Junto a Él.

Pareja: Cecil x Rosa.

Fandom: Final Fantasy IV.

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Al abrir lentamente los ojos, la suave luz que se filtraba por las cortinas de la ventana pegaron con delicadeza en su rostro.

Cecil pensó en levantarse de inmediato de aquella cama en la que llevaba confinado desde hace dos días; sin embargo, una mano de toque gentil fue posada en su pecho como indicación de que no se moviera.

—Es mejor que todavía no te muevas, tus heridas podrían abrirse —habló aquella femenina voz, sin ningún toque de regaño; más bien teñida de preocupación por el bienestar ajeno y delicadeza por el orgullo dañado del aprendiz a caballero oscuro.

Él apartó la mirada, avergonzado. No tenía deseos de mirar a nadie, no tenía la suficiente cara para eso después de ser herido por gravedad por un monstruo en una misión en conjunto con Kain. Su amigo lo cargó en todo el viaje en su espalda de vuelta al palacio lo más rápido que pudo para prevenir la muerte de Cecil al no tener ninguna poción, arruinando una misión importante que le costó muchos recursos y vidas al reino de Barón.

El rey, como castigo, dio de baja temporalmente a Kain hasta que mejorara sus habilidades y algo similar ocurrió con Cecil, a quien le prohibieron ser curado por pociones o magia con tal de evitar que volviera al campo de batalla en un buen tiempo hasta que aprendiera la lección de no comer más de lo que podía masticar.

Sin embargo, tampoco iban a prohibirle el tratamiento médico, por lo que Rosa fue la primera en ofrecerse para cuidarlo hasta que se recuperara.

—¿Cómo está Kain? —se animó a preguntar luego de un largo rato en voz baja y ronca al estar sediento.

No podía dejar de culparse de que castigaran a su amigo por su incompetencia.

—Él está bien, entrenando hasta desfallecer —lo último lo dijo con amargura, dándole a Cecil agua en un cuenco para que bebiera—. Hoy me lo encontré mientras venía aquí, al parecer iba a verte; pero apenas me vio dijo que ya no sería necesario y se fue.

—Me lo imagino, él siempre ha sido así... —y Cecil tampoco era muy diferente, quien no dudaba en resaltarle sus errores con tal de que los corrigiera y mejorara en base a luchar entre ellos.

—Yo no puedo evitar odiarlo, siempre me ando preocupando porque ustedes se lastimen. En especial tú, Cecil. Tú eres la razón por la que decidí convertirme en maga blanca —la fémina le sonrió mientras tomaba una de las manos del varón, vendas recién cambiadas que ya no estaban manchadas de rojo.

No obstante, quien si lo estaba era el rostro de Cecil, que al escuchar las palabras de Rosa la miró fijamente, con el pulso acelerado y mudo al no encontrar forma de corresponder a la amabilidad ajena, sintiéndose inmerecedor de tantos buenos tratos cuando sólo sabía arruinarlo todo.

—Rosa, no es necesario que me dediques tanto tiempo. No vale la pena —y por mucho que quisiera negarse a que una mujer tan bella y fantástica quisiera estar a su lado, no podía rechazar su tacto y atención por completo.

Ella negó sin vacilar, todavía manteniendo esa sonrisa que sólo podía dedicarle a él.

—Tú lo vales totalmente, eres lo más preciado para mí —la mano libre de la fémina se posó en la mejilla del varón, acariciando con la yema del pulgar el parche que cubría las heridas de la piel—. Quiero ser una maga blanca para poder estar junto a ti, ayudándote para que puedas seguir adelante y vencer y protegerte con mi poder para que ya no puedas ser herido. No me importaría ir al fin del mundo si es a tu lado, porque sé que junto a ti todo estará bien.

Tantas confesiones y él, incapaz de tener el valor suficiente para corresponderlas; por lo que se queda callado, dejándose llevar por los tratos de Rosa, quien siempre estaría ahí para él.

Ojalá cuando él finalmente pueda abrir su corazón y entender lo que sentía, no sea demasiado tarde.

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