Capítulo 3: Interrogatorio

Una vez llegaron a la guarida, Donnie se apresuró a su laboratorio, botando al suelo las cosas que tenía encima de una mesa de metal.

—Rápido, Rapha, acuéstala.

El mencionado obedeció a su hermano mayor y recostó a la joven que traía en brazos sobre lo que fungiría como camilla, Aria apenas y podía mantenerse despierta. Donnie sacó un frasco y una jeringa, llenándola rápidamente con un líquido transparente tras tirar del émbolo.

—¿Seguro que sabes lo que haces? —preguntó Alex con recelo, acercándose a su amiga y tomando su mano con fuerza.

—Confía en mí.

Respondió con una sonrisa segura y dulce que le transmitió confianza. La joven abrió sus ojos algo insegura, pero al final asintió dejando que la tortuga de orbes carmín iniciara su trabajo, sin despegar la vista ni un segundo de sus movimientos. Donatello inyectó el brazo de la joven de ojos avellana, comenzando ésta a quedar profundamente dormida.

—Necesito que me den espacio —dijo la tortuga más alta, dando a entender que quería que todos salieran del laboratorio para trabajar "tranquilo", sin tanto bullicio y miradas sobre él que sólo lo pondrían más nervioso.

—Como tú digas, cerebrito —dijo el de orbes jade poniendo sus manos en su nuca y caminando tranquilamente hacia la salida seguido de los demás, a excepción de la chica de cabello morado.

—Por favor... te la encargo mucho, es mi mejor amiga.

Le rogó con los ojos llorosos y las manos entrelazadas a modo de súplica. Donnie la veía algo conmovido por su gran preocupación, así que para darle algo de tranquilidad, le sonrió dulcemente y asintió con la cabeza. Aún sintiéndose inquieta, la fémina finalmente salió, cerrando la puerta deslizante detrás de ella. Abril se le acercó y le puso su mano en el hombro.

—Va a estar bien —dijo con una sonrisa intentando brindarle confianza, a lo cual la contraria sólo asintió débilmente.

—¿Podemos empezar el interrogatorio o seguiremos perdiendo el tiempo? —preguntó Raphael con los brazos cruzados, rodando los ojos y dedicándole una mirada asesina a Alex.

—Rapha, dale un respiro —ordenó el de banda azul—, yo haré las preguntas cuando crea que es momento indicado.

—Sí, claro, y mientras nosotros arriesgamos nuestro pellejo por meter a unas extrañas en nuestro hogar.

—Basta, Raphael.

Se escuchó una voz grave e intimidante detrás de la mencionada tortuga, quien se tensó y rápidamente bajó sus brazos a los costados. Alex, quien tenía la mirada agachada, la levantó para encontrarse con una rata gigante que vestía un kimono de color rojo, sosteniendo entre sus manos un gran bastón de jade brillante. La mexicana abrió sus ojos como platos y ahogó un grito tapando su boca con sus manos, atrayendo la atención del enorme e imponente roedor.

—¿Qué está pasando aquí? —sus ojos ahora se fijaron filosamente en Leonardo, quien rascó su nuca apenado con una gota de sudor resbalando por su frente.

—Bueno, sensei...

—Todo fue idea de Leonardo —interrumpió el temperamental dándose la vuelta para mirar al mayor—, nos dijo que trajéramos a unas desconocidas a la guarida.

—Mi amiga estaba herida —susurró lo suficientemente fuerte para que las orejas del roedor se giraran en su dirección, captando su atención—. Lamento si nuestra presencia le molesta, pero lamentablemente no tenemos ningún otro lugar a dónde ir.

—Maestro Splinter —llamó Abril, quien aún seguía al lado de la joven—, es difícil de explicar, pero en resumen, ellas no son de la ciudad. Vienen de México, y digamos que están de manera ilegal en Nueva York —la mirada de Splinter cambió a una de asombro, luego dirigió sus ojos de nuevo a la chica de ojos grisáceos y soltó un suspiro dedicándole una sonrisa amable y una mirada reconfortante.

—¿Dónde está tu amiga?

—Donatello se está encargando de curarla, señor —él asintió jugando con su fina barba.

