🔪Uno🔪

                          🔪OneShot🔪

🔪Temática: AU Hospital Psiquiátrico🔪

🛑Aclaraciones: Como el personaje de este libro es Cutthroat ya deberían saber que la sangre es un requisito casi que obligatorio, sin embargo me veo en la obligación de advertir que hay contenido referente a homicidios. 🛑

Personajes principales: Cutthroat (Asesino) y Yukimura Nova (OC)

Desde hacía un tiempo sabía que mi destino era el hospital mental de Kansai. En repetidas ocasiones recibí advertencias al respecto, pero mis peores temores se confirmaron cuando aquella mañana aquellos hombres tocaron a la puerta.

Lo más increíble fue el hecho de que mi madre pudiera convencer de esa manera a los doctores.

—Sólo mírenla, está hecha un asco y no quiere salir de su habitación. Casi no habla conmigo y tiene un montón de animales muertos clavados en la puerta…

Mi madre era una gran actriz. Una muy respetada en todo Kansai y además era la peor madre que podría existir. Una combinación así, sumado al hecho de que tenía mucho dinero y una cordura casi inexistente hacían de mi situación la peor de las peores, por así decirlo.

Al final fuí transportada a aquel lugar lleno de celdas, algunas llenas de gritos que hielan la sangre y otras en el más absoluto y aterrador silencio. No sé cuál de las dos era más aterradora.

Fuí arrastrada cual animal por un largo pasillo directo a una oficina con un asqueroso olor a tabaco fuerte y cuyo mobiliario exhibía tonos rojizos que me ponían enferma. No me gustó el ambiente de aquella sala. Y mucho menos cuando ví al individuo frente a mí: Un hombre que parecía un hámster, embutido en una bata blanca y que se hacía llamar a sí mismo "doctor".

Ese hombre tomó unos documentos y me habló con una voz calmada mientras leía lo que quiera que estuviese escrito en la planilla.

—…Te llamabas Nova. Yukimura Nova.

—Si, gracias por recibirme doctor Tamada. —ironicé mientras apoyaba el codo en la mesa.

El hombre levantó ambos ojos del papel y me miró confundido.

—¿Nos conocemos?

—Su nombre está escrito en la placa

—Ah, si claro, claro —se aclaró la garganta —Bueno… Aislamiento, predilección por matar criaturas pequeñas…

—Esa no he sido yo.

—¿Ah no?

Sabía que era inútil explicar nada a ese hombre, pero al menos lo intentaría.

—Mi madre los ha clavado ahí. ¿Qué no es obvio?

—Tu madre…la famosa actriz Yukimura Reiko. Ella es una mujer respetable, hermosa y…

—…y por esa misma razón puede engañarlos a todos de esa manera.

Sus ojos mostraron una pequeña chispa cuando volvió a mirar al papel.

—Mm… Premeditación de terrorismo.

¿Qué?

—¿Cómo? No tengo idea de esa parte.

—Aquí dice que han encontrado rastros de componentes peligrosos en la habitación de la que te sacaron. —leyó —Igualmente partes de bombas y un set de herramientas...

Mientras más escuchaba menos quería creerlo. Esto iba demasiado lejos, yo ni siquiera sabía cómo lucía una bomba y me estaban acusando de fabricarlas…

—…todo eso encontrado en una habitación de la cual no salías…

—¡Espere! Yo n…

—Hay gastos del dinero de tu madre desviados a compras en el mercado negro firmados con tu letra.

Por supuesto, mi madre. Quería deshacerse de mí sin posibilidades de quedar libre. Ahora sería declarada Akudama y me meterían en prisión o me ejecutarían. Pero si ese era el caso…¿Qué hacía yo metida en una institución mental?

—Tienes suerte de que tu madre sea quien es. De otra manera no te daríamos esta oportunidad. —me dijo él.

—¿Oportunidad?

