6. Información

No le agradaba recordar un pasado donde había sufrido y menos para exteriorizarlo por contárselo a alguien que apenas conocía.

—¿La verdad? No lo sé, o no lo recuerdo bien —respondió Simeón diciendo la verdad, pero a la vez intentando evadir la historia de su amada Leonora.

—Haga un esfuerzo ¡Por favor! Es que aún no ha sabido lo que ha aconteció luego de eso. Por eso necesito saber. A pesar que fue un excelente tónico contra el mal de garganta de la señorita, trajo consigo una perdición también.

—¿Cuál?

—Cuando canta ante los hombres, y solo los hombres, los sumerge en una especie de hipnotismo, haciendo que hagan lo que ella desee. Si ella les dice que se lancen al vació, ellos lo harán. La cuestión es que usted bien conoce su actitud presumida y ya la última vez que hablé con ella en aquella entrevista comenzaba a notar el poder de su voz hipnótica. Lo supe porque en la noche la acompañé a una cena de cierre, hacía frío y llevé bastante abrigo y protectores para mis orejas. Allí volvió a cantar un poco y vi de nuevo el color cerúleo haciendo lo mismo, luego me pareció verla murmurar y seguido los caballeros presentes hicieron distintas cosas, no sé si lo hizo probando el propio poder que sabía comenzaba a tener o qué. Simplezas pero lo hicieron.

—¡Que supercherías! Ahí sí que perdió credibilidad de todo lo que me ha contado. ¿Cómo va a ser eso posible?

—¡Eso es lo que quiero saber! Necesito que haga un esfuerzo. Supe que luego de haber tenido éxito con aquella obra, ahora hará un recorrido por otros espacios hasta finalizar en el Teatro Municipal de Barquisimeto, sabrá que fue recién inaugurado hace unas semanas, donde habrá más hombres y no me imagino qué revuelos pueda ocasionar con su canto, porque no serán cualquier tipo de hombres, sino de aquellos adinerados y poderosos, temo que todo termine en un desastre aunque sean hombres, para mí, desconocidos los que estén. Ella ya conoce que tiene poder sobre ellos.

¿Existe la posibilidad que sea por causa de algún tipo de magia que esté practicando y lo atribuyan a un tonto tónico? Creo que tendré que contar mi vida privada ¿Estás de acuerdo con eso Leonora? —Se preguntó.

—Sí, lo creo —escuchó un leve susurro en su oído derecho. Por instinto volteó pero no había nadie.

—¿Se encuentra usted bien? —preguntó Franco otra vez.

—Sí, disculpe, intento recordar de dónde proviene esa rara miel azul.

Pensó un poco y finalmente comenzó a contarle con detalles a Franco de la enfermedad de su esposa, todo lo que hizo por mantenerla con vida, el resultado que pareció dar y la conclusión verídica de su desaparición.

—Deme unos segundos. Voy por agua —se interrumpió Simeón levantándose.Lo dejó solo mientras se adentró en la casa en busca del cuestionado líquido.

Franco supuso que realmente iba a limpiarse algunas lágrimas reprimidas.

—A veces nos aferramos totalmente a los sentimientos de una persona —se susurró Franco—, sin tomar en cuenta que cuando esa persona parta, ya no tendremos nada más que vagos recuerdos de sus palabras y de la sensación de su presencia.

Apenas Simeón volvió y tomó su lugar, Franco se mostró atento para seguir oyendo la dramática historia hasta la parte donde mandó al criado a buscar la extraña miel y el tiempo que duró con la tarea. Luego que los dos callaron, cada uno pensando por su lado, Simeón se sacó de un bolsillo el frasco con un contenido azul brillante y lo colocó en medio de la mesa. La vista del reportero se ancló de tal manera que no lo creía, sin embargo cambió rápidamente, no lo podía creer, debía comprobarlo.

—Esto fue lo que compré en aquella ocasión.

—No le creo que eso sea miel —espetó Franco.

—Yo tampoco lo creí al principio pero tuve que…

—Ábralo —Simeón accedió a la petición. Y le entregó el frasco para que oliera. —Huele… ¡Huele a miel! —fue una exclamación entre el terror y asombro—. ¿Puedo probarla? —el boticario asintió y el otro procedió a derramar algunas gotas en el dorso de la mano y luego saborearla. Un brillo apareció en su mirada—. No puedo creerlo, sí es miel.

