🌠Capítulo 37: Peligro de extinción🌠

¡Abandonen en lugar, repito, abandonen el lugar de inmediato!

—¿Estás diciéndome que voluntariamente opté por olvidar mis recuerdos? —John le asintió—. Espero tomar mejores decisiones sin pasado que con uno.

—Aceptaste ayudar porque somos amigas —le dijo Lauren.

Se sintió un poco hipócrita por la seguridad con la que le habló. Ella no sabía si esa chica había sido su amiga realmente. El chico, por el contrario, sí. No entendía cómo, pero confiaba en él como un ciego confía en un extraño a que le ayuda a cruzar la calle. Supuso que eso los volvía mejores amigos, porque lograban superar sus dificultades, aun cuando estas significaban poner en duda su amistad misma.

Se masajeó las sienes con las yemas de sus dedos, tanto pensamiento le dejó la cabeza doliendo.

—Te creeré por ahora —dijo Grace entrecerrando los ojos—. Ahora dinos niño, ¿hacia dónde debemos ir por la pequeña?

Su amigo miró a la chica de acento británico. Su sonrisa se extinguió, reemplazada por una mirada cargada de preocupación. Miró sus zapatos, incapaz de sostenerle la mirada. ¿Si Grace había planeado que tres chicas con memoria fueran a un Mundo que se las arrebata, no debería haber ideado una manera de salir de ahí sin Energía? Sin tan solo le hubiera preguntado.

—Primero lo primero: sin Canalizar, estamos atrapados aquí. Quiero decir, quizás si haya una forma, pero la desconozco.

—¿Qué...? —Lauren no entendió y se calló antes de terminar la pregunta. Por fortuna, John parecía a punto explicarlo:

—Necesitamos hallar a dos amigos que, poco antes de que perdieran la memoria, estaban con nosotros.

—¿Y qué pasó con ellos? —preguntó Grace asustada.

—Me encantaría saberlo.

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Desconocido

Sentir el suelo bajo su cuerpo fue verdaderamente aliviador. No sabían muy bien en cuál Mundo se encontraban, pero ya no era Gravitacional, que agradecía en enormidad, aunque tampoco se trataba de Subacuático. Elizabeth intentó sacarlos de ahí, mas su Energía la traicionó. Patrick le dijo que lo más probable era porque ya habían recorrido mucho. Y, si bien la Energía era un recurso inagotable, también era recargable. Necesitaban descansar y esperar que se restableciera para poder continuar.

Decidieron entrar a un lugar protegido, pues ninguno tenía ganas de morir aplastado por un caballo mitad fuego mitad hielo. Temían no volver a contar con la suerte de antes, incluso Patrick, que guardaba el arma homicida dentro del calcetín.

Luego de mucho recorrer, entraron a cueva aparentemente vacía y se sentaron, pidiendo que ninguna criatura los esperara para devorarlos. Para matar el tiempo, Elizabeth le propuso jugar a las preguntas. Le explicó cómo se jugaba, y por alguna razón, Patrick no necesito oír más, pues lo recordaba. "Qué extraño", le dijo ella. Patrick prefirió añadirlo a la pila de cosas que no comprendía y comenzar a jugar.

Ya ni sabía cuánto tiempo había pasado.

—¿Día o noche?

—La noche —respondió Patrick—. ¿Animal favorito?

—¡Pandas rojos!

—¿Pandas rojos? —repitió, como si lo hubiese escuchado mal.

—Pandas rojos —confirmó sonriéndole—. ¿Los conoces?

Patrick asintió varias veces con la cabeza antes de hablar.

—¿Me estás diciendo que esas enormes bolas blancas y negras, también están disponibles en color rojo? —Se pasó la mano por el mentón—. Es una imagen que no puedo recrear.

Ella, aguantándose la risa debido a que seguramente él hizo una pregunta estúpida, le dio un golpecito en el hombro como respuesta inmediata.

—No son la misma especie, son parecidos a los zorros, pero más esponjosos. Y adorables. Muy adorables.

—Suenan adorables —opinó Patrick.

—Es que son adorables. Quiero ser veterinaria para trabajar en un refugio lleno de pandas rojos.

—Suena como un trabajo soñado.

Elizabeth, con las piernas cruzadas, decidió estirarlas al igual que los brazos, como cuando alguien calienta antes de hacer deporte. Se imaginó un montón de personas trotando con carteles que indicaban su número en el pecho...

¿De dónde salió eso? Intentó entrar en su pensamiento, pero la imagen se desvaneció al instante.

—Quiero que sea más que un trabajo —contestó ella inclinado su espalda para tocarse las rodillas—. Quiero que sea mi forma de vida.

—Ya te imagino atendiendo a esos zorros-pandas. De seguro los cuidadores te confundirán y encerrarán junto con ellos. —Elizabeth le levantó una ceja, advirtiéndole que se detuviera—. Eh, no me mires así. Tal vez no los conozca, pero por la breve descripción que recibí se me hacen muy parecidos los dos: rojos, esponjosos y adorables.

—¿Acabas de adjetivarme como adorable?

Patrick sonrió de medio lado.

