21. Hospital blanco
Alexander se había quedado helado cuando había terminado de decir aquello. Sabía que era una locura y que tal vez aún no me creía del todo cuando le decía que había estado hablando con aquella Nicole desde que se había ido ese nevado día hace seis años. Entendía que era un evento raro, pero por cómo me miraba, parecía que había dicho algo increíble e inaudito.
—¿Estás loca? Los subconscientes no funcionan así —murmuró intentando que ni los gatos lo escuchasen—. Nicole, eso es imposible.
—Te lo juro, lo he hecho bastantes veces —Sonreí—. Sólo tienes que hablarte a ti mismo y te tiene que responder.
Me miró como si realmente hubiera perdido un tornillo.
—No voy a hablarme, Nicole. Eso suena demasiado estúpido.
—Es la única forma —chillé—. ¿No quieres encontrar a Max?
Guardó silencio, mientras me miraba con los brazos cruzados. Sí, sabía que presionarlo de esa forma no era tan correcta y a por cómo me miraba con esos ojos que perdían poder, sabía que ganaría ya todas las peleas que quisiera comenzar. ¿Desde cuándo era tan manso? Le resté importancia sabiendo que, fuera cual fuese la respuesta, al menos se haría lo que anhelaba. Y debo admitir, que era lindo que no hubiera quejas de su parte.
Así que, cuando escuché otro de sus suspiros cansados y le vi tratando de darme gusto, no pude evitar sonreírme todavía más.
—¿Qué dijiste que tengo que hacer?
Me volví a acercar, abrazándole con demasiada emoción. Este era el Alex que yo quería siempre.
—Cierra los ojos y escucha tus latidos. Debe de haber otro dentro del tuyo. —Traté de que sonara convincente ya que, cuando yo me había dado cuenta de que había otro corazón más lento que el mío palpitando a escondidas, me había vuelto loca... más cuando la otra se había reído por mi reacción exagerada hacía ya un par de años atrás.
—¿Un corazón... dentro mío? —Intentó no reírse, mientras me miraba con una ceja bastante levantada.
—¡Solo cierra los ojos! —Rogué, algo avergonzada por cómo me miraba.
Aquel hombre que me robaba suspiros y que estaba comportándose bastante mejor de lo que esperaba, dejó de mirarme y se cruzó de brazos... con una mueca bastante graciosa en su cara. Se quedó ahí, unos cuantos minutos, antes de reírse sin control alguno.
Esto iba a hacer más complicado de lo que pensaba.
—Esto es en serio, concéntrate. —Le golpeé un poco el hombro, al escucharle intentar no mofarse de lo que había hecho.
—Esto no va a funcionar —dijo al final de intentarlo varios minutos después, aun mostrando sus blancos y perfectos dientes—. No entiendo a qué te refieres con un corazón.
—Cuando estuve embarazada, yo me quedaba mucho tiempo sola. —Intenté explicarle con manzanas—. En esos días, cuando pensaba que volverías en uno o dos años, estuve hablando con la otra Nicole y ella me dijo que sentía su corazón acelerándose algunas veces por la noche. Recuerdo que le dije que estaba loca, ya que yo no sentía algo parecido, pero cuando me explicó que ella tenía sus propios latidos... bueno, aquello me quitó el sueño bastantes noches seguidas.
—¿Ella... te lo dijo?
—Sí, ella es algo dura y fría; bastante sarcástica y macabra debo decir... pero cuando la llegas a conocer, es alguien bastante cuerda y ahora que lo pienso, me ha ayudado a tomar muy buenas decisiones en mis momentos de crisis. —Solté aquello con una media sonrisa, extrañando su voz a pesar de que al principio no la aguantaba del todo—. Ella, por ejemplo, fue la que me dijo que debía poner esa puerta de hierro en el baño... bastante contradictorio de su parte si siempre me amenazaba con "matarme" para poder salir y cumplir sus metas.
—¿Metas?
—Nunca quiso decirme —solté después de pensarlo mucho—. Ahora que recuerdo, siempre balbuceaba cosas que no entendía. Algo así como: "Aún está ahí" o "debo ir matarla pronto", era algo que siempre me desquiciaba porque a veces lo repetía tantas veces que no me dejaba dormir o me despertaba cuando estaba dormida. Era algo escalofriante a veces.
Alexander se me quedó viendo como si me hubiese vuelto loca y, al decir verdad, cuando volví a repetir lo que había dicho en mi mente, realmente parecía como si se me hubiera zafado un tornillo por que prácticamente escuchaba voces en mi cabeza.
—Ya lo sé —Le miré ciertamente cansada—. Es algo extraño y creo que la pregunta que te tengo que hacer es: ¿estarás bien después de que lo despiertes?