—En lugar de ser encarcelada, vas a ingresar como paciente de esta institución. Siéntete agradecida con tu madre.

El "doctor" presionó un botón en su escritorio y dos hombres vestidos de médicos aparecieron inmediatamente. Pensé en hacer un escándalo, pero eso me causaría más problemas de los que tenía.

De todas las cosas que a mi madre se le pudieron ocurrir, nunca pensé que el terrorismo fuese una de ellas.

Sí, mi nombre ya no era Nova. Ahora solamente era "Terrorista" a secas. Y lo peor de llevar ese nombre es que ni siquiera podía hacerle honor.

Me llevaron a un habitáculo donde me despedí de mis ropas anteriores. Ahora llevaba una camiseta blanca y unos pantalones anchos. Aunque francamente la situación en la que estaba no era la apropiada para exigir ropa femenina.

—Vaya, que bonito —le dije a uno de los médicos —. ¿De qué marca es este conjunto?

Los hombres abrieron una de las celdas silenciosas (había llegado a la conclusión de que esas eran las que más miedo me daban) y uno de ellos le habló al paciente de dentro:

—Retrocede y ponte boca abajo en el suelo.

El joven que allí se encontraba hizo lo que le pedían. Caminé unos pasos y sentí como me colocaban un objeto metálico en el cuello. Una pequeña gargantilla que me indicaron que era en caso de que atravesara la puerta sin autorización.

—Asesino, ella es tu nueva compañera de cuarto.

¿A-Asesino?

—¿"Compañera de cuarto"? Esto no es un campamento…

No me dejaron terminar la frase, pues me empujaron y cerraron la puerta con brusquedad.

—No tienes derecho a decir nada, Terrorista.

Y se marcharon, dejándome a solas con aquel hombre que presumía la sentencia más alta en todo Kansai. Esperaba, para mi seguridad, que no llevara ningún arma encima.

Me quedé muy quieta, esperando el próximo movimiento de mi "compañero de cuarto". Unos minutos después él se levantó del suelo y me miró a los ojos con curiosidad. Se acercó lentamente hacia mí y me pregunté si ese tipo sería capaz de matar a alguien con sus manos.

"Novecientos no sé cuantos años, Nova, claro que puede"

Tensé un poco mi cuerpo y me quedé sentada en mi lugar en espera de su próximo movimiento. Se agachó lentamente y quedé cara a cara con él.

—¡Hola! —me dijo simplemente y extendió su mano.

—¿Eh?

—Me llamo Asesino. Eres Terrorista, ¿cierto?

—¿Eh?

—¿Estás confundida por algo? —se llevó un dedo a su barbilla en un gesto que me pareció inusual para alguien de su edad.

—N-no… Es que…yo…Olvídalo. —negué con la cabeza y estreché su mano —M-me llamo Nova.

—Ya no —me dijo con una sonrisa indulgente

—¡No soy ninguna terrorista!

Terminé desahogándome con aquel hombre que acababa de conocer. Le conté todo: De cómo mi madre me había metido en aquel manicomio, de cómo se había inventado esa historia, de cómo me había tratado durante toda mi vida, de mis pensamientos, de mi aislamiento…

No fuí capaz de mantener la fachada del sarcasmo por más tiempo. Y durante todo el tiempo que duró mi confesión y mi agonía él se mantuvo en silencio, sentado en el suelo, con las piernas cruzadas y una mirada inocente en su rostro. Como si yo le estuviera contando una historia…

—¡Que increíble manera de fingir, Terrorista! —exclamó él cuando terminé de hablar y me quedé en silencio.

—¡¡¡Que no estoy fingiendo, maldita sea!!! —grité con todas mis fuerzas y tomé mi cabeza entre mis manos —. Voy a morir aquí como si fuese un Akudama o una enferma mental…

—¿Quieres venganza?

