7. Sexto año

Cantamos frente al pastel. La voz de Clara, Rosse, Blake e incluso de las demás mascotas, se hicieron presentes cuando a Max le brillaron los ojitos por la torta de fresa que le esperaba frente a él. Hoy cumplía tres años y no había parado de brincar por toda la casa por ello. Se emocionaba siempre que llegaba el invierno porque, según yo le contaba, su padre vendría en esas temporadas del año.

¿Qué le diría al final del día? ¿Cómo se tomaría la noticia? Su padre no vendría este año o el que seguía de este seguramente. Para empezar, ¿regresaría algún día? Apreté mi mandíbula al escuchar aplausos y chillidos de alegría a nuestro alrededor. Los vampiros, que si bien no los había dejado entrar, estaban mirando desde las ventanas con más deseo del usual. Respiré con fuerza poniéndome nerviosa. Era una mamá paranoica.

Max juntó sus manitas como le indicaba Diana para justo después cerrar sus ojitos y pedir su deseo anual. 

—Sopla las velitas, Max —solté a su lado con una sonrisa.

Mi pequeño hijo me miró regalándome una tierna mirada. Eso me hizo besarle la frente y acariciarle un poco el cabello. Era algo triste que volviese a pedir el mismo deseo del año pasado sabiendo que tal vez no se cumpliría de nuevo.

Escuchamos todos como soplaba de repente y el humo grisáceo de las tres velas inundó levemente la habitación. Todos aplaudieron con júbilo y alegría al ser los invitados de la primera, pero pequeña fiesta pública del heredero de la gran mansión Maximus.

«Gracias por dejarnos ir», había escuchado de muchos un día antes. ¿Por qué se alborotaban por un cumpleaños? Tal vez había sido bárbaro de mi parte por no celebrarlo como se debía en sus primeros dos años de vida, pero Max ya podía jugar, entender, recordar, hablar y lo más importante de todo, comer otra cosa que no fuera sangre de biberón. Eso último era lo que me había dejado descansar un poco de los ataques terroristas de los vampiros de la casa.

—¿Qué pediste como deseo?

—Rosse, es un secreto —respondió el cumpleañero.

—¿Un secreto, eh?

—¡Sip! Un secretotototote.

—¿Me lo contaras a mi, campeón?

—No, tío Blake —soltó mirando a su costado—. ¿Kelly no vendrá a mi fiesta?

Dejé de sonreír. Todos me separaron de la sociedad. Blake cargaba a mi niño mientras le hacía reírse y Rosse lo incitaba a abrir los regalos. Tragué saliva sabiendo que era una locura, pero en ese momento, me sentí realmente desplazada.

Me senté en uno de los sillones mientras lo observaba reírse y romper una de las envolturas de las cajas que habían traído Clara y compañía. Parpadeé tratando de controlar mis celos, pero dejé entonces al aire, mi calculadora y fría mirada azul que hizo que solo algunos extras miraran a verme.

¿Qué? ¿Tan profunda era mi mirada? Vi sudar a algunas mujeres, y a algunos hombres acomodarse su corbata. ¿Querían decirme algo? Apoyé mi barbilla sobre mis manos y mordí un poco mis dedos. Quería arrancarles los brazos a todos..., deseaba que lo dejasen de tocar.

Respiré profundamente intentando así controlarme. La otra Nicole no me ayudaba mucho tampoco. Se reía dentro de mí, soltaba lo divertido que sería la escena.

«Hay que enseñarle a Max el cómo comportarse». Había dicho. «Los le-kras deben ser temidos, ¿o no?»

Parpadeé algo cansada por los comentarios de mi otra yo. Tener a alguien dentro de mí era fastidioso, pero no podía hacer mucho. Me tapé la cara con mis manos, tratando de tomar control en mi cabeza.

«Pero a mí me encanta estar aquí», le escuché decir de nuevo. «¿Quieres ver qué puedo hacer en esta...?»

