04
Viajó hasta el Polo Norte de manera inmediata con la intención de encontrarse con Sammuel. Le solicitaría su ayuda para poder remediar lo que había causado. Con lo que no contaba era con la reprimenda que recibiría primero y el cuestionamiento.
—Y yo que pensé que Amir sería el primero en olvidar sus responsabilidades— exclamó el Tiempo con ese tono de voz inquisidor que a muchos hacía temblar, no por nada Jaziry había dicho una vez que Sammuel le causaba algo de temor.
—Estoy arrepentido, créeme, lo lamento.
—Con lamentarlo no resolverás nada— respondió el Tiempo; ambos se hallaban en lo que parecía una pequeña habitación subterránea, ubicada bajo gruesas capas de nieve, esa era la residencia de Silvana, que aguardaba allí la mayor parte del año hasta que llegara el turno del invierno.
—Eso lo sé, por eso vine a solicitar tu ayuda— bajó la cabeza.
—¿Ayuda?— levantó una ceja, —eres tú quien debe remediarlo.
—Lo haría si pudiera, el problema es que no sé cómo.
Sammuel no borró su semblante hosco, no es que fuera malo, en realidad era todo lo contrario, pero debía permanecer así, sino ¿quién pondría orden?, alguien debía hacer el papel de padre, ¿no?
Exhaló tras unos segundos que le parecieron a Brend eternos y luego explicó de manera general, —Jaziry debe estar en su ambiente, como sabes cada ser tiene su naturaleza y una tolerancia a los demás, la tuya por ejemplo es el calor pero soportas cierto tiempo aquí— se refirió al frío, —la naturaleza del Arcoíris es diferente a todos los demás; ella posee todas y ninguna a la vez.
—¿Todas y ninguna?— preguntó confundido; tal vez estaba pensando que sería como llevarle un poco de agua, pero al parecer las últimas palabras del Tiempo lo desconcertaron.
—Además de gustarle salir a jugar, Jaziry es alegre, apasionada, de personalidad fresca, enérgica, pura, serena y dulce.
Brend contó los adjetivos mentalmente y los memorizó de inmediato.
—Debes hallar los objetos que representen todo eso y llevárselos; sólo de esa manera despertará, podrá salir a jugar y divertirse, y no morirá de aburrimiento.
—¿Y cómo encuentro todo eso?
—Como dije antes, eres tú quien debe remediarlo— y sin decir más, Sammuel giró sobre sus talones y se adentró por un oscuro pasillo de la cueva.
Apretó los puños, no sentía que su información le ayudara demasiado; por primera vez percibía un sentimiento que desconocía, ya había escuchado antes de él pero no lo había experimentado: frustración.
—¿Brend?— la voz del Invierno retumbó en la cámara de piedra, —¿está todo en orden?
—Silvana— la miró y trató de esbozar una sonrisa, —lamento la inoportuna visita— se disculpó porque no había intercambiado palabras con ella, sólo había llegado y buscado a Sammuel.
—No te preocupes— negó con la cabeza, —sé que es algo importante; no pude evitar escucharlos— bajó la mirada apenada por haber oído una plática ajena, pero esperaba que lo que estaba a punto de decir pudiera ayudarlo, así que se arriesgó y continuó, —y creo saber donde puedes buscar lo que necesitas.
Abrió sus ojos oscuros en demasía, —¿de verdad?— cuestionó.
La muchacha de piel blanca y suaves rulos amarillos que caían en forma de cascada sobre su espalda le explicó, —todas las cualidades que mencionó Sammuel pertenecen a varios seres del Cosmos, si hubiera dicho que una de las características del Arcoíris era el pesimismo entonces Celli podría ayudarte directamente, o si hubiera mencionado la indiferencia yo podría intervenir con una dura roca de hielo como su equivalente; pero también hay que tener en cuenta que Jaziry es diferente porque su naturaleza son los colores.
Brend escuchaba atentamente las palabras de Silvana tratando de entender y armar la frase más coherente a la situación, pensando que tal vez eso quiso decir Sammuel con "todos y ninguno a la vez"; —¿entonces debo buscar colores?— por fin habló.
—Supongo que sí; pero la experta en colores es Victoria, con sus cientos de flores tal vez pueda darte una solución.
*~~~*~~~*
De regreso en el Cosmos Brend se dirigió directo a la habitación donde había dejado a Jaziry, y en efecto, no solo Luna se encontraba acompañando a la pelirroja.
—¿Pudiste resolver algo?— indagó Victoria. Brend asintió y se dispuso a hablarles sobre lo que Sammuel le había dicho y sobre la intervención de Silvana.
—Me parece algo tan lógico y obvio que no puedo creer que no se nos ocurriera antes— declaró Luna cuando el relato del Rayo de Sol hubo terminado.
—No, no es tan sencillo— objetó Victoria; —tiene razón en cuanto a los colores, cada uno tiene un significado, pero al mencionar la palabra "objetos" y "cualidades" quiere decir que sólo una cosa en específico los representa.
—¿Cuáles fueron las características que te dijo Sammuel?— preguntó Luna.
—Alegre, apasionada, de personalidad fresca, enérgica, pura, serena y dulce—, Brend recitó prácticamente de memoria.
—¡Siete, como sus colores!— exclamó la morena levantando los brazos en señal de emoción por su descubrimiento, pero luego los bajó un poco más seria, —¿pero dónde encontraremos la alegría?— musitó.
