🌠Capítulo 19: Los hermanos mayores protegen a los (débiles) menores🌠
32 días en coma
Lisa imaginó muchas veces cómo sería ver a alguno de sus amigos ser desconectado. En su mente visualizó a John, Patrick, Grace e incluso a ella misma. La simple imagen ficticia de que eso ocurriera, le hacía jirones el alma. Sabía que no sería capaz de soportarlo.
¡Cuán equivocada estaba! Se encontraba tan anonadada y confundida, que el sufrimiento no cabía dentro de las emociones que estaba experimentando al ver a su amigo tirado sobre el suelo. Todos lo seguían igual de impactados. Grace fue la primera en reaccionar. Se abalanzó sobre el cuerpo inerte, y puso dos dedos en el cuello de John. Casi al instante, negó con la cabeza, sin mirar a ninguno de los chicos.
—¡Qué he hecho! —exclamó Lauren cubriendo sus mejillas con ambas manos.
Patrick, cuyo rostro reflejaba haber visto un fantasma, no esperó dos veces e imitó a Grace. De forma casi ausente empezó presionar el pecho de John con desesperación, lo hacía deprisa y con fuerza.
—Quítate, Patrick —le ordenó Grace, empujándolo—. No estás ayudando.
—¿Qué... qué le pasó? —preguntó Lisa aterrada. Se acercó cautelosa, pero no se atrevió a ver la cara de su amigo, por lo que mantuvo distancia—. ¿Está... está muerto?
—¡Cállate, Elizabeth! —le gritó Patrick furioso—. Él no... John, ¡reacciona! —Se arrastró hasta Grace, pese a que ella trató de quitarlo de ahí nuevamente—. Vamos, no nos dejes, por favor.
—¡Todo esto es tu culpa! —bramó Grace fuera de sí.
—¡Solo le toqué la mano! —se defendió la chica—. John, despierta —le pidió—, no puedo perderte de nuevo. ¡Te prohibido morir, maldita sea! —gritó descolocada.
Lauren trató de acercarse al cuerpo, pero Patrick y Grace la empujaron con brusquedad, haciendo que cayera al suelo. Lisa se dio cuenta que todos estaban tratando de aguantarse las lágrimas. Patrick tenía los ojos llorosos, mientras que ambas chicas no paraban de sorber por la nariz. Ella nunca había podido mentir u ocultar lo que sentía, por lo que no le sorprendió ver cómo unas gotas de agua caían al césped y a sus zapatillas, opacándole a su vez la visión. Fue extraña no sentir un cosquilleo en el rostro, o el salado de las lágrimas en sus labios. Casi había olvidado que no tenía gusto.
Lisa se arrodilló y contempló a John, con el corazón apretado y los sentimientos a flor a de piel.
Se dio cuenta que podía pasar por un chico de catorce años con facilidad. Era bajito para ser hombre, y muy delgado. Tenía el cabello castaño oscuro enrulado y desordenado, y unos ojos a juego, siempre vivos y alegres.
En ese momento no eran nada. Solo dos óvalos blancos.
Ninguno de los tres adolescentes que estaban junto a Lisa fueron capaces de decir algo, ni siquiera Grace, que examinaba cada rincón del cuerpo con profunda inquietud, o Patrick, que movía la cabeza de su amigo inútilmente, a la vez que se agarraba los cabellos con profunda ira; Lauren parecía haber perdido toda la energía, pues contemplaba el cuerpo con el rostro pálido y triste. Como si se hubiese cansado de gritar, porque sabía que no serviría de nada.
Lauren acarició el rostro de John con profunda torpeza, como si no supiera de qué forma se tenía que hacer. Pero solo eso bastó para que Lisa la viera: una pequeña chispa —igual que durante un corto circuito— se produjo al momento del contacto. Lauren apartó la mano, más asustada que sorprendida. Grace pareció darse cuenta, ya que obligó a Patrick a voltearse y parar de zamarrear la pobre cabeza inerte de John.
—Hazlo de nuevo —le ordenó Grace—. Rápido.
La chica le obedeció, un poco aturdida por lo que sus ojos acababan de presenciar. Esta vez, puso toda su palma en la mejilla de su amigo; saltó una chispa blanca aún más grande, que provocó un gemido de dolor. Y no fue de Lauren, sino de John.
Hubo un suspiro de alivio comunitario.
