#2 - emociones.
Observaba el techo de mi nueva habitación con un sentimiento, uno que se esparcía por mi pecho y no podía descifrarlo. El techo de madera presentaba formas aleatorias que, al pasar por mi visión, hacían que mi cerebro las procese como si se trataran de una cámara lenta. Aquellas eran siluetas de las plantas que llegan al mismo a través de los rayos de sol de la tarde.
Cuatro de la tarde para ser exactos. Llevaba un rato largo ya en mi habitación, intentando acostumbrarme al sitio, las dimensiones del espacio, el olor, la luz, todo debía ser aún procesado en mi mente. Mis tíos deben trabajar y mi primo no estaría en la casa hasta la noche por lo que recosté un rato a matar el tiempo.
Con cierta calidez que me llenaba, recordaba a aquel nuevo personaje en mi vida, el chico de cabellos miel. ¿Alguna vez había estado tan curiosa de alguien? Es confuso, mil emociones aparecen en mí. Es estresante, no poder dilucidarlas sin embargo, es reconfortante.
Casi como uno de mis más plácidos sueños.
Tantas experiencias negativas han hecho que me cierre de esta manera. Me da pavor discutir con alguien y no poder defenderme y siento como si estuviera atrapada en un círculo de desgracias. Mis padres me envían lejos para no lidiar con mis infortunios, mi hermano hace oídos sordos y mis tíos, mal que me pese, deben estar cargando con mi desgraciada existencia.
—Tan solo si pudiera encontrar mi hueco en algún lugar...
De repente el ruido de una motocicleta invadió el sonido ambiente que entraba por mi ventana. Si era lo que pensaba, entonces no podía perder más tiempo holgazaneando. Me levanté, salí de mi habitación tan rápido como pude para ir hasta la entrada de la casa, colocarme mis zapatillas y salir por la escalera lateral.
No me di cuenta cuando ocurrió, las ideas corrían por mi mente de manera fugaz y sentía mis pómulos tirar de mis comisuras, para así sumir mi rostro en una expresión risueña.
Era él.
Divisé su silueta tan pronto como se enderezó. El casco negro con detalles rojos brillaba intensamente con los rayos de Sol. El rubio se quitó el elemento protector e hizo su cabello hacia atrás, despeinándolo un poco. Por el rabillo del ojo observó mi figura sobre el borde de la pared. Sentí un poco de calor en mi cara; lo estaba espiando sin un poco discreción.
—¿Cómo estás Lil? —sonrió, sus ojos se entrecerraron y agregó— ¿Llevabas mucho tiempo ahí?
—¿Eh? Ah. No —musité.
Detesto no poder agregar más palabras a una simple oración. Quería preguntarle muchas cosas, sin embargo, las palabras se quedaban en la punta de mi lengua. André me observó mientras se quitaba sus guantes y luego retomó la palabra.
—Tengo que avisarle al jefe que he llegado así que te veo luego —dijo, pero antes de irse volteó una vez más hacia mi— Si no tienes nada que hacer, ¿Puedes ayudarme hoy a la tarde?
—Claro —dije de manera algo apresurada que me mordí la lengua.
Arrugó su nariz y sonrió, acto seguido, se retiró a la cocina dejándome aquí afuera. Desde adentro se podía oír la voz de mi tío quien lo recibía con bastante ánimo. Observé el pequeño patio entre el estacionamiento del costado del hotel y la cocina.
El piso era de concreto y estaba cubierto por un techo, una media sombra para ser exactos. No era demasiado amplio pero se podían observar cajones de madera de frutas y de bebida. También tiene lavatorios dónde he de suponer, que tendrá un uso de limpieza.
Tomé una bocanada de aire para relajarme. El viento que corría rozaba mi piel y me provocaba piel de gallina. Se podía oír el mar a lo lejos y el canto de las gaviotas que atravesaban el cielo hasta perderse el firmamento. El hotel está ubicado al lado de la playa por lo que era recurrente que dichas aves volaran tan cerca.
—¡Lily! —la repentina y armoniosa voz de André me sacó de mi mente. Me volteé a verlo, estaba sobre el umbral de la puerta de la cocina posando en jarras— Ven aquí que necesito tu ayuda.
Asentí y lo seguí adentro del hostal donde caminamos hasta un sector que parecía ser de depósito. Estaba frío. Habían cajones de frutas y verduras, apilados y también dispuestos en horizontal unos al lado de otros.