De pronto, sentí un pitido en mis orejas. ¿Otra vez ese dolor de cabeza? Le hablé a esa otra Nicole exigiéndole que continuara pero al armarse un silencio algo abrumador, levanté la mirada mareada. Lo que pasó frente a mí me dejó sin habla. La piel de mi hijo se hizo grisácea de repente, el lindo traje rojo de Diana se hizo negro, los ojos de Rossette perdieron vida. Una ceja se vio levantada en mi rostro, confundida. Giré mí mirada entorno a la habitación. Toda perdía brillo.

¿Qué pasaba ahora?

Me sujeté la cabeza de nuevo y traté de llamarla de nuevo. «¿Qué está pasando?», le pregunté. Su voz se escuchaba lejana e interrumpida. Me tallé los ojos con delicadeza y cerré los ojos tratando de volver a la normalidad.

—Mami, ¿estás bien? —La voz de Max me hizo volver al planeta, con los colores incluidos y la voz de esa Nicole gritándome a un lado.

—Estoy bien, Max —solté con una sonrisa fingida al ver como los colores se volvían a despintar—. Sigue abriendo tus regalos... mami irá por el suyo a la habitación.

Mi hijo sonrío y entonces su vista volvió una vez más hacia las cajas llenas de colores vivos y chillantes, que yo, por alguna extraña razón, ahora veía en tonos pasteles.

Me alejé con todo un aire de grandeza, pero cuando di un paso en las escaleras solitarias, terminé moviéndome con torpeza y lentitud. Intentaba calmarme para mantener una actitud fuerte. No podía mostrarme débil, no ahora. Subí al segundo piso algo mareada sintiendo como algunas miradas de algunos vampiros me observaban con deseo e interés.

«¿Qué está... pasando, Nicole?», le pregunté de nuevo. Esto no era normal, ya no podía escuchar más esa voz molesta que me había acompañado por tanto tiempo en mi soledad.

Sentí otra punzada en mi cabeza. Respiré con fuerza tratando de llegar cuanto antes a mi habitación. Subí más escaleras y caminé deprisa. Por alguna razón, pensaba que esa habitación oscura era mi solución.

Pero cuando llegué y me encerré, todo fue de mal en peor. Los tonos azulados de las paredes ya eran negros y las cosas estaban en tonos grises. Mi equilibrio sosegó ante los sucesos y no pude evitar caer de rodillas al suelo. Me tomé la cabeza y cerré los ojos.

No de nuevo esos colores. No quería ver el negro de nuevo.

—¿Estás bien?

Giré mis ojos hacia el encuentro de aquella voz. La Kelly brillante y de hermoso cabello color plateado era simplemente una mujer sin color que sostenía entre sus manos un regalo gris.

—Tus ojos... ¿te encuentras bien? —soltó tambaleante.

Miré mis manos sin entender que estaba pasando. Corrí hacia el baño y lo que pude ver me dejó boquiabierta. Cómo hace mucho tiempo, me pude ver a colores pero mis ojos, esos que habían tenido un color tan precioso que me recordaba a él, ahora eran de un color tan café como el chocolate; tan cafés como lo habían sido hacía ya un buen tiempo... cuando yo aún era una le-kra dormida en un cuerpo pequeño.

—¿Qué te está pasando? —Sentí el roce de sus manos en mi espalda.

Me derrumbé.

—No lo sé —chillé—. No puedo... no puedo ver bien.

—¿De qué estas...?

—¡No lo sé! —Grité, siendo consciente de que ella no tenía la culpa—. Me había pasado hace dos días, pero nunca de esta forma. ¡Dios, qué está pasando!

«Culpa... sangre... colores», escuché de repente en un eco con una risa ahogada en el fondo. «Al fin saldré».

Me quedé ida por un segundo. ¿Me estaba muriendo? Sentí frío, un frío idéntico al de aquella vez cuando el clavo había dejado un agujero en mi cabeza. Comencé a temblar y sentir aquella extraña atracción que me hacía querer cerrar los ojos. Tragué saliva mirando entonces a Kelly que estaba aún a mi lado temblando como gelatina.

—¿Qué está pasando? ¿Qué hago? ¿¡Voy por ayuda!?

Me tomé del pecho con cierto dolor.