—¿Amigo, me escuchas? —preguntó Patrick sacudiendo al cuerpo desde los hombros—. Haz una señal, lo que sea.
Su voz sonaba acongojada. Sus ojos ya no habían podido contener más las lágrimas, y estaban hinchados y rojos. Pero parecía no importarle. Solo quería a su amigo de vuelta, él quería a su amigo. Después de todo, no era un alga marina sin sentimientos. Ver a Patrick en ese estado de vulnerabilidad lo transformaba por completo. No se mostraba huraño, u hostil, sino como un chico con un gran corazón para sus amigos.
Lisa le regaló una sonrisa tranquilizadora, y tomó su mano para darle apoyo. Patrick se relajó un poco, pero al segundo soltó su mano de un tirón y se la frotó, como si se hubiese dañado. ¿Tan fuerte le apretó Lisa? Ni siquiera se dio cuenta. Los nervios le impedían medir sus acciones.
Lisa volvió a prestarle atención a John, sin evitar darse cuenta que Grace la había estado mirado con sumo interés, casi analizando algo. La chica evitó el contacto visual con la pelirroja y se puso de pie. Volvió a examinar a Lisa una última vez, y movió los ojos hasta Patrick. Por fin, decidió que ya estaba lista —con lo que sea que estuviese haciendo— y asintió, satisfecha.
—Necesito una palma de tu mano sobre la frente de John —le dijo a Lauren—, y otra en su corazón. Haz la mayor presión posible. No me importa si lo aplastas contra el suelo. Por mí que se hunda hasta el mismísimo Tártaro si así se reanima.
Patrick y Lisa compartieron una mirada de confusión. ¿Qué diantres estaba planeado Grace? ¿Cómo podía dar órdenes con tal autoridad, si hacía unos segundos había estado casi llorando? No comprendía a esa chica. Tenía una máscara demasiado pegada al rostro. Si Lisa, u otra persona intentaran sacarla, lo más probable es que algo de su piel quedase pegada a ese antifaz. Se estaba transformando en su disfraz.
—¡Ay! —aulló una voz masculina, que todos sabían de quién era.
Los tres amigos formaron un semicírculo a su alrededor, ya que rodearlo completamente sería demasiado invasivo si se llegaba a despertar cuando se despertara.
Lauren volvió a colocar sus manos en donde Grace le había indicado. Las chispas blancas saltaron por todas partes, felices se ser liberadas. Ya no parecía una simple corriente eléctrica.
—Tenía razón —susurró Grace para sí, pero Lisa pudo escuchar cada palabra—. Continúa haciendo eso Lauren. Y ustedes. —Patrick y Elizabeth la miraron—: No se preocupen si John no puede...
Las arcadas del chico interrumpieron a Grace. Parecía a punto de vomitar, mezclado con un ataque epiléptico. Lisa notó a Patrick temblar y desviar la mirada, pero no duró mucho, porque en seguida John se quedó tan quieto como antes. Comenzó a parpadear; sus ojos, volvieron a tener iris y pupila.
—¿Qué pasó? —preguntó, con los ojos ya abiertos. Se recostó sobre el césped con dificultad—. Laury, ¿cómo llegaste aquí? —le preguntó a Lauren.
—¡John, estás vivo! —gritó Lisa feliz. Estuvo a punto de abrazarlo, de no ser porque Grace la sujetó del brazo con fuerza.
John, por primera vez desde que se despertó, se dio cuenta de la existencia de más personas además de su amiga. Su expresión facial cambió, en menos de un segundo, de confusión a espanto.
—¿Quién eres tú? —le preguntó a Lisa—. Laury, ¿quiénes son ellos? —Apuntó a los otros dos chicos con temor—. ¿Dónde estamos?
—Sabía que esto ocurriría —dijo Grace orgullosa—. Todo tiene sentido ahora.
—¡Pues explícame algo! ¿Quién eres? Laury, ¿qué me pasó? ¿Por qué estamos aquí?
—Vaya forma de cambiar papeles —comentó Patrick, medio tratando de sonreír, medio ocultando la preocupación y tristeza que le provocaba no ser reconocido por su amigo.
—John, por favor cálmate —le dijo Lauren. Hasta parecía divertido ver cómo ella le ayudaba siendo que tampoco sabía qué estaba ocurriendo—. Ellos te pueden ayudar.