Me entregó con cuidado uno de los cajones lleno hasta la mitad que tenía cebollas y me indicó llevarlo hasta la cocina nuevamente y dejarlo sobre la gran mesa de acero. De manera automática obedecí sus órdenes.
Cada tanto observaba sus movimientos con la curiosidad de verlo trabajar. Detrás de mi sentía sus pasos sin embargo, él se desvió, ya que ni bien dejé el cajón sobre la mesa, su silueta cruzó por detrás de mí saliendo al patio.
Su voz pronunció mi nombre separándolo por sílabas como ha estado haciéndolo desde hoy. Eché un vistazo rápido a la cocina, estaba desolada, con la radio de fondo, la televisión apagada y el ruido del motor de la cámara que llenaba el ambiente. Pero había algo que resaltaba ahí. El dibujo de un pato se reflejaba en la pared y era, el vitral de la ventana que daba esa hermosa imagen.
Al salir arrimé la puerta detrás de mi y caminé hasta el chico que estaba sentado sobre uno de los cajones y con una palangana llena de papas un tanto mojadas.
—Acércate que no muerdo —dijo—. Siéntate por ahí —señaló el cajón de plástico a su derecha y frente a la palangana.
Observé el sitio a su lado y caminé con cuidado de no patear las papas en la cima del montón. El chico hizo su cabello hacia atrás con sus manos y ató detrás los mechones más largos. Su frente no es demasiado amplia pero su rostro tenía un cierto atractivo por donde lo veas. Pestañas largas y cejas medianamente pobladas. Su cabello podía observarse de un color castaño claro evidente desde sus raíces.
Su mirada repasaba bien mi rostro, ya que —otra vez— me atrapó viéndolo. Aclaró su garganta para sacarme de mi mundo e hizo una mueca.
—Oye, ¿No vas a sentarte? —dijo y asentí pero antes de poder tomar asiento en el precario banco él me detuvo, señaló su cabeza haciendo ademanes— Tu cabello. ¿Podrías atarlo? Vamos a trabajar con alimentos y no es apropiado que lleves todo ese cabello sobre tu rostro.
Es común oír entre mis parientes, las famosas —y a mi parecer estúpidas— reglas tabú de Lilian. Entre ellas, hablarme mucho, invadir mi espacio personal y la menos nombrada que es meterse con mi estilo de cabello. Sé, que no es esa su intención, pero dichas reglas suelen ser a modo de chiste. Me surgen muchas dudas, ¿Será que mis tíos nunca le contaron de mi o que vendría? Se veían bastante cercanos...
Un bufido hizo que me sobresaltara, André se puso de pie y se soltó el cabello. Caminó detrás de mi pronunciando un tenue "permiso" y procedió a tomar con suavidad los mechones del frente atandolos levemente en una coleta baja la cual cayó sobre mi hombro izquierdo. Las yemas frias de sus dedos pasaron por mi frente separando con hebillas el flequillo disparejo y ampliando mi rango visual.
—Ah mucho mejor así. Lo siento, pero te quedas en blanco fácilmente y a mí eso me da ansiedad.
—¿Eh? ¿En blanco?
—Ajá. Con todo el respeto pero debemos seguir trabajando, los sábados son días muy ajetreados —dijo sacando de una bolsa una camiseta roja y colocándosela en la cabeza a modo de turbante— ¡Vamos, vamos!
Rápidamente comenzamos a nuestra labor. Yo no tengo una técnica para pelar papas, solo se utilizar el pelapapas convencional, pero mi compañero se veía elegante en su labor. Utilizaba un cuchillo mediano que no se veía tan afilado y era muy interesante observar la precisión que tiene para separar la cáscara del resto de la papa.
Un factor importante, la velocidad. Yo recién iba por la quinta cuando él debe de haber terminado ya muchas más. No podía dejar de mirarle. Tal como el Principito, él entró a mi planeta de soledad a realizar vandalismo. Es como juntarte con el malandrín del barrio, te saca de tu zona de confort.
—Eres muy extraño, a mi humilde opinión.
—¿Ah sí? —dijo entre risitas nasales— Me gustaría saber más acerca de ello.
Este sabe algo... Al ser de pocas palabras siempre termino sin redondear mis ideas y las personas tienden a cambiar de tema. ¿Qué debería decirle? De repente, sentí el impulso y tomé una bocanada de aire.