—Sal del cuarto...

—¡Pero mira cómo estás! ¿Cómo podría...? —Dejó de hablar al ver, seguramente, como la miraba. Ojos rojos, respiración acelerada—. ¡Sangre! Necesitas sangre.

—Kelly, no es un buen momento para... —Ahora fui yo quien dejó de hablar. Su más delicado y rojo olor había apestado la habitación. La rubia se había mordido el dedo casi por inercia y una gota de sangre había sido más que necesario para hacerme perder el control.

—Toma —soltó mientras me acercaba su mano a la boca.

—Solo... solo un poco. —dije metiéndome su dedo a mi boca y recibiendo entonces una sangre con sabor a fresa.





.

En silencio, terminé de ponerle una venda a quién me había salvado de un gran aprieto. Kelly respiraba profundamente, seguramente presa del sentimiento de un mareo próximo o de las ganas de irse a la cama. No sabía cómo agradecerle aquello que había hecho por mí. Aún tenía hambre, pero su sangre me había regresado un poco los colores a mis ojos.

—Kelly... yo.

—No le digas a Blake que hice esto... se enojará mucho conmigo.

Bajé la cabeza un poco, sonriendo a pesar de que lo que había hecho, era una clase de infidelidad.

—Gracias por hacer esto.

—Debía hacerlo —soltó mientras tomaba mis manos y me hacía verla—. Tú me has ayudado mucho en este año.

—No hice mucho. —Sonreí débilmente.

—Hiciste que Blake diera el primer paso. Si no fuera por ti, yo estaría aún lavando baños y siendo insultada por mi jefe.

—Él iba a ir por ti aunque yo no le dijese nada. ¿Sabes? Él realmente te ama. Yo solo le di un empujón.

Rió cansada.

—¿Un poco? Pero si tú fuiste la que nos hizo quedar en una cita a ciegas el verano pasado.

—Ya me tenía loca con tanto: "Kelly esto y Kelly aquello".

La rubia volvió a reírse, esta vez con más fuerza y vida.

—Kelly, necesito que me hagas un gran favor. —susurré al dejar de escucharla reír—. Nadie debe enterarse de esto. No quiero que se preocupen por mí, ¿entiendes?

La rubia movió su cabeza de arriba abajo sabiendo que no podía decirle a nadie que yo estaba cada día a punto de morirme.

—Debes prometerme que irás de caza, al menos. Blake dice que los animales son buenos para controlar, un poco, el hambre.

—Sí, creo que tienes razón. Empezaré a comer otra vez.

—Bien, iré a mi cuarto a descansar un poco.

—Gracias de nuevo, Kelly.

Me sonrió en silencio antes de cerrar la puerta de mi cuarto y dejarme una vez más sola, pero esta vez, más tranquila que antes. Ya no me dolía el pecho y los pitidos ya no eran tan fuertes. Mis ojos habían vuelto a ser de aquel hermoso color azul que me enamoraban cada día que los veía. Me eché en la cama para descansar un poco antes de tener que volver a bajar.

¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Diez minutos?

Cerré los ojos sabiendo que no iba a poder parar con solo un poco de sangre. Al finalizar la fiesta de Max, me iría de caza toda la noche. 

«Quería salir», la escuché decir molesta. Quise deshacerme de su voz. «¿Qué no lo entiendes? Ella está cerca».

Apreté mi dentadura con cierta seriedad, pensando en lo que ella acababa de decir. ¿A quién se refería? ¿Quién era ella?

«Ella viene y debe morir».

—¿De qué mujer hablas?

«Ella debe morir».

¿Por qué era tan difícil hablar conmigo misma? Gruñí por debajo antes de pararme de la cama. A veces no podía entenderme. ¿Qué misión tenía ahora por cumplir? ¿A quién debíamos matar ahora? Ya los Black no existían. Todo se había terminado, ¿o no? 

«No sabes de qué hablas».

—Si me contaras, podría cooperar.

«No te necesito», soltó de nuevo enojada. «Solo debo esperar a que te vuelvas a morir de hambre y seré libre. Tal vez no será hoy o mañana, pero ya verás que saldré».

