🇺🇦-[ 02 ]-🇺🇦

_____________________________

―✽+†+✽ Abominación ✽+†+✽―

_____________________________

❥ Shipp: HunKraine (Hungría y Ucrania).
❥ Personajes: Ucrania, Hungría, Rusia, Bielorrusia, OC.
❥ AU: Estudiantes.

⚠ A D V E R T E N C I A S ⚠

† Yuri.
† Homofobia.
† Violencia moderada.
† Este one-shot no pretende fomentar el odio, discriminación ni agresión hacia la comunidad LGBT.

Idea suelta de la autora✓


Ella nunca supo lo que sentía por su mejor amiga, hasta que finalmente, entre la oscuridad de la habitación de Elizabeta, viendo sus ojos esmeralda destellando de la manera en que lo hacían con la poca luz de luna que se filtraba por la ventana, su respiración se volvió pesada cuando ambas se besaron.

Habían ido a estudiar juntas a la casa de la castaña, cuando repentinamente, una tormenta de nieve se había desatado, impidiendo, que Oleg, padre de la Ucraniana, pudiera pasar a recogerla y por consecuencia, tuviera que pasar la noche en la casa de la amiga por la que había estado sintiendo cosas inexplicables desde hacía ya un tiempo.

Besarla había sabido a gloria. Finalmente había entendido lo que significaban aquellas emociones que tenía por Elizabeta. Sin embargo, tan pronto como se separaron y se vio reflejada en sus ojos, sintió el terror más helado que alguna vez hubiera podido experimentar. Pues al saberse que si su padre se enteraba de algo así, sería repudiada y odiada. Y sin quererlo, con lágrimas en los ojos le confesó a su amiga ese temor.

Elizabeta la calmó, tomando su mano y acariciando gentilmente su piel con las yemas de sus dedos quería apaciguar ese temor que le afligía.

—Entiendo que no quieras... Esto —le dijo con la voz dulce antes de que Yekaterina la interrumpiera.

—Sí quiero —afirmó—. Te quiero, muchísimo pero... lo nuestro tendría que ser a hurtadillas, y yo sé que tú mereces a alguien con quién abiertamente puedas salir y tener citas y solo... solo perdóname.

Elizabeta enmudeció, y después, soltó una risilla, de esas tan hermosas que solamente ella podía brindar.

—¿Por qué te disculpas, Katy? —cuestionó, limpiando con cariño las lágrimas que manchaban los hermosos ojos azules de su amiga—. No me importa si es a hurtadillas, de contrabando, o de cualquier forma en que se pueda describir una relación ilegal. Todo lo que me importa, es que quiero estar contigo. Con eso seré feliz.

Y así, ambas sellaron su relación tras soltar unas risillas y besarse una última vez. Ambas charlaron hasta que cayeron dormidas. De ese modo, Yekaterina comenzó con los meses más felices de su vida. Se sentía como en una de esas novelas de amor, emocionándose por ver a su amada, besándose a escondidas, charlando incansablemente y siempre buscando momentos en los que pudieran verse a solas. Estaba convencida de que Elizabeta era la mejor relación que alguna vez hubiera podido tener, aunque nunca antes había tenido una, jamás se había interesado en ningún chico antes. Ella era su primer amor, y tal vez, el mejor de todos mientras duró.

Dejaron de verse en secreto cuando llevaban ya diez meses de relación. Y tal y como en las escondidas, perdieron al ser descubiertas por Iván dándose un beso detrás de los salones de la escuela. Ese día su hermano la llamó gritando su nombre. Ambas se separaron de manera instantánea. Yekaterina sintió como su corazón se desplomaba hasta la boca de su estómago. Miró como Iván se aproximaba a ella, rabioso, como jamás pensó verlo dirigirse a ella misma y estampó su puño contra su mejilla. El mundo le dió vueltas por un instante, y desorientada, solo se llevó la diestra a la mejilla donde sentía un dolor originarse punzante.

—¡Ey! —exclamó Elizabeta enfurecida y empujó al varón lejos de Yekaterina. Sin embargo, él la hizo a un lado y tomó a su hermana de la muñeca con fuerza, alando de ella, casi como si la quisiera arrastrar—. ¡Suéltala! —demandó pero el varón la ignoró.

—¡Basta! —gritó Yekaterina mientras veía a su novia una última vez antes de ceder y alejarse con Iván, quien cada vez hacía más fuerte el agarre en su muñeca—. ¡Hermano, me estás lastimando! —gritó una vez se hubieron alejado de Elizabeta, pero Iván no reaccionaba. La condujo implacable al baño de varones, donde habían algunos chicos haciendo bulla en los lavabos.

—¡Fuera, fuera, fuera! —los echó a todos mientras golpeaba estrepitosamente las puertas de los cubículos. Los otros chicos, que eran unos alfeñiques en comparación del corpulento y grande Iván, no hicieron un solo reclamo y salieron del baño casi corriendo.

