4. Tercer año
—Se está abriendo paso...
—¡Me duele! —Chillé—. ¡Me está abriendo el estómago!
—Respira. Deja que termine. Grita todo lo que quieras.
Diciembre.
Curiosamente, ese fue el mes en que mi querido Max nació. Nació el mismo día que maté a Giselle Black y el mismo día cuando mi vida amorosa se terminó; el día en que Alexander se fue.
Cuando sentí las primeras pulsadas en mi barriga, tres años después de su gran partida, traté de evitarlo... de que naciera después.
Fui una ilusa.
Nunca me hubiera imaginado que Max se comería mis intestinos y me abriría el vientre con sus finos dientitos. Nunca había contemplado el gran dolor que significaba tener un hijo y de lo grotesco que se vería tener un recién nacido saliendo de mi abultado abdomen.
.
—Creo que estoy embarazada, Clara —dije, a la vez que me tocaba el estomago con cierta felicidad postrada en mi cama.
—¿Qué? ¿En serio?
—Eso creo.
Mi amiga se acercó a mí con una gran sonrisa y me abrazó casi sin pensarlo. Sentí un peso muy muerto caer al piso, esa emoción de sentirme sola estaba bastante lejos ahora.
—¿Tienes hambre? ¿Mareos? ¿Antojos?
El silencio me embriagó de pronto y fue hasta ese entonces que entendí por qué me sentía tan cansada y adolorida de los pies. Era una sensación como de inflamación constante y ciertamente, no me gustaba del todo pero no podía quejarme.
—No, no tengo hambre —le sonreí antes de separarme de ella—. Iré a mi cuarto a descansar, gracias por venir.
Recuerdo que desde aquel día fui la sensación de toda la casa. El rumor se espació de la boca de Clara y fue entonces que noche tras noche, gente desconocida tocaba a la puerta para darme regalos o palabras de dicha y felicidad. Los primeros fueron mis suegros, aquellos que me mimaron demasiado al saberme preñada de su amado hijo.
Natalia Maximus se convirtió en una madre para mí entonces. Me enseñó a leer e inclusive a escribir. Me cuidaba cada que podía y chillaba cual niña cuando estaba junto a mí para enseñarme a tejer zapatillas o gorros de color amarillo.
—No sabemos qué género es, pero más vale empezar ya —me había dicho. Y vaya que no estaba en un error. El bebé que yo esperaba crecía lentamente dentro de mí y aunque el doctor Collins había hecho cuantas ecografías pudo, el bebé simplemente no se dejaba mostrar.
Todo fue amarillo entonces. Desde los zapatos hasta los biberones. Inclusive el cuarto que Natalia, emocionada por haberle dado el derecho de la decoración, había escogido para él. Era un tanto grande, espacioso y lo mejor de todo, que estaba a un lado de mi habitación.
Mi suegra había hecho lo impensable e inclusive había construido una cuna con sus propias manos. Me había dicho que estaba tan aburrida en sus quehaceres, que le había creado un sinfín de juguetes que esperaba que le gustasen para cuando naciera.
Debo decir que me sentí querida, cuidada y sin lugar a dudas, acompañada. La soledad que tanto me había embriagado quedó a un lado y otro invierno pasó frente a mí sin su llegada. Rápido, pero en conjunto de quienes me mimaban a diario, me hicieron olvidarme por un momento de que él no había podido llegar de nuevo.
Dos años habían pasado volando y estar a mitad del otoño, no me ayudaba en nada. Algunas veces llegué a pensar que se habían equivocado, que toda esa gente que estaba en mi cuarto, tejiendo, dándome abrazos y regalos, no eran más que un engaño para que yo ya no llorara y le abriera las puertas al mundo; pero mi barriga abultada me hacía sonreír casi todos los días al saber que mi bebé no era una mentira.
Todo era cuestión de tiempo. Tenía una idea loca de que él llegase antes del invierno, que estuviese conmigo en los últimos momentos de mi embarazo y me tomase la mano cuando trajese al mundo a la criaturita que aún no tenía nombre, pero que yo inconscientemente amaba.
—¡Pero el verde también puede ser para ambos géneros! —Rossette había soltado de pronto—. Deberíamos hacer más ropa de otro color.
—Yo creo que deberíamos también hacer vestidos rosas y chalecos azules... tener algunos ya hechos para cuando llegue —opinó Clara mientras tejía.
—¿No creen que se están adelantando?
—Querida, no sabemos cuándo llegará. —Mi suegra soltó aquella con una tierna sonrisa—. Puede ser hoy, mañana o inclusive en un mes. Mi Alex llegó de un día a otro, el pillín arruinó mis vacaciones de verano.