—Y no lo repetiré.

Creyó que ella se reiría, lo cual hizo, sin embargo fue por un brevísimo instante, y le contestó, mirando el cielo:

—Olvidaste que también estamos en peligro de extinción.

Volvió la vista a él. Lo miró divertida, como diciendo que aquel comentario no fue más que una inocente broma entre amigos. Patrick debería haberse reído, quizá hasta ella pensó que él le respondería con una frase aún más ácida. Pero se quedó quieto, paralizado por el miedo; la gravedad de esas palabras le agujereó profundamente el pecho. ¿Tenía algún sentido? Por supuesto que no. Se dio cuenta que la mayoría de las emociones no se relacionaban con la lógica. Lo que sentía no era racional, sino doloroso. Y el dolor no piensa, actúa.

—No seas estúpida, Elizabeth —soltó al fin.

—¿Disculpa? —Y cuando vio la furia en sus ojos, se dio cuenta que toda oportunidad se había ido—. No soy estúpida. ¿Qué dijimos de los insultos?

—Actúas como si lo fueras. ¿En serio te parece divertido estar en peligro de morir? ¿Quieres que te responda, que me ría? —Frunció el ceño—. ¿Esperas que me parezca comiquísimo tu situación? Porque estoy igual, o peor que tú. Y no me divierte que juegues con eso. Si tú, que aún recuerdas, bromeas con que estás peor que una especie en riesgo de extinción, ¿qué queda para mí entonces? Soy un chico que no sabe ni siquiera su apellido, e intenta con todas sus fuerzas, fingir que tal vez exista la posibilidad de salvarse. Porque en el fondo lo sé. Sé que moriré, ¿de acuerdo? No necesito que me lo saques en cara.

—Tú no...

—Elizabeth, mis oportunidades de salir de aquí son prácticamente nulas.

Ya no se trataba de ella y de su estúpido comentario. Estaba enojado, molesto, frustrado... estaba explotando. O peor, deshaciéndose.

—Por supuesto que la tienes. —Elizabeth se le acercó, pero Patrick se levantó y la alejó echando los codos y los hombros hacia atrás, y con las palmas bien abiertas frente a ella.

Elizabeth se paró, con los hombros caídos. Su tristeza debió causarle dolor, pero la rabia que sentía hacia sí mismo era más fuerte que lo que sentía por ella.

—¿Sabes por qué quería ayudar a Lauren? Antes de morir, quería ayudar a su hermana. Quería salvarla, sentirme un héroe en vez de un comatoso incapaz de saber si tiene hermanos o padres. Necesitaba sentirme como alguien a quien lo necesitan. Sé que suena egocéntrico y egoísta, ¿está bien? Tal vez lo soy. Pero, cuando eres un completo inútil, dejar de serlo es lo que más quieres en la vida. Pero no puedo ser un héroe, ni un buen amigo, y ni siquiera puedo ser amable contigo por mucho que lo quiera, porque siempre estoy frustrado y molesto. —Se miró las manos—. No puedo Canalizar, ni ayudar. No puedo hacer nada.

Nunca, en todo el tiempo que llevaba recordando, se había sentido más ligero como en ese entonces. Cuando, por alguna razón, logró ordenar y explayar sus más profundos y tormentosos pensamientos. Se sentía desnudo, y no solo porque al pronunciar sus miedos un frío le recorrió la espalda, no. Sino porque temía que algo fuera a hacerle daño ahora que había bajado su escudo. No lo entendía, pero eso sentía. Se imaginó frente a una pistola con los brazos extendidos, aguardando su inminente destrucción.

—No sirvo para nada, ni siquiera sé por qué sigo vivo.

Y el balazo...

Pero entonces, unas manos sobre sus hombros lo volvieron a la realidad. El fulgor de ese cielo nocturno, de ese mar electrizante, lo hizo sentir mejor. Se perdió en el brillo su mirada, se enamoró de la preocupación de su rostro... No.

Se apartó.

—¿Quién dice que las personas tienen que servir? —le dijo ella—. Siempre me he dicho que esa es la función de las cosas. Y los humanos no somos cosas, somos seres vivos. Capaces de alegrarse, y reír, odiar y llorar. —Dio un paso más cerca de él—. Estamos hechos para amar y el amor no es algo que sirve para algo. No, el amor no es algo tan rígido como para tener una función. ¿No lo entiendes, Patrick? Lo bello de estar vivo no es jugar a ser el héroe, sino amar y ser amado. El amor tiene vida propia. Si tienes un teléfono pero a nadie a quien llamar, este pierde su función. Y una persona sin amor en su vida, pierde el sentido de vivir. Créeme, hay mucho amor en tu vida. Tal vez no sea como a ti te gusta, tal vez no es lo que hubieses querido. Pero piensa que estar en Coma no es perder una vida, sino ganar otra. —Le sonrió—. Así que no quiero oír semejante estupidez salir de tu boca otra vez. ¿Está claro, Alga?

Patrick se quedó pasmado.

—Estoy esperando —le advirtió ella.

—Claro como el agua, Pandita.

