Capítulo 2: Rescate
Aria tenía los ojos cerrados mientras se abrazaba a sí misma esperando lo peor: una caída, un disparo, un golpe, o cualquier cosa que la lastimase más, pero nunca llegó. Al abrir sus orbes café, la pelirroja que antes había entrado por el portal, se sorprendió por lo que apreciaba: un gran corredor con paredes metálicas y luces rosadas, todo parecía sumamente tecnificado y avanzado. Mientras miraba a su alrededor, no pudo evitar soltar un "wow" inconscientemente.
Caminó unos cuantos metros más, y tras girar en una esquina, se encontró frente a frente con unos robots azules que tenían un cerebro en vez de estómago, cargando armas de plasma grandes y negras, sin quitarle la mirada de encima. Ella se tensó, lo único que se le ocurrió hacer en ese momento fue sonreír y levantar su diestra en forma de saludo.
— Je... hol- ¡AAAAAH!
Antes de siquiera poder terminar la frase, comenzaron a tirotear sin piedad. Apenas y pudo reaccionar para lanzarse a su derecha y rodar por el suelo, escondiéndose tras unas convenientes cajas, cubriendo su cabeza con ambas manos, con la respiración agitada y pesada. Levantó la vista para ver el pasillo. No era largo, y si en algún lado había una puerta, podría cruzarla y perderlos, así tendría tiempo para buscar a Alex, al igual que una salida para irse ambas de aquel extraño lugar.
Escuchó unos pesados pasos acercarse, así que era momento de correr. Se había olvidado de la herida en su estómago, la cual le dolió al momento de levantarse, sacándole un pequeño gemido junto con una mueca por la sensación punzante y nada agradable. "No tengo tiempo para esto", pensó, tomando una gran bocanada de aire para comenzar a correr, sosteniendo la herida con una de sus manos.
Cruzó por el pasillo mirando a los costados para encontrar una puerta u otro corredor, y de reojo hacia atrás para ver si la seguían. Se frenó en seco al encontrar una desviación, al acercarse la puerta se abrió automáticamente deslizándose a un lado, así que entró sin dudar, cerrándose detrás de ella después de alejarse un poco. Había ingresado a una habitación oscura con unas cuantas luces rosas que la iluminaban tenuemente, pero fuera de ahí todo estaba a oscuras, era tan tenebroso que le daba escalofríos.
—¿¡Alex!? —gritaba, más la única respuesta que obtuvo fue el eco de su voz— ¿¡Dónde estás!? —volvió a preguntar mientras avanzaba— ¡Alex! Ay, maldita sea —se quejó girando sobre su propio eje y caminando de espaldas para que nada la sorprendiera— ¿A dónde se la habrán llevado?
Se preguntó para sí misma. Seguía caminando en reversa viendo a todos lados, hasta que chocó con algo peludo, duro y grande. Ella lo palpó con curiosidad, luego bajó la vista y vió un pie enorme de primate debajo de ella. Se apartó rápidamente mirando hacia arriba, apreciando la silueta de un cuerpo perteneciente a un monstruo peludo. Retrocedió un poco para observarlo mejor, percatándose de que aquel gigante mono de pelaje azul no tenía cabeza. Ahogó un grito y las luces se encendieron al instante, apareciendo unas naves voladoras con un cerebro con tentáculos como piloto, las cuales la rodearon de inmediato.
—¿Qué... mierda? —una de las naves se adhirió al lugar donde se supone debería ir la cabeza de aquella monstruosidad, el cual comenzó a caminar hacia Aria con la intención de aplastarla, siendo seguida por las demás navecitas que disparaban en su dirección— ¡Definitivamente aquí no está Lexi!
Salió corriendo en dirección a la puerta, la cual se abrió y cerró como la primera vez. Justo en ese momento, una alarma comenzó a sonar, y escuchó no muy lejos de su posición más disparos. Aria sentía curiosidad de saber de qué se trataba, era eso o quedarse ahí, cerca de la habitación de donde saldrían en cualquier momento las naves y aquel robot enorme y espantoso, digno material de pesadillas.
En su camino chocó con uno de los robots, el cual estaba de espaldas, causando que la chica cayera al suelo de un sentón al no inmutarse el androide por el impacto. Cuando éste la sintió, dió media vuelta a su cabeza bajando la mirada para poder verla, luego giró el resto de su cuerpo y le apuntó con su pistola de plasma. Aria se cubrió esperando un dolor que jamás llegó, pues un pico de metal le atravesó la cabeza a su atacante, y éste cayó apagándose en un abrir y cerrar de ojos, causando que aquel cerebro que tenía en el estómago saliera del cuerpo, arrastrándose en la misma dirección de donde había llegado. Ella se alejó un poco cuando vió otra figura no humana aproximarse.
