48. Cinco de la mañana

—No te atrevas a perder.

Fue lo último que me dijo antes de acercarse lentamente a su contrincante, quien ya estaba bastante herido. Cerré los ojos fuertemente antes de dirigirme a Giselle. Sabía que no sería una agradable plática la que tendría a continuación y lo que más me enojaba, era que tenía que volver a entablar una con la persona que menos quería ver.

Miré a la persona a quién más amaba, apreciando que estuviera en esos momentos conmigo. No podía entender cómo había sabido que me encontraba esa noche de invierno entre el bosque y que además, que deseaba verlo y besarlo.

Era confuso.

Observé a Alexander antes de girarme con Giselle, quién ya se encontraba cerca de mí y apuntándome nuevamente con su pistola.

—¿Me extrañaste? —comenzó a hablar.
—No tanto.
—¿Ni un poco? —Se sonrió de una manera prepotente—. Igual no creo que dures mucho aquí. Volverás a irte, pero te aseguro que esta vez será para siempre.
—No puedes matarme... —solté, interrumpiéndola con un ceño en mi rostro. Me molestaba que fuera tan confiada.
—Te apuesto mi vida, a que aquel chico muere primero —añadió queriendo ser la última en decir palabras.

Aquello me puso al cien. ¿Cómo se atrevía aquella leandra en siquiera poner en la mesa que mi Alexander moriría en manos de un cazavampiros? ¿Acaso no sabía quién era? Sonreí ante aquella estupidez.

—¿Cómo crees que mi padre mató a tus padres? —Soltó de pronto con un dije de superioridad y además, gobernando en aquel silencio que habíamos mantenido por unos varios minutos.

Abrí los ojos, completamente en blanco. ¡Era cierto! ¿Cómo había pasado eso? Se suponía que mi padre era un le-kra, ¿o no? ¿No se suponía que los le-kra nunca se morían?

—Nunca te has preguntado, ¿qué pasaría si tu subconsciente se muere antes de que te reviva? —cuestionó, soltando aquello con malicia.

Pasé saliva nerviosa. ¿Eso significaba que Cornelius Black había sido tan fuerte como para primero matar a mi padre y después a su otro yo? Apreté mis dientes unos con otros. Eso era imposible, la otra Nicole era cientos de veces más fuerte de lo que yo era y vaya que yo no tenía experiencia en el campo. Alexander había tenido que vivir cientos de años más y seguramente podía pelear y controlar sus habilidades mejor de lo que yo hacía. ¿Realmente podía creer en lo que decía Giselle? Seguramente mi padre había sido un vampiro excelente. No podía aceptarlo.

—Que interesante, ¿no lo crees? ¿Qué tal si lo descubrimos? —Soltó con una sonrisa torcida al tiempo en que me apuntaba de nuevo con aquella pistola.

Sonreí.

—Bien, ¿quieres descubrirlo? Pues hay alguien que se muere por verte, Giselle —dije en un susurro y con la cabeza gacha.

Mi enemiga se detuvo con una cara repleta de confusión. Seguro que no me entendería pero no me importaba. Ya estaba excitada de solo mostrarle a esa personita que por dentro me gritaba para dejarla salir.

Nos quedamos en silencio y la otra Nicole no pudo evitar hacer que soltara una sonrisa macabra que hasta a mí me dio miedo.

—¿Lista, querida? —Una voz surgió de mí.

Giselle cerró los ojos un tanto, mas cuando me apuntó esta vez más seria, escuchamos un grito histérico que nos hizo parar. Tomé control de mi cuerpo y giré mi cabeza hacia dónde Rogelio gritaba de dolor en el suelo. Miré con orgullo a quien ahora me sonreía halagado y se enterraba la mano en su hombro, donde había recibido algunas heridas.

Giselle bajó el arma algo paralizada, pero cuando brotones de sangre comenzaron a salir del cuerpo de Alexander, volvió a carcajear a mi lado.

—Te lo dije.

Aguanté la respiración al saberme preocupada. Recibí aquellos ojos azules sonriéndome de nuevo, mostrándome que estaba bien.

Solté un suspiro de alivio y sin querer perder el tiempo, me giré hacia la rubia que se sonreía por lo sucedido.

—¿Qué decías? —Contesté a sus acusaciones. Alexander no moriría primero.

Giselle volvió a sonreírse.

—Deberías mejor preocuparte por ti, amiga mía. —Me sonrió como lo hacía antes—. No querrás tener un agujero en la cabeza, ¿o sí?

