01

"Partir"
Universo canónico
Temática: Angst y Amistad
Pedido hecho por Mein_Mond

Resumen:
Marco es afortunado de tener una segunda oportunidad para partir feliz.

El día era ya bastante surrealista, desde la mañana que todo se había convertido en una autentica locura, esperando que todo esto terminara pronto y que terminara de la mejor manera, si es que a esas alturas algo asi era posible, el universo solo se habia burlado en su cara con ferocidad.

Si tan solo no se hubiera acercado a Reiner y a Bertholdt cuando les vio, pero lo hizo, porque le tranquilizaba saber que sus compañeros estaban cerca para ayudar y que trabajarían juntos en la misión a pesar del desastre que los rodeaba. ¡Oh, que equivocado! Con Reiner encima de él, luego de empujarlo e impactar en el tejado, comprendió que esto no se trataba de ninguna broma. Lo estaban atacando de verdad, como solo atacas a un enemigo, no se comparaba a ningún golpe que le hubieran dado antes, ni siquiera en los mas rudos entrenamientos.

¿Era una especie de castigo por su ingenuidad, por ser tan confianzudo? Mensaje recibido, ya había aprendido su lección, ahora por favor que alguien lo sacara de ahí, que alguien llegara a salvarlo.

Annie se asemejaba a un ángel en cuanto entro a su campo de visión, su repentina aparición en escena hizo que la esperanza que se evaporaba regresara a él. El alivio que experimento creciendo dentro de su pecho hacia su garganta no era equiparable a nada que hubiera sentido antes.

Sus gritos de ayuda salieron sin meditarlos, al igual que la explicación que le dio: sus amigos estaban delirando. Gracias a la luz que trajo Annie consigo podia continuar convenciéndose de que asi era, aunque todo indicara lo contrario.

Un titán se acercaba.

-¡Annie, quítale el equipo de maniobras!

Su mente se nubló con esas simples palabras, dejándolo en un shock total. Pensaba en las peleas donde Annie fue participe, él apostando por ella todas las veces, porque creía ciegamente en la fuerza que poseía y... con la que ahora mismo lo despojaba de las unicas armas que podían protegerlo en un mundo tan voraz.

No se dio cuenta en que momento había comenzado a llorar, tal vez desde que Reiner lo derrumbó. De miedo, de angustia, de enojo, de tristeza, o por la pequeña alegria que le había producido ver a la chica, antes de revelarse que era una más de los traidores. Marco no sabía la razón de sus lágrimas, tal vez una inmensa combinación de todo lo anterior, una bola de emociones y sentimientos.

Annie lo acompañaba en su llanto, Bertholdt cerraba los ojos y giraba el rostro en otra dirección, y aunque el agarre de Reiner era muy resistente, podía sentirlo temblar. Las acciones y el tormento en sus expresiones no le dejaban clara la situación. Tenía enfrente a tres verdugos que se cernían sobre él, gritándose entre ellos para decidir el destino de Marco, el demonio; y aún así, debajo de sus oscuras túnicas, observaba a sus queridos amigos.

¿Por qué sus amigos hacían esto?

Si eras los mismos chicos que conocía debía haber una buena explicación para lo que estaban haciendo, porque ellos no eran así, eran buenos, Marco estaba seguro de no haber tratado con ningun asesino a sangre fría.

Quería entenderlos, porque era capaz de hacerlo, y deseaba que confiaran en él para explicarle las cosas, como él había confiado en ellos. Marco era un buen amigo y se quedaría quieto escuchándolos, sin interrumpir, ni juzgar o gritar algo antes de que hubieran terminado su historia, solo debían permitírselo. Eran sus amigos, los quería muchísimo y jamás entendería porque ahora estaban entregándolo a su muerte. Traicionándolo.

Su más reciente anhelo fue ignorado cruelmente, los chicos lo dejaron botado encima del techo de esa casa, indefenso ante el gigantesco ser que se aproximaba. Su vida dejo de pertenecerle en tan pocos instantes, dependiendo de otros a los que no les importaba lo que le sucediera.

El tiempo no fue mas despacio para él, eran sus pensamientos los que corrían a una asombrosa velocidad cuando una enorme mano lo tomo mientras le gritaba a sus amigos, siendo observado sin ninguna reacción. Era incapaz de hacer algo para evitar su inmenente muerte y eso le resultaba incomprensible, no podía desaparecer asi de fácil, se rehusaba a que fuera tan simple como eso.

El miedo lo estaba consumiendo, porque no quería sufrir la agonía de ser devorado, la pequeña probada de dolor que le proporsiono el titan al estrujarlo entre sus dedos, rompiendole varias costillas en el acto, fue mas que suficiente para acorralarlo como a un niño pequeño.

No quería morir, no estaba listo para morir, quería que el día acabará para poder descansar. Marco no pensaba en nadie más, rozando el manto en su lecho de muerte, hacia por primera vez lo que en varias ocasiones le instaron a hacer. Únicamente pensaba él y en sus ganas de vivir.

-¡No!- gritaria, pateria y daría manotazos con tal de no rendirse, aunque fuera inútil y penoso. No podía importarle menos.

La presión de los dientes del titán comenzó en su costado derecho y todo su cuerpo colapso en ese instante. Estaba saliendo de si, el último movimiento que pudo controlar fue el de sus párpados cerrándose y la última sensación física fue el dolor, la calidez de su propia sangre derramándose. Y con eso, su mente también se disipo, no hubo nada, estaba solo.