El de los ojos claros y cabello oscuro respiró pesadamente, pensando aquello con determinación. Esperé embelesada por cómo sus fuertes brazos de contraían y sus ojos se iban hacía arriba pensando en lo que posiblemente sería una pesadilla pronto. Conocería, a pesar de sus muchos años vividos, que no poseía de la palabra privacidad en todos sus sentidos. ¿Se llevaría bien con su otro yo como lo había hecho yo después de algún tiempo de conocerla? Intenté recrear al otro Alexander que aguardaba dormido en su interior. ¿Qué tipo de hombre nos esperaba? ¿Sería fácil de tratar o iba a hacer otro obstáculo para mí y mi hijo? Imaginé a alguien serio, más frío y calculador que mi Alexander y no pude evitar temblar de miedo. ¿Habría alguien peor que mi novio cuando estaba enojado? Esperé a que aquellos ojos se posaran en los míos y cuando levantó sus hombros en señal de sometimiento, le tomé de las manos con alegría.
—No es como que tenga opción —comentó, dándome a entender que lo hacía por mí y no porque realmente quisiera. Me sentí algo mal al respecto, ya que tener a alguien que constantemente esté hablando no es del nada bonito, pero no había otra respuesta. Necesitaba que él le preguntara—. Pero sigo sin entender eso del corazón propio y el tener que hablarle. Nicole, esto no va a funcionar. Me parece bastante... tonto.
Dejé salir un suspiro y me volví a sentar en las escaleras. Tenía razón. Tal vez su otro yo había tenido tan buena comida todos estos años que estaba en un periodo de hibernación... o tal vez, simplemente no quería relacionarse con él a pesar de los años que tenían juntos como un le-kra.
Traté de buscar una solución a aquello y tanteé recordar cómo es que había sido que la otra Nicole y yo nos habíamos conocido por primera vez. Justo cuando estuve revisando mis memorias y estaba a punto de darme por vencida para ponerme a llorar, aquel hospital blanco se me vino a la cabeza como si hubiese sido una explosión a tiempo.
Miré a Alexander con estrellas en los ojos y con un brinco, me levanté tomándole de la mano. El de los ojos celestes no se quejó; sin embargo, no pudo evitar preguntar a dónde íbamos.
Dejé que la respuesta se pusiera frente a él cuando prácticamente lo arrastré a afuera de aquel edificio del que yo había salido hacía ya un par de horas antes y el cual había odiado literalmente toda mi vida. ¿Quién hubiese creído que ahora estaba realmente feliz de ver a aquellas enfermeras ir y venir por las ventanas?
El amor de mi vida no pudo evitar mirarme con cierta confusión, ya que él no tenía ni la menor idea de lo que yo había hecho en el pasado cuando había regresado con el doctor William hacía ya muchos años atrás.
—Solo mantente callado y no te enojes —comenté, sabiendo que pronto iba a ser testigo de aquella maquina endemoniada que estaba muy bien escondida en la oficina de su querido tío.
—¿Qué hiciste? —Su semblante se hizo algo sombría. Su mano comenzó a aprisionar la mía, en señal de que no le gustaba la idea de entrar sin saber qué estaba pasado.
—Digamos que hace algunos años vine aquí con Blake... y pasó algo que nunca te comenté.
—¿Te besaste con él? —Me miró algo molesto, imaginando una escena que nunca había pasado en realidad.
—¿¡Qué!? —Me reí, tratando de dejar de lado sus celos—. No, tonto. Hablaba de cómo pude recobrar mis memorias. Fue aquí, en este hospital.
Su mano dejó de aplastar la mía y, cómo si aquello le molestara más, dio unos cuantos pasos delante de mí.
—¿Mi tío, dices? —Su voz se hizo más ronca. Creo que estaba algo enojado.
—Alex —Me paré frente a él, frenando su andar molesto—. Prométeme que te vas a controlar.
Respiró con fuerza, mirándome desde arriba.
—Bien, pero si me entero de algo que no me guste de todo, William me va a escuchar.
Sonreí, agarrándole la mano de nuevo y yendo primero para que me siguiera. Entramos por aquellas puertas automáticas y, la secretaria que me había recibido antes, volvió a recibirme esta vez con un dije algo chismoso.
—¡Vaya, no pensé que regresarías tan pronto! ¿Todo bien, cariño? ¿Se te olvidó algo?
—Sí, creo que dejé mi bolsa en el consultorio. —Mentí. No quería darle tampoco explicaciones a ella y necesitaba correr hacia arriba rápido. Alexander no parecía muy feliz tampoco.
—Oh, cielos. ¿Y éste galán? No me digas... ¿es tu esposo?
Volteé a verlo y Alexander lo hizo también. Él se sonrió.