—¿Qué me calme? ¡Dime qué está ocurriendo! —Se levantó de golpe, y buscó con la mirada algo, o alguien—. ¿Dónde está Dylan?
Grace exhaló, un poco molesta.
—Patrick, Lisa, Lauren, sujétenlo. —John, al oír la orden de Grace trató de huir, pero Lauren se lanzó sobre él, inmovilizándolo.
Grace caminó hacia él. Colocó su manó detrás de la espina dorsal de John unos pocos segundos, y este cayó nuevamente al suelo.
—¿Qué le hiciste? —preguntó Lisa aterrada.
—Lo inmovilicé desde su sistema nervioso central. Tranquilos, solo está descansando —explicó Grace encogiéndose de hombros—. No soporto a la gente paranoica. Despertará en unos quince minutos, no se preocupen.
—En otras palabras, ¿John está en coma, mientras está en coma? —preguntó Patrick ceñudo—. Eso no tiene ningún sentido.
—¡Todo es ilógico aquí! —gritó Lauren. Se acercó a Grace, y pese a su clara desventaja, la empujó con todas sus fuerzas, arrojándola a la hierba—. Y tú, vuelve a tocar a John y te parto la cara, ¿está claro? —le advirtió enfadada.
—Tú fuiste la que lo atrapó —le recordó Lisa. Estaba impresionada por la valentía de la chica.
—No sabía que iban a hacerle eso —se justificó ella—. John ha tenido que pasar por suficientes cosas, y no voy a dejar que nadie le haga daño. Me importa un rábano si son más altos o fuertes que yo. Nadie lastima a mis mejores amigos.
Lisa ladeó la cabeza. Tenía tantas cosas que preguntarle a Lauren sobre su amigo. ¿Cómo sería él en realidad? ¿Sería igual de alegre y risueño? ¿Qué le gustaría hacer en su tiempo libre? Prefirió no preguntarle nada, sería muy egoísta de su parte hacerlo; Lauren ya estaba bastante cansada y angustiada.
—¿A qué te refieres con suficientes cosas? —quiso saber Patrick.
—¿Quién es Dylan? —preguntó Grace, levantándose del suelo.
—¿John no les ha contado nada? —preguntó Lauren con falso desconcierto—. Bueno, no me sorprende. Únicamente habla sobre él cuando sabe que puede confiar.
—Él no puede recordar —le dijo Grace con hostilidad—. Es por eso que no sabía quién eras. Casi todos olvidan su vida mientras están aquí, aunque algunos llegan ya sin memoria, lo que no es tu caso. Por eso no te dolió cuando te golpeé, solo la gente sin recuerdos puede sentir.
Lauren se refregó la cara con ambas manos, exasperada. Tenía que lidiar no solo con un montón de cosas nuevas, sino también con su amigo seminconsciente.
—¿Entonces por qué me llamó Laury? —preguntó—. ¿Por qué se acordó de Dylan? ¿No se supone que no sabe nada sobre su vida?
—John recuperó aquello que era suyo —declaró Grace—. En este preciso momento, toda su Vida Terrestre está volviendo a ser parte de él. Podrá recordar, pero dejará de sentir, oler y diferenciar lo salado de lo dulce. Podrá aprender a Canalizar. —Miró al chico desmayado con profunda frustración—. Si es que sobrevive, cosa que dudo.
Lisa tuvo que aferrarse de Patrick para no caer.
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30 de septiembre de 2013
¿Quién se creía que era su primo? Estaba viviendo en su casa, juntándose con sus amigos, conquistando a la única chica que le provocaba algo que no fuera asco, y encima dándoselas de hombre rudo. Era lo último que necesitaba, sobre todo, porque los camarógrafos se estaban quedando sin material para la televisión basura, sinónimo de que en cualquier momento podrían volver a molestar a sus padres y a él incluido. Si no tenían más chismes y rumores para las amas de casa y los desempleados con bajo coeficiente intelectual, de seguro irían tras los padres de Kevin por una entrevista acerca de Eli. Sus papás no eran celebridades ni mucho menos, pero ella siempre pasaba tiempo con Kevin, Sasha y Amy, por lo que su cara ya era conocida en los medios y atractiva para la prensa rosa.
