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Ya había pasado una semana en la cual la rutina era la misma. Splinter los despertaba con un golpe sordo que hacía eco por toda la alcantarilla, calentaban y les ponía ejercicios, pero todavía no los enfrentaba a una batalla a los seis, sólo a las cuatro tortugas como solía hacer.
Las gotas de sudor recorrían cada parte de sus cuerpos, cada uno de sus músculos ardía como si hubieran prendido fuego en su interior, sus respiraciones eran irregulares y sus corazones latían casi al punto de salirse de sus pechos. Sus piernas temblaban y sentían que en cualquier momento iban a flaquear. Las mexicanas fueron las primeras en caer de espaldas contra el suelo, jadeando y temblando con los ojos cerrados.
—¿Podemos... tomar un... respiro? —preguntó la joven de ojos tormenta moviendo su cabeza noventa grados a la derecha para mirar a su maestro, quien estaba de pie con las manos en su espalda sosteniendo su bastón. Él levantó una ceja e hizo una mueca de disgusto.
—Por favor... —la secundó la otra fémina tirada de la misma manera pero del lado contrario— ya no siento- —sus palabras quedaron en el aire por un fuerte golpe en contra del suelo. Splinter había azotado su bastón con molestia.
—Estas son las consecuencias de su desobediencia —dijo caminando al centro de la sala de entrenamiento haciendo que ambas chicas se enderezaran, quedando sentadas con las piernas estiradas.
—Sensei, ¿no estás siendo algo duro? —preguntó Leo, acercándose con cautela rascando su nuca un poco avergonzado y con la mirada agachada.
—Sí, es injusto, pero con nosotros —ahora, Rafael se ponía al lado de su líder, chocando levemente su brazo con el ajeno.
—Ustedes también tienen que pagar por su fracaso, se han estado volviendo holgazanes —dijo su padre mirándolos con desaprobación por encima de su hombro.
—Sensei, tenemos que descansar —dijo Aria aún en el suelo, dando un soplido para quitar un mechón de cabello de sus ojos—, nuestros cuerpos necesitan descansar.
—Hemos gastado toda nuestra energía y fuerza —le hizo segunda su amiga—, necesitamos descansar si queremos seguir rindiendo los siguientes siete días que nos quedan de castigo.
—Nos podemos desgarrar un músculo si no descansamos —insistía la pelirroja haciendo un movimiento con las manos.
—Por favor, Sensei, necesitan un descanso.
—Ah, ¿y tú no? —preguntó el de ojos verdes en respuesta a la petición de Leo, cruzándose de brazos frente a él.
—Exacto, Rapha, yo no —tomó la misma postura que su hermano mientras negaba con la cabeza.
—¿En serio? Pues yo te voy a dar un descanso.
Se aproximó hacia él peligrosamente, azul contra rojo, mientras apretaba su puño poniéndolo muy cerca del rostro del líder. Splinter les dió un golpe haciéndolos caer y gritó de manera firme hacia todos en general.
—¡Ya basta! ¡Si siguen así, en su próxima misión terminarán muertos!
Los estudiantes se sentaron en fila a manera de flor de loto, mientras agachaban la cabeza, hasta que la pelirroja habló en un tono irónico.
—Sí, y más si nos desgarramos un músculo por falta de descanso en el entrenamiento, Sensei —recibió un codazo de la más alta a su lado junto a una mirada acusadora. Aria sólo le devolvió la mirada y le regresó el golpe un poco leve y más sutil.
El adulto pensó un poco mientras peinaba su barba con los dedos pulgar e índice de su diestra, paseando de un lado a otro en el salón. Al final soltó un suspiro agachando la cabeza, sintiéndose derrotado porque la mexicana tenía razón.
—Creo que un descanso no sería tan malo —respondió dedicándoles una mirada amable—. Mañana seguiremos —sin más preámbulos, se fue hacia su habitación pasando por un costado, y en cuanto cerró la puerta, las tortugas y las chicas se dejaron caer al suelo de espaldas, jadeando por el cansancio.
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Donnie estaba sentado en el sillón de concreto, y a cada lado estaban Aria y Alex; la primera mordiéndose las uñas por sus nervios y la otra tomando agua como si no hubiera un mañana, mientras que el de ojos rubíes les mostraba la información que había logrado robar de la base de datos del Kraang hace una semana, pero que no les había podido mostrar por lo mismo del entrenamiento y el cansancio.
—¿Nos tenían vigiladas? —preguntó la pelirroja acercándose un poco más a la pantalla acomodando sus anteojos, mientras se proyectaba su acta de nacimiento.
—Eso parece —respondió la tortuga mirándola de reojo.
—Pero... ¿pero cómo? —preguntó ahora la de orbes grisáceos acercándose un poco más a la pantalla, provocando que un escalofrío recorriera el cuerpo de la tortuga y que un leve sonrojo apareciera.
—N-no tengo idea todavía —respondió el reptil desviando la mirada de la pelimorada, siguió bajando la pantalla y se aclaró la garganta antes de volver a hablar—. Tienen todo: actas de nacimiento de sus padres y suyas, los lugares que frecuentan, hasta tienen su boleta de calificaciones de la escuela.