—¿Cuánto tardó su embarazo? —Pregunté ciertamente interesada.
—Un año y siete meses —contestó tocándose el estómago—. Aún creo que mi nieto ya se ha tardado bastante.
—¿Llevas casi dos años y medio, verdad? —Clara preguntó inocentemente.
—Creo que está esperando a su padre —solté mientras me tocaba mi estómago hinchado—. No sería lindo que Alexander llegase el mismo día...
Todas hicieron un largo silencio que fue interrumpido por Natalia, con una risa que me hizo voltear a verla.
—No creo que sea eso posible, querida. Alexander llegará en dos o tres años según me dijo su padre.
Escuché su risa de fondo mientras me quedaba procesando lo que me acababa de decir. ¿Dos años más?
—¿Perdón?
—¿No te lo dijo Williams?
Algo se rompió otra vez. Parpadeé intentando controlar mi ola de emociones. Tragué saliva tratando de humedecer mi garganta repentinamente seca. Respiré con un poco más de fuerza y entonces lo dejé ir en un suspiro que solo yo pude escuchar.
—Necesito ir al jardín, tomar un poco de aire fresco.
Clara se paró alarmada.
—¿Vómitos de nuevo?
—Estoy bien.
Salí sin esperarlas. Me quedé solo un segundo frente a la puerta de madera y fue entonces cuando sentí un nudo en la garganta difícil de deshacer con saliva. ¿Dos años? ¿Por qué? ¿¡Por qué nunca me lo habían dicho!? Mis manos me temblaron y conforme el tiempo pasó, supe que no podía permanecer esperando sentada dos largos y eternos años.
Debía salir a buscarlo y nadie me detendría.
Corrí sin mirar a nadie ni detenerme cuando decían mi nombre. Bajé las escaleras, abrí las grandes puertas de caoba y seguí caminando inclusive y aunque el olor a pino recién mojado me hiciese querer vomitar en verdad.
Cuando di a las afueras de la gran mansión, justo frente al gran portón que imponía, en una placa dorada, el nombre de la familia Maximus, me sentí humillada, burlada y ciertamente, sola. Sola porque no tenía un hombro de donde apoyarme; porque no estaba un Alexander que me levantase del suelo, me hiciese caminar con él en su pecho y me besase cuando quisiese llorar.
Tenía miedo a traer a un niño al mundo sin su compañía y ser una madre soltera que nunca pudo casarse. El pánico me embriagaba cada que pensaba en que podía quedarme sola y él nunca volviese para abrazarme.
Las primeras lágrimas se soltaron de mis ojos con aquello en mente y dejé que la oscuridad me tragara. Caminé sin saber cuánto y llegué lejos, más lejos de lo que hubiese deseado. Aquellos conocidos y sangrientos árboles me rodearon y un baile de hojas sueltas cayó a mis costados.
¿Se acordarían de mí... de lo que había hecho hace dos años ahí?
Lloré en silencio intentando de aquella manera consolarme. Pensar en aquella noche realmente me dolía y ahora, más que nunca, pensaba que aquel dolor volvería. ¿Hace cuanto que no había llorado? ¿Días? ¿Meses? Me toqué la barriga sabiendo que él no tenía la culpa, pero no pude evitarlo.
Me dejé caer devastada al suelo, sabiendo que aquella noche me rompería en mil pedazos hasta que no lo viese de nuevo a mi lado.
¿Serían solo dos años? ¿Solo dos y ya? Me abracé a mi misma sabiendo que lo tendría sola. Traería a nuestro hijo realmente sola.
—Él no va a poder llegar a verte. —Le intenté sonreír—. Lo siento.
Mi sonrisa desapareció y entonces volví a romper en lágrimas cuando no supe que más hacer. Me tapé la cara con mis manos intentando que solo yo pudiera escuchar todas esas preguntas que mi corazón soltaba al tiempo en que se volvía a romper
«¿Dónde estás? ¿Por qué me dejas sola? ¿Por qué no has vuelto?»
—Nicole...
Abrí los ojos con sorpresa y volteé hacia atrás. Fue entonces cuando observé esa silueta a lo lejos, parada ahí, nada más observándome. Parpadeé varias veces, intentando descifrar quién era. ¿Podría ser quién yo pensaba? Me paré del suelo con desesperación pero por alguna razón, mis pies no se movieron.
Me quedé estática, mirándolo de la misma forma en que él lo hacía. Observando, desde la distancia, como aquella silueta alta, negra y delgada, me sonreía de entre los árboles.