—Me aseguraré de nunca morir, ¿oíste? —Susurré antes de tomar el juguete de acción envuelto en una caja roja—. Así no podrás volver a salir.

«¿Esto es una amenaza?»

—Es un aviso.

Salí del cuarto hecha una furia. Llegué casi volando hacia el comedor. Aquella plática me había dejado inestable, pero no podía arruinarle el cumpleaños a mi hijo que, al verme entrar de nuevo, dejó de llorar en medio de un círculo de personas que trataban de calmarlo.

—¿Qué ha pasado aquí? —solté dispersando mi furia a los presentes.

—No lo sabemos. —Rosse se irguió temerosa al verme cargar a mi hijo—. Se ha puesto a llorar tras ver por la ventana.

Levanté una ceja en señal de extrañez. Max nunca lloraba por cosas como esas.

—¿Qué te paso, cariño? —pregunté al separarlo un poco de mi pecho.

—Él estaba otra vez ahí, mami.

Todos se quedaron callados ante la declaración. Mis manos me temblaron por lo que acababa de decir, ¿sería posible que fuera... Alexander?

—Pensé que me iba a dejar en paz en mi cumpleaños.

—¿Cómo era, Max?

—Tenía los ojos muy rojos...

Deseché la teoría de que Alexander estaba de regreso. ¿Qué maldito vampiro de esta maldita casa había osado en asustar a Max? Volteé hacia atrás convertida en un monstruo. Rosse y los demás temblaron ante mi helada mirada.

—¿Quién se ha atrevido? —Solté poniendo mis ojos tan rojos como la sangre que acababa de comer—. ¿Quién de ustedes le ha jugado esta broma pesada a mi hijo?

Nadie dijo ni una sola palabra. Max se apoyó en mi pecho y siguió derribando lágrimas en mi piel pálida. Dejé que mi niño hiciera lo que quería antes de comenzar a moverme. Nadie más iba a verlo, jamás. Esto había sido un error y ya estaba harta de tener que soportar las consecuencias de los descuidos. Los disgustos de esta casa me estaban volviendo loca.

Me dirigí hacia afuera del comedor. Estaba enfurecida conmigo misma por dejar solo a Max, estaba enojada con la otra Nicole, por no decirme absolutamente nada de lo que pensaba; con Blake, por no cuidar de mi hijo y con todas las mascotas que me miraban como si pudiesen pisotearme con palabras de consuelo o disculpas.

¡Harta!

Max se calmó camino a nuestro cuarto. Me encerré con él de nuevo tratando de apaciguarlo con palabras tiernas y amorosas.

—No era nadie, cariño —volví a decirle.

—Es que siempre me ve por la ventana, mami —dijo acomodándose en mi lecho—. Tengo miedo.

Le acaricié el cabello sin saber que decirle. ¿Qué o quién era lo que lo asustaba tanto? Comencé a hablar de cosas arbitrarías para hacerle olvidar el mal suceso; sobre qué le habían regalado en la fiesta o cuál había sido su presente favorito. Cualquier cosa.

Al cabo de un rato y al ser solo un niño, terminó jugando en el piso con el juguete de acción con traje rojo que yo le había dado.

—¿Se parece a mi papi? —Preguntó de pronto.

—Sí, cariño. Es idéntico a tu papi.

—¿Nos salvará del hombre malo?

—Sí, mi amor. Él nos salvará del hombre malo.


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Me he tardado más de lo que había pensando en subir este capitulo pero es porque la historia toma, a partir de este punto, una dirección diferente al que tenía antes. Tuve que borrar, rehacer y pensar algunas cosas para poder dejar la historia bien descrita al final.

Estaré, igualmente, algo desconectada porque soy Jueza en el concurso de Nozomi y tengo que calificar antes de que sea 11 de julio. (Prometo, si soy rápida, subir algo la proxima semana)

Espero que les guste mucho la historia, un beso ENORME! <3

Gracias por todos los comentarios, he contestado solo los que tenían preguntas para no aumentar el spam en la historia.

-Nancy A. Cantú

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