🌠Capítulo 5: La mentira duele, la verdad mata y la duda tortura🌠
3 días en ¿?
Bien hecho, Eli; lo arruinaste todo, pensó frustrada.
Estaban llegando a la cima del monte y Patrick no le había vuelto a dirigir la palabra; ni siquiera se había volteado a verla.
—¿Oye, Patrick? —trató de llamar su atención, pero el chico la ignoró; caminó más rápido.
Eli lo siguió tan veloz como pudo, tenía que arreglar las cosas entre los dos. No para hacerse amiga de Patrick, ella no lo quería en su vida. Pero él era la clase de persona que era mejor tener como amigo que como enemigo. Quizá podía tratar de no odiarlo demasiado. ¡Pero es que ese chico exasperaba hasta a los sordomudos!
Eli estiró su brazo y tocó con sutileza el hombro de Patrick, consiguiendo que volteara. La chica pudo observar su rostro: severo, y a la vez indescriptible, como la primera vez que lo vio en el Lugar Blanco.
—¿Qué? —escupió el chico.
—Quería... —dejó la frase a medias.
¡Ah! Eli deseó maldecir a su estúpido orgullo que evitaba a toda costa disculparse con el chico. Era la única opción de ganarse la simpatía de Patrick (si es que él tenía algo de eso en su duro y negro corazón).
—¿Disculparte? ¿La chica que limpió el suelo con mi ego, viene a rastras a pedir perdón? —La sonrisa de Patrick era escalofriantemente malvada, como si analizara la forma más dolorosa de lastimar a Eli—. ¿Es eso?
Eli empuño las manos. Le resultaba inevitable querer partirle la mandíbula de un único golpe.
—No es mi culpa ser el único ser humano que se atrevió a decirte a la cara que eres un asco de persona.
Patrick frunció el entrecejo, sin apartar la vista de ella. Ambos se observaron por unos segundos. Ninguno de los dos desvió la mirada, ni siquiera para cerrar los ojos. Era como si estuvieran haciendo una competencia de no parpadear.
—Si lo que intentas es adivinar mis pensamientos, podemos quedarnos así todo el día —dijo Patrick sin pestañear—. Soy indescifrable.
—¿Y te sientes orgulloso de eso? ¿Te parece bien que nadie pueda saber nada sobre ti? —Eli no pudo evitar parpadear.
—¡Já! —exclamó Patrick victorioso—. Gané.
—Evadiste mi pregunta.
—Suelo hacerlo —contestó Patrick, mientras se mordía una uña.
—¿No es hora de que continuemos? —le preguntó Eli—. Porque quiero llegar antes de que anochezca.
—Sobre eso —le respondió Patrick—, no debes preocuparte.
—¿A qué refieres? —inquirió Eli, bastante confundida.
—Ya lo verás. —Y guiñándole un ojo, siguió en marcha.
,
29 de agosto de 2013
Sasha quería irse a la cama, y dormir por unos varios millones de años; o descansar para siempre, si no era mucho pedir. Tal vez sonaba lúgubre, ¿pero nunca has sentido que no vale la pena despertarse al día siguiente? ¿Que desearías con toda tu alma desaparecer y dejar que las cosas siguieran su rumbo, o bien congelarlas?
—Siento que nos rodea una capa de tristeza —dijo su hermana, mientras aparcaba el auto en el estacionamiento de su mansión—. Anda, Sasha, di algo consolador.
—No sé qué decir —respondió la chica—. A veces el silencio es más necesario que las palabras.
Amy no contestó. Se dedicó a mirarse en el espejo, buscando cualquier imperfección en su rostro que requiriera de su atención.
—Te permite reflexionar —prosiguió Sasha—. Y a mí, me saca de momentos que no quiero vivir. Me desconecta del mundo.
Como los libros, pensó Sasha.
—Sí, sí —dijo Amy de forma mecánica—. ¿Tienes brillo labial?
Sasha negó con la cabeza.