Con una sonrisa en el rostro de ambos, y casi sin pensarlo, se tomaron de una mano en secreta complicidad. No alcanzaron a decir nada, y Patrick ni siquiera vio las mejillas de Elizabeth ponerse rojas. Así como esta no pudo apreciar el profundo amor que su compañero acababa de comprender. Porque el mundo entero desapareció a su alrededor.

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13 de septiembre de 2012

—Ayer no fuiste a la escuela y hoy tampoco.

—Qué observador.

Dylan intentó quitarle la capucha, pero John fue más rápido y desvió la mirada de su amigo, evitando que este le tocara el cabello. ¿Por qué no se iba y lo dejaba solo? Si había desaparecido, si se había ocultado era para que nadie más lo encontrara. No quería su compañía, ni mucho menos su lástima. Odiaba verlo a los ojos, porque sabía lo que él pensaba. "Oh, pobre, John". No. No quería la pena de nadie. Ni siquiera de él.

—¿Me dirás qué pasó? —John mantuvo los ojos en el piso—. Lauren no quiere decirme.

—Por favor, Dylan, vete.

Miraba hacia abajo, la frustración que sentía era indescriptible. No sabía cómo alejarlo.

—Solo dime qué ocurrió.

—No.

—Te lo estoy suplicando. —Intentó tomarlo por el codo, pero John lo empujó con agresividad y se levantó, dándole la espalda—. Solo mírame.

—Ándate.

—John...

—¿¡Qué!? ¡Maldita sea! —Lleno de furia, dio media vuelta y se quitó la capucha, dejando a Dylan sin aliento—. ¿Eso es lo que querías ver?

—Es un maldito hijo de puta, John. Tenemos que detenerlo y... Jesucristo, John. Tienes que denunciarlo.

De pie frente a él, llevó su mano al rostro demacrado de John. Bordeó su ojo morado con delicadeza, apenas rozando con la yema de sus dedos la piel de su amigo. John apreció el gesto, pero prefirió apartarle la mano.

—Lo odio —admitió Dylan—. Lo odio como a nadie más.

—Es que tuvo un mal día y...

—Sal de esa casa, John. Por favor, desde que te conozco que ha sido así. Por favor, te lo imploro. Tengo miedo —confesó llevándose una mano al hombro—. Tengo miedo de que un día no podrás... —Se interrumpió—. Si no te vas de esa casa, te matará.

—Si me voy también. Dañará a Lily.

—No quiero que te mueras.

John agachó la cabeza.

—Tal vez yo sí lo quiero —murmuró—. Podría ser libre.

Dylan lo tomó por lo hombros.

—No vuelvas a intentar quitarte la vida, imbécil. Porque si lo vuelves a intentar, tendré que matarte. No dejaré que mi mejor amigo se suicide, prefiero ser un homicida.

—Creí que Lauren no te lo había dicho. —Se sintió avergonzado, ahora él no lo vería más que como un simple depresivo que quiere llamar la atención—. Le dije que no...

—No fue Lauren, me lo dijo Lily.

John sintió un nudo en el pecho.

—Perdón.

—No te perdono. ¿Es que eres tan egoísta que ni piensas cómo le dolería a los que te quieren encontrarte muerto en tu habitación? Creí que eras mejor que eso, John... creí que éramos amigos.

—Lo somos. Somos mejores amigos.

—Entonces no me dejes.

—Es que... no quiero. No quiero seguir aquí. Odio vivir, no quiero seguir haciéndolo.

—Yo no quiero que mueras.

—Supongo que estamos en una encrucijada, ¿no? —bromeó John.

Dylan se lanzó sobre él, y lo envolvió en un fuerte abrazo.

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80 días en coma

Iban caminando por el Lugar Blanco, en silencio, siguiendo a John. A pesar de ser pequeño, Grace se dijo que se movía resuelto, lleno de seguridad. Bueno, tener recuerdos de seguro lo volvía más seguro de las cosas. Sonrió, relajada de que todo estaba saliendo justo como lo había planeado.

En un principio, claro, no tenían ni la menor idea de cómo lograrían salir de ahí e ir a otro Mundo sin Canalizar. Por fortuna, resultó que las burbujas podían flotar fuera del mar, lo suficientemente alto como para escalar el Precipicio y llegar a la entrada del lugar. De ahí, solo tuvieron que buscar la salida y ahora, vagando por el Lugar Blanco, comparable con el Purgatorio, esperaban hallar una puerta o ascensor que los llevara a otro Mundo para salvar a Jazzy. Grace se había sentido realmente orgullosa de John, le gustaba cuando las personas utilizaban el cerebro y no la fuerza para resolver conflictos.

Le apenó un poco ver a Lauren sin recuerdos, asustada y desorientada. Por supuesto que Grace estaba igual. O al menos, eso era lo que ellos debían pensar.

Se llevó una mano al bolsillo y comprobó que seguía allí. Al sentirla, suspiró aliviada.

La única forma de no perder los recuerdos, era teniendo tu Estrella. Como ella llevaba haciendo casi desde que cayó en coma. Pero eso ellos no lo sabían.

No aún. 

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