21. Pretender es difícil
Bajé de nuevo al patio con cólera, dispuesta a romper el piso con mis zapatos. Sabía que acababa de irme de aquel lugar hacía un par de minutos, pero no quería ver a Alexander por un buen rato.
No sabía por qué se portaba como un patán siempre que tenía la oportunidad, pero prefería estar con humanos que con vampiros.
Las pocas mascotas que se habían levantado tan tarde como yo, y que acaban de aparecer para cenar, no querían ni señalarme. Podía ver el terror en sus ojos, el miedo del saber que pasaría si chocaban conmigo por accidente.
«Esto es culpa de Alexander». Pensé al observar a una chica temblar por tener mis ojos puestos en ella. «¡¿Cómo puede ser posible que me enoje tanto por una persona tan tonta?!»
Suspiré intentando de esa manera tranquilizarme. Si seguía así, no sólo se me caería el cabello, sino que también perdería a quienes me rodeaban.
—¡Nicole! ¿Que haces aquí? Pensé que ibas a tu habitación. ¿Estás bien? —Rossette no se habia ido—. Pareces algo tensa.
—Me entretuve allá arriba.
—¿Qué pasó?
—Nada importante. —Escupí con cierta rabia—. Tan solo Alexander y sus estupideces.
Rossette río un poco nerviosa.
—No le he mencionado nada, no te preocupes.
La de cabello negro suspiró llena de alivio.
—Ya me habías asustado.
—Lo siento. —Intenté tranquilizarme—. Entonces, ¿qué hacemos?
—¡Ah! —Volvió a su verdadero yo—. Iba a acompañar a Cristina para cenar. No le gusta comer sola.
—Ya veo.
Sonreí ante su comentario. Era lindo de su parte que quisiera socializar con todos; pero al decir verdad, para mí era complicado. Cristie era demasiado feliz para mí, así que conectar con ella era algo difícil y más siendo que no tenía tanto tiempo aquí. Tres días no eran suficientes para aprenderme los nombres de todos, y mucho menos para conocerlos.
—Seguro que está acaramelada con Erick. Es una pareja muy linda.
—Supongo que sí, aunque son muy diferentes.
—¿¡Verdad que sí!? Cuando llegué, pensaba lo mismo que tú, aunque después de un tiempo, me di cuenta que los dos gemelos complementan muy bien a sus vampiros. Cristian y Ericka también son considerados como una pareja muy linda. Ella lo saca de su caparazón a veces.
Sonreí al no poder imaginarme a esa persona sonriendo. En la fiesta, Cristian había estado callado todo el tiempo. Cristina y Ericka habían hablado demasiado y Jacob, bueno... Jacob había estado al lado de la vampira rubia de ojos azules. ¿María, era?
—Vas a ver qué luego de un par de días, vas a conocer todos los chismes que rondan en el patio. —Rossette aplaudió para si—. Es muy divertido estar aquí a estas horas. A veces, uno escucha cosas.
Le miré detenidamente. Rossette era una persona muy linda, pero en el fondo sabía que se alimentaba del cotilleo. ¿Pero como juzgarla? No había mucho que hacer si eras propiedad de alguien. ¿Alguna vez habrá hecho otra cosa que no fuera venir al patio y luego dormir en el sótano?
—¡Mira! Ahí viene Cristie.
Vi como saludó de lejos a la chica de ojos lilas. Cristie, como si fuera el recreo, llegó dando brincos de alegría.
—¡Hola, Nicole! ¡Hola, Rossette! ¡Que bueno que me esperaron, tengo tanta hambre que podría comerme una ballena!
Sonreí mientras dejaba de pensar en lo que antes me había revuelto el estómago y caminé entonces junto con ellas al lugar donde más mascotas servían la comida. No me había dado cuenta al inicio, pero al parecer las mascotas públicas hacían de servidumbre. Lo pude notar al verlas picoteadas por todos lados y con una mirada sombría a lo lejos mientras servían y limpiaban las mesas.