—Así es… tuve casi la misma reacción cuando la probé.

—Entonces debemos encontrar a ese que fue su criado. ¿Sabe dónde vive?

—Sí, vivía saliendo de Carora pero no sé si habrá cambiado de dirección. Esperemos que no.

—Eso lo averiguaremos. ¿Está de acuerdo? Usted que creó ese tónico tan… milagroso y perjudicial a la vez, debe estar de lleno con todo lo que sepamos. Además debemos hacer que la señorita acceda a revertir esos efectos sobrenaturales ¿Acepta? —Simeón se limitó a asentir sin dejar de sentir dudas al respecto, sentía que debía presenciar lo que acababa de oír y volverse creyente fiel de aquellas acciones.

—¿Entonces le parece si paso por usted esta misma tarde? —preguntó Franco.

—Ya es muy tarde para partir, el sol comenzará a ocultarse en poco tiempo y esas calles, cerca de la salida de Carora, no están tan seguras actualmente, corremos peligro. Mejor partimos mañana en la mañana ¿Está de acuerdo?

—Me parece sensato. Entonces paso mañana por usted a primera hora.

—Lo esperaré aquí en el mostrador. Toqué la puerta dela casa.

Luego ambos en su respectiva soledad se habían sorprendido con la rapidez que habían conseguido ponerse de acuerdo con personas que acababan de conocer, eso no les sucedía ni siquiera cada cierto tiempo. Solo no pasaba.

Esa noche Simeón llamó a Leonora quien tardó en aparecer. Le contó lo que estaba a punto de ocurrir y pidió su opinión, como era de esperar ella estuvo de acuerdo en que saliera de esas cuatro paredes en la que llevaba bastante tiempo encerrado. Simeón expresó su leve temor a los nuevos acontecimientos y ella lo comprendió. Cuando él la vio con los brazos extendidos, no dudó en intentar envolverse en ellos y el suave golpe del colchón lo devolvió ala realidad. Esa noche fue muy nostálgica para sus recuerdos.

Amaneció el martes y Simeón esperaba sentado en la cocina el toque de la puerta principal para salir por la del callejón donde tenía el caballo. La tarde anterior, cuando Franco se había marchado, le había pedido el favor al señor Núñez, su vecino setentero, que estaría unos días fuera del pueblo y que le cuidara la casa. Aunque el señor Núñez insistió en saber cuál era el motivo de su viaje, Simeón no le contó nada, solo que era por motivos personales. Sin embargo sabía que lo vería partir con el señor Duval ya que una de sus ventanas daba también al callejón compartido. La curiosidad siempre ha carcomido a las personas por saber qué les ocurre a sus vecinos; a veces porauxilio y otras para acelerar las desgracias que este pueda presentar, pero curiosidad en fin.

¿El caballo que tengo soportará la travesía? Está muy mal alimentado.

—Tenías dinero para alimentarlo, ¿Por qué no lo hiciste? El pobre caballo lleva semana y media sin probar un bocado ni siquiera decente. Me doy cuenta que era yo quien llevaba las riendas hogareñas y tú de lleno con el negocios —seguido se escuchó la sonrisa pícara de Leonora con ese toque de sinceridad al que Simeón siempre le huía por sentir dardos en la conciencia.Sin dar oportunidad de que éste pudiera ubicarla y saber si estaba visualmente con él, escuchó tres fuertes toques acordados en la puerta de la cocina. Supo que era hora de partir.Abrió y ambos conocidos se saludaron estrechando sus manos.

—Partamos entonces —le indico Franco sin retardar nada. Simeón le hizo pasar y salieron por la puerta trasera hacia el callejón, se acercó a su caballo para despertarlo— ¿Qué hace? Iremos en un carruaje que alquilé, olvidé comentarle.

—¡Ah! Qué bueno. Ya yo estaba pensando cómo hacer con este caballo viejo —le dio una palmada y el animal relinchó protestando molestia, lo que asustó al vecino Nuñez que espiaba desde la oscuridad y que asustado se golpeó con el marco de su ventana. Ignoraron el sonido, avanzaron hasta la calle donde les esperaba un carruaje particular. Subieron y partieron del lugar.

—¿Dónde vivía su criado? —le preguntó Franco.