Las palabras salieron de su boca casi en forma de susurro. Cuando levanté la vista y me sequé las lágrimas que me la empañaban, su personalidad había cambiado por completo. Me miraba serio, aunque con cierta bondad en sus ojos.

—¿Venganza? —le pregunté

—Sí —continuó hablando en ese tono bajo y suave —. Venganza…estaré dispuesto a ayudarte. 

Me quedé en silencio.

Así pasé las próximas cuatro horas. Sin saber qué responderle a su pregunta. Él también se fué a la cama a jugar un poco con la almohada. Su personalidad volvía a ser la de antes, pero aquella pregunta se había quedado flotando entre mis pensamientos.

¿Quería vengarme? La posibilidad parecía inalcanzable. Nunca había hecho nada como eso. Pero si alguien tan fuerte como Asesino me ayudaba…

Venganza…¿Y luego qué?

No creo que eso me importara mucho. Pensé en la posibilidad de ver a mi madre sufriendo y gritando. Pensé en arrebatarle todo lo que tenía… Y no se sintió mal en lo absoluto.

Me levanté del suelo y caminé hacia la cama. Asesino había deshecho la almohada y se entretenía haciendo jirones el relleno.

—¡Jaja, que divertido! —levantó la vista —¿Eh? Hola Terrorista, ¿Necesitas algo?

—Quiero venganza. —le respondí.

Él sonrió nuevamente y palmeó la cama para que me sentara a su lado.

—A partir de ahora tienes que seguirme la corriente en todo. A las dos de la mañana, los collares se desactivan durante media hora para ahorrar energía. Como resultado la seguridad se triplica, pero no tendremos problemas. Cuando den las dos en punto saldremos de aquí, tomarás mi mano y no podrás soltarme ni perderme de vista ni un minuto veas lo que veas…¿Entendido?

—¿No hay nada que pueda hacer? —pregunté

—Si tuvieses la posibilidad de construir algún dispositivo explosivo…

—¡Ya te dije que…!

—…Estaba bromeando. —dijo entre risas.

Un rato más tarde nos trajeron la comida, pero yo estaba demasiado nerviosa como para sentir el hambre. Me entretuve en observar a mi compañero, casi no me creía que ese hombre tan infantil fuese alguien tan peligroso. Agradecí en secreto que fuese alguien tan sencillo de tratar. Pero aún había algo que no me quedaba del todo claro:

—Asesino… —le dije —¿Por qué quieres ayudarme?

Él dejó los palillos en el tazón y se volteó hacia mí con una sonrisa.

—Eso es porque luego estarías en deuda conmigo. Además… Hace tiempo que no veo sangre.

La última palabra sonó distinta en sus labios. Parecía casi como si activara un mecanismo dentro de su cerebro que lo transformara en otra persona. Aunque, estaba comenzando a acostumbrarme a sus cambios repentinos. Y a pesar de ellos, me parecía una de las mejores personas que había conocido jamás. Al menos era el único desde la muerte de mi padre que se había ofrecido a ayudarme con algo. Ni mi madre, ni aquel asqueroso hombre que se hacía llamar Psiquiatra, ni mis amigos…

—Gracias, Asesino…por cierto… Quiero saber tu nombre. No quiero llamarte así.

Él negó con la cabeza y volvió a su habitual comportamiento.

—Llámame Asesino. A decir verdad… Ni yo recuerdo mi nombre.

Estaba claro que había algo mal con él, quiero decir, no estaba mentalmente estable. Pero no me parecía una escoria de la sociedad en lo absoluto. Me pregunté cuántos Akudama serían como yo y como él. Y cuántos estarían siendo tratados injustamente.

Las luces se apagaron en ese momento y la habitación quedó en el más absoluto silencio.

—Diez de la noche. —susurró él —Deberías dormir un poco antes de las dos. No te preocupes, te despertaré.

—Creo que ambos d-deberíamos. —respondí. El hecho de no poder verlo en la oscuridad me ponía nerviosa.