🐢🐢🐢🐢
—No puedo creerlo... —Alex se encontraba aún en shock, sentada de espaldas contra la pared de vidrio y golpeando su cabeza una y otra vez contra él. Abril iba a hablar, pero fue interrumpida por una estruendosa alarma y luces rosas parpadeantes. La pelirroja sonrió y se acercó a la de cabello morado para levantarla.
—¡Prepárate, ya llegaron! —confundida, se puso de pie levantando una ceja.
—¿Ya llegaron? ¿Quiénes? —en ese momento, se escuchó que alguien entró a la habitación donde estaban encerradas en su cuadrado de cristal.
—¿¡Abril, dónde estás!? ¿¡Abril!? —escucharon una voz masculina desde el otro lado de la celda.
—¡Donnie! ¡Estoy aquí! —gritó la de ojos azules golpeando el vidrio.
—¿Quiénes son? —preguntó Alex acercándose a ella.
—¡Espera! ¡Aléjate del cristal! —ordenó su compañera prisionera, quien la jaló hacia atrás con algo de fuerza.
El vidrio comenzó a romperse. Dieron un golpe, dos golpes, tres golpes hasta que se hizo trizas, dejando entrar a una tortuga gigante de aproximadamente dos metros, con un palo en mano y antifaz morado, siendo seguido de otra tortuga de menor tamaño con pecas en sus mejillas, antifaz naranja y unas cadenas entre sus manos con únicamente tres dedos.
—¡Abril! —exclamó el de banda morada hacia la mencionada yendo a abrazarla, la cual correspondió gustosa.
—Sabía que vendrían —contestó ella separándose del agarre.
—¡Woow! ¿Y ella quién es? —preguntó la tortuga pecosa refiriéndose a la joven de cabellos púrpura. Abril se había olvidado completamente de su presencia.
—Ella es Alex, también fue secuestrada por los Kraang.
La mexicana estaba en shock, veía a ambos con asombro y un poco de temor. Sin embargo, sabía que eran buenos, de lo contrario, la otra chica no se habría lanzado con tanta confianza a los brazos de la enorme tortuga, que supuso se llamaba "Donnie".
—¡Hola! Yo soy Miguel Ángel —se presentó amistoso la tortuga de banda naranja, extendiendo su mano para que ella la tomara. Lexi dudó un poco, pero al final la tomó, y él la zangoloteó un poco, emocionado por conocer a otra humana.
—Yo soy Donatello —se presentó la tortuga alta haciendo un gesto con la mano—. Dejando las formalidades de lado —comenzó a decir rascando su nuca algo nervioso—, Leo y Rapha se encargaron de colocar detonadores en la planta de energía y en varios pasillos, así que el lugar explotará en menos de diez minutos.
—¿¡Explotar!? —se asustó la chica que para ellos era una desconocida— ¡No me jodas! ¿¡Cómo saldremos de aquí!?
—No te preocupes, Alex, ellos saben que hacer —la tranquilizó Abril poniendo su diestra sobre su hombro.
—Más les vale, no pienso morir aquí —comenzó a caminar hacia el agujero que hicieron para liberarlas— ¿¡Qué esperan!? ¡Tenemos el tiempo contado! —Mikey se encogió de hombros y la siguió, al igual que Donnie y Abril.
🐢🐢🐢🐢
Aquella figura inhumana tomó el arma que estaba encajada en la cabeza del androide. Era como un tenedor pero más grande, y el pico intermedio era más largo que los laterales, los cuales estaban curveados y con la punta algo torcida. Se encontraba frente a ella una tortuga de menos de dos metros de estatura, con antifaz rojo y ojos verdes. Él le dedicó una mirada compasiva.
—¿Estás bien? —preguntó con seriedad. Ella no sabía si contestar o tratar de huir, estaba en shock. ¿Una tortuga gigante? ¿¡Y que habla!? Era una completa locura.
—¡Rapha! —gritó a unos metros de él otra tortuga de antifaz azul, un poco más alta y ojos del mismo color de su bandana. Tenía dos espadas con las cuales cortaba a los robots por la mitad. Ella los miraba impresionada, impactada, curiosa y algo asustada— ¿Ya están activados todos los detonadores?
—¿¡Detonadores!? —preguntó asustada poniéndose de pie de golpe. El de orbes azules miró al otro frunciendo el ceño a modo de regaño.
—Apareció de la nada.
—¿Estás bien? —preguntó el tal "Leo" acercándose un poco a la mexicana, quien dió un paso hacia atrás temerosa.
—S-sí... —dijo un poco dudosa— pero, ¿¡detonadores!? ¡No pueden hacer explotar el lugar! —exclamó entrando en pánico— ¡Mi amiga está aquí!
—No te preocupes, nos encontraremos con ella.
—¡Pero...!
—Escucha, niña. Tenemos ocho minutos y quince segundos para escapar antes de que este lugar explote, a menos que quieras quedarte aquí y volar en miles de pedacitos.