Tres... cinco... diez minutos. No fueron muchos para que aquella silueta, que al principio me había dejado estática, me hiciese temblar y caminar con cierta desesperación. Sin pensar y sin miramientos, mis piernas cobraron velocidad. La figura volvió a sonreírme y cuando pensé que estaba soñando, pude ver aquel par de ojos que eran idénticos a los míos de entre los árboles.
—¿Alex?
Una lágrima volvió a recorrer mi mejilla. ¡Era él! ¡Lo sabía!
—Alexan...
Algo me tomó del brazo con fuerza. Me volteé hacia atrás queriendo saber que era lo que me impedía seguir adelante, con una mueca de desagrado claro en mi cara. Blake se encontraba ahí, con una respiración entrecortada.
—Idiota —gritó—. ¡Casi caías!
Volteé hacia donde se suponía que Alexander me esperaba, encontrándome entonces a unos cuantos pasos de un enorme acantilado que me mostraba unas filosas piedras al fondo.
Parpadeé dejando salir un suspiro amargo.
—¿Qué rayos tratabas de hacer? —Me miró con sospecha y cierta pena.
—Alexander —susurré—. Él estaba ahí.
Un largo y espectral silencio calló el ambiente. Blake me miró con lástima.
—No está aquí.
—Él estaba ahí —hice que me soltara el brazo con un movimiento brusco—. Dijo mi nombre.
—Nicole, él...
—¡Déjame! Déjame sola.
Me quedé en silencio desconsolada antes de sentir su mano sobre mi hombro.
—Está por salir el sol.
—Vete.
—Regresemos juntos. ¿Lo esperaremos ahí, o no?
Con dolor, me paré del suelo y mirando de nuevo aquel precipicio, me quedé en silencio unos cuantos segundos más pensando; meditando lo que debía realmente de hacer. Mi corazón gritaba que escapara, que lo buscara, pero mi mente y la otra Nicole solo decían una cosa: no vas a encontrarlo y lo sabes.
Aquello me hizo voltear de nuevo al frente, justo cuando Blake volteaba a verme y preguntaba si lo acompañaría por las buenas.
Hice una mueca desganada y apretando los puños, respiré con fuerza antes de regresar por dónde había llegado.
.
Una hora caminando es lo que llevábamos en silencio. Un silencio monstruoso que no hacía más que desearme dar media vuelta y volver a buscar aquella silueta negra que me había sonreído. ¿Estaba haciendo lo correcto? ¿Realmente debía de esperar y ya?
—Nicole. —Mi amigo trató de empezar una conversación de nuevo—. Él volverá, no te preocupes.
Mantuve mi cabeza observando el bosque, inspeccionando si la figura nos había seguido entre la sombras. ¿Por qué no podía encontrarla? ¿Por qué no había nada? Suspiré vencida antes de guiar mis ojos celestes a los de mi amigo inquieto.
¿Por qué todos se metían en mi camino? ¿Por qué no me dejaban buscarle en paz? Lo que había visto no era una ilusión y no estaba loca. Alexander había estado ahí y me había llamado. Estaba segura.
Mi rostro se arrugó. ¿Por qué entonces no nos dejaban reunirnos? ¿Por qué no querían que yo también fuera feliz? Me toqué la barriga desesperada. ¿Por qué no querían que mi hijo conociera a su padre antes de que naciera?
—Es obra del embarazo, no te lo tomes muy a pecho.
—¿A pecho? —le grité entonces, cabreada.
—Me han contado que las mujeres se vuelven más sentimentales a la hora...
—No tú, Blake —chillé separándome un poco de él, antes de llegar a la mansión de nuevo—. ¿Pretendes que no lo sé? ¿Quieres engañarme como lo han hecho ellos estos años? Ya no quiero que me escondan cosas. Primero fueron los le-kras, ahora el verdadero tiempo que debo esperar. ¿No crees que ya fue suficiente?
—¿De qué demonios estás hablando? —Mi amigo me habló un tanto dudoso y con una sonrisa en los labios.
Aquello me enfureció.
—¡Maldita sea, Blake! ¡No estoy jugando! Tú y toda esa estúpida familia me esconden muchas cosas. ¿Por qué no me lo dijeron? ¿Por qué no me dijeron la verdad? ¡¿Por qué me tienen que engañar de esta forma?! Alexander no volverá este año ni el que viene.
—¿Qué?
—¡Deja de hacerte el iluso!
—No entiendo de qué estas...
—Cállate, te odio.
Se hizo un amplio silencio. Uno en dónde había repetido sus preguntas y sus gestos; uno en donde pude entender que solo había sido su madre quién sabía el retraso, y que no eran todos quién me habían ocultado todo. Sollocé sabiendo que tal vez sería la conexión de madre e hijo. Me sentí entonces estúpida y no pude evitar ponerme roja como un tomate y sollozar.