El varón cerró la puerta con seguro, se giró a su hermana y se aproximó a ella, intimidándola por su miraba chispeante de rabia. Ella retrocedió hasta que dió con la pared, y allí su hermano la tomó del cabello. Ella por instinto llevó sus manos sobre la de su hermano, tratando inútilmente que el agarre no le lastimara.

—¿Qué mierda estabas haciendo? —cuestionó el varón ardiendo en rabia, impidiendo que Yekaterina bajara la cabeza.

—Iván... me duele...

—¡Respóndeme, maldición! —alzó la voz y la jóven rompió a llorar nuevamente, asustada. Sintió sus piernas temblar. Era incapaz de responder a eso.

—Por favor no le digas a mi papá... Haré todo lo que quieras, Iván, pero no le digas —suplicó en un chillido mientras sentía sus calientes lágrimas descender por sus mejillas y su cuello a causa de la postura erguida que su cuello estaba obligado a tener.

Entonces Iván la soltó y ella casi cae de rodillas. Yekaterina no supo cómo fue capaz de mantener el equilibrio. Miró a su hermano una última vez, quien con asco la convirtió en el objeto de su visión. No lo reconocía en ese momento, él nunca antes le había hablado ni tratado de semejante forma.

—Tú me repugnas —fueron sus últimas palabras antes de salir de los baños, destrozando el corazón de su hermana, haciéndola sentir terriblemente sola y abandonada, casi tanto como cuando su madre murió y ella sólo tenía trece años.

Oh, su madre, ¿qué pensaría de verla así? Ella fue quien le enseñó todo lo que sabía de amor y belleza. ¿Sería capaz de entenderla? Pues era claro que nunca lo sabría. Una parte de Yekaterina quería creer que sí, que de hecho, la apoyaría en su relación con Elizabeta. Pero no quería manchar el perfecto retrato mental de su madre, aquel que atesoraba en el confuso mundo de sus recuerdos, para hallar un consuelo falso, uno que probablemente estaba mal. Así que permaneció con la duda el resto de la tarde. Aunque, poco a poco ese pensamiento fue acaparado por el ingente temor de llegar a casa. Peor aún, de que su padre se anunciara en ella.

Al llegar a casa no fue capaz de ver a Iván a la cara. Simplemente se dedicó a hacer sus deberes en silencio, queriendo evitar ser notada por su hermano. Al terminar se fue a su habitación que compartía con su hermana, quien tranquilamente hacía su tarea en su cama. Yekaterina se acostó en la suya y abrazó una almohada, melancólica, viendo en el reloj de la pared los minutos pasar, deseando que el tiempo se detuviera y jamás tener que enfrentar la enorme tempestad que se avecinaba.

Sin embargo, la hora temida llegó. Yekaterina escuchó a su padre llegar a casa, pero no bajó a recibirlo. Tampoco Natalia lo hizo. Su corazón latía con fuerza, como si él también quisiera abandonarla para dejarla lidiar con todo eso. Sin embargo, al igual que ella no podía huir. No podía ni respirar, la espera la estaba matando, y entonces, escuchó los imperantes pasos furiosos resonando más fuerte entre más se acercaba a la habitación, y cuando menos se dió cuenta, la puerta se abrió fuertemente, haciendo ruido al impactar contra la pared.

Yekaterina se sentó como si de repente se hubiera electrocutado, y apenas alcanzó a ver el rostro enfurecido de su padre antes de que se acercara a tomarla del cabello, casi igual que como Iván lo había hecho en la escuela, y la sacó de la cama. Yekaterina cayó al suelo al tropezarse con sus propios pies, aún sintiendo la mano de su padre con ese agarre tan brusco y cruel.

—¡Déjala! —demandó Natalia, asustada, pues nunca antes había visto que su padre tratara de semejante manera a su hermana. Peor aún, pues no sabía la razón por la que Yekaterina recibía ese castigo. De inmediato se puso de pie ella también pero su hermano se metió en su camino para impedir que detuviera todo.

—¡No te metas! —advirtió Oleg mientras sacaba a su hija de la habitación, dejando a solas a los dos menores para que el varón le explicara todo a Natalia.

Los quejidos y lloriqueos de Yekaterina parecían no alcanzar los oídos de su padre. Furioso la sacó de la casa, siendo ambos golpeados por el helado viento invernal. Yekaterina escuchó al perro del vecino ladrar, y cuando menos se dió cuenta, fue arrojada al interior del cobertizo que tenían en el patio trasero. El mismo lugar donde su padre los disciplinó cuando eran niños.

N/A

Sé que es un final muy abierto, pero si lo hacía más largo entonces esa parte vendría sobrando. No quiero que el shot parezca forzado o algo así. Espero que entiendan mi decisión de dejarlo tal y como está.

Muy atentamente:
Yossi-Chann ❣️

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top