—¿Por qué nunca tienes maquillaje? —preguntó Amy furiosa—. Me avergüenza que seas mi hermana. Me niego a creerlo, ¿no serás adoptada?
—Por supuesto, eso debe explicar porque nos parecemos tan poco —ironizó Sasha; cosa inusual en ella.
Amy le lanzó una mirada de cuidadito-donde-pisas-hermanita, y abrió la puerta del vehículo rosa. Sasha imitó a su melliza y salió del descapotable. Ambas chicas caminaron hasta el fastuoso pórtico de su casa, radiante como siempre; las flores de la entrada habían sido regadas por los amables jardineros; el felpudo de bienvenida que decía "hogar, dulce hogar", estaba tan pulcro, que Sasha no quiso limpiarse los pies en él.
Amy incrustó la llave en la cerradura de la gran puerta de cristal; las dos muchachas entraron sin decir palabra. Amy subió de inmediato la hermosa escalera de caracol, y entró a su habitación, cerrando su puerta de un golpe.
Sasha se quedó sola en el salón familiar. Era muy extraño, siempre estaba con Amy. Tal vez discutían una que otra vez, pero ella era su mejor amiga. Las tres lo eran.
Eli.
¡Porque la vida era tan....! No era justo que su mejor amiga estuviera en el hospital. Era horrible no saber cuándo iba a despertar, sobre todo teniendo en cuenta que una persona pasó veinticinco años en coma. ¿Podía ser que...? No. Sasha no debía atormentarse con malos pensamientos. Su rol consistía en ser una chica positiva y amable, más aún con Zack deprimido. Ella tenía que tratar de hacerlo sentir mejor. Eso hacen los amigos, ¿no? Se apoyan el uno al otro. Pero Zack no quería la ayuda de nadie, ni siquiera de ella; eso fue lo que más le rompió el corazón: ver cómo Zack se desmoronaba en el café. Era como si un monstruo lo hubiera poseído, nadie nunca lo había visto así de violento.
Suficiente. No tenía por qué seguir atormentándose. Sé positiva, Sasha. Es tu deber serlo. Todo saldrá bien.
Necesitaba la compañía de Amy, no quería molestarla, pero Sasha no podía seguir sola. Tenía que hablarlo con alguien, así que se levantó del sillón de cuero —ni siquiera se había dado cuenta de que se había sentado—, y subió hasta el cuarto de ambas. Tocó con suavidad la puerta.
—¡Estoy ocupada, hago tarea! —gritó Amy desde dentro.
Sasha se aproximó a la puerta para susurrar; ella odiaba gritar. Solo lo hacía en situaciones de vida o muerte.
—Soy Sasha, ¿puedo entrar?
—Ah, ya voy, la puerta está con seguro.
Cinco segundos después, se escuchó un clic, y la puerta se abrió, mostrando a su hermana.
—¿Tarea, en serio? —le preguntó Sasha entrando.
Amy se encogió de hombros y cerró la puerta.
—¿Por qué no?
—Tal vez porque estamos en agosto. En vacaciones de verano, tiempo donde no hay tareas.
—¡Bah! —exclamó con fastidio—. ¡Cómo si ellos supieran!
—No, pero mamá sí.
—Mamá no está aquí —dijo Amy con pesar—. ¿Recuerdas? Está en Francia: sesión de fotos.
De pronto, Sasha perdió las ganas de seguir hablando. ¿Por qué su madre nunca estaba? Una cosa era papá, él tenía negocios y reuniones a las que asistir. Pero mamá solo modelaba por diversión. Parecía como si huyera de ellas, siempre dejándolas al cuidado de los empleados.
Muy en el fondo, Sasha siempre pensó que su madre evitaba ser madre a toda costa; tal vez nunca las quiso tener, y mucho menos criar.
—Lo había olvidado.
—Bueno, ¿qué quieres decirme? —Amy cambiaba el tema, como cambiaba de zapatos—. Soy todo oídos.
—¿Cómo sabes que quiero decirte algo?