—Lo lamento —escuché de mi amigo—. No sabía eso.
—No, perdóname Blake. —Respiré con fuerza ya más calmada—. Me alteré. Tienes razón, él bebé me tiene mal.
—Te lo dije —soltó con una media sonrisa—. Espero que sea hombre porque otra mujer que se parezca a ti me va a sacar de quicio.
Por primera vez volví a sonreír ese día. Mostré una sonrisa cohibida y un tanto escondida. Qué razón tenía. Lo sacaría de quicio una pequeña niña chillona como yo.
—Gracias. —solté.
—Me debes una.
—Espero que nunca llegué el día en que tenga que solventarla.
—Ya pensaré en algo.
—Espero que no.
Guardamos un silencio pequeño y pronto estallamos en risas.
—Oye Blake, ¿qué crees que sea? —Dije de pronto, mientras cruzábamos el gran portón y me tocaba la barriga.
—Espero que sea un varoncito.
—Sería muy inquieto —comencé—. Y muy tierno también.
—Y tú serás una madre sobreprotectora.
Guardé silencio, vaya que tenía razón.
—Quisiera saber cuándo vendrá. Ya han pasado dos años...
—Y puede que se tardé siete.
—¿Qué?
—Mi padre me lo dijo una vez. Por generaciones los vampiros han tenido registros de las incubaciones vampiricas, particularmente por lo dificultosas que son para las madres humanas. Sin embargo, los contados vampiros que pudieron procrear juntos, dieron resultados de le-kras que su familia pudo monitorear. Creo que quién ha sido la le-kra con mayor encubación de todos fue Antonelle Dagon. El abuelo de mi abuelo fue quién atendió el parto.
—¿Quién es ella?
—Las investigaciones dicen que fue una de las primera le-kras que existieron. Nadie lo sabe y nadie quiso escribirlo.
Solté un largo suspiro. ¿Hace cuánto que había sucedido aquello? Siglos, milenios. El tiempo ya no existía. ¿Desde hace cuanto que los seres humanos vivían en el planeta Tierra? Pensé solo por un segundo cuanta historia teniamos todos. ¿Desde hace cuanto que los vampiros habían existido para empezar? Resoplé sabiendo que no tenía sentido pensar en aquello. La respuesta estaría volando por ahí en la amarga oscuridad de las tormentas y la marea alta. No tenía lógica buscarla.
Lo importante era mi presente. Mi futuro. Y la palabra incubación me hacía sentir un estilo de animal embarazado. Aunque ciertamente, mi barriga ya no podía ser considerado humano. Había tenido una barriga por más de dos años. Un bebé normal ya estaría... muerto.
—Entonces... ¿siete años, eh?
—Qué misteriosos y complicados son ustedes, ¿verdad? Leí en secreto un testimonio de mi padre en donde sospecha que todo el tiempo que el bebé pasa en el vientre de la madre es porque se están creando estos "subconscientes alternos". ¿Sabes a qué se refiere?
Enaltecí los hombros tratando de restarle importancia, sabiendo perfectamente a qué se refería. ¿Por eso se estaba tardando tanto? Ya me estaba imaginando las personalidades que mi hijo tendría. ¿Cuál sería el subconsciente de mi hijo si tenía como precedente a una maniática, sanguinaria, sarcástica y prepotente Nicole y a un frio, calculador, grosero y sádico Alexander? Me dio un escalofrío al pensar en la monstruosidad que habíamos creado.
—De todas formas, espero que nazca pronto.
Recuerdo que dije aquello antes de regresar a mi cuarto y encerrarme a coser. Sin saber que solo me faltaban pocos meses para que aquella traumática y sangrienta escena apareciera frente a mí y no pudiera apretar las manos de Alexander mientras sentía los dientes del pequeño Max desgarrándome.
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Sí, sí, yo sé que me he tardado mucho pero hey.... tengo muy buenas noticias. Ya ha pasado mi cumpleaños, he dado mi éxamen profesional y estoy esperando por el título. Ya he terminado el diplomado, la tesis y bueno, un certificado profesional que me quitó algunas horas de sueño. Ahora solo me queda esperar por los papeles y eso significa: tiempo muerto. Subiré 5 capitulos que les debía en el periodo de dos semanas. (Cada tres o cuatro días estaré subiendo) Por lo que les pido mi más atenta disculpa y les guste el maraton que comienza desde ya. Nos vemos en tres días. <3
PD. Espero que les guste y chan, aquí hay una sorpresa para quienes leyeron Era vampirica, ¿la encontraron?
-Nancy A. Cantú
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