Tras unos segundos, Victoria chasqueó los dedos y sonrió ampliamente, —el amarillo simboliza la felicidad, alegría, optimismo e inteligencia; y ya sé qué podría representarlo— corrió de inmediato hacia el Edén y luego regresó con un gran girasol en la diestra; —una vez Jaziry me dijo que estos eran sus favoritos, ahora sé porqué, el amarillo es uno de sus colores—. Colocó la enorme flor sobre la extensa nube, a una distancia prudente del cuerpo de la pelirroja, entonces los pétalos centellaron.
—¡Wow!— Luna dejó escapar un exclamación de sorpresa; —¡entonces eso es! Ahora hay que traer algo que simbolice la pasión, como una rosa roja.
Victoria negó con la cabeza, —no, eso no funcionará, el rojo representa la pasión, pero una rosa no es suficiente. El rojo es pasión, fuerza y acción.
Los tres permanecieron pensativos, hasta que como un rayo de luz una palabra surcó la mente de Brend, —el fuego.
—¡Claro, sí, por supuesto!— afirmó Victoria.
*~~~*~~~*
Los volcanes del occidente no estaba tan cerca, por lo que cuando arribó al pie de la montaña más alta se encontraba un poco exhausto.
Las puertas eran más altas de lo que recordaba y el rechino más estridente de lo que pudo soportar, así que con ambas manos tapó su orejas.
—¿Quién osa molestarme?— la voz rasposa del señor de los volcanes retumbó en la recámara.
Brend dudó por unos instantes, pero no debía retroceder, así que se adentró a la enorme habitación donde sólo existía una enorme cama.
—Oh, pero si es el Rayito de Sol— Roque borró su ceño fruncido; —hace un par de lustros que no te veía ¿Qué te trae por aquí?— bajó del colchón, su cabello estaba un poco revuelto pero eso no pareció importarle al recibir a su inesperada visita.
Brend se sentía algo incómodo, por mucho tiempo no había saludado al guardián de los Volcanes y ahora que lo veía era para pedirle un favor, pero tenía que tragarse su malestar y solicitar un poco de fuego, de lo contrario Jaziry podría no salvarse.
—Hmm— Roque acarició su barbilla, meditando las palabras del otro, —¿Y qué te hace pensar que te daré un poco del Fuego de la Pasión así como así?— cuestionó.
—Yy-yo... — eso no lo había pensado, no creyó que los seres del Cosmos fueran a pedirle algo a cambio; y como si Roque hubiese leído su mente le dijo.
—Te lo proporcionaré con una condición— sonrió, —que compitamos para ver quién es el más fuerte.
En segundos la enorme cama desapareció, o mejor dicho, se evaporó y dio lugar a un par de sillas y una mesa.
—Toma asiento— indicó Roque.
Estando uno frente al otro, colocaron el codo derecho sobre la mesa, juntaron sus palmas y se dispusieron a ejercer fuerza. Ganaría quien lograra doblegar el brazo del contrario.
—Espera— interrumpió Brend; —¿Cuántas veces haremos esto?
—Con una bastará, y déjame informarte que hasta ahora sólo Sammuel ha podido vencerme, así que no creo que tengas oportunidad— declaró con una sonrisa.
Tragó saliva de manera pesada, de su esfuerzo dependía regresar con un poco de fuego. Aplicó toda la fuerza que tenía, pero al final fue inútil, miró con susto cómo su brazo era azotado y aplastado contra la mesa.
—¡Gané!— gritó Roque eufórico y saltó de su silla.
Brend entonces experimentó algo extraño y que pocas veces había sentido, o al menos no tan fuerte como en ese momento: impotencia.
—Vamos Rayito de Sol, no seas mal perdedor— le sonrió, —aunque te entiendo, cuando Sammuel me venció no dejó de recordármelo a cada segundo. Así que toma, no quiero verte triste.
El moreno levantó el rostro y se encontró con el brazo extendido de señor de los volcanes, le estaba ofreciendo un pequeño quinqué que contenía una flama, roja y brillante.
—Pero si yo pedí.
—Así es— afirmó Roque, —mi condición era que compitiéramos para ver quién es el más fuerte, no era necesario que me ganaras para obtenerlo. Aunque admiro tu fiereza, pude ver el gran esfuerzo e ímpetu en tus ojos mientras hacías todo lo posible por ganarme.
—Gracias Roque— sonrió y se puso de pie para tomar lo que le ofrecía.
—Por nada, espero que tu amiga se mejore.
Cuando regresó a la habitación, sólo Luna se hallaba al cuidado de Jaziry.
—He traído el fuego— levantó la lámpara que traía en la diestra para luego colocarla sobre la nube. Maravillados, notaron cómo la flama brillaba aún más, incluso podría decirse que lanzaba pequeñas chispas que se perdían luego en el ambiente.
—¿Dónde está Victoria?— indagó él, ella era la experta en colores.
—Se ha ido al Edén, le hubiera gustado quedarse a cuidar de Jaziry pero no puede dejar sus flores por mucho tiempo— iba a decir "no puede descuidar sus deberes" pero sería una certera pedrada hacia Brend. —¿Qué sigue en la lista de cualidades?— preguntó, tal vez ella podría ayudar.
—Una personalidad fresca— declaró.
Luna permaneció pensativa, definitivamente ningún color le venía a la mente, pero lo de la personalidad fresca y tranquila si, había alguien que encajaba perfectamente con esa descripción, y si no era él directamente estaba segura de que podría ayudar a encontrar lo que buscaban.
—Brend— le dijo, —debes ir con la Tierra.
—¿Con la Tierra? Querrás decir a la Tierra.
—No no— manoteó, —no me refiero al lugar, sino al sujeto que vive entre las raíces, el amigo de Victoria.
—¿Néstor?
—Sí, él mismo.
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