—No lo necesito, pero no me vendría mal. —Sonrió —Aunque… ¿Tú estás bien con eso?

—¿A qué te refie…?

Pero no tuve ni que terminar la frase. Me había dado cuenta de a lo que se refería: Había una sola cama. Tragué saliva. No estaba nerviosa por el hecho de que fuera un hombre, sino porque no sabía qué es lo que podría hacer mientras yo estaba dormida. Y definitivamente no quería perder la cabeza.

El silencio fue de lo más incómodo durante unos minutos, pero al final decidí apelar a la misericordia de mi compañero de cuarto. Al fin y al cabo si quisiera matarme antes, ya lo habría hecho. 

—Estoy bien con eso.

Minutos después ambos nos acomodamos en la estrecha e incómoda cama. Y lo maldije por haber roto la almohada horas atrás.

—Voy a tener dolor de cuello por el resto de la noche —me lamenté en voz baja.

—Ten. —extendió su brazo —Puedes usar esto.

Un poco cautelosa, apoyé mi cabeza en su brazo y me permití relajarme por unos minutos.

—No creo que pueda dormir. Estoy demasiado nerviosa. —susurré —¿Qué haremos cuando salgamos de aquí?

—¿No es obvio? Hacerle una visita a tu madre.

—Luego de eso.

Él se removió un poco quedando de frente a mí.

—Depende de lo que quieras.

—Yo sólo quiero vivir tranquila. —cerré los ojos —Sin que nadie me moleste. Aunque eso es un poco difícil.

—Veremos qué podemos hacer.

Nuevamente había cambiado. Ahora mantenía un tono bajo y amable, incluso parecía más delicado. Antes de que pudiera darme cuenta, estaba totalmente dormida.















—Oye… Terrorista… Despierta.

Abrí mis ojos lentamente, pensando por un momento que estaba en mi habitación y que todo lo que había vivido había sido un sueño de mal gusto. Pero al sentir un dedo presionando mi frente y una voz como de un niño pequeño caí en cuenta de que lo que estaba viviendo era una horrible realidad.

Las lágrimas se agolparon en mis ojos. Pero me contuve.

—¿Qué hora es? —pregunté

—Dos de la mañana. —dijo y retiró mi collar haciendo un poco de fuerza en mi cuello.

Nos levantamos de la cama y le dije adiós a aquella mierda de celda que me retuvo durante medio día. Sentí sus pasos acercarse a la puerta.

—Toma mi mano. En la oscuridad no vas a poder ver muy bien.

Hice lo que me indicaba y mientras tumbaba la puerta de una patada, me pregunté vagamente si él podría ver en la oscuridad. Segundos después sentí un tirón en mi mano y comencé a correr a su ritmo.

Un guardia con una linterna nos iluminó el rostro y estuvo a punto de gritar, pero Asesino fue más rápido, clavándole un escalpelo en el cuello y dejándolo desangrarse en el suelo.

—Ah… —suspiró. Y por la poca luz de la linterna pude ver como su cara se deformaba en una sonrisa desquiciada.

Ese era el verdadero Asesino.

Apretó mi mano y corrimos más rápido, él lanzaba el escalpelo con precisión hacia cualquier guarda o médico que se nos cruzara en el camino. Dobló por uno de los pasillos y comenzó a bajar unas escaleras.

—¿A dónde vamos? —pregunté muerta de miedo.

Una risa desquiciada fue lo que obtuve por respuesta. Una vez más, abrió la puerta de una patada y nos encontramos en una cocina tenuemente iluminada.

—¿Qué estamos haciendo aquí?

Tampoco me respondió. Se dedicó a asaltar rápidamente las repisas y despensas tomando todos los objetos filosos que encontraba y guardándolos en su ropa ancha.

Cuando acabó con su tarea, pasó de largo por su lado con mirada seria y me tomó de la mano. Antes de echar a correr nuevamente me regaló una sonrisa tranquilizadora.