Volteé a verla con desprecio. Era muy cierto que en esos momentos le repudiaba y no quería ni verla, pero sabía que muy dentro de mí, necesitaba sentir su sangre sobre mis manos para dejar fluir mi ira. Para perdonarla y saber que no volvería a meterse conmigo.

—¿Qué tan rápido quieres morir, Nicole?
—¿Estás hablando de ti o de mi? —Respondí molesta.

Soltó una risa de superioridad

—Malditos le-kras. Se creen la gran cosa, pero no son más que unos fenómenos prepotentes.

Guardé silencio.

¿Cómo era posible que hasta Giselle supiera tremendo secreto como ese? Apenas lo había descubierto unos cuantos meses atrás... ¿Cómo lo sabía ella? ¿Quién se lo había dicho?

—¿Sorprendida? —Preguntó imitando mi voz—. No deberías de estarlo. Sophie ha sido tan buena conmigo.
—¿So... Sophie?
—No creerás que no tiene nada que ver en esto ¿o si?

Le miré sin entenderle.

—Sophia Black, mi querida hermana menor.

Aquella sonrisa que siempre había odiado, salió nuevamente a la luz. La muy idiota había comenzado a reír ante la inesperada revelación. Abrí mis ojos rápidamente. ¡Todo esto estaba planeado! En la mansión Maximus habían infiltrado a un cazavampiros. ¿Cómo había sido tan tonta? Mateo lo había permitido. Odiaba a Alexander, y por consiguiente, siempre me había odiado a mí.

—¿Mateo lo sabe?
—¿Ese chico? —Se rió secamente—. Qué triste que tu amor tenga tantos enemigos. La venganza de un hombre puede hacer muchas locuras, ¿o no? Mateo simplemente le está dando una prueba de su propia medicina.
—¿De qué estás hablando? Alexander nunca...
—Le arrebató a su hermano convirtiéndolo en un animal.
—Eso sabes que no es cierto. Matthew tenía cáncer.

Giselle se sonrió.

—Qué lástima que nunca lo supo, ¿verdad? Es tan fácil manejar a los hombres que hierven en cólera. Excelente cazavampiros, pero muy imbécil para mi gusto.

Abrí los ojos sorprendida por tal declaración. ¿Qué mierda estaba pasando aquí? ¿Mateo un cazavampiros? ¡Esto era una locura! Todo, simplemente, parecía una novela,... una novela incoherente y sin sentido.

Mi corazón comenzó a palpitar lentamente. Y nuevamente sentí aquel sentimiento indescriptible.

«Ya es hora de nuestra promesa, Nicole...»

Me tiré al piso, tapando con mis manos, mis oídos. Todos mis sentidos se agudizaron. Podía oler la comida del restaurante, sentir a los animales que se peleaban al saber quién sería el vencedor e inclusive, pude escuchar la plática que tenía Alexander con Rogelio.

Un grande escalofrío me recorrió el cuerpo de pies a cabeza. ¿Qué me estaba pasando?

«Ya me toca salir.»

—Aún no —dije aún en el suelo.
—¿Dijiste algo? —Me preguntó Giselle, quien seguía con una risa sarcástica encima de mí.
—Espera un poco más—susurré para mí misma
—¿Eh?

«No esperaré ni un minuto más».

—Quiero matarla.

«En eso no quedamos».

—¿Cómo voy a participar si no podré moverme?

«Confía en mí».

Cerré los ojos dejando que ese incendio se hiciera más grande. Me sentí más grande y con más poder. El negro empezó a hacer su trabajo, volví a quedarme en oscuridad. Grité para que me dejase ver siquiera, así que pronto, volví al bosque y pude sentir de nuevo la nieve y el frío del bosque.

Me sonreí.

—Ya te volviste loca, ¿verdad? —Giselle se sonrió al apoyar la pistola en mi frente—. Malo que no pueda divertirme contigo mucho tiempo.
—Voy a matarte —solté en un susurro casi imperceptible.
—¿Disculpa?
—Nosotras te mataremos... —dije de pronto, con la voz de mi otra yo y la mía juntas.

Todo pasó rápido. Sentí algo increíble creciendo dentro de mí. Algo que no se puede explicar en palabras y que simplemente pasó. La excitación en ese momento fue grandiosa. La adrenalina viajó por todo mi cuerpo y en menos de un segundo, simplemente desaparecí frente a ella y volví para atizarle un puñetazo en el torso de mi mejor enemiga.

Me había movido tan rápido.

Escupió sangre combinada con saliva, cayendo al suelo al fin cerrando su gran boca. Se giró pronto confundida, sin entender como dos personas podían estar, al mismo tiempo, en un solo cuerpo.