—Estamos comprometidos —respondió por mí, muy orgulloso antes de agarrarme la mano y llevarla a sus labios. No pude evitar sonrojarme de arriba abajo.
—¡Estoy tan feliz por ti, cariño! —La secretaría no pudo evitarse ponerse como un tomate, mientras ignoraba el hecho de que Alexander la estaba usando para avergonzarme en público—. Bueno, no les quito el tiempo. Tomen el ascensor, seguro que el doctor ya te espera para regresarte tu bolso.
—¡Gracias! —Tartamudeé, antes de arrastrar a un Alexander juguetón al elevador.
Escuché a mis espaldas cómo se seguía sonriendo y entrelazaba sus dedos con los míos. El ascensor pitó y las puertas de metal se abrieron en unísono. Ambos entramos y, para mi desfortuna, íbamos solos. Alexander se acercó a mí cuando quedamos a solas y el décimo número había sido accionado por mis dedos. Hasta ahora me daba cuenta del gran espejo del elevador y me sentí pequeña cuando percibí sus labios en mi cuello. Aquella descarga eléctrica me hizo sentir que mis piernas se doblarían hasta el suelo.
Vaya que sí lo extrañaba.
—Deja de hacer eso.
—¿Por qué? —Me besó de vuelta—. Estamos solos.
—¡Estamos en un hospital!
—En un ascensor. —Corrigió, antes de abrazarme por detrás—. ¿No crees que sería divertido si...?
Me reí, dándome la vuelta para encararlo al ponerme ciertamente nerviosa.
—¡Estamos aquí para hacer algo importante, no para...!
Las puertas se abrieron y una anciaba entró mirándonos de arriba abajo. Me volteé de nuevo antes de volverme a poner roja de arriba abajo. Alexander se estaba divirtiendo demasiado a mi costa.
El trayecto fue corto, pero muy largo a mi parecer. Cuando el elevador llegó al décimo piso, yo sentía que ya habían pasado años de inmenso silencio. Alex se la había pasado tomando mi cintura y la abuela no había podido parar de mirarnos con ojos saltones por los espejos... aquellos que reflejaban a un hombre coqueteándole a su mujer.
Tragué saliva antes de dar una pequeña reverencia y tirar a un hombre retozón a mi costado. La abuela no dijo nada cuando las puertas de metal se cerraron y al fin quedamos de nuevo él y yo en el pasillo blanco.
No pude evitar golpearle un poco el pecho antes de escuchar su sonrisa a lo largo de mis oídos. Lo había hecho a propósito.
—Este es el castigo que aún te falta por pagar por haberte ido de casa sin avisarme.
Inflé mis mejillas en señal de un puchero que quise aguantarme. No tenía tiempo para esto.
Con un suspiró para tranquilizarme, volví a mirarlo para tratar de ponerlo serio. Lo que estaba por enseñarle era bastante complejo y necesitaba que él entendiera la gravedad del asunto. Cuando entráramos al consultorio de su tío, se iba a enterar de que casi moría por segunda vez cuando había venido a recordar mi pasado... ese que estaba teñido de sangre inocente.
—Bien, me voy a comportar —soltó de repente, al ver mi semblante preocupado—. No arrugues tanto la frente.
—Alexander, antes de entrar ahí, solo quiero decirte que aprecio mucho que estés haciendo esto por mí... bueno, por nosotros.
Me sonrió, antes de besarme con delicadeza. Aquel beso que necesitaba, me trajo aquella tranquilidad que anhelaba. Tratar de encontrar a mi hijo ya no sería tan difícil.
—Lo haría todo por ti... pero no si te vas de mi lado y me dejas solo de repente.
—Te prometo nunca volver a hacerlo —Sostuve su mirada antes de regresarle el gesto—. ¿Listo?
—No de todo, pero no hay otra forma, ¿verdad?
Sonreí débilmente antes de tocar la puerta del consultorio del doctor William, aquel que se sorprendió bastante cuando me vio de nuevo parada afuera en el pasillo y aún más con mi prometido atrás de mí... con una mirada de pocos amigos en su rostro.
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¡Hola! Sé que dije hace como dos semanas que los vería el viernes... (pero no les dije que viernes) xD jajaja. Okay no, dejando la broma al lado, la verdad es que se me atravesaron cosas del trabajo y al fin me dejaron libre así que, con este capitulo, les dejó lo demás que va a pasar.
PD. el siguiente también será un capitulo algo corto, pero lo traeré rápido ya que ya voy por la mitad... pero no les diré el día para no fallarles de nuevo
Os quiero mucho, gracias por leer y todos los mensajitos. Se aprecian mucho leerlos.
—Nancy A. Cantú
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