La necesitaría, porque en los próximos diez minutos él acabaría con al menos un centenar de personas sin siquiera soltarme del brazo. Yo sólo seguí corriendo y me aferré a su mano como si mi vida dependiera de ello, porque en esos momentos así era.

Los ruidos de las alarmas se volvieron más lejanos eventualmente, pero yo seguía aferrada a él con los ojos cerrados.

—Ya estamos a salvo. Puedes relajarte. —dijo con su habitual tono de voz de niño pequeño.

Abrí los ojos poco a poco y casi caí de espalda en el suelo: Su ropa blanca estaba completamente cubierta de sangre y su rostro…su rostro ya no era el mismo. Los ojos parecían brillarle de manera antinatural con una alegría que jamás había visto ni en él ni en ninguna otra persona.

—¡Ha pasado tanto tiempo desde que me sentí tan bien! ¿Eh? ¿Sucede algo?

—N-Nunca había visto tanta sangre…

No pude resistir más la imagen y una sensación cálida que subió por mi garganta me hizo devolver lo que había desayunado el día anterior.

—Ah, eso no es bueno…

Esperó a que yo terminara de vomitar y luego se me acercó lentamente. Yo retrocedí un poco por instinto, pero no pareció darse cuenta. Sostuvo un picahielo en su mano.

—¿Qué vas a…?

Él sólo tomó una de mis manos y dejó el picahielo en ella, su mirada me indicó lo que debía hacer. Yo asentí con la cabeza.

—Vamos.






Nos movimos silenciosamente por las callejuelas poco iluminadas, fuera del alcance del neón de los letreros que iluminaban grandes establecimientos. Hasta que llegamos a una de los edificios cercanos a mi casa.

—Allí es. —señalé la ventana de nuestra casa.

La nuestra era una de las pocas casas de Kansai que mantenían el estilo tradicional. Casi todo el mundo vivía en edificios, pero mi madre al ser una artista, gozaba de privilegios sociales que no dudaba en usar a su favor. Como para arruinarle la vida a su hija.

—¿Eh? ¡Ah! Será sencillo sortear la reja si saltamos desde aquí.

—¿Cómo? ¿Saltar?

Mis condiciones físicas no eran las mejores. Y estaba segura de que no podría recorrer todo ese camino. Tragué saliva.

—¿No puedes hacerlo? Entonces… —dijo en tono burlón

Sin darme tiempo a reaccionar, me tomó en brazos y se impulsó con los pies. Pegué un grito cuando casi nos estampamos contra el enrejado de la casa pero de alguna manera, no sé cómo, él logró encontrar un punto de apoyo entre los barrotes puntiagudos para impulsarse un poco más y caer en el césped.

Cuando me soltó, comencé a deshacerme de la sangre que tenía en la ropa con asco. Pero le agradecí que me hubiese ayudado.

—Noooo es nada… —canturreó —Ahora vamos.

—No hagamos alboroto —le dije.

Quería sorprenderla en la cama, durmiendo. Y luego desfigurarle el rostro con el picahielo que me había dado Asesino.

Entramos por la ventana de mi habitación, que estaba un poco chamuscada. Asesino comenzó a inspeccionarlo todo con los ojos muy abiertos y expresión curiosa. Tomó la placa de un detonador aún no terminado y la sostuvo entre sus dedos.

—¡Ahhh! Sí que sabes hacer este tipo de cosas ¿eh? ¡Kaboom! —gritó extendiendo los brazos en el aire.

—Ya te dije que no son míos, y eso no podría explotar de todas formas

—¿Eh? ¿Cómo sabes que no podría?

—Porque aún falta el aglomerante y el disolvente para evaporar la…

—¿Ehhh? —me miró abriendo mucho los ojos mientras exhibía una sonrisa.