Temblé un poco al saberme cerca de aquello. La escena del vampiro de los ojos rosas se disparó en mi mente como un rayo. Me sentí nauseabunda. Saber que si Alexander no hubiera estado ahí, posiblemente yo estaría cocinando para los demás, me hacia horrorizarme, pero ¿por qué todos lo veían como algo normal, tan común?
La conversación de las chicas risueñas a mi costado se hizo muy lejana. Me perdí de nuevo en mis pensamientos. Me agarré la muñeca tratando de tranquilizarme. Este mundo de mascotas y vampiros era demasiado para mí.
—¿Verdad, Nicole?
Volví a la realidad.
—¿Perdón?
—Te preguntaba que si están enamorados —Cristie me habló, sabiendo que no le había puesto atención.
—Eh... sí, claro.
—¡Te lo dije! —Chilló de emoción Rosette—. Fue tan romántico...
—Me hubiera encantado que Erick dijera lo mismo en mí noche de iniciación. Todo en si fue perfecto.
—Matthew fue romántico, pero no tanto como Alexander. —comentó Rossette emocionada.
—¡Sí, aún recuerdo cuando Matthew te tomó de la cintura y soltó al aire que te iba a amar toda la eternidad!
—Aún recuerdo cuando lo conocí por primera vez. —Rossette suspiró enamorada—. Ahí, con el rostro mojada y los cabellos escurriendome agua en la cara. Su sonrisa, su mano ayudándome a levantarme...
Imaginé la escena. Un basurero. La noche. La lluvia. Seguro que había sido una experiencia dolorosamente inolvidable.
—Lo amas, ¿verdad? —Pregunté.
Verla sonrojarse me hizo sentir un poco de envidia. Mi historia había sido más triste y simple. Alexander no era como ellas creían y no había amor de por medio. Él lo había dejado muy claro la noche anterior. A mí solo me usaban para complacer a sus padres y seguramente para evitar que lo molestaran.
—Creo que con todo mi corazón.
Le regalé una media sonrisa, signo de unos celos que no podía explicar. No sabía por qué me dolía el estómago al pensar que solo fingía algo que no podía ser; que las usaba de alguna manera para irme pronto de aquí. Me sentí axficiada. No era más que una simple hipócrita.
Apreté mi mandíbula al pensar en aquello último. ¿Qué harían cuando no me vieran bajar al patio? ¿Qué dirían cuando desapareciera de sus vidas?
—¿Por qué tan triste? —Cristie me tomó por los hombros, sacándome de mis pensamientos.
—Nada, nada. —Agité mis brazos—. Anda, vamos a hacer fila.
—Nosotras podemos saltárnosla, ¿sabes? —Comentó Rossette, guiñándome el ojo.
—¿A sí?
—Sí, recuerda que somos mascotas especiales.
Cierto. ¿Por qué se me olvidaba tan seguido de aquello? Aunque la de los ojos verdes me lo hubiese explicado cuando había llegado a la mansión, el comprender que muchos me tenían respeto por ser mascota de Alexander simplemente no me cuadraba.
No podía entender que separasen a las mascotas por rangos y que, entre ellas, yo fuera la líder de todos. Era como si fuéramos caudillos del mundo animal domesticado.
Teníamos privilegios que iban desde la comida hasta los lugares a los cuales podíamos visitar dentro de la mansión.
No nos teníamos que preocupar por la limpieza, la seguridad y el alimento; y era claro que toda mascota, que no fuéramos nosotros, ansiaban convertirse en gente cercana para conseguir migajas de las facultades que nos daban nuestros vampiros.
Se podía notar en la fila para la comida, ya que todos se movían sin molestarse de que nos saltábamos las normas; inclusive algunos sonreían con timidez.
Podía jurar que muchos tenían la misma hambre que Cristina, pero más adelante estaba Jacob con Cristian tomando sus alimentos sin importarles en lo más mínimo que mucha gente estaba formada desde hacía ya algunos minutos.
—Tu estás al frente. —Comenzó Rossette mientras seguíamos esperando—. Luego vendría yo, luego Jacob y al final van Cristian y Cristie. Sophie sería la sexta, ella era la última mascota que se había unido antes de que llegarás.
