20. Confrontación

La había perseguido por todos lados desde que me había levantado solo en la habitación. Aquella mañana, cuando pensé verla acomodada en mí pecho y al fin energética para comenzar un nuevo capítulo en nuestras vidas, me sentí traicionado y ciertamente decepcionado de haberle creído. Había sido un iluso al pensar que se había olvidado de ese niño que nunca había nacido.

Las pruebas no eran suficientes. Nadie sabía quién era y, ciertamente, los datos que había recaudado durante la semana eran sólidos. Nicole no había salido del cuarto desde que había entrado en él ese frío día cuando nos habíamos separado por mi muerte.

Maldije en voz alta al saberme impotente. Sabía que habían sido muchas las noches que la había dejado sola, pero no era mi culpa tampoco. Yo no podía controlar el tiempo que mi subconsciente tomaría en un principio; sin embargo, al haber estado en sus zapatos por solo dos años y medio, sabía que su locura podía estar justificada. Yo también había alucinado con ella cuando se había ido al principio, así que quería consentirla.

¿Cuántas veces debió de haber pensado que estuve cerca? ¿Cuántas veces intentó encontrarme en aquella ventana enorme? Recordé todas las veces que Matthew me había molestado cuando, en efecto, yo también me había encerrado en la habitación.

Suspiré corriendo más deprisa. Estaba cerca, podía sentir su sangre latiendo con locura y desesperación. ¿Le había pasado algo? Aceleré mis pasos con determinación al pensar que algo malo le había ocurrido; sin embargo, cuando la vi sentada en ese callejón al lado del hospital, acariciándose la cien, pude entender que ya no iba a correr más.

—¿Estás feliz ahora? —Pregunté con los brazos cruzados, ciertamente cansado de perseguirla por todo un país lleno de nieve y suciedad—. ¿Puedes dejar de hacer esto?

Nicole parecía ida al observarme. Sí, estaba molesto. Molesto por cómo había actuado y escapado de mí como si fuera un monstruo. Nuestros ojos tuvieron esa pelea que yo siempre ganaba.

—¿No vas a decirme algo? —Solté esta vez encolerizado por su silencio—. No puedo creer que hayas hecho esto, Nicole. Tenía la esperanza de que al fin pudiéramos vivir en paz, pero sigues siendo una niña inmadura.

—¿Esperanza? ¿Quieres hablar de esperanza, Alexander? Siéntate.

Le miré desde lo alto, con una mueca de incredulidad en la cara.

—No vas a decir que debo...

—Siéntate —Repitió, está vez más enfurecida—. No te estoy pidiendo de favor que lo hagas, te lo estoy ordenando.

Clavé mis ojos irritados en ella. ¿En serio osaba darme órdenes a mí? ¿Qué es que no entendía lo malo que había hecho? Con igual poder, me lanzó una mirada que me dejó clavado en mi lugar. ¿Desde cuándo tenía ese fuerte dominio en su voz cuando estaba molesta? Observé la línea que hacían sus ojos hasta su lado; quería que me sentara con ella. Le miré exaltado aún; sin embargo, podía entender perfectamente que me estaba dando una advertencia con su entrecejo y sus muecas. Me acomodé sin decir ni una sola palabra tratando, de esa forma, de aguantar mis impulsos para reclamarle por haberse ido sin mediar palabra.

—Estoy cansada de esto. No quiero pelear, no quiero gritar. Solo quiero que me escuches y tengas un poco de consideración, es todo.

—Nicole, ya hablamos de esto.

—No hemos hablado de nada. —Chilló—. Lo único que hicimos cuando llegaste fue estar en tu cama y no me malentiendas, me gustó y mucho... pero no hablamos de nada.

Traté de aguantar una ligera risa. ¿Así que sí le gustaba?

—En realidad, ¿qué tanto nos conocemos, Alexander? —Soltó de repente—. Es como si todo fuera un sueño muy corto. Parece mentira, ¿no te parece?

Me quedé en silencio, escuchándola. Era cierto que habíamos comenzado de una mala forma, pero nuestra relación era real. Haberla llevado a la mansión no me parecía algo malo, pero no estaba en mis planes que muriera tan rápido por culpa de Mateo y los otros vampiros que ya no existían. Sí, era cierto que se me había salido todo de las manos. No quería que supiese de esa forma que era un le-kra como yo y no deseaba tampoco que su subconsciente la hiciera matar a tanta gente; pero el pasado no podía cambiarse.

