Capítulo 4: ¿Nuevo "hogar"?

Aria no había entendido la razón de la advertencia de su amiga hasta que llegó al dojo. Era una sala algo grande, con varios tapetes de diferentes colores y diseños. Habían varios aparadores de madera pegados a las paredes que exponían armas algo antiguas, además de un pequeño altar con una foto de lo que parecía ser una familia, con dos velas blancas a los costados.

Pero lo que más llamó su atención fue un árbol enorme con hojas de un color verde muy vivo plantado en medio del cuarto. ¿Acaso era verdad lo que sus ojos estaban viendo? ¿Había crecido un árbol en una alcantarilla sin necesidad de luz solar? No pudo evitar soltar un largo "wooow", que calló justo cuando sus ojos se toparon con Splinter, quien estaba sentado en medio del todo de espaldas a la entrada, en posición de flor de loto y con los ojos cerrados.

—Alex —le susurró jalándola del brazo—, dime que es mi miopía —la contraria simplemente rió un poco.

—No, Ari, sí estás viendo bien.

—No puede ser...

—Veo que te encuentras bien —dijo el roedor sin moverse a la chica de cabello rojo, quien aún seguía un poco en shock. Su amiga le dió un codazo amistoso, haciendo que saliera de su trance.

—¿Yo? Ah... sí, estoy bien, gracias —dijo un poco apenada.

—Muy bien —abrió sus ojos con una sonrisa amigable, luego suspiró haciendo un ademán con la cabeza para que se sentaran, el cual todos obedecieron. Alex y Donnie ayudaron a la mayor a hacer lo mismo—. Ahora que ya estamos todos reunidos —comenzó a decir Splinter, ahora con un tono serio—, quiero que me digan qué fue lo que sucedió y por qué tomaron la decisión de traer a estas jovencitas a nuestro hogar.

Las mexicanas comenzaron a relatar su parte de la historia, y luego los mutantes continuaron hasta la parte en la que se encontraron y las rescataron de manos de los Kraang. Splinter jugó con su fina barba y se levantó, poniendo las manos en su espalda. El resto imitó su acción, y de nuevo, ayudaron a la chica herida a ponerse de pie.

—En vista de las circunstancias, que no tienen a dónde ir y en mi confianza en que dicen la verdad... —hizo una pausa, dándoles una mirada de advertencia que ambas captaron muy bien mientras asentían— pueden permanecer aquí el tiempo que necesiten —ambas compartieron una mirada sorprendida y llena de felicidad—. Obedecerán las reglas, yo las entrenaré para que puedan defenderse de los Kraang, quienes seguramente estarán buscándolas en este momento. Podrán salir siempre y cuando nos avisen a dónde van. Este será su nuevo hogar.

Alex hizo una reverencia agradecida, y le dió otro codazo a Aria para que hiciera lo mismo.

—¡Muchas gracias, señor! —dijeron las chicas al unísono, aliviadas por tener un lugar dónde quedarse.

—Pueden llamarme Splinter, solamente —dijo con una sonrisa. Ambas asintieron, acordando con la petición de la enorme rata.

—¿Dónde van a dormir, sensei? —preguntó Leo con curiosidad.

—No pienso darles mi habitación —dijo a la defensiva el de ojos verdes.

—Gracias por tu hospitalidad —respondió con sarcasmo y entre dientes la mexicana de hebras rojas. El de antifaz carmín se cruzó de brazos y desvió la mirada, pensando en lo irritante que era aquella muchacha.

—No te preocupes, Raphael —habló el roedor acercándose a las chicas—. Se pueden quedar en la habitación de mi hija, Miwa, ella nunca se queda —dijo señalando un cuarto al lado de la sala de entrenamiento. Ambas fueron intrigadas a mirar: era amplio, tenía una sola colchoneta en el suelo con una cobija y una almohada encima.