×××

Casi como un simple parpadeo, sus ojos se abrieron de repente. Estaba acostado con las rodillas pegadas al pecho y sus brazos sosteniéndolas. Una gran fogata se alzaba a su lado y de manera instintiva se llevo la mano a la mejilla que sintió destrozada, esperando alguna clase de vendaje o cicatrices sobresalientes, sorprendiéndose al no encontrar nada, observo todo su cuerpo, intacto, incluso su uniforme se veía limpio y liso.

¿Fue solo un mal sueño?

Las llamas ondulaban por el aire, formando distintas sombras movedizas a su alrededor, y tras la flameante naranja rojizo se ocultaba una masa gris.

Marco se irguió sin apartar la vista del alimento del fuego, analizándolo con sumo cuidado. Dejo escapar un jadeo cuando distinguió a un cráneo deshaciéndose en las brazas, reacciono a lo que en realidad había estado viendo con tanta atención. Una pila de cadaveres siendo incinerados.

La espeluznante imagen lo hizo sentir náuseas y los ojos se le cristalizaron nuevamente. Lo que tenia enfrente debían de ser cientos de personas que murieron en Trost, muchos de ellos, sus compañeros. Mareado, trato de ponerse en pie, haciendo un nuevo descubrimiento, se sentía demasiado ligero, sosteniéndose con la facilidad que recogías agua entre las manos.

Sin necesitar explicaciones, asimilo su nueva condición, estaba muerto.

Trató de buscarse a si mismo entre los restos humanos que quedaban, pero no tenia ningún sentido, nada ahí tenia rasgos distintivos de nadie, era carne putrefacta que se quemaba.

Distintos murmullos y lamentos se asomaron detras de la fogata, Marco avanzó, suave como una pluma, para mirar a los cadetes rodeando el lugar.
La mayoría estaba a una distancia prudente y otros tan lejos como podían. Él los entendía, no necesitaban ver esto y desgarrar la imagen de sus seres queridos en vida. Unos pocos estaban cerca del fuego y Marco los reconoció de inmediato, eran sus compañeros de la 104, los que quedaban. Apretó los párpados ante tan desagradable pensamiento.

El que más resaltaba era Connie, sus sollozos eran los mas audibles, estaba de cunclillas y sostenía su cabeza con las manos, absorto. Marco se acercó, esperando que eso fuera un buen gesto de consuelo, aunque ni siquiera lo viera. Tenían que apartarlo de ahí, no debía ser sano que estuviera viendo a sus camaradas desvanecerse tan de cerca. Quería ser quien lo sacará de ahí, pasarle el brazo por los hombros y decirle que no le gustaba verlo llorar, que respirara y se diera la vuelta, estaba bien, no necesitaba mirar.

-Connie-susurró incandose a su lado. -Yo no estoy ahí, Connie, estoy aquí a tu lado.

A pesar de su intento el chico no paro de reprimir sus gritos. Marco no podía actuar, era un espectador del mundo terrenal, del que ya no formaba parte.

Dolido veía al resto, ninguno de los presentes podía ayudar a Connie en su lugar, Sasha estaba igual de destrozada, todos cabizbajos, lamentaban las perdidas.

No lo veían, y eso lo conmocionó, se abrazo en un inútil intento de tranquilizarse, estaba muy asustado todavía. Se preguntaba que seguiría ahora, si acaso este sería el infierno, porque se sentía como uno, rodeado de tristeza y de dolor.

Comenzó a llorar tan fuerte que si pudiera escucharse, habría opacado ya los débiles sollozos de Connie. No se merecía esto, tener a sus amigos y no poder decirles que estaba ahí con ellos, que también necesitaba uno de sus abrazos, porque le atemorizaba saber que sería de él, que continuaría si todo esto terminaba, si se sumiria para siempre en este momento.

Reiner, Bertholdt y Annie estaban tan solo a unos pasos, y Marco se acercó furioso a ellos.

-¡¿Por qué me han hecho todo esto?!-les grito a la cara. -¡Creí que me apreciaban aunque fuera un poco! -. Apacibles, sus miradas lo atravesaban, era invisible para ellos.

Reiner, con el mismo porte de siempre, mantenía el ligero temblor que tuvo cuando lo sostenía para desarmarlo, sus pupilas oscilaban temerosas y una silenciosa lágrima descendió. Esa gotita hizo a Marco detenerse y todo el rencor que amenaza con sembrarse en su corazón, como un nudo asqueroso de veneno, desapareció.

-Marco...- una voz y una caricia en su hombro aunque nadie lo tocaba.

Jean le hablaba, al viento mas bien, a las pilas de cuerpos entre los que estaba el suyo, pero Marco lo escuchaba perfectamente. Su amigo le susurraba y eso era reconfortante. Jean no lo veía y sin embargo eso no fue impedimento para conectar con él, para acariciarlo con solo sostener unas cenizas, el cariño que tenía por Marco era asi de grande, muy poderoso.

Pronto empezó a sentir que todos se abalanzaban sobre él, envolviendolo con extrema calidez. Connie, Sasha, Christa, Ymir, Jean, y para su sorpresa (o no), Annie, Bertholdt y Reiner, demostrandole su cariño incondicional.

Marco se relajo y dio su mejor sonrisa a todos, porque superaron una barrera tan fuerte como la muerte y su limitada visión a las cosas tangibles para abrazarlo.

Una luz resplandeciente lo rodeo, alejandolo de sus amigos.

-Gracias, Jean- dijo a su lado.

Jean abrió los ojos, no lo atravesaba, lo veía fijamente. Marco se alegro de que pudiera verlo una última vez.

Sonriente agitó la mano, despidiéndose. Muy feliz dio la vuelta y emprendió el camino a donde fuera que se marchara, porque aunque caminaba sin acompañantes, no se sentía solo.

*Cries in gay*

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