—¿Cómo te llamas, jovencita?

—Soy Alex, y mi amiga se llama Aria —dijo señalándose a sí misma, y luego señalando hacia la puerta del laboratorio. El "sensei" asintió algo pensativo.

—En cuanto se recupere, quiero a todos en el dojo, tenemos mucho de qué hablar.

—¡Hai, sensei! —exclamaron haciendo una reverencia, excepto Lexi, quien sólo se encogió en su lugar algo confundida por la acción de los demás.

—¿Qué decías, Rapha? —preguntó el líder en tono burlón dando un codazo amistoso en las costillas de su hermano, quien en respuesta sólo gruñó y fue a encerrarse a su habitación de un portazo.

—No te preocupes —reconfortó el pecoso acercándose a la chica, recargando su codo en el hombro de ella—, siempre es así —Lexi solamente soltó una risa un poco divertida, la cual se desvaneció en cuanto dirigió su mirada a Leonardo. Carraspeó antes de hablar.

—Puedes preguntarme lo que quieras saber en lo que Aria se recupera.

—¿No prefieres descansar? Yo- —su voz fue callada por un rugido proveniente del estómago de la chica de lentes, quien apretó su panza avergonzada con una risa nerviosa. Mikey tapó su boca para no reír al igual que la de ojos azules, mientras el líder simplemente sonrió un poco burlón— ¿Quieres comer algo?

—¿Qué? ¡No, no, no! —negó rápidamente con su cabeza y con las manos— No te preocupes, estoy- —otro rugido se hizo presente, y ahora fue inevitable que los presentes rieran un poco— bien —terminó la frase con un suspiro apenado—. Está bien, quizás sí tenga un poco de hambre.

El de ojos zafiro le hizo una seña con la cabeza para que lo siguiera sin borrar la sonrisa de su rostro. Alex miró a Abril y a Miguel Ángel, quienes asintieron y caminaron junto con ella hacia el comedor. Leo deslizó la cortina con su mano y los dejó pasar primero, entrando él al final.

—¿De verdad tienen una cocina aquí abajo? —preguntó atónita.

—Pregunté lo mismo la primera vez que vine —dijo la de camiseta amarilla.

—¿Y funciona? —cuestionó nuevamente, acercándose a la estufa llena de curiosidad.

—Claro que funciona —respondió alegre el de bandana naranja—, yo soy quien más la ocupa.

Ella giró sobre su eje para acercarse hacia la mesa y sentarse, los demás imitaron su acción con excepción de Leo, quien estaba sacando un plato de la alacena y una olla del refrigerador.

—¿Te gustan los tallarines?

Preguntó, a lo cual la de cabellos morados asintió con la cabeza. La tortuga le sonrió y sirvió en el plato un poco de sopa, la metió al microondas y una vez estuvo lista, puso el tazón en la mesa y le extendió un tenedor y una cuchara. Al principio ella miró dubitativa la sopa y los cubiertos, pues no creía que comer en una alcantarilla fuera muy higiénico. Los tres adivinaron su pensar debido a la casi imperceptible mueca de asco, por lo cual Abril soltó una risilla tapando un poco sus labios con sus dedos.

—Tranquila, todo está limpio —dijo dedicándole una sonrisa divertida.

—Bueno... me he metido peores cosas a la boca de todos modos.

Y sin darle más rodeos al asunto, tomó un poco de los fideos y los metió dentro de su cavidad oral, masticó y luego deglutió. El sabor era delicioso, nunca había probado unos fideos tan ricos en su vida, se sentía en las nubes. Comió más hasta terminar toda la pasta velozmente, luego tomó el tazón y puso sus labios en el borde, inclinándolo para ingerir también el caldo. Al finalizar, puso el plato de regreso en la mesa y relamió sus labios.

—Wow, creo que sí te gustó —al escuchar la voz de la tortuga mayor, se sintió avergonzada y un color rojo tiñó sus mejillas, soltando una risilla embarazosa.

—¿Hay más?

