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¿Quién abandona a quien?
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➺ Shipp: GoChi
➺ ANGST
Lo escuchas llegar, y solo esperas a que se acerque a saludarte con un beso que te robe el aliento y te rodee en sus brazos para hacerte sentir segura. Pero claro, eso no pasará.
Te percatas de que se sienta en la mesa. Sientes sus atentos ojos fijándose en cada cosa que haces para limpiar la cocina y esperas que se levante y te ayude un poco. Pero claro, eso no pasará.
Van a la habitación para dormir. Acostados en la cama esperas a que inicie aquella conversación que ambos sostendrán hasta caer dormidos, dónde se reirán, incluso tal vez donde puedas escuchar lo que más le gusta de ti. Pero claro, eso no pasará. Siempre tienes que ser tú quien inicie, pues al parecer, él es incapaz de hacerlo.
Pero tu corazón está cansado, está tan fatigado que sólo puedes quejarte, y esperas que él te escuche, que al menos se moleste en decir vacíamente que las cosas cambiarán. Pero claro, eso no pasará. Solo mantiene esa sonrisa idiota y empiezas a creer que ni siquiera te está escuchando.
Y así pasan los días, y él sigue saliendo al campo, a correr como un animal embobado y a brincolear como un cordero tonto. Lo miras alejarse desde la ventana y te abrazas a ti misma al sentirte sola.
No lo entiendes, él siempre lo ha hecho así. Sale todo el día, a veces más de uno, y regresa después con algún animal que te pide que prepares para la cena. Nada ha cambiado, ¿por qué de repente te sientes tan abandonada? Piensas hasta que logras descifrar, que es porque antes no estabas abandonada, antes tenías a tus hijos que te hacían compañía y ayudaban en tus deberes como madre.
Pero ellos crecieron, admiras que finalmente el nido está vacío y entiendes que has llegado a una edad, dónde todo lo que queda por hacer es descansar. Estás vieja, las arrugas que cada día ves en el espejo se encargan de recordarlo, y sabes que es verdad. A veces te dolía verte a ti misma terminando tan fatigada por hacer tareas que en tus años jóvenes te era tan sencillo como decir salud. Te entristece pensar en los años que desperdiciaste tratando de lucir joven, pues te daba vergüenza que te confundieran con la mamá de tu esposo, que por su raza, aún aparentaba estar en sus veintes.
Ahora entiendes que no estás mal, entiendes que es momento de descansar. Ya has vivido, ya has amado, has luchado y has llorado también. Todo lo que queda es relajarse y disfrutar, pues es momento de ello. Pero entonces, ¿por qué él no está contigo? ¿Por qué no puede ver al igual que tú que estás por terminar definitivamente? Es que no le importas quizás, es que realmente nunca le importaste, tal vez. Probablemente el día de mañana mueras, y él te entierre, y a los veinte minutos, vuelva a jugar en el bosque como un animal idiota.
Tal vez no llore, tal vez ni siquiera te extrañe. Te ha abandonado tantas veces estando tú viva que no te sorprendería en lo más absoluto que te vuelva a dar la espalda estando ya muerta.
Y así, decides acumular todo tu dolor para tí misma. Sabes que no servirá de nada gritarle, toda tu vida le has gritado y a día de hoy sigue sin poder escucharte. Dejas de prepararle de cenar, y él ha dejado de llevarte animales para que cocines. De repente no puedes salir de la habitación, allí es donde te escondes de la triste realidad, esa en dónde has desperdiciado tu vida entera al lado de un hombre que se casó contigo porque creía que el matrimonio era comida. Comienzas a llorar en silencio, así como lloraste cuando él te abandonó embarazada, ahora lloras porque sientes que te has abandonado a ti misma. ¿Y él? Sigue sin poder escucharte.
No sabes cuánto tiempo llevas así, esperando tu muerte, deseando morir lo más pronto posible para dejar de ver lo poco que vales para él. Tres días pasaron sin que volviera a casa, y al cuarto regresa, con un ciervo y una margarita cortada. Siempre que hace algo que sabe te hará enojar, pretende aminorar tu ira con una flor que vagamente corta y se marchita para el final del día. Ni siquiera te molestas en tomar ese insulto y lo dejas con él en la mano. Te decides a preparar el fuego por costumbre, mientras que él toma iniciativa de adelantar al animal.