—¿Y? —Traté de restarle importancia. Ya estábamos juntos. ¿Qué no era eso lo que importaba? ¿Por qué siempre tenía que sobre pensar todo de una manera tan dramática?

—¿Cómo qué y...? —Giró a verme, ciertamente frenética—. Cuando regrese a tu casa, resultó que habían pasado dos años y siete meses que yo no sabía y por mis estupideces salí y te perdí por seis años y tres meses. No hemos tenido el tiempo de conocernos como pareja, pero sentí... sentí que al menos creerías en mí, pero te guiaste de las palabras de otras personas en vez de tu pareja. ¿Soy tan poca cosa para ti?

Intenté decir que estaba equivocada. Que ella era lo más preciado que tenía, pero que lo que decía era absurdo; sin embargo, su dedo suave y helado me calló con cierta gentileza.

—Ya sé que lo que yo digo parece una locura. Sé que no tengo pruebas, ya lo sé. —Sus ojos celestes se llenaron de lágrimas—. Pero no puedes simplemente encerrarme en una torre y tirarme de lunática mientras ignoras todo. ¿Te has detenido a preguntarme al menos lo que hice todo este tiempo? Para ti fue solo un sueño que duró qué... ¿tres días? Para mí fueron seis años.

—Siete. —La corregí. Debía entender que se había equivocado con eso.

—Fueron seis años y tres meses. Tú debes entenderme. Tú también me esperaste y lo contaste. Lo sé, Matthew me lo contó todo.

Blasfemé en voz baja. ¿Qué mierda le había dicho ese idiota a Nicole? Juré golpearlo cuando regresara. Ese imbécil siempre tenía que meter su cuchara en cualquier sopa que veía. ¿No podía dejar mi relación en paz? Ya tenía a esa niña con él. ¿Por qué era tan metiche?

—Durante seis años, Alexander, ellos vivieron sus vidas —comentó, con dolor—. Todos, sin excepción; pero yo estuve en ese cuarto contando cada luna que aparecía en tu estúpida ventana. ¿Crees que ellos saben qué hice? ¿Dijeron que me había quedado encerrada en ese cuarto todo el... tiempo?

Se quedó en silencio. La miré bajar la mirada y repetir aquello en su mente.

—¿Qué?

—Las fotos...

Como si aquello fuera la revelación del año, me miró con los ojos bien abiertos.

—¿Qué tienen las fotos? —Pregunté, sin entenderla ni un poco.

—¿No dijeron que me había confinado ahí y no había salido?

—¿Ya estás entendiendo? Es comprensible si no puedes creerlo, es decir, fueron siete años, pero con el tiempo conoces que a veces los le-kras pueden formar alucinaciones para...

—No, Alexander. ¡Hay fotos!

—¿Y qué tienen?

Soltó un suspiro de frustración. Yo solo la miré con una ceja levantada. ¿Qué tenían las fotos? ¿Se le había zafado ya un engrane de su cabeza? ¿Qué tenía de importante eso?

—Ellos están convencidos de que estuve encerrada en tu cuarto por siete años, ¿no? —Lo afirmé con la cabeza, aún sin entenderla—. ¿Entonces por qué hay fotos mías en restaurantes, en el bosque y con el doctor Collins? Eso no tiene coherencia.

Mis labios se arquearon y mi cuerpo se tensó casi al instante. Tenía razón. ¿Qué estaba pasado?

—¿Por qué mentirían?

Se le iluminaron los ojos al escucharme y no pude evitar derretirme por aquella sonrisa que apareció en su rostro.

—No tengo idea. Solo sé que algo pasó la última noche, Alexander. Es algo que no puedo descifrar todavía.

—¿Qué pasó? —Pregunté.

—En diciembre cumplió años Max, y sé que te suena muy raro y aún no puedes creer que tienes un hijo, pero lo tienes, ¿ok?

Le miré aún desconfiado por aquello. No era fácil aceptar algo que no estaba ahí y no quería alentar ilusiones que podrían lastimarnos al final. No era por ser un mal novio o porque no lo deseara; era sólo que no quería que el golpe fuera muy duro si en realidad aquel niño era sólo una ilusión. ¿Era mucho pedir que me entendiera?