Explicó con frustración el llamado "Rapha". Ella bufó y asintió, no tenía otra opción por el momento. Iba a dar un paso pero sintió una punzada a un costado de su abdomen: su herida, la había olvidado por completo. Por suerte, las dos tortugas ya se habían adelantado un poco, así que no pudieron percatarse de aquel dolor que la atormentaba. Tomó aire y se tragó sus quejidos para seguirles el paso y salir de donde sea que estuvieran.
🐢🐢🐢🐢
Ambos equipos llegaron a una parte donde habían hecho un agujero en el techo, del cual colgaba una simple cuerda que estaba bien asegurada a una chimenea de ventilación. El par de amigas, al verse mutuamente, sus ojos se iluminaron por la alegría y el llanto que aquella emoción tan fuerte les hizo sentir.
—¡Alex/Aria! —gritaron respectivamente corriendo a abrazarse con fuerza, a tal punto de casi caer al suelo por la velocidad y la energía que usaron.
—Adorable reencuentro, pero... ¡quedan tres minutos! —les gritó la tortuga bajita. Ambas le dedicaron una mirada molestas, pero subieron por la cuerda primero, seguidas por Abril y el cuarteto de tortugas.
Una vez en la azotea, saltaron al edificio continuo, donde sólo les quedaba contar los segundos faltantes para que la base entera de los Kraang volara por los aires. Los cuatro hermanos mutantes festejaron chocando sus manos, incluyendo a la pelirroja de ojos azules.
Sin embargo, su festejo fue interrumpido por un quejido por parte de Aria, quien casi quedaba inconsciente por la pérdida de sangre. Alex gritó su nombre mientras corría para atraparla, dejándose caer con ella y colocando su cabeza sobre su regazo, viendo cómo su herida estaba empeorando por la gran cantidad de sangre que ya había salido y la que aún chorreaba.
—¿¡Por qué no me dijiste que estabas herida!? —le regañó la de cabello morado.
—Estaba más preocupada por ti que por... ¡agh! —Abril se acercó para revisar.
—¡Chicos, necesita un hospital! —la de cabello morado negó rápidamente.
—¿Olvidaste lo que te dije? ¡Nos van a mandar a la verga! No tenemos papeles.
—¿Papeles?
—¿A la qué? —preguntó Miguel Ángel, mostrándose confundido por la expresión de la de ojos grises.
—¿De qué hablas, Alex? —preguntó Aria, a lo cual la mencionada suspiró.
—Aria... estamos en Nueva York —si de por sí la pelirroja de hebras rizadas ya estaba pálida, al escuchar aquello el poco color que le quedaba escapó de su piel.
—Estás jugando —dijo sonriendo, esperando a que ella le devolviera la sonrisa y le dijera que, efectivamente, se trataba de una broma. Ese gesto que nunca llegó, provocando que ella entrara en pánico—. ¿¡Qué!? ¿¡Cómo vamos a volver a México!?
—¡¿México?! —exclamaron las cuatro tortugas sorprendidas.
—A ver, ¿me están diciendo que el Kraang las trajo de México hasta Nueva York?
—Lexi asintió a la pregunta de Donatello— ¿¡Pero cómo!?
—Créeme, chico, si lo supiera no estaría tan preocupada.
—Es que eso es científicamente imposible. Un vuelo desde México dura por lo menos cinco horas, tanto de ida como de regreso. ¿Estás segura de lo que dices?
—¡Oigan! —gritó Aria desde el piso— ¿Podrían discutir eso después? ¡Me voy a morir!
—Tienes razón, lo siento —se disculpó Donatello acercándose a ver la herida—. Creo que yo te puedo atender en mi laboratorio. Leo —se volteó hacia la tortuga de antifaz azul, que al parecer, era el líder—, ¿podemos llevarlas a la alcantarilla?
—Supongo, no tienen a dónde ir, así que...
—Esperen —ahora Rapha había tomado la palabra acercándose hacia Donnie—. ¿De verdad vamos a llevar a nuestro hogar a unas desconocidas? Ni siquiera sabemos sus nombres. ¿Cómo sabemos que dicen la verdad?
—Pueden investigarnos e interrogarnos todo lo que quieran, pero en serio, ¡mi amiga está muriendo! Por favor... —la tortuga de orbes jade soltó un gruñido molesto, listo para replicar, pero Leo se adelantó y lo interrumpió.
—Está bien, las llevaremos con nosotros. Rapha, lleva a... —se quedó callado mirando a la chica herida, esperando a que le dijera su nombre.
—Aria —dijo apenas audible con la poca voz que le quedaba.
—Lleva a Aria con cuidado —el mencionado bufó molesto y la tomó entre sus brazos cuidando de no lastimarla. Asintió dando a entender que ya estaba listo—. De acuerdo. ¿Puedes seguir el paso? —preguntó, esta vez dirigido hacia Alex, quien asintió sin dudar— Bien. Vámonos.
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