Amy le tomó las manos con dulzura.
—Porque somos gemelas, tú sabes que podemos sentir a la otra. Sé que algo anda mal con mi hermanita. ¿Es Eli, o se trata Zack?
Sasha abrió los ojos desmesuradamente. ¿Zack? Que tenía que ver él. ¿Por qué Amy le preguntaba sobre él?
—¡Lo sabía! —exclamó Amy victoriosa—. ¿Desde cuándo...?
Pese a que su hermana había dejado la pregunta a medias, Sasha supo de inmediato a lo que se refería. ¡Qué desafortunada se sintió! ¿Por qué se conocían tan bien? ¿No podían ser hermanas normales y odiarse como Kevin con Lucas y Spencer?
—¿Qué cosa? —preguntó Sasha nerviosa.
—Mientes del asco.
—No sé a qué te refieres.
—Sé que lo sabes. Sé que sabes que yo sé. —Adoptó una posición más afable y menos juguetona—. Sé que estás enamorada de Zack.
Sasha se aferró del cubrecama hasta que sus nudillos se volvieron blancos. Sintió que en cualquier momento se desmayaría o vomitaría. Lo que sea que tuviera dentro de su estómago, no tardaría en ascender por su tráquea.
—¿Desde cuándo lo sabes? —preguntó a duras penas.
—Un par de años. —Su voz fue como la de una madre; cálida y acogedora—. Me duele que me mintieras por tanto tiempo, Sasha.
—Todas las mentiras duelen, hermana —la voz se le quebró—. No hay nada peor que una mentira.
—Excepto una verdad —contestó su hermana—. Es una puñalada en el pecho.
,
3 días en ¿?
Patrick y Eli se la pasaron conversando durante casi todo el trayecto; hablaron de libros, flora, fauna, y hasta de la vida de la chica (aunque ella aun desconocía cómo es que él sabía sobre su vida). Habían conseguido llegar a una especie de tregua, que consistía en un intercambio constante de sarcasmos y comentarios ácidos.
En ese momento, Eli le contaba acerca de la vez que su mejor amigo consiguió allanar la casa de una famosa celebridad, solo para robarle un sujetador de encaje y ganar una apuesta.
—¿Y la policía no le hizo nada a Kevin luego de eso? —preguntó Patrick sorprendido. Parecía interesado de verdad.
—No. Sus padres les pagaron una millonada al juez y a cada uno de los miembros del jurado.
—La ley es una... —Se calló.
—¿Mierda? —ofreció Eli.
Patrick frunció el ceño e hizo una mueca de desagrado. Como si hubiese olido algo podrido.
—No sabía que decías groserías. Otra decepción más que agregar a la larga lista. —Escribió con su mano algo en el aire. Ese chico no se daba cuenta lo desagradable que se comportaba.
—No tenemos diez años —se defendió Eli—. ¿O es que tu manto de seriedad y melancolía te prohíbe decir "mierda"?
—Las groserías se ocupan en el momento indicado, no cada dos segundos.
Siguieron caminando. Y de pronto, casi sin darse cuenta, habían llegado a la cima. A la civilización. Eli creyó que eso nunca pasaría, pero ahí estaba, un pequeño pueblo de casitas pintorescas y rústicas ante ella, distribuidas en dos hileras paralelas.
Había muy pocas personas: unos tres niños se divertían en una hermosa fuente de agua ubicada en el centro del lugar; una anciana yacía recostada en un adorable banco bajo la sombra de un verde árbol, y otros cinco caminaban por todo el pueblito. Eli notó que no estaban felices. Tenían la espalda encoraba, la cabeza gacha, y las manos empuñadas. Como si estuvieran fuera de una consulta médica, y supieran que los resultados del examen no iban a ser buenos.
La horrible situación en la que se encuentran, resonó en su cabeza.
—¿Dónde estamos? —Tal vez a la millonésima vez, Patrick le respondería.