—Acogedor —dijo la de ojos tormenta. Splinter había ido a su habitación para sacar una colchoneta más, otra una cobija y una almohada de su cajonera, y la llevó al que ahora sería cuarto de las nuevas integrantes.

—Tomen —Alex recibió lo que traía en sus manos y agradeció—. Ya es tarde, y seguramente están cansadas —dijo mirándolas con solemnidad—. Que descansen, chicas, hijos míos —dijo para retirarse y encerrarse en su habitación.

—Igualmente —dijeron a la par, un poco tarde y dudando si realmente las había escuchado.

—Si necesitan algo pueden llamarnos.

—Estaremos bien, Leo, gracias —dijo Lexi sonriendo y haciendo un ademán de agradecimiento con la cabeza ante el ofrecimiento del líder.

—Bueno, yo ya me voy a mi casa —dijo ahora la pelirroja de diadema amarilla despidiéndose de todos—. Los veo mañana —y sin más, se dirigió a la salida de la guarida, siendo seguida por Donnie.

—¡Abril, espérame!

—¿Esos dos son... pareja? —cuestionó algo impresionada la más bajita al ver a la tortuga del bo salir corriendo detrás de la otra chica.

—No, todavía no —respondió el de las katanas cruzando sus brazos sobre su pecho—. Es complicado.

—¿Por parte de ella o por parte de él? —preguntó ahora con curiosidad la de cabello morado.

—¿Hablas en serio? Sólo míralos: él es una tortuga mutante, y ella una chica humana. ¿En serio crees que le haría caso? —exclamó Raphael con claro hartazgo en su rostro y en su voz.

—¿Quién te lastimó tanto como para pensar así? —preguntó Aria en tono burlesco, soltando un suspiro— Si el sentimiento es genuino, no debería importar nada más a pesar de que sean polos opuestos. MUY opuestos —enfatizó en lo último dando a entender su punto. La tortuga de banda roja enarcó las cejas cruzándose de brazos.

—Eso es lo más patético que he escuchado en mi vida. ¿Saben qué? Yo ya me voy a dormir, no estoy de humor para escuchar más estupideces —dijo saliendo del dojo, arrastrando un poco los pies por el ajetreo del día.

—Nosotros también nos vamos, chicas —se despidió ahora el de ojos zafiro, rodeando a su hermano menor con el brazo para llevárselo también.

—¡Descansen! —gritó éste levantando la mano y sacudiéndola. Ambas chicas rieron y se despidieron de igual manera. Entraron a la habitación y Alex acomodó la otra colchoneta para que Aria no hiciera ningún esfuerzo.

—Por cierto, toma —dijo la fémina entregándole unos lentes a la contraria—. Estaban en la cangurera.

—¡Gracias! —respondió aliviada dejándolos a un lado de su almohada y procedió a recostarse en la colchoneta, cubriéndose con la manta y quedando boca arriba. Ya había pasado la anestesia y ahora sentía un dolor agudo en la zona lastimada de su abdomen, por lo que hizo un gesto cuando se acomodó— ¿Sabes algo de nuestras mamás? —preguntó volteando la cabeza en dirección a su amiga.

—No —dijo suspirando con tristeza mientras se acomodaba para dormir—. Mi mamá llamó diez veces, pero no pude regresarle la llamada, no tengo señal —se acomodó igual que la otra chica, girando sólo la cabeza para mirarla.

—Si tú no tienes, es muy probable que yo tampoco tendré —hizo una mueca de disgusto.

—Mañana veremos qué pedo con eso —dijo dándole la espalda a la de ojos café—. Descansa, Aria.

—Igual —dijo con un poco de desgane. Sólo esperaba que cuando cerrara sus ojos y Morfeo la envolviera en sus brazos, al despertar todo aquello fuera una simple pesadilla. Cerró sus párpados, quedando ahora en completa oscuridad.