—¿Sophie?
—Sí, es la pelirroja. —Señaló sutilmente la mesa que yacía adjunta a la de nosotras.
—¡Ah! ¿La que parece aborrecerme con la mirada?
—Le quitaste su puesto, Nicole —Susurró Cristina—. Ella ya no puede estar en nuestra mesa al tener sólo cinco asientos.
Supliqué para que esto no me trajera problemas en el futuro. Entendí, con lo poco que me habían explicado, que Sophie se había quedado sin muchos beneficios.
—Tampoco es mi culpa, ¿o sí?
—Técnicamente sí, pero no te preocupes. Esto iba a pasar en algún momento. Tener el quinto puesto es prácticamente pender de un hilo —terminó por decir Cristina, tomando su bandeja de hierro y ordenando su cena.
No dije nada más. ¿Sophie volvería a su puesto si me iba, no? Intenté sonar positiva. Al menos alguien estaría feliz cuando me fuera. Suspiré mientras veía mis uñas con nerviosismo. Tal vez debería de no ser tan amistosa, no entablar más conversaciones para no dañar sus sentimientos.
—¿A poco es ella?
—¡Mira que linda es!
Volteé hacia el frente. Dos pequeñas niñas de ojos oscuros y cabellos marrones me miraban con éxtasi. ¿Qué les ocurria?
—¿Tienes hambre? —Una de ellas se atrevió a hablarme con una tímida voz—. Si quieres, te podemos dar nuestro lugar.
—¡Sí, igual yo!
—¿Qué? —Me sonrojé casi de inmediato—. No, no... ya cené. Gracias.
Las chicas se desanimaron, pero de igual manera me hablaron entre susurros y sonrisas. No entendía por qué tanta emoción por verme. Tan sólo era una mujer de diecisiete años. Eso era todo. No tenía nada de especial.
—¡Nicole! Qué agradable sorpresa. ¿Cómo amaneciste esta bonita tarde?
Volteé hacia el frente. Fue algo interesante ver a Clara haciendo de cocinera ahora. ¿No se suponía que era una protegida del padre de Alexander? ¿Estaba haciendo trabajo comunitario?
—Ah... bien, ¿supongo?
Clara me sonrió.
—Anda Nicole, toma tu macarrón con queso. Sospecho que te mueres de hambre.
—Yo, yo ya comí antes. Gracias. —solté extrañada ante el gesto, pero agradecí de todas formas.
—¿Puedo tener su porción? ¿¡Por fis!? — Cristina pidió. Clara no pudo evitar sonreír antes de darle un plato extra.
Nos marchamos a la mesa después de una conversación pequeña y algunos cuantos ojos acechando mi cuello.
No sabía por qué pero por dónde mirase, sentía que estaban hablando de mi y yo no estaba acostumbrada a ser el centro de atención. Me sentí muy incómoda.
Traté de restarle importancia cuando vimos en la mesa dorada a Jacob y Cristian comiendo en silencio.
—Tardaron en llegar —soltó éste primero, sin mirarme.
—Nicole aún no se acostumbra —Rossette habló tras de mí.
—Pronto lo hará —comentó Cristian con una mirada solitaria, a un lado de su hermana.
—No voy a acostumbrarme a esto, nunca —dije, mientras me sentaba con un mal gesto en la cara.
—¿Qué tienes, Nicole? ¿Te sientes mal? ¿Te duele el estómago? ¿Quieres ir al baño? ¿Te duelen los riñones?
—¿Ri... riñones? —Miré con lío a una Cristina hiperactiva—. ¿Por qué me deberían de doler los riñones?
—Déjala, no sabe del cuerpo humano.
Pegué una sonrisa al escuchar a Jacob quejarse de los malísimos conocimientos de la hermana de Cristian. Aunque quería negarlo, era divertido estar entre ellos.
—Para tu información, estudiaba para ser médico —soltó de pronto la de los ojos lilas.
—¿Médico? —Me sorprendió el comentario.