—Para empezar, ¿Quién clava un cuchillo en una tabla y te ve luego con una expresión de desquiciado y empieza a reírse como un loco? Fue divertido, lo admito, pero óyeme, podría haber salido corriendo del susto —dije y sus orbes parecían agrandarse. Dejó a un lado el cuchillo y se acomodó en su sitio, estaba prestándome atención—. Además, ¿Quién te crees que eres? Tienes rasgos llamativos y diferentes de los míos es normal que lo asocie a cosas comunes, por eso pensé en la pintura del Ángel solo por su rostro.
Enmudecí. Me había pasado al hablar tanto sin control y su rostro estaba deformado de extrañeza. Me tapé la boca como instinto. No sé quién de los dos es más loco, pero comenzó a sonreír.
—Es la primera vez que alguien me conoce y en el mismo día me canta mis verdades. Eres muy honesta Lily, sin embargo te quejas de mi actitud cuando tu debajo de tu fleco me estuviste viendo sin mucha discreción.
—Lo sé, siento haberte incomodado.
—No todos los días se ve un bicho raro como yo así que adelante, puedes ojearme si quieres —guiñó su ojo en una actitud divertida.
Se levantó tomando la palangana y entendí que querría alivianar la tensión que cree. Pero este era el momento, quería salirme con la mía y saber más de él.
—¿Qué edad tienes? —dije lo primero que se viniera a mi cabeza intentando que no se vaya. Se volteó a verme— No sé, cuéntame algo de ti, ¿Qué más haces además de este trabajo?
Me hizo señas para que lo siga. Entró a la cocina a dejar las papas sobre el mesón y acto seguido, me dio el cajón con cebollas para luego volver al mismo sitio a pelarlas.
—No tengo muchas cosas interesantes sobre mi... Bueno, hace poco cumplí los 20 años y estoy en la universidad —contestó en pausa.
—¿Qué estudias?
—Estoy estudiando Licenciatura en historia.
—¿Es divertido?
—Supongo que sí, al menos para mí lo es —contestó risueño, creo que entendió mi intención—, ¿Y tú? ¿Qué haces aquí en tu último año de escuela?
Tomé aire. Usualmente no tengo que explicar este tipo de cosas, no obstante, él estaba esperando por mi respuesta. ¿Qué decirle? "No lo que pasa es que me molestaban en mi anterior escuela, no quería salir de mi habitación y mi madre estaba harta de mi". No, así es muy triste.
¿Qué tal "estoy en un retiro espiritual en la otra punta del país para así poder sanar mis penurias y..."? Bueno, no creo que funcione. Alcé mi vista de la papa mal cortada que tenía entre mis manos y sus ojos estaban viéndome, estos se entornaron cuando levantó sus comisuras hacia arriba.
—Es difícil. Lo capto —dijo. Relajó sus hombros y siguió con su labor—. Disculpame, no quise incomodarte.
—No lo hiciste —me apresuré a hablar—. Te contaré en algún momento, si no es que te enteras por mi tía. Es un poco chismosa.
El chico frente a mí tenía una voz de tono jovial y hasta cantarina, por lo que su risa sonaba muy armoniosa; —Pfft, si ella es chismosa, que queda para mí —contestó. Desvió su vista hacia un costado y mordió su labio reteniendo las ganas de reírse.
—¿Te gustan los chismes?
—Me encantan.
Fue inesperado. Logró sacarme una risita. En la vergüenza, escondí mi rostro mirando hacia abajo y negué con mi cabeza. Él hizo un breve cuestionamiento de mi acción pero solo causó carcajadas en mí.
¿Quién es este chico? Más bien, ¿qué es? y, ¿por qué me causa tanta curiosidad su naturaleza?
[✿]
—¡Dindín! —una voz se apresuró en el patio y el rubio esbozó una sonrisa cómplice— ¡Llegó por quién rogabas!
Una chica de cabellos cortos hasta el cuello y que caían por detrás de sus orejas se acercó rápidamente hasta donde estábamos lavando las papas recién cortadas. Con mucho afecto se colgó del cuello de André y le dió fuertes palmadas en la espalda.
—¡Tú rogabas por volver a mi! —dijo y ella chistó— No me imagino aguantarme una semana a Elliot y su abstinencia a la banda —rodó los ojos y ambos rieron.
Ella al separarse de él se reparó en mí y también me sonrió.
—¿Cómo estás? ¿Eres Lily verdad? —asentí y extendió su mano—. Es un gusto, soy Savannah Jenkins.
—Lilian Komatsu, mucho gusto —estreché la suya con un poquito de recelo.