Pero entonces suena el teléfono y él va a responder. Exclama feliz el nombre de uno de tus malagradecidos hijos que no se molesta en preguntar por tí. Tampoco te llama ni mucho menos viene de visita. Lo escuchas reír al momento en que suspiras de cansancio. La leña es demasiado pesada para tus manos delgadas y temblorosas, tanto que no eres capaz de encender un cerillo para iniciar el fuego, y justo entonces, escuchas su estúpida risa otra vez. Él habla por el teléfono mientras tú estás batallando y suspirando por cansancio. Eso es suficiente para ti.
Enojada tomas un trozo de leña, necesitaste tomarlo con tus dos manos para arrojarlo a la cabeza hueca de tu esposo, pero solo le das al cuello. Le reclamas que no se percata de cuánto batallas, y él se gira a ti, con esa expresión confundida que tanto odias ver y con el teléfono aún en la mano.
No tiene caso discutir más, y aunque él te pide que le expliques a qué te refieres no tiene sentido, ¿de qué servirá? Si nada va a cambiar. No dices ni una palabra y te refugias en la habitación. No lo dejas pasar. Te pide que abras la puerta, y tú solo le pides que te deje sola, como siempre. Otra vez no entiende, tal vez es tu culpa decir esas cosas de forma tan repentina, pero de igual manera no respondes. Todo queda en un silencio sepulcral. Puedes oír sus pasos alejarse de la puerta al pasar treinta segundos parado frente a ella para ver si cambiabas de opinión. Esa noche es la primera de su matrimonio dónde lo envías a dormir al sofá.
No te das cuenta, pero él reflexiona, empieza a percatarse de tu silencio en los últimos meses. Recuerda una vez en la que su mejor amigo de la infancia le dijo que cuando una mujer se queja, es porque está dispuesta a arreglar las cosas. Pero cuando una mujer es callada, cuando finalmente se cansa de quejarse, es cuando la ha perdido.
Comienza a temer, estás tan callada que incluso escucha los grillos del jardín. Finalmente, se decide a no perderte. Al apenas salir el sol él va en busca de volver a enamorarte.
Pero ya es demasiado tarde.
Todo lo que encuentra en la cama es tu cuerpo inerte reposando sobre la cama. Entonces todo comienza a tener sentido para él, entonces entiende el enigma de tus palabras la noche anterior. Finalmente se percata de que tú sabías que tu hora estaba por venir, y también, entiende por qué te sentías sola.
Tú eras buena, caramba, probablemente no pudo casarse con mejor mujer tú, que siempre esperaste a su regreso, que lo aceptaste en tu vida. A ti que te dio una casa y tú le diste un hogar al cual regresar, a ti que bastó con darte una noche de pasión y tú le diste un hijo, a ti que te dio su corazón y tú solo le diste amor y felicidad, sin jugar con él, sin romperlo, sin tampoco facturarlo. Ahora entiende que sólo necesitabas un poco de su tiempo, pero ahora jamás te lo podrá dar, porque él no ha hecho más que ser un malagradecido con la maravilla de vida que le has dado y ahora estás muerta, y por su culpa, has muerto triste. Te extinguiste sufriendo hasta el último momento y no hay otro culpable más que él.
Él, que te abandonó sabiendo del niño que llevabas en el vientre. Él, que muchas veces desapareció con tu hijo a enfrentarse a algún ser malvado y te dejaba con el Jesús en la boca. Él, que te castigó abandonándote aún estando a tu lado. Él, que no hacía más que sacarte de quicio ahora entiende que no pudo evitar que murieras, pero sí pudo hacer que te fueras con una sonrisa, pero no lo hizo, y ahora, deseará envejecer como los humanos, porque ese pensamiento le atormentará hasta el día en que pueda volver a verse contigo.
N/A
POR FIN TERMINÉ DE ESCRIBIR ESTO AAAAHHHH
Me ha costado mucho cazar un poco de inspiración, no quería que el primer contenido fuera tan triste, pero supongo que no puedo evitarlo #"(
Espero que le haya gustado a quien quiera que lo haya leído, el próximo apartado se abrirá la primera Tanda para realizar los pedidos ^^
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