Escuché sus suposiciones a pesar de todo, ya que tenía algo de razón en lo que me había dicho hasta ahora: esas fotos no debían de existir si lo que decían todos era la verdad.

Atendí su relato; aquel que contaba el cumpleaños de un niño posiblemente no nacido y cómo la mascota de Blake, le había dado sangre ese día.

Tomé sus hombros casi al instante, obligándola a que mirase mis pupilas celestes.

—¿¡Te estabas muriendo de hambre!? —Le vi tensarse.

Suspiré pesadamente, dándole la razón en algo importante. Desde que se había levantado como un le-kra, yo no le había explicado ni enseñado nada. No había aprendido a usar sus poderes ni el cómo cazar... ni siquiera sabía cómo perseguir mis latidos para encontrarme si deseaba saber dónde estaba. No quería imaginarme qué tanto se había asustado al no saber nada sobre su cuerpo nuevo y, más aún sin haberle dado de comer por tantos años.

—¿Qué más? —Me acaricié la cabeza; pensando en cómo comenzaría su plan de entrenamiento cuando se le olvidara todo ese asunto del niño y el año que no existía.

—Después de un par de horas, Max regresó a mi cuarto asustado. Pensé que lo que decía era solo un berrinche o que estaba mimado; creí que solo quería dormir conmigo... así que le canté una canción de cuna y cuando se durmió, supuse que lo mejor era dejarlo en su cuarto para que no le tuviera miedo al despertar, pero...

—¿Pero?

—Cuando lo llevé, olía a azufre. Alguien había estado ahí, así que busqué por todos lados y al final, sospechando que me había dejado llevar por el miedo de un niño, lo dejé ahí y me fui a mi cuarto; sin embargo, no pude llegar a tu habitación porque...

Otro trance. Analicé su mirada; parecía tan perdida. Pude ver cómo entrecerraba un poco sus ojos y entonces, sin poder evitarlo, le pregunté del por qué de su largo silencio.

—Creo que alguien me lanzó algo. Recuerdo que sentí como picazón en mi cuello o algo así y después me sentí muy mareada. Ahora que lo recuerdo, después de eso mi mirada perdió color de nuevo y entonces ella dijo que corriera.

—¿Qué? —Me reí. Eso último ya sonaba como una completa locura—. ¿Quién te dijo que corrieras?

—Pues ella —Soltó, como si fuera bastante obvio—. La otra Nicole.

Sentí como si un balde de agua fría me hubiese sido arrojado sin previo aviso. Me endurecí y no pude evitar temblar por lo que acababa de escuchar.

—Eso... eso no es posible. Estas mintiendo.

—¿Qué? No, no estoy mintiendo. Eso es todo lo que pasó.

—Es que es imposible.

—¿Qué no es creíble? Ya te conté todo. Me desmayé en el baño pensando que había vampiros en la casa que me querían comer como cuando alimentaba a Max y cuando me levanté, tú ya estabas llegando a la mansión y pasó lo que pasó después.

—Espera, ¿qué? ¿Alguien te quiso comer?

—¿Por qué crees que la puerta del baño es de metal ahora?

Me quedé en silencio de repente. Pensaba que ella había hecho las remodelaciones por estar aburrida o por querer hacer una decoración diferente a mi cuarto. Nunca se me había pasado por la mente que realmente la había puesto para defenderse de los inquilinos de mi casa.

Me hirvió la sangre y no pude evitar pararme frente a ella; poniéndome a su altura, agarrándole los brazos con preocupación. Esto estaba yendo más allá de mi imaginación. ¿Nicole realmente estaba hablando con su subconsciente? Eso era imposible. Los subconscientes estaban dormidos hasta que uno muriera.

—¿Me juras que todo esto es cierto?

—Sí, claro que es cierto, ¿por qué te mentiría? ¿Por qué me miras así?

—Es que es imposible que estés hablando con tu subconsciente. —Solté alarmado ya que nadie, en ningún libro, había registrado un hecho tan importante como este. Ningún le-kra había tenido contacto con su subconsciente desde que habían aparecido en el mundo después de que el mesías había procreado al primero de nuestra especie.

—Estaba. —La escuché corregirme—. Vine hasta acá pensando que podría arreglarla. Por alguna razón, después de esa noche, ella ya no está. Cada que intento hablar con ella, es como si no existiese.

—Es que no puede existir —señalé aquello alarmado—. Ellos están dormidos, Nicole. No pueden hablar con nosotros.