Tanto André como Savannah son muy, extrovertidos. Sonríen mucho, ríen demasiado, hablan fuerte, y, etcétera de cosas que se han ido chupando mi energía vital a lo largo del día. Después de que se pusieran al día, la chica entró a los vestuarios a cambiarse y André se veía con una expresión de júbilo.
—¿Es su novia? —mascullé pero él lo oyó al parecer y empezó a partirse de la risa.
—¿Sav y yo? ¡Claro que no! Guácala —contestó. Me volteé y él me observaba—. ¿Qué ocurre?
—No pues, se te colgó encima cuando llegó, pensé que te ibas a desnucar.
Hizo una mueca y negó. Sigilosamente se acercó a mi y se agachó hasta más o menos mi altura. La cercanía me traía distintas sensaciones, como la del tácito calor que emanaba de su cuerpo al mío.
—Esto no lo oíste de mí, pero si hay alguien aquí que gusta de Sav, yo no soy, ahí te la dejo —susurró cerca de mi oído.
—Siempre tan chismoso tú, ni con la sobrina de los patrones cambias eh —interrumpió Savannah, se acercó con un cajón de cebollas—, vamos, vamos, a pelar.
—Sí mi jefa —canturreó con sarcasmo.
Están en su mundo por así decirlo. La aparición en la escena de la joven es fugaz y repentina. Tan pronto ella entró al patio llenó de volumen sonoro lo que quedaba de la tarde. En cambio, minutos antes, sólo eran mis manotazos ahogados por socializar. Yo sobraba. Siempre me pasa lo mismo.
Retrocedí. Me quité de mi cabello las hebillas que corrían mi flequillo y poco a poco fui emprendiendo mi retirada. No obstante, un chiflido errático llamó mi atención. André me señaló y asentía.
—¿Adónde vas? Dijiste que me ayudarías —dijo, yo discretamente señalé con la mirada a Savannah— ¿Qué ocurre?
—Pues... —musité, no sabía ponerlo en palabras. Él hizo señas con su mano para que prosiga— Ya que Savannah ha llegado, pensé que no necesitarías de mi ayuda en estos momentos.
—¿Qué? Es su trabajo, a esta le pagan por ello —torció sus comisuras y abrió sus ojos mostrando sus claros orbes— Vamos, venga aquí señorita.
—Oye, no me hagas invisible, tengo nombre —masculló. Volteó a mi y también hizo que me acercara— Dale tu banca Andie —y agregó:— sigamos pelando las cebollas, lo siento Lily me dejé llevar porque no lo veía a este después de una semana de viaje.
—¿Estuviste de viaje? —pregunté lo obvio.
La idea era intentar sacar conversación, luego de ese momento curioso que hemos interpretado. Ella asintió. André trajo otro cajón y lo posicionó junto al que me había cedido. Momentáneamente observé su perfil como esta mañana. Era increíble como su rostro podía tomar diferentes expresiones según la actividad que estaba haciendo.
—Por empezar, André y yo somos amigos desde la secundaria y bueno, trabajamos aquí desde hace tiempo ya —comenzó contando—, como habrás visto es muy riguroso con el temita del trabajo.
—Riguroso, no. Nuestra nueva amiga es la sobrina de los patrones Sav —dijo entre carraspeos falsos.
—No les diré nada chico chismoso —solté y Savannah se rió.
—Bueno gracias chica nueva —contestó alzando sus cejas.
Siguió entonces el relato. Mientras me enseñaban a pelar correctamente las cebollas, ella contaba que el chico con el que está saliendo, Elliot, es amigo de los dos desde la misma época y que, aparentemente al tomarse unas pequeñas vacaciones, se fueron ambos de mochileros a una ciudad cercana de aquí, donde había un festival.
Entre ello, Savannah fue haciéndome algunas preguntas sobre mi y distintas cosas en pos de conocerme. Podía interpretar que a ella le habían avisado sobre mi llegada al hotel de mis tíos. Por otro lado, el intercambio de palabras entre ellos dos se veía tan cercano, bromas audaces y comentarios mordaces pero con cariño. Quizás no podría entender con totalidad el tipo de relación que tienen.
Y me atrevo a decir qué, envidio lo que tienen.
🌼❤️✨
¡Aquí el capítulo 2!
Me tardé mi tiempo, lo siento por eso.
Estuve experimentando un pequeño bloqueo con respecto a las historias y bueno, aquí estoy nuevamente escribiendo. <3
¡Nos vemos en otra!
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