—Sí, amo las series de las ciencias de la salud. La forma en que operan y las viceras salen de los cuerpos. Es tan... especial.
Mis ojos se salieron de sus orbitas. Cristina era más rara que Alexander.
—¿Por que la cara larga? ¿Necesitas que te operen?
—No Cristina, estoy bien. —Me alejé un poco de ella—. Es solo que parece que todos me miran extraño hoy.
—Es por lo que paso ayer —soltó Rossette mientras comía—. Todos te han visto en la ceremonia de iniciación.
—Alexander fue todo un galán—dijo Christie emocionada—. ¿No les pareció perfecto, chicos?
Palidecí al escuchar aquellas palabras. Ese maldito de Alexander y su maldita actuación me estaban trayendo más problemas de los que creía. Esa dulce y tierna mordida que me había dado iba a ser tema de conversación para largo. Suspiré ciertamente molesta. El hecho que todos pensasen que éramos dos enamorados amantes y que todo marchaba viento en popa, realmente me hacía sentir demencia.
Me levanté en seco del asiento.
—Saben qué, creo que olvidé decirle algo a Alexander antes de bajar.
Cristie sonrió feliz. Rossette no dijo nada, pero mientras caminaba hacia la puerta, pude ver las sonrisas curiosas de todos.
Mi rostro se hizo más neutro y fue entonces cuando todos dejaron de mirarme. Una vez más estaba sacudiendo el suelo, reflejando terror al caminar. Nadie se atrevió a mirarme una vez más.
Salí del patio sin despedirme y, entrando en el comedor, seguí caminando con la frente en alto.
Uno que otro vampiro se atrevió a poner los ojos sobre mí. Era desagradable ver el deseo en sus labios y sus dientes. Todo esto era su culpa. Los engendros me miraban deseosos por mi cuerpo, pero al ver mi maltrecha mirada, sus anhelos se ahuyentaban. Estaba muy molesta. Necesitaba desquitarme con Alexander, él era el único que podría escuchar mis quejas ahora.
Subí las escaleras tan rápido como pude, deseando llegar cuanto antes a su alcoba. Enfrentarle, terminar con esto y aislarme en mi mundo oscuro.
No deseaba pelearme tampoco, pero es que nadie me entendía. Quería finalizar con ese capítulo lo antes posible para que todos entendieran que no existía tal amor que Alex había soltado en la ceremonia.
¡Era patético! ¿Amarme a primera vista? ¿¡Cómo habían caído todos en eso!? Alexander era vanidoso, ¿cómo podría él amar a alguien? Suspiré echa una furia al llegar frente a la puerta de su habitación, sin saber realmente que estaba a punto de llorar. Era triste que me hubiese usado de esa forma. Era horrible que me hubiese destruido la vida sólo para que él estuviera a gusto.
Recé para que no estuviese desnudo o dormido y, girando la perilla, entré de un solo golpe. Sin embargo, no estaba en la habitación.
Por un lado, me sentía bien; pero por el otro, había un dolor en mi pecho que me hacía querer derrumbarme. No me entendía tampoco. Lo odiaba, pero no me gustaba que me ignorase. Era como si mi corazón estuviera gritando para que me escucharán. Era él único que sabía la verdad, así que era el único con el que podía desahogarme. Era extraño. Quería estar sola, pero no me gustaba tampoco que invalidara mis sentimientos de esa forma.
Cerré la puerta con la cabeza cabizbaja, sin entender el caos que revolvía la mente. Respiré más calmada al pasar los minutos y, sin importarme si recibía un regaño, me eché en la cama como zombi. Mis cabellos castaños se esparcieron por ella y, mirando hacia el ventanal gigante, pude ver la luna observarme.
¿Por qué parecía tenerme lástima?
Mordí mis labios al recordar las palabras de Alexander en la ceremonia. ¿Por qué ansiaba tanto que fuese verdad? ¿Le odiaba o no? ¿Por qué me sentía tan triste? Respiré profundamente, mientras escondía con mis brazos, la mirada.
Pretender sería muy difícil a partir de ahora.
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