—Eso no es cierto —soltó una leve sonrisa socarrona—. Cuando maté a Giselle estaba hablando con ella. Dejaba que poseyera mi cuerpo cuando no sabía qué hacer, pero aun así estaba consciente y podía controlar mis manos y mi mente. ¿Cómo crees que logré matarla? Yo no sé ni controlar mis poderes aún.

—Es que eso no tiene sentido.

Y no lo tenía.

—Mira, Alexander, realmente no me importa si tiene sentido o no. Mi vida, en general, no tiene sentido. Así que, eso fue lo que pasó. Lo que te conté es la verdad y después de escucharla, te voy a dar un ultimátum: o te quedas conmigo y buscamos juntos a nuestro hijo o te vas a casa y te esperas a que regrese con él porque no pienso regresar a esa mansión sin mi niño. Tú eliges.

Me le quedé viendo, claramente boquiabierto. En mi mente, repetía sus palabras con un ceño un poco molesto. ¿En serio me estaba dando esta clase de resolución a el problema? Respiré con fuerza, intentando no explotar en gritos y quejas. No quería que todo terminara en una pelea, mucho menos que corriera de mí y volviéramos a separarnos por una tontería. Suficiente drama habíamos tenido como para que terminara sin una prometida.

Sí, yo no creía que ese niño existía; pero algo estaba mal con los vampiros de la mansión y si le hacía feliz el dejarla creer que iríamos a buscar a ese crío por unos cuantos años juntos, entonces bien... tendríamos este viaje de luna de miel primero antes de nuestra boda.

—Solo promete no irte sin decirme nada. —Solté, antes de recibir un beso de Nicole.

—Te lo prometo. —Me sonrió, colgada en mi cuello—. Gracias por confiar en mí, Alex.

Aclaré mi garganta, sintiéndome un poco culpable; sin embargo, no pude evitar besarla. Tenerla así tampoco era tan malo.

—¿Y qué haremos entonces? —Pregunté, necesitaba saber qué había planeado todo este tiempo.

—Ese es el problema —dijo al separarse un poco de mí—. Fui con tu tio, pero ha roto todo lo que pensaba que podía hacer para encontrar a Antonelle Dagon.

—¿Espera qué? —Le miré con cierto miedo—. ¿Por qué querías encontrarla a ella?

—Ella es como nuestra tatara tatara abuela, ¿o no? —Murmuró, algo contenta—. Si la encontramos, nos puede decir como despertar a la otra Nicole de nuevo. Mi subconsciente es mi testigo. ¿No lo entiendes? Ella estuvo conmigo todo el tiempo y con ofrecerle unos días de vacaciones, ella está dispuesta a todo: inclusive decirme qué pasó con exactitud.

Me quedé helado, escuchándola. ¿En serio podía hablarle a su subconsciente?  

—Pero tenemos un problema con ese plan —soltó, triste—. El doctor Collins no sabe cómo encontrarla y sin ella, no creo poder entender por qué mi otra yo no me habla.

—¿No sabe cómo encontrarla?

—Al parecer, ha borrado su existencia del mundo. ¿Será que no quiere ser molestada por cualquiera o cree que los le-kras podemos encontrarla con solo pensarlo? —Se bufó un poco antes de quedarse en silencio—. A menos que...

La miré de arriba a abajo, con cierta desconfianza, cuando volteó a verme y me apuntó con su fino dedo.

—¿Qué?

—Tú eres un le-kra.

Le miré cómo una media sonrisa. Definitivamente ya se le estaba aflojando un tornillo.

—Eres tan inteligente, Nicole...

—No, Alex —chilló—. Necesitamos hablar con él... con tu otro yo.

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Hola, de nuevo. Esta vez no me tarde tanto, ¿verdad? ¿Que creían, que desaparecería de nuevo otros dos años? ¡Ja! Pues no. He estado ocupada actualizando "me enamore de un gran error" también... una historia que tenía con otra escritora aquí en Wattpad, así que ando muy ahfhsjfjajfa! (Ya saben)

Lo bueno, es que en el trabajo no tengo tantas cosas que hacer y puedo escribir bastante... así que espero que les haya gustado.

Nos vemos el viernes.

Pd: este capítulo es casi como el anterior, pero es versión Alex y para que se enteraran de cómo él piensa.

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