🐢🐢🐢🐢

—¡El desayuno está listo! —gritó la tortuga pecosa desde la cocina. Las dos amigas hicieron un mohín al escuchar sus gritos, siendo Alex la primera en enderezarse. Se estiró y tronó su espalda y cuello.

—Qué incómodo —dijo tomando su almohada y lanzándola hacia la pelirroja, quien se despertó de un salto.

—¡Oye! —se quejó rascando sus ojos de mala gana.

—Ya despierta, floja, Mikey nos está llamando para desayunar.

Se levantó del suelo, no sin antes ponerse sus anteojos y luego salió del cuarto dejando la puerta deslizable abierta para que su amiga la alcanzara. Aria bostezó y volvió a frotar sus ojos con sus nudillos. Miró a su alrededor mientras se estiraba y su espalda tronaba, soltando a la vez un suspiro pesado.

—Así que no es un sueño... —se puso sus lentes, y cuando miró hacia el frente, había una tortuga muy pequeña de color rojo, cola algo larga y picos en su caparazón y cauda. La chica se acercó curiosa, el ser la miraba con una... ¿sonrisa?— ¿Y tú qué cosita eres, eh?

Le preguntó tomándola entre sus manos y la acercó hacia su cara para apreciarla mejor. En ese momento, el extraño animalito estornudó sacando fuego de su boca. La fémina, por instinto, lo levantó más y agachó su cabeza para que las flamas no la quemaran. Se le quedó mirando con los ojos bien abiertos, alucinada y temerosa.

—Eres una cosita muy... rara —le hizo pequeñas caricias con sus pulgares, y en respuesta, la tortuguita se recostó mostrando su panza para que ella la rascara, lo cual hizo.

—¡Mordelón! ¿¡Alguien ha visto a Mordelón!? —se escuchó una voz familiar y molesta en la cocina. La pequeña tortuga levantó la cabeza y miró hacia la salida.

—Tú eres Mordelón, ¿verdad? —dijo en su dirección, pareciendo como si éste asintiera. Aria se puso de pie con algo de esfuerzo y salió con la extraña tortuga en brazos en dirección a la cocina, donde ya todos estaban sentados esperándola, con excepción de cierta tortuga de mal carácter— Buenos días —dijo con una sonrisa.

—Creí que habías vuelto a dormirte —se burló Alex con una sonrisilla.

—Me encontré a esta cosita —respondió enseñándole a la tortuga en sus manos. La de cabellos morados la observó con detalle, haciendo unas cuantas caricias en su cabeza.

—¡Wooow! Nunca había visto una tortuga así.

—Ni yo. Podría atreverme a decir que es una tortuga caimán por los picos en la espalda, pero el color- —fue interrumpida por otro grito.

—¡Mordelón! —Raphael entró a la cocina buscando algo por debajo de la mesa, hasta que escuchó un gruñido que salió de la boca de la tortuguita que las chicas estaban acariciando. Se levantó de golpe chocando su cabeza con la orilla de la mesa. Instantáneamente cerró sus ojos y sobó su cráneo con su mano— ¿Mordelón? —preguntó abriendo su ojo derecho, viendo a su mascota en manos de la chica pelirroja, a quien le dedicó una mirada asesina. Ella se tensó y miró a la pequeña criatura, quien la vió de vuelta.

—Supongo que es tu papá, qué mala suerte~ —dijo en un susurro, poniendo a la tortuga en la mesa para que fuera caminando a los brazos de la otra.

—No me asustes así —le regañó dándole un beso en su cabeza y luego lo abrazó, restregando su cara con la cabecita de la criatura, hasta que sintió la mirada de todos sobre él—. ¿Y ustedes qué están mirando? —dijo cambiando su actitud repentinamente. Todos desviaron la mirada y dejó al pequeño en la mesa, sentándose él después.

—¿Cómo te sientes, Aria? —preguntó Donnie para poder armonizar de nuevo el ambiente.

—Bien —dijo sentándose—, sólo me duele un poquito. El de bandana morada asintió.