Este, quien se hallaba junto a Eli, no parecía mucho más feliz que los habitantes del extraño poblado. Su mirada era distante, y sus ojos parecían dos cristales frágiles a punto de romperse.
—No soy la persona adecuada para aclarar tus dudas. —Contempló a Eli con severidad. Como si hubiese olvidado por completo odiarla, y fuera su culpa—. Sígueme.
Patrick la condujo hasta la salida de una de las cabañas, en la periferia del pueblito. Mientras se acercaban, Eli pudo distinguir a dos ¡adolescentes! Gracias, gracias, gracias. Cruzó los dedos para que no fueran igual de insoportables que Patrick. Distinguió a un chico y una chica, ambos próximos a la edad de Eli. Estaban sentados riendo y conversando de lo lindo, como correspondía hacer en un lugar tan agradable como ese.
—Traigo una Neófita —anunció Patrick.
Los dos chicos voltearon a ver a Eli y se levantaron enseguida. El chico le sonrió con una alegría infinita. Sin embargo, fue la muchacha la primera en acercarse a Eli. Era alta como ella, pero mucho más delgada, rozando los huesos. Tenía el cabello largo, rapado del lado izquierdo; era oscuro, con mechas verdes, rojas y azules. Sus ojos eran de un bello color marrón, y tenían una pizca de verde si se examinaban sus irises con detenimiento. Se fijó en su oreja izquierda, cubierta de perforaciones.
Se veía bastante intimidante. Aun así, Eli no quiso juzgarla, ya que le recordaba a su amigo Kevin. Con su aspecto y actitud de chico malo ahuyentaba a cualquiera, pero Eli sabía que era una buena persona. Tal vez esta chica fuera igual.
—Grace Ryan. Diecisiete años. Accidente en lancha ¿y tú? —se presentó la joven, con un notorio acento británico.
—¿Accidente en...? ¿Ah?
Grace se volteó para dirigirse a Patrick, su rostro se endureció en cuanto se encontraron sus miradas.
—¡No le has dicho!
—Mi culpa. —Patrick alzó los brazos; aunque Eli sabía que no sentía ni una pizca de remordimiento, por lo que sea que haya o no haya hecho—. Esperaba que tú le dijeras.
—¿Por qué no le contaste la verdad? —lo regañó el chico, que silenciosamente había aparecido junto a Patrick. Por fin, alguien de su lado.
—La Neófita es demasiado sentimental para oír la verdad sin caerse a pedazos.
—Merece saberla —repuso Grace con cansancio—. Aunque duela.
—La mentira duele, Grace. Eli ya lo sabe; la duda, tortura. ¿Pero la verdad? —Sacudió la cabeza—. La verdad mata.
—Eres un amargado, ¿lo sabías? —informó el adolescente.
Patrick ignoró el comentario y se dirigió a Eli.
—¿Quieres saber la verdad, Elizabeth? —ella asintió—. Ahora en este preciso momento, estás en la camilla de un hospital, conectada a una máquina. ¿Conoces la razón?
Eli se desplomó al suelo; aquello no era posible, Patrick mentía.
—¡Porque salvaste a tu estúpido novio y tiraste tu vida al tacho de la basura!
—Muy adorable —comentó Grace agitando la cabeza.
—¡Patrick! —bramó el adolescente—. ¡Ten algo de tacto!
—¿No estabas tan dispuesta a oír la verdad? Ahí la tienes, Elizabeth. Vas a morirte en cualquier momento, porque estás en coma. ¡Tu vida pende de un hilo! Por haber jugado a la heroína, ya nunca volverás a tu Vida Terrestre. —Tenía las mejillas enrojecidas, como si la pura rabia las hubiese teñido—. Bienvenida a tu nueva casa.
—¡Cállate, Patrick! —gritó el chico, acercándose a Eli con la mirada preocupada—. ¡Ya déjala en paz!
—Ven conmigo. —Grace le tendió una mano a la chica para ayudarla a levantarse—. Tenemos mucho de qué hablar.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top