—¿En serio te gustó? —preguntó Miguel Ángel con cierto brillo en sus ojos, a lo cual la chica asintió sonriente— ¡Qué bien! Al fin alguien disfruta lo que hago —dijo emocionado, recogiendo gustoso el plato de la joven para volverlo a llenar y calentar.

—Nunca en mi vida hubiera imaginado que una tortuga mutante pudiera cocinar tan rico —dijo dando un bocado de nuevo a su comida cuando se lo pusieron en la mesa.

—Bueno, no quiero arruinar tu cena, pero... ¿puedo preguntarte algunas cosas?

—Todo lo que quieras —respondió sin apartar la vista de su tazón.

—¿Cómo fue que terminaron aquí? —inmediatamente apartó la vista del bowl, luego levantó la mirada para hacer contacto visual mientras soltaba un pesado suspiro.

—Estábamos jugando videojuegos en mi habitación cuando la televisión comenzó a hacer un ruido extraño —inició relatando los sucesos haciendo una mueca de aversión—. Luego, un portal rosa se abrió y de él salieron unos robots con ojos de mosca vestidos de negro.

—Los Robopies... —susurró Leo mirándola atento. Alex se encogió de hombros.

—Lo que sean —dijo con desinterés—, eran cuatro y nosotras dos. Nos atacaron sin razón alguna, nos defendimos, pero luego dos de ellos me inmovilizaron y se vino contra mí un tercero. Aria intentó ayudarme, pero el otro... —apretó sus puños con rabia, recordando la intensidad con la que habían lanzado a su amiga— la aventó, imagino que ahí fue cuando se lastimó. Me llevaron por el portal y luego con Abril. Lo más probable es que Ari se haya metido por ahí también para intentar salvarme.

—¿Había alguien más con ustedes?

—Mi mamá, pero había salido —en ese momento, algo hizo click en su cabeza: su mamá estaba a punto de llegar, si no es que ya había llegado. De ser así, ya se habría dado cuenta de su ausencia y del desastre en su habitación. Se preocuparía, llamaría a la policía, las darían como desaparecidas o incluso muertas. Entró un poco en pánico al acordarse de ese pequeño detalle, levantándose de golpe—. ¡Mi mamá! Si se entera de que no estamos, le dará un infarto.

—¿Y cómo piensan volver? Sin papeles no pueden- —la voz de Abril fue interrumpida por Donnie, quien recién entraba a la cocina con un objeto negro en las manos— Donnie...

Alex se levantó y corrió hasta él, tomando su mano con fuerza.

—Por favor, dime que está bien —sus ojos comenzaron a cristalizarse y su corazón a acelerarse. La tortuga se tensó un poco y un leve sonrojo decoró su rostro. Desvió la mirada y rascó su nuca con la mano opuesta.

—Sí, todo salió bien. Logré detener el sangrado y suturar la herida, sólo tenemos que esperar a que pase la anestesia —el rostro de la joven se iluminó con esperanzas y un gran alivio recorrió todo su cuerpo.

—¡Muchas gracias, Donnie! ¡Eres el mejor!

Sin previo aviso se abalanzó sobre él, rodeando su cuello con sus extremidades en un cálido abrazo de agradecimiento. La tortuga quedó paralizada, ¿acaso era un sueño? Alguien más, además de Abril, una humana, lo estaba abrazando sin sentir repulsión y sin hacer ningún gesto de disgusto. ¿En serio era real? Correspondió unos segundos más tarde con una sonrisa torpe y su sonrojo se intensificó.

—No fue nada... —dijo nervioso.

Abril notó cómo la cara de Donnie se enrojecía, cosa que no le gustó para nada. Carraspeó con el ceño fruncido y las manos en su cintura, provocando que ambos se separaran. La tortuga recordó la cangurera que tenía en sus manos, la cual le entregaría a Alex.

—Cierto, toma —se la extendió, la chica la tomó abriendo al instante uno de los cierres, encontrando su cartera y los celulares de ambas.

—¡Gracias!

Dijo sacando su celular, viendo la pantalla de inicio que tenía más de diez llamadas perdidas de su madre. Sus ojos se iluminaron con ilusión, más pronto se apagaron al ver que no tenía señal. Intentó mandar mensajes, pero éstos ni siquiera llegaban, inclusive la grabadora del teléfono decía "Llamada fuera de alcance", lo cual se le hizo extraño, pero no le prestó mucha atención.