—Bien. Al rato te limpiaré la herida y cambiaremos la gasa, ¿de acuerdo?

Ella asintió sonriente, mientras Mikey les ponía un plato de sopa enfrente a cada uno. Estaba algo... viscosa y de un color amarillento rojizo. Al verlo, las chicas se miraron mutuamente compartiendo una cara de asco.

—¿Qué es eso? —preguntó la menor mientras movía el contenido de su tazón con una cuchara.

—¡Es mi especialidad: sopa de pizza! —ambas jóvenes hicieron una mueca de disgusto, pero su estómago rugía de hambre.

—¿En serio esto es... comestible?

—Ni lo intentes probar.

Advirtió Leo empujando el plato hacia el centro de la mesa para evitar seguir oliéndolo. Ellas imitaron su acción, aunque el hambre era más grande. Sus estómagos rugían, y más el de Aria ya que no había comido nada el día anterior, así que lo cubrió con sus brazos cuidando no lastimarse.

—¿Ya no hay de los fideos de anoche? —preguntó la menor de las mexicanas.

—Nop, los usé para batir las pizzas. Ustedes no saben apreciar una verdadera comida —dijo Mikey mientras sorbía de su plato, haciendo una mueca de repugnancia y escupiendo su creación, casi ahogándose en el proceso. Tosió y golpeó su pecho— ¡Okay! Sí, está muy malo.

Dijo decepcionado de sí mismo, alejando su plato de igual forma. Las chicas realmente estaban a punto de desfallecer de hambre. Se quedaron pensando unos minutos hasta que las dos compartieron una mirada cómplice y una sonrisa.

—Tengo una idea.

🐢🐢🐢🐢

Alex regresaba de la superficie con unas bolsas de mandado. Se dirigió rápidamente a la cocina, donde Aria la esperaba con un sartén encendido a fuego lento.

—Tardaste mucho —dijo la pelirroja ayudándola a cargar la bolsa menos pesada.

—Me perdí —dijo encogiéndose de hombros con un poco de pena, eran muchas calles muy enredadas.

—Bueno, manos a la obra.

La chica de ojos chocolate tronó sus nudillos y ambas se pusieron a cocinar. Habían llegado al acuerdo de que, en vista que ninguno de los cuatro sabía cocinar (Mikey sí, pero sus inventos los terminarían envenenando algún día) y Splinter se levantaba un poco más tarde, ellas serían las encargadas de hacer el desayuno, la comida y la cena. Además de hacer un recetario para dárselo a Mikey cuando ellas regresaran a casa.

Les habían dado a escoger entre tres cosas: enchiladas verdes, huevo a la mexicana con arroz rojo o chilaquiles en salsa roja. Como los hermanos no tenían la más mínima idea de qué diablos era todo eso, las mexicanas les explicaron lo que llevaba cada platillo. Al final optaron por huevo a la mexicana como desayuno. Mientras Aria picaba los ingredientes, Alex comenzaba a meter en el refrigerador algunas otras cosas que había comprado con dinero que ellos le dieron.

Comenzó a hacer en una libreta anotaciones para el recetario y luego se puso a batir los huevos. Mientras la chica de cabellos morados comenzaba a poner la materia prima en la sartén con aceite, la más bajita empezó a hacer el arroz; además, Lexi se encargó de comprar masa para hacer tortillas, ya que ahí no vendían tal cosa fuera de tostadas. Ambas estaban bien coordinadas al no ser la primera vez que cocinaban juntas. Después de una hora y media, el desayuno estuvo listo, así que les fueron a avisar a las cuatro tortugas, quienes estaban sentadas en el sillón de concreto mirando la televisión.

—¡Ya está el desayuno!

—Al fin.

Dijo Raphael levantando las manos e incorporándose, siendo seguido por los otros tres. Al entrar a la cocina, los platos ya estaban servidos y olía muy rico. En medio habían puesto un plato con las tortillas recién salidas del comal hechas a mano. Los cuatro hermanos se sentaron, hipnotizados por el delicioso olor que les abrió aún más el apetito.