—¿Cómo demonios sé esto? Como sea…sigamos.

Abrí la puerta de mi habitación y nos dirigimos a la de mi madre. La cama estaba vacía, al parecer ella estaba en el baño.

—Nuestra oportunidad. —busqué a Asesino con la vista —¿Asesino?

—Aquí estoy —dijo, saliendo de detrás de mí —Fuí a asegurarme de hacer que los teléfonos no funcionasen. Así naaadie te interrumpirá.

Mi madre salió del baño en ese momento, un poco inconsciente por la falta de sueño, suspirando y secandose la cara como si hubiese estado llorando. Cuando levantó la vista y nos vió a ambos, se quedó paralizada en el lugar.

—Nova…

Sonreí.

—¿Nova? Jaja, no mamá. Llámame Terrorista, al fin y al cabo es por tu culpa que ese sea mi nombre.

—¿De qué hablas? ¿Y ese tipo…?

Sentí la ira subir por todo mi cuerpo y explotar en forma de gritos. Asesino no dijo nada.

—¡Hablo de tu puñetero odio hacia mí! Y si, él es quien mismo imaginas. Y es quién me ayudó a llegar aquí… —Saqué el picahielo de detrás de mi espalda.

—¿¡De qué estás hablando, Nova!? ¿Mi odio? ¡Te la pasas el día entero encerrada en la habitación y cuando vengo a darme cuenta de lo que estabas haciendo, explota tu maldito cuarto! ¿¡Por qué te has metido en eso cuando no tienes ninguna necesidad de hacer bombas para ganarte la vida!?

Nuevamente comenzó a soltar su discursillo fingido de madre buena.

—¡...E incluso cuando perdiste la memoria por una maldita explosión seguiste haciendo esos aparatos!

Esa última parte me hizo bajar el picahielo.

—¿Qué has dicho? —la miré a los ojos en busca de alguna mentira.

Pero todo lo que veía era el rastro de una aplastante sinceridad. Las lágrimas empañaron los ojos de mi madre, pero era imposible que yo hubiese olvidado nada…

Busqué en mis recuerdos y por primera vez me dí cuenta de que los únicos que tenía eran los recientes… No recordaba ni el nombre de mi padre, ni mi infancia, ni adolescencia. Todo estaba en blanco hasta aquel día por la mañana.

Todo estaba vacío.

—¿Mamá…? —susurré —¿Qué demonios hice?

—Tu amnesia… Ha ido avanzando con el paso del tiempo… —me dijo entre lágrimas.

—¿Cuánto tiempo…?

—Tres años.

No. No podía ser…

—Si ese es el caso…¿Por qué mandó a su hija a una institución mental?

La voz de Asesino sonó, con su suavidad habitual, por toda la habitación. Solamente su voz era suficiente para que la gente temblara. Y pronto pude ver en mi madre los síntomas del miedo.

Él se acercó a mí por detrás y me envolvió en un abrazo, sosteniendo mi mano con el picahielo entre la suya y apuntando directamente a mi madre.

—¡Eso fue por su propio bien! ¡Y por el mío! Su estado mental cada vez era peor y había comenzado a apuñalar pájaros para colgarlos en su puerta… Yo ya no podía controlar algo como eso…

—Eh… —dijo él —Peeero…su hija fue llamada Akudama y tratada como una escoria mientras usted vive cómodamente… ¿Acaso no se preocupa por ella?

Me sentía segura entre los brazos de Asesino, dejando que él hablara por mí.

—¡¡¡No tienes idea de lo que he sufrido todos estos años con la enfermedad de mi hija!!! Ni a cuántos psiquiatras la he llevado, ni los medicamentos tan caros que he comprado…¡No te metas en la vida de mi familia y suelta a Nova!

—Yo no la estoy reteniendo —suspiró y luego susurró en mi oído —Vamos… Hazlo. Haz lo que vinistes a hacer: Vengarte de esta mujer.