Aquello ni yo podía entenderlo, pero eso no me importaba tanto ahora.

Mi subconsciente estaba apunto de tomar control de mi. No porque estuviera a punto de morir, sino porque teníamos un trato: mataríamos a Giselle juntas y de la forma más inhumanamente posible.

Giselle hizo que volviera a sonreír de aquella forma desagradable. En mi mente, volaban sus ideas macabras y sanguinarias. No pude siquiera elegir alguna. Todas eran horribles y asquerosas.

«Escoge».

Mi silencio dio entrada a ese gran suceso.

Tres disparos se oyeron a lo lejos...

Mi cuerpo se estremeció con facilidad al ver los ojos de Giselle. Sonreía y vaya que eso me molestó. Tragué saliva con pavor al saber de dónde habían provenido esos sonidos. Recé para que nada hubiera ocurrido.

Lo que vi simplemente me hizo empalidecer.

Los tres disparos efectivamente habían dado en el blanco, sin embargo, Alexander no había caído. Ríos de sangre corrían por su cuerpo pero Rogelio, quién se había sacrificado para no morir en vano, tenía el brazo de Alexander atravesado por el pecho.

Giselle olvidó nuestra pelea y rápidamente, se acercó a Rogelio sin dudarlo.

—¿Rogelio? —Le abofeteó levemente su mejilla—. ¡Coño, despierta!

Se hizo el silencio. Supuse que Giselle procesaba que su novio nunca despertaría. Le abrazó con fuerza minutos después, aunque en todo ese silencio, Alexander, mi subconsciente y yo no pudiéramos dejar de sonreír.

—Maldito mal nacido —gritó Giselle con odio y tartamudez—. Tú y ella.... tú y ella pagaran por lo que acaban de hacer.

Otro silencio alarmó la zona y sin previo aviso, sacó su pistola. Un abrumador y chirriante sonido se disparó de ella. No pude entender qué tan rápido había sido, pero el cuerpo de Alexander cayó finalmente al blanco piso.

Mi mundo se desmoronó. Aquella sangre que se había hervido desde que empezamos la pelea, salió de mí con furia y descontrol.

—¡Sufrirás tanto como yo! —Grito Giselle aún con su novio entre sus brazos—. Incluso si muero, te acordarás de este maldito día, hija de puta.

El silencio se prolongó por unos cuantos segundos. Giselle siguió acariciando al amor de su vida y yo aún estuve ahí, perpleja, sin saber por qué Alexander aún no se paraba del suelo.

«Levántate». Pedía sin control, pero por más veces que chillé en mi mente, nunca eso sucedió.

Me rompí cuando vi a Giselle llorar y comprender que debía hacer lo mismo. Todo esto había ocurrido por ser terca, por querer saber la verdad.

—¿Alex... ander? —Le llamé esperando su voz. Él era un le-kra, él no podía morir.

No me respondió.

Se encontraba ahí tirado en el suelo sin voltear a verme. Sumergiendo su linda cabeza sobre la nieve, sin moverse ni mirarme.

Me llevé las dos manos a mi rostro, ocultando tras ellas el rostro el cual estaba comenzando a tornarse débil y necesitado de aquel beso que siempre me había recatado de mis debilidades.

«No está muerto». Escuché dentro de mí, «pero si lo estuviera, no debería de interesarte.»

Cerré mis ojos con fuerza. A mi subconsciente le interesaba poco el hecho de que, la persona que yo amaba, se encontrara ahora sin responderme sobre el suelo albino.

«Deja al vampiro en el suelo... es hora de cumplir tu promesa.»

Accedí lentamente con mi cabeza, y aun reteniendo aquellas lágrimas que estaban por dispararse de mis ojos, me levanté del suelo dispuesta a terminar con todo esto. Tenía que dejar a Alexander una vez más y solo porque debía completar esta promesa que me estaba volviendo loca.

Caminé con dolor y pesadez hacia donde Giselle le daba el gran beso de despedida a su novio y, mirándonos una a la otra, supimos que esta última hora, sería la que lo decidiera todo.


________________________

Ya que al fin terminé Era vampirica, puedo regresar a editar mis historias y eso significa que habrá Colores oscuros de sobra este mes. Publicaré, ahora sin falta, cada dos días. (ya que falta poco para llegar al gran final de esta historia tambien). Gracias por todos los comentarios del capitulo anterior y muchísimas gracias por esperar esta novela que de mi parte, fue la que me transformó en lo que soy ahora.

-Nancy A. Cantú

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top