—Espera, ¿dijiste que tienen las actas de nacimiento de nuestros padres? —preguntó la de orbes avellana interrumpiendo.
—Sí. Bueno, en tu caso sólo está la de tu madre.
—Lo supuse... —se quedó un poco pensativa mientras Donnie le mostraba el documento mencionado limitándose a suspirar. Alex la miró de reojo, pero no dijo nada al respecto. Se recargó en el respaldo del sillón cruzando sus brazos tras dejar su vaso vacío detrás suya.
—¿Y has podido averiguar cómo vamos a llamar a nuestras familias? —preguntó intentando cambiar de tema.
—No, aún no... —sobó su nuca pareciendo apenado y un poco decepcionado de sí mismo por tener tan poco progreso hasta el momento.
—Yo te ayudo —puso una mano en su hombro y le sonrió, causando que se estremeciera ligeramente y provocando un leve rubor en sus mejillas.
—Claro, me vendría bien algo de ayuda.
Una tenue sonrisa se formó en su rostro. Los dos se sumergieron en una atmósfera color rosado de fondo, perdiéndose en la mirada del otro. Donnie sentía que su corazón se saldría de su pecho, Alex dejó de respirar por unos instantes y para ambos, el momento se hizo eterno. Aria carraspeó, rompiendo por completo el ambiente lleno de nervios y romance, dedicándoles una mirada algo incrédula y un poco pícara.
—¡Lo siento! —se disculpó el reptil llevando una mano a su nuca rascando con nerviosismo a la vez que desviaba la mirada hacia la pelirroja. Por su parte, la otra humana presente desvió la mirada hacia el suelo acomodando sus anteojos.
—Aria —llamó el de banda azul, quien estaba jugando un videojuego junto al pecoso—, ¿puedo preguntarte algo?
—Ya estás preguntando —respondió con un tono burlón en su voz, recargando su codo en el respaldo del sillón.
—Los Kraang consiguieron información sobre los padres de Alex, pero de ti sólo está lo de tu mamá. ¿Por qué? —esa pregunta la tomó con la guardia baja. Si Leo hubiera volteado a verla, habría visto como se le borraba esa sonrisa burlona del rostro, pero agradecía que haya estado concentrado en la pantalla de la televisión. La de orbes grises volteó a mirarla un poco preocupada.
—Bueno... —comenzó a decir. Giró su cabeza para encontrarse con los ojos de su amiga, quien intentaba brindarle seguridad con una sonrisa y un asentimiento de cabeza. Aria suspiró— yo no conozco a mi padre. La verdad es que en cuanto se enteró del embarazo, intentó convencer a mi mamá de abortar.
—¿Abortar? —preguntó el menor, poniendo pausa a su juego y volteando a ver a la chica con el ceño confundido. El más alto cerró su computadora y se aclaró la garganta para comenzar con su explicación.
—Abortar proviene de la palabra aborto, que es la interrumpción y finalización prematura del embarazo de forma natural o voluntaria y...
La chica de cabello morado se apresura para cubrir la boca de la tortuga a su lado con su zurda, pasando su diestra por encima de sus hombros.
—Gracias por la información, Donnie, creo que es suficiente.
Dijo lo último en un susurro. El mencionado la miró de reojo un poco molesto y nuevamente nervioso por su cercanía. El menor tenía una ceja levantada, su boca entreabierta y la cabeza ladeada un poco hacia la derecha.
—No entendí.
—Te lo explico después, Mikey —respondió la menor destapándole la boca a su amigo y apretando ligeramente sus hombros para que no dijera nada. Donatello, por el contrario, sólo se tensó pero entendió el mensaje, abriendo su laptop nuevamente.
—¿Entonces tu papá decidió huir como un cobarde? —la voz de Raphael se hizo presente, levantando la vista del cómic que estaba leyendo sobre un puff azul marino para mirar brevemente a la pelirroja.
—En resumen —respondió encogiéndose de hombros.
—Su padre resultó ser un cretino —interrumpió Alexandra poniéndose de pie y cruzándose de brazos en el acto, haciendo una mueca de desagrado—, igual que el mío.
—¿A qué te refieres? El acta de nacimiento de tu padre está ahí —intervino esta vez Leonardo señalando el documento en la laptop de su hermano.
—Él no es mi padre biológico, es mi padrastro. A mi papá no le interesó cumplir con lo mínimo requerido de paternidad, y prefirió darle gusto a sus padres y ser un inútil mantenido que verme a mí.
—Vaya... lo siento mucho, Alex —replicó Donatello.
—Está bien, no es como que tenga muchos recuerdos de él o que me sea de alguna utilidad, esto fue lo mejor.
Se formó un silencio algo incómodo entre las tortugas y las chicas, más otra voz familiar se hizo presente para salvar el día.
—Aria, Alex, les tengo buenas noticias~ Hace rato fui con Murakami-san por algo de comer y le comenté que necesitaban un empleo, ¡y él aceptó a que le ayudaran en su restaurante! Deben ir hoy en la noche a la hora de cerrar para que les dé los detalles acerca de sus horarios, los uniformes y demás.
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¡Muchas gracias por leer!. Apoyen también a yeyejenni para seguir ambas con la historia 💜
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