No era capaz de pensar en ese momento. Nuestras manos sostenían el picahielo fuertemente, pero yo ya no estaba segura de poder hacer algo en contra de mi madre. Las lágrimas le bañaban el rostro y el sudor escurría por su frente.

—Mamá…

—Nova…¡Nova mírame! Tú no eres una asesina…

—Hazlo… —susurraba asesino con dulzura desde mi nuca.

La razón por la que había sido capaz de identificar el detonador en mi habitación…

—Yo tengo que…

El reloj de la mesa de noche sonó con un pitido que me distrajo durante unos segundos:

Las dos de la mañana.

En el momento en el que aflojé mi agarre del picahielo, él aprovechó para arrebatármelo en un movimiento y clavárselo a mi madre entre ambos ojos. Un sonido seco cuando el arma atravesó su cráneo y el hilo de sangre que escurrió del mismo eran los indicios de que mi madre estaba muerta.

Asesino retiró el picahielo de la cabeza de mi madre y su cuerpo se desplomó en el suelo. Yo me quedé paralizada en el lugar sin poder articular palabra.

—Las dos…de la mañana…

—Ajá… —Canturreó él —Las dos de la mañana.

—Pero…¿Cómo logramos salir del hospital?

Él sonrió mientras yo no podía quitar la vista del cadáver de mi madre. La sangre escurrió hasta mis pies y yo retrocedí.

—Al parecer no recuerdas que tú misma desactivaste los collares-bomba…

—¡Eso es mentira! ¡Me quedé dormida! Lo recuerdo claramente —grité

Él negó con la cabeza repetidas veces.

—No, no, no… ¡Los desactivaste tú misma! Fué increíííble la manera tan genial en la que lo hiciste!

Su entusiasmo me resultaba aterrador cuando lo mostraba por algo como eso y con un arma en la mano. Miré a mi madre y apreté los puños con fuerza.

—¿¡Cómo pudiste!?

—¿Eh? ¿No era a eso a lo que habíamos venido?

—¡¿Es que acaso no entiendes?! —grité —¡Ella no me había hecho mal ninguno! El monstruo…el monstruo siempre fuí...

Y no pude seguir hablando…caí al suelo y enterré la cabeza entre las manos.

—¿Por qué no me dijiste nada? Sabías que lo había olvidado y aún así no me dijiste nada…la mataste.

Él se agachó frente a mí como hizo cuando nos conocimos. Tomó mi mejilla con delicadeza y limpió una de las lágrimas. Su rostro no mostraba aquel carácter infantil de antes. Ahora tenía sus ojos semicerrados, sus labios entreabiertos mostrando una sonrisa indulgente.

—Todo eso es porque…

Se acercó a mi oído, picahielo en mano:

—…lo único que me interesa en estos momentos es…

Sostuvo el picahielo en alto.

—…acabar con tu vida.

El picahielo se movió directo hacia mi cuello y lo esquivé en el último segundo, dejándolo clavado en el suelo con profundidad. Me levanté y salí corriendo hacia el único lugar que sabía: Mi habitación.

Creí que eso me daría tiempo para escapar, pero él ignoró por completo el picahielo y sacó un enorme cuchillo de adentro de su ropa. Por supuesto, había tomado varios de la cocina.

Me encerré en mi habitación y encendí la luz. Habían un montón de partes, líquidos y papeles cuyo significado no conocía y a pesar de que forzaba mi mente a ello, no era capaz de recordar cómo hacer mada con lo que allí tenía.

Tomé uno de mis escritos: "Granada rústica de Cristal". No recordaba cómo se hacían pero ahí estaban las instrucciones de lo que presumía era una granada de cristal ideada por mí misma. Comencé a trabajar con lo que encontré en la habitación aguzando el oído por si escuchaba a asesino llegar.

Había terminado de colocar la mecha y tomado el mechero cuando una voz suave