A veces Kevin deseaba vivir en Madagascar, o Bélgica, o incluso Paraguay. Cualquier país desconocido en el que no se le diese tanta importancia a los famosos como en América. ¿Cómo se sentiría caminar con libertad, sabiendo que no había un grupo de periodistas siguiendo cada uno de tus pasos? Esperando que te tropezaras para ponerlo en la primera plana.
—¿Vienes o qué? —le preguntó su amigo, al ver que Kevin se había quedado atrás de él—. Ben y Jake están en tu habitación, y no quiero imaginarme lo que estarán haciendo.
Kevin le alzó las cejas.
—No de esa forma, malpensado —se rio Zack.
Subió las escaleras con la mochila aún puesta. Kevin se dio cuenta de que el bolsillo más pequeño estaba ligeramente abierto, era cosa de tiempo para que se le cayera todo lo que tuviera dentro. Justo le iba advertir, pero el contenido se desplomó por toda la escalera de cristal, casi obedeciendo al pensamiento de Kevin. Zack maldijo; Kevin se apresuró para ayudarle, pero su amigo se acomodó en las escaleras de tal forma, que solo él era fuera capaz tomar las cosas. Tenía un rostro pálido, mucho más asustado de lo que tendría que haber estado. Solo era una mochila...
—Mueve tu asquerosa humanidad, Zack. Déjame ayudarte.
—¡No! —gritó él, demasiado deprisa como para que Kevin se tranquilizara—. Odio esta mochila, siempre se abre y desparrama todo —masculló para sí.
Comenzó de inmediato a recoger las cosas, tratando de cubrirlas con su cuerpo, sus manos, o haciendo lo que sea con tal de que Kevin no pudiera ver qué era. Aquello le preocupó mucho más de lo que admitiría por voluntad propia, pero él no era idiota. Con suma discreción se separó de su amigo y examinó cada centímetro, tratando de ver qué era: lápices, cigarros, un encendedor, una tira de remedios (¿Podía llevarlos consigo? Le preguntaría a sus padres más tarde), su billetera, audífonos, un cuaderno... con algo en su interior que le obstaculizó la visión. Fue un pequeño brillo, como un reflejo de algún metal que le molestó en un ojo.
Una pequeña punta se asomó de su cuaderno de francés.
Sin pensarlo dos veces, Kevin se lanzó brutalmente sobre Zack. Este gritó y trató de zafarse, Kev tenía suficiente ventaja como para inmovilizarlo.
—¡Quítate imbécil! —se quejó su amigo tratando con una mano de salir de ahí, mientras que con la otra, seguía sosteniendo su cuaderno.
Kevin se lo arrebató con brusquedad, haciendo que un montón de papeles cayeran al suelo, y algo que provocó un sonido. Era una punta de metal, lo más probable que de un sacapuntas, o un cuchillo cartonero pequeño; estaba sucio, pero no con virutilla de lápiz ni papel. En lo absoluto.
—¡¿Qué es esto?! —le gritó Kevin colérico—. ¿Por qué mierda tienes esto oculto en tu cuaderno?
—¡Pásamelo! —Zack trató de quitárselo, pero le fue inútil.
—Respóndeme —exigió con calma, o lo más que pudo aparentar. Estaba histérico, furioso..., quería matar a todo el mundo con sus propias manos, dos veces. Y estaba asustado, más que nunca.
—Ya sabes la respuesta —respondió su amigo un tanto avergonzado.
—Tienes razón —respondió Kevin suspirando—. Si vuelvo a verte con algo así, no me importará lo que hagas con eso, porque yo mismo te mataré.
—Kev, lo siento, ¿de acuerdo? No les digas a mis padres, ya tienen suficiente de qué preocuparse.
—Sí, y ahora yo también. ¿Qué estás haciendo con tu vida, Zack? —Kevin se quitó de encima y le tendió una mano para ayudarle a pararse—. Mira, sé que esto será la cosa más marica que he dicho, pero no podría soportar que algo malo te pasara. Menos por tu culpa. Así que búrlate de mí o lo que sea, pero no me interesa. Estaré pegado a ti como un maldito parásito. Seré tu condenada mamá oso.
Zack le sonrió.
—Eres genial, Kev —le dijo—. No sé qué haría sin ti; eres como mi hermano.
—Soy tu hermano, pedazo de mierda —respondió. Golpeó a Zack con fuerza en la canilla
—¡Ahhh! —chilló Zack adolorido—. ¿Y eso por qué fue?