El interrogatorio continuó. Leo preguntaba cosas como su edad, sus estudios y sobre su familia, pero Lexi sólo habló de ella y de ciertos aspectos que Aria querría decir. Respecto a la familia de su amiga no mencionó mucho, sólo que estaban lejos. Ese era un tema que no le competía comentar con un grupo de extraños.

Así pasaron las horas en la cocina, charlando y conociéndose. Miguel Ángel hacía una que otra broma o contaba alguna anécdota. Por su parte, los dos hermanos mayores le dieron una pequeña "clase" sobre los Kraang, los Robopies y sus demás enemigos que probablemente las estarían buscando también. La de ojos grisáceos simplemente asentía tragando grueso cada vez que sentía su garganta un poco seca por el miedo. Se habían metido en un gran lío sin haberlo querido.

🐢🐢🐢🐢

Aria se encontraba corriendo por las calles de la Ciudad de México, siendo perseguida por esas cosas que las atacaron horas atrás. Sus ojos destellaban emitiendo una luz roja de gran intensidad. La chica tenía la apariencia de una niña pequeña, de al menos ocho años de edad, estaba sola en plena oscuridad.

Una piedra se atravesó entre sus pequeños pies y tropezó sin querer, cayendo de bruces y dejando un raspón sobre su mejilla. Pequeñas gotas de sangre resbalaban por su rostro. La pequeña pelirroja se volteó aún estando en el piso y retrocedió a rastras hasta chocar con una pared. Justo cuando esa cosa se iba a abalanzar sobre ella, ocurrió un accidente automovilístico en la avenida, y el carro que rodó por el pavimento chocó contra el robot, aplastándolo contra la pared y salvándola del peligro.

En ese momento, dió un leve respingo regresando a la realidad. Su cuerpo se sentía aún un poco pesado. Movió la cabeza un poco abriendo sus párpados ligeramente, siendo cegada al instante por la luz de la lámpara en el techo, lo que la obligó a cubrir sus orbes marrones con su mano para acostumbrar su vista. Ya adaptadas sus pupilas, retiró su brazo de su rostro y echó un vistazo por el lugar que no reconocía.

Intentó incorporarse, pero una punzada se hizo presente en un costado de su vientre. Al levantar la blusa negra holgada que traía, se encontraba una gasa blanca manchada de un poco de sangre cubriendo su herida. Frunció el ceño algo confundida hasta que empezó a recordar, su cabeza comenzó a dolerle. Se enderezó por completo sosteniéndose con una mano apoyada sobre la mesa, mientras que con la otra sujetaba su cabeza.

Se sentó en la orilla de la camilla dejando sus pies colgando. Su visión era un poco borrosa y distorsionada, todo a su alrededor daba muchas vueltas. Intentó ponerse de pie, pero sus piernas temblaron y le fallaron, provocando que cayera en seco sobre el suelo. Al intentar agarrarse de algo para no caer de lleno al piso, tiró un bote de basura que estaba a un lado suyo, haciendo algo de ruido.

Ese sonido fue percibido por la tortuga gruñona que estaba saliendo de su habitación para ir por algo para comer, tanto ajetreo lo había dejado muy hambriento. Se dirigió al laboratorio del genio y al deslizar la puerta, se encontró con esa chica de ojos café intentando levantarse. Ella se percató de su mirada juzgadora y volteó en su dirección.

—¿Intentas escapar? —preguntó con una voz fría mientras se recargaba en el marco de la puerta. Ella negó con la cabeza y rodó los ojos, mientras con mucho esfuerzo lograba mantenerse de pie.

—Sí, me atrapaste, quería escapar estando herida y bajo los efectos de la anestesia. Buen plan, ¿no? —dijo sarcástica rodando los ojos, aún recargando sus palmas sobre la mesa para no perder el equilibrio. Todavía se sentía mareada y necesitaba un poco de ayuda. Suspiró pesadamente haciendo su cabello hacia atrás con una de sus manos— Ya que estás aquí, ¿podrías ayudarme? —él le dedicó una sonrisa torcida.

