Alguien una vez dijo...


Alguien una vez dijo...:

- La vida es color gris; hay momentos de color negro que nos invaden con tristeza y dolor, hay momentos de color blanco que nos brindan alegría, calma, un poco de calidez, pero también hay momentos de color gris, esos que sólo están ahí sin darte nada y a la vez todo; por eso es que a pesar de los momentos negros y blancos la vida es de color gris.

Hubo una vez un anciano sin hogar entre tantos otros, la gente que solía pasar por aquel lugar, donde la mayoría de las veces este hombre merodeaba lo conocían como el vagabundo más alegre y tranquilo a pesar de su desgraciada vida. Él era un hombre anciano de aproximadamente 85 años, caminaba por las calles vestido de sucios harapos y arrastrando un mugroso y viejo saco en el que solía recolectar algunas latas para vender aunque sea por un par de centavos que le permitieran comprar un par de bocados para poder comer. Le gustaba sentarse en las plazas de la ciudad a tomar el sol del día, comer de sus migajas y poder conversar con las personas que pasaban por aquel lugar o se quedaban a descansar un poco o esperaban alguna cita que tardaba en llegar, mas todos siempre se alejaban por asco o por miedo, considerándolo un viejo loco y repugnante.

La vida es de color gris, unas veces de color negro, otras veces de color blanco, pero mayormente es de color gris.

A sus pies solía acurrucarse un hermoso cachorro tan blanco como el color de esos días felices que se habían hecho tan escasos; el cachorro tenía una nariz y unos ojos tan negros como el carbón y parecían  tres botones sobre una bola de suave algodón. Siempre se apoyaba a los pies de su amo y jugaba con él, dormía a su lado y nunca se alejaba de su compañía.

Aún solía recordar el día que lo conoció; aquel cachorro estaba atrapado dentro de un saco de yute muy bien amarrado y arrastrado hasta las orillas de un río, había llorado hasta que sus pequeños pulmones ya no pudieron, y cuando el anciano logró abrir el saco este era el único cachorro que aún seguía con vida tras ser arrojado él y sus hermanos hacia una muerte segura. Los humanos solían ser tan crueles, los humanos eran los seres más crueles, sin una pizca de compasión incluso por esos seres inocentes.

El anciano recordaba con experiencia propia dicha crueldad e indiferencia. Alguna vez ese vagabundo había tenido un nombre, una vida estable y había sido un padre amoroso que entregó años de su vida y su vigor para criar a sus hijos y mantener un techo propio sobre su familia, alguna vez se desveló cuidándolos cuando se enfermaban, oró por ellos y su bienestar, soportó sus rebeldías y siempre se esforzó por darles todo lo que necesitaban y llenarles de consejos y buenos valores a los que aferrarse y con los cuales crecer como hombres de bien, y continuó preocupándose por ellos cuando se casaron y comenzaron sus propias familias y también se preocupó por la salud de su esposa a medida que iban envejeciendo. Y qué pasó luego, su esposa partió dejándolo en soledad, sus hijos le quitaron todo y lo apartaron de sus vidas dejándolo en un pequeño cuarto rentado hasta que, con el tiempo dejaron de pagar la renta, no contestaron las llamadas del padre que aún se preocupaba por ellos y nadie acudió cuando fue echado a la calle. Esa había sido su dolorosa experiencia con esos hijos que lo olvidaron.

Dolía recordar aquel pasado y que alguna vez tuvo mucho más y creyó que como él crió a sus hijos, cambió sus pañales y soportó a lo largo de sus crecimientos, estos harían lo mismo por él en su vejez, pero se había equivocado. Incluso el padre que los vió nacer no conocía el corazón de los que llevaban su propia sangre y el cómo pensaban estos.

Así fue como el cachorro desechado y el anciano abandonado comenzaron una amistad muy sólida, juntos en esos días de color negro, extendiendo una mano esperanzados de recibir una moneda, deseando por un poco de comida de aquellos restaurantes que los corrían con desprecio cuando entraban a pedir un par de centavos; buscar algunos bocados de comida entre la basura y acurrucarse a dormir en alguna esquina de las calles en esos tiempos de frío; también estaban juntos en esos días de color blanco, reír y jugar como un par de niños, explorar las calles a la compañía del otro y viajar por la vida observando el atardecer mientras cada noche esperaban por un día mejor. Siempre juntos compartiendo una vida de color gris.

Alguien una vez dijo que la vida es de color gris...

Él lo entendió mejor cuando sus hijos lo abandonaron como a un viejo e inservible mueble que ya no querían tener en casa, había llorado bastante y se había arrepentido y preguntado qué pasó con sus hijos, por qué lo trataban así. Pero luego encontró un cachorro que fue desechado como basura al igual que él, y ambos eran felices a pesar de sufrir las abversidades que parecían infinitas; la indiferencia de la sociedad que al verlos se alejaban lo más posible e ignoraban aquella mano que les pedía un sólo centavo para poder alimentarse él y su cachorro. También estaban esos días que la gente ofrecía su piedad con algo de comida o algunos centavos, algo que aunque fuera poco era algo por lo que estaban muy agradecidos.

Un día el anciano y el cachorro disfrutaban de una mañana cálida en la que algunas buenas personas les ofrecieron algo de comer, una bolsa de panes para el anciano y otra bolsa de croquetas para el perro.

- Hoy es un buen día, amigo mío- dijo el anciano y sonrió dejando ver los pocos dientes que aún quedaban en su desdentada boca, acarició la blanca cabeza del hambriento cachorro y le dió un beso sin dejar de sonreir, tomó otro poco de todas aquellas croquetas de perro que logró reunir para su fiel amigo y aumentó en su plato, satisfecho con sólo verlo comer y saciar su hambre.

Al poco rato su fiel amigo comenzó a temblar soltando baba por el hocico, el anciano no entendió qué le pasaba y llamó a su perro con preocupación, este sólo lo miró expresando miedo en sus grandes ojos negros que poco a poco si iban cristalizando. El anciano tomó un puñado de las croquetas con temor y pudo oler la característica fragancia del veneno para ratas, gritó aterrado y desesperado y llorando tomó a su perro entre brazos mientras clamaba ayuda porque su fiel amigo había sido envenenado, mas todos lo ignoraron alejándose lo más posible de él con asco y desprecio en sus miradas. A nadie le importaba lo que le pasaba a alguien como él.

Abeses habían días alegres de color blanco, otros eran negros, otros grises. Pero la vida se defiginía mejor con el color gris, porque era una mezcla de ambos.

El desprecio y la indiferencia de sus semejantes, nadie nunca está dispuesto a tender una mano si no se beneficia de ello. Nadie está dispuesto a ser amable si tiene que perder algo en ello. No importa cuánto llore uno y todo lo que implore, las personas siempre serán indiferentes si no es para su propio beneficio.

Al final, ese anciano cavó una tumba con sus propias manos a las orillas de aquel río del que había rescatado a ese fiel amigo y único acompañante, sus lágrimas bajaron por sus arrugadas mejillas arrastrando la tierra que cubría su rostro, sus dedos sangraban y dolían por cavar la tierra removiendo las piedras y pequeños fracmentos de cristales enterrados, pero sólo se detuvo cuando consideró que era lo suficientemente profundo para enterrar a su fiel amigo.

Tomó el helado cuerpo del cachorro en sus brazos y luego de un último beso sobre esa peluda y blanca frente lo acomodó en aquella tumba, lloró una vez más y se despidió de él dejando una flor silvestre sobre su cuerpo antes de enterrarlo.

Alguien dijo una vez que la vida es de color gris.

La vida es de tres colores, unas veces es blanco para conocer un buen amigo, otras veces es negro para despedirlo, otras veces..., otras veces es sólo gris, para seguir caminando hacia el siguiente color. Pero al final de todo siempre se define con el color gris, porque la vida es una mezcla de dolores y alegrías. La oscuridad, la luz y las penumbras.

Vagando por las calles, un anciano sin hogar y sin compañía, vestido de sucios harapos y arrastrando un viejo y mugriento saco caminó solo hacia el color blanco, hacia la luz, hacia el día feliz.

Noticiario: Tras la ola de frío que azota el país, un anciano sin hogar perdió la vida debido a las bajas temperaturas de las calles. Hay personas que piden la construcción de albergues para la gente sin hogar...

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