—Porque eres un idiota. —Ambos rieron—. Y para recuperar la poca hombría que me queda —agregó sonriendo.
—¿Alguna vez tuviste?
Kevin lo volvió a golpear. Así era como siempre terminaba todo: con golpes amistosos. No importaba si se trataba de la muerte de la abuelita de alguien o el secuestro de la mascota de la familia. Kevin y Zack nunca se tomaban las cosas de forma seria cuando estaban juntos. Tampoco es como si se sentaran en la habitación a hablar de sus sentimientos, problemas y secretos más profundos. Tal vez llevaban toda su vida como amigos, pero ninguno de los dos tocaba ese tipo de temas.
Si estuviera Eli, Kevin hablaría con ella sobre Zack. Le pediría ayuda o lo que sea para poder hacer algo, pero ella no estaba.
Sentirse solo y preocupado eran dos rasgos que no formaban parte de él, o al menos, que nunca había querido mostrar.
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La Paciente se reserva la información
—¿No sobrevivirá? —preguntó Lauren—. ¿Cómo lo sabes? ¿Cómo podría morir, si su cuerpo está en otro mundo?
—No estoy segura, es solo una teoría mía. —respondió Grace encogiéndose de hombros—. Me base en datos, hipótesis y experimentos.
Grace tenía que admitir que se sentía bastante orgullosa. Ignorando el hecho de que John se estaba muriendo, irradiaba felicidad. Todo calzaba justo como ella había supuesto. La Energía tenía memoria, no solo le pertenecía al Suvhâe, sino que tenía un poco de cada humano que hubiese conocido o tocado Al parecer, el contacto de su Energía, con la casi inactiva de John, provocó una descompensación en su cuerpo, por eso cayó al suelo y dejó de respirar. Pero eso no fue todo, porque su corazón paró de bombear sangre, ya que su cerebro no le dio más indicaciones. Al momento del roce, provocó una especie de electrochoque entre ambas Energías, volviendo a reactivar los órganos vitales de John. No volvió a desmayarse, ya que su cuerpo estaba manejando la Energía adquirida. Todo era una teoría suya, pero sonaba bastante convincente en su cabeza. Si bien Coma era un universo alejado de la lógica de la Vida Terrestre, Grace no creía que se trataba de una dimensión completamente absurda. Ella era de la opinión que la fantasía no es más que ciencia inexplorada, y por lo tanto, incomprendida.
Solo había algo que no encajaba en su teorías: Patrick y Lisa. Ella vio a la chica agarrar la mano de su amigo, pero este se soltó al instante. No fue debido a un fuerte apretón, que habría molestado a Patrick, sino que fue rápido, por sorpresa e inesperado. Si ellos no se conocían, ¿por qué la Energía apagada de Patrick hizo contacto de esa manera con la de Lisa?
Dejó de lado sus pensamientos por un segundo, odiaba esa personalidad suya de meditar y reflexionar tanto las cosas. La hacía recordar momentos felices, lo cual, para la gente normal no era ningún problema, pero Grace decía que los recuerdos alegres eran malos, porque ya no estaban allí.
—Grace, no te quedes ahí mirando el horizonte —la regañó Patrick—. Tenemos que ayudar a John de alguna manera.
—Tú sabes mucho más de lo que dices —dijo Lisa—. Cuéntanos qué es lo que le está pasando a John. —Grace se encogió de hombros—. No finjas que no tienes idea.
—Y de pasada me podrían explicar a mí también —propuso Lauren, se oía muy distinta cuando hablaba calmadamente—. Sé que mi mejor amigo está en peligro, pero no me molestaría oír qué es lo que ocurre. Digo, llegué hace media hora y nadie me ha dicho nada. —Se encogió de hombros—. Solo si quieren.
—De las cinto un mil cosas que no me interesa hacer, ayudarte ocupa el puesto... No, ni siquiera está en mi lista —escupió Grace tajante.
Lisa resopló.
—Enojarte con ella no salvará a John —le respondió Patrick—. No te desquites con Lauren.
—Ella le causó esto.
Grace no tenía ningún interés en ayudar a esa niña, aunque se viera frágil, ella sabía mejor que cualquiera que la cáscara no es el fruto. Si la había empujado, y le había hecho daño a John, ¿por qué tendría que ayudarle? ¿Debido a que se veía bajita y tierna?