—¿No quieres que te traiga rosas y una cobija, princesa? —ella le dedicó una mirada incrédula.

—Ja, ja, ja, que gracioso —intentó dar un paso soltándose un poco, pero al seguir bastante aturdida por los narcóticos que le fueron suministrados, casi cayó al suelo de nuevo, de no ser por Raphael, quien la tomó entre sus fuertes brazos antes de impactar. Una mano estaba en su estómago (del lado sano) y la otra en su hombro.

—De nada —ella levantó la mirada para encontrarse con aquellos ojos esmeralda que se mantenían fijos en ella, tan insensible, desconfiado y atípico.

—¿Y mis rosas y mi cobijita?

—No me obligues a soltarte, primor —amenazó aflojando el agarre. Ella suspiró.

—Bien, tú ganas. ¿Puedes llevarme con Alex?

—No es como que tenga otra opción.

Cambió su sujeción. Pasó el brazo derecho de ella por encima de sus hombros, sosteniéndolo desde la muñeca con su mano de tres dígitos, y con la otra la tomó de la cintura. Comenzaron a caminar lentamente, lo cual desesperó un poco a la tortuga. Salieron del laboratorio y antes de siquiera dar otro pasó, Raphael puso una de sus manos en la boca de la joven y la empujó contra la pared acorralándola, evitando que siquiera se quejara.

—Te voy a advertir esto una sola vez, así que escúchame bien —dijo con voz áspera y amenazante, al igual que su penetrante mirada. Ella sólo pudo abrir sus ojos al máximo por tal acción que jamás vió venir. Sentía su corazón acelerarse por terror, todo su cuerpo se paralizó, quedando más indefensa aún ante el mutante. Raphael acercaba cada vez más su rostro—. Si tu amiga y tú intentan algo para lastimar a MI familia, cualquier cosa, por mínima que sea, yo mismo me encargaré de hacerlas sufrir de formas que ni siquiera podrían imaginar. ¿Te quedó claro?

No sabía qué hacer, nunca había sido amenazada así antes, y eso que vivía en uno de los municipios más peligrosos de su ciudad donde la violencia era el pan de cada día. Se sentía realmente en peligro. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo y comenzó a sudar frío. La mexicana se limitó a asentir frenéticamente con la cabeza para que el tipo la dejara ir. Él destapó su boca y volvió a colocarse a su lado para ayudarla comenzando a caminar sin decir una palabra, como si nada hubiera pasado. Ella aún seguía asustada.

Al llegar a la cocina, la tortuga corrió la cortina con su brazo entrando junto con la joven, quien enseguida recibió un fuerte apretón por todo su cuerpo por parte de su amiga, provocando que el de antifaz rojo hiciera una mueca y soltara a la chica, yéndose al lado de su hermano mayor de banda azulada.

—¡Me alegra que estés bien! —exclamó apretando más su agarre.

—A mí también me alegra —dijo con mucho esfuerzo, pues el aire ya le faltaba. Alex la soltó dejando que respirara de nuevo.

—Lo siento.

—No debiste levantarte todavía —regañó el más alto de los cuatro cruzándose de brazos.

—Hasta crees que se iba a quedar en cama. Ni aunque estuviera a punto de morir deja de levantarse —dijo la de ojos grisáceos con aire de orgullo.

—Sí, creo que todos nos dimos cuenta de eso —dijo con obviedad Raphael.

—Alex nos contó un poco sobre ti, Aria —irrumpió el de ojos zafiro dando un paso hacia al frente.

—¿Ah, sí? —la volteó a ver con molestia, pero ésta le guiñó el ojo para que se sintiera tranquila de que no había abierto la boca de más— Bueno, está bien. ¿Hay algo más que necesiten saber? —la tortuga negó con la cabeza

—Creo que mejor vamos con sensei, ya que despertaste.

—¿Con quién? —preguntó viendo cómo todos salían de la cocina. Alex se quedó a su lado para ayudarle un poco a pesar de que ya no se sentía tan mareada.

—Ya verás, solo... no te espantes.

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3,270 palabras

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