—Ojalá les guste —dijo Alex sentándose al lado de Donnie y de su amiga, asintiendo todos excepto la fémina a su lado. Dieron un primer bocado y abrieron sus ojos a tal punto de casi salirse de su órbita, para inmediatamente devorar todo el plato y pedir más.

La mañana la pasaron bien, inclusive Raphael había relajado un poco su actitud hostil con ambas chicas y hacía una que otra broma con ellas. Las jovencitas se sentían bien, pero aún les preocupaba el hecho de que sus familias no sabían nada de ellas. Alex, al salir a la ciudad, intentó buscar algo de señal, pero no obtuvo resultados, lo cual le estaba inquietando, pero había decidido no decir una palabra hasta que estuviera segura de sus sospechas.

Mientras, se dedicaron a disfrutar del momento. Hacía mucho tiempo que no habían tenido un desayuno compartido, o al menos para la mayor, quien se había mudado por su cuenta desde hace unos cuantos meses y se sentía muy sola. Por eso se la pasaba en casa de su amiga, para dejar de sentir ese vacío que había en su departamento y que sólo ella podía llenar. Entre risas y risas, despertaron a su maestro, quien se sentó a desayunar también. Estaba encantado con la comida. Ambas estaban iniciando una nueva vida que esperaban no durara mucho. Estaban disfrutando de su nuevo hogar.

🐢🐢🐢🐢

—¡Ya llegué, niñas! —gritó la mamá de Alex entrando con unas cuantas bolsas de compras a su casa— Alexandra, te estuve marcando para que me ayudaras con las bolsas, ¿qué tanto hacías? —preguntó mientras iba a la cocina y dejaba lo que traía en las manos sobre la mesa del comedor. Se detuvo cuando no escuchó ninguna respuesta. No había ruido, ni una risa, nada. Silencio sepulcral. Ella se dirigió hacia las escaleras que conducían a la segunda planta y se asomó— ¿Alex?

Nada. No hubo respuesta. Subió los escalones hasta la habitación de su hija, abrió la puerta y ahogó un grito tapando su boca con ambas manos. Su cuarto estaba hecho un desastre, la mesa de centro estaba completamente destruida y habían manchas de sangre en algunas partes del suelo.

—¡ALEX!

Gritó buscando por toda la casa, abriendo cada habitación con desesperación. Salió a la calle y recorrió algunas cuadras cercanas gritando el nombre de su hija, pero nada. Incluso preguntó en los negocios cercanos si la habían visto, sin éxito alguno. Llegó a la casa entre lágrimas sintiendo una punzada de dolor en el pecho. Tomó su celular y llamó a la mamá de Aria.

—¿Diga? —se escuchó del otro lado de la línea.

— Hola, soy... soy la mamá de Alexandra —respondió entre sollozos.

—¡Oh, hola! ¿Qué pasó, amiga? ¿Todo bien?

—¿No está mi hija contigo?

—Ah... no. Aria dijo que se quedaría con ella porque debían estudiar. ¿No están ahí?

—Me temo que no... —dijo con tristeza.

—Iré a buscar en su departamento, ahí deben estar. Te aviso cualquier cosa.

Y tras esto se cortó la llamada. La adulta hundió su cabeza en sus manos comenzando a llorar. Realmente esperaba que se hubiera ido a casa de su amiga, pero eso no explicaba el desorden en su habitación, además de que Alex siempre le avisaba si iba a ir a alguna parte. Pasaron unas cuantas horas y la mamá de la joven pelirroja le llamó a su celular.

—¡No están! —esa fue la gota que derramó el vaso para que el pánico se apoderara de ambas.

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Muchas gracias por leer el capítulo de hoy, no olviden apoyar a la gran yeyejenni. Les amo, ¡nos leemos pronto! 💜
3,029 palabras

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