Mishälto! ¿De verdad estaba tan celosa? Grace apretó la mandíbula y reprimió todo el enfado que la carcomía por dentro, ya habría tiempo para enojarse, pero ahora tenía que hacer lo que fuese para evitar que John muriera.
Dirigió la mirada a Lisa, que había permanecido muy callada. Estaba de rodillas junto a John, y le sostenía la mano con ternura y preocupación. ¿Cómo podía ser tan sentimental, sin sentir vergüenza?
—Grace, ¿vas a explicarnos qué está pasando o no? —le preguntó la pelirroja con la vista fija en el rostro del cuerpo desmayado.
—¿Me ves cara de enciclopedia? —respondió Grace con dureza—. Que sepa mucho no significa que sepa todo.
Lisa se levantó del suelo y caminó hasta quedar frente a ella. Grace la miró con desinterés y se encogió de hombros. ¿Qué esperaba, una disculpa? ¿Un abrazo de consuelo? Se cruzó de brazos al ver que Lisa no hacía nada, además de observarla con profundo odio.
—Algún día deberás quitarte la máscara de "nada me importa", antes de que lo poco de humanidad que te queda sea absorbida por ella. Así que te preguntaré de nuevo, ¿sabes cuándo va a despertar John o no? Ya han pasado más de quince minutos.
Los labios de Grace se tensaron. Lisa no era una nube esponjosa de algodón siempre.
Y casi como respuesta, John empezó a toser.
—Al parecer sí —opinó Lisa, corriendo hacia al chico—. ¿Estás bien? ¿Sabes quién soy?
—Por supuesto que sí, Lisa. ¿Qué pasa? —respondió John abriendo los ojos. Con dificultad, se recostó sobre los codos, tratando de parecer relajado—. ¿Y por qué están todos mirándome? ¿Acaso no puedo dormir una pequeña siesta?
—¿Siesta? —repitió Lauren dudosa.
John movió la cabeza, buscando la voz que había hablado. Parpadeó varias veces al ver a Lauren, pero no lo pensó demasiado; se paró, y corrió hasta su amiga. Iba a abrazarla, pero ella dio un paso hacia atrás.
—Si yo fuera tú, no la tocaría —le advirtió Patrick.
—¿Qué estás haciendo aquí, Laury?
—Oh, no. ¿Cada cuánto se repetirá esto? —se quejó Grace—. Se está volviendo bastante aburrido y repetitivo, John.
—De la misma forma que llegaste tú —le respondió Lauren.
John parecía perplejo. Negó varias veces con la cabeza, como si no fuera posible, o no creyera sus palabras.
—Eso no tiene sentido, tu... —Se interrumpió. Al parecer había cosas que no quería compartir con ellos—. Jamás te habría echo eso —agregó, casi en un susurro.
—No, no. No me refiero a eso —le explicó Lauren. Grace, Patrick y Lisa estaban tan confundidos que no sabían si mirarse entre ellos, o a los dos amigos—. Yo estaba mudándome de casa y mi familia chocó contra otro auto. Así que, aquí estoy. En coma igual que tú.
John meditó unos segundos lo que acaba de oír. Miró al cielo, sus pies, sus dedos, y por último, a Lauren. Algo en su rostro lo mostraba preocupado, casi aterrado.
—¿Y dónde están tus padres, y Jazzy? —preguntó él—. ¿Acaso no aparecieron contigo?
—No —respondió Lauren triste—. Solo aparecí yo en un lugar completamente blanco. Sola.
—Tal vez sea porque ellos no cayeron en estado de coma, y están sanos y salvos —dijo Lisa sonriendo. Se acercó a Lauren y le acarició el hombro con gentileza.
—O porque murieron —agregó Grace.
—¿De verdad, era necesario? —Patrick rodó los ojos.
—Nunca se debe ignorar ninguna posibilidad. No importa lo mucho que se engañen viendo el lado bueno y el vaso medio lleno, la desgracia y tragedia seguirán estando allí. Ignorarlas no hará que se vayan.
—Ahórrate tus comentarios emo-depresivos —dijo Lisa—. Su familia no está muerta.
Patrick abrió los ojos, como si hubiese recordado algo. Parecía que se le iban a salir de la pura impresión.
—¿Tu hermana tiene menos de doce años? —Lauren asintió—. Entonces creo saber dónde está. —Se mordió el labio—. Y si tengo razón. —Bajó la mirada—. Se está muriendo.
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