—En la calle Araguaney con calle Fortunato Hernández, casi saliendo de Carora.

Tardaron un par de horas en llegar a la casa del criado, llamaron con dudas pero por suerte aún vivía donde mismo. Fueron recibidos con mucho entusiasmo, a Simeón por ser el antiguo patrón del mismo y a Franco porque su título de reportero era muy conocido en el pueblo, que él estuviera en su casa era un honor; a Siméon aquello le extrañó porque desde que aquel reportero había pisado su tienda no lo reconoció, ni aun compartiendo con él se le hacía familiar, pensó que era el encierro o, si lo había leído en algún artículo, no le había generado el menor interés. Sin perder tiempo le preguntaron sobre la miel y éste contó algo, que no fue tan informativo como creyeron pero arrojó un poco de luz sobre el tema.

—Esa vez tardé cuatro días y medio en llegar y tres días y medio en regresar, todo el viaje fueron ocho días —comenzó a contar el antiguo criado—.Es muy lejos. El Señor Simeón nunca se enteró de los infortunios que me ocurrieron en aquel viaje apresurado, igual ahora dudo que importen mucho. Cuando finalmente llegué agotado ante aquel médico le dije que venía por el encargo de Kurura ¿Recuerda a esa señora gorda? —Simeón asintió. Esa mujer siempre le pareció un misterio. Más nunca la volvió a ver—. El médico entró y salió con una bolsa de cuero y dentro venía el frasquito. Yo de curioso asomé la vista. «¡Esto no es miel!» Exclamé con asombro por lo que acababa de ver, si había viajado tanto tenía que tener total justificación de lo que acababa de recibir. Él me dijo que era normal,sin embargo seguí profiriendo preguntas: de cómo esa miel color azul iba a ser normal. Al final de tanto preguntar y por mi insistente necedad me contó que no era de éste país,era de otro muy lejano, donde los rayos del sol y luz de luna daban completamente a la tierra, pero no me dijo el nombre de dicho país. No sé si lo creía información confidencial o creía que no era digno, por ser un criado, de manejar ese nombre. Siguió explicando muchas cosas que no comprendí. Ahí supe que al menos podría darle un poco de respuesta a mi patrón si así me lo exigía ¿Y ve? Muchos años después el momento de la pregunta ha llegado. Para todo hay que tener respuestas, así sea archivadas aquí —tocó su cabeza—, nunca se sabe cuándo surgirán las preguntas. Hay que anticiparse a los hechos así sea que en el momento no lo justifique. Solo lamento no haber podido entender aquello que él me contó. Era solo un crio, si lo escuchara ahora mismo podría recordar absolutamente todo. Mi memoria se ha expandido, he madurado y demás actitudes que no vienen al caso ahora, la cosa es que hasta ahí los puedo ayudar señores. Espero haberles sido de ayuda.

—Una última pregunta —dijo Simeón— ¿De qué ciudad era ése médico? Yo no lo recuerdo.

—La gran ciudad de Barquisimeto.

—Eso es bastante lejos —anunció Franco—. Creo será momento de conocer una nueva ciudad en crecimiento.

—¿Recuerdas la dirección exacta? —Preguntó Simeón. El criado asintió y se las mencionó. Franco también tomó notas.

Agradecieron el recibimiento del ex criado y regresaron en el mismo tiempo. Pasados poco después del medio día ya habían llegado. Carora era también un pueblo en crecimiento, a pesar de ello era grande. Y no todos los caminos iban especialmente en línea recta, a veces, por obstrucciones o por mal estado de las calles de tierra, tenían que hacer bastantes desvíos.

Acercándose a la tienda, venían reflexionando de cómo hacer. No tenían cuatro días y mediopara averiguar qué tenía esa miel. Sin embargo creyeron que, a pesar que el ex criado les había dado la dirección, debían acercarse a la señorita Navas para saber qué estaba pasando a su alrededor. Para luego pasar por la residencia del médico. Así dispusieron hacer.

—Igual que hoy, es prudente salir mañana en la mañana ¿no? —inquirió el reportero. El otro asintió—. Entonces mañana paso por usted del mismo modo, prepare ropa suficiente, no sabemos cuántos días exactos vamos a estar. ¡Ah! Y no olvide por nada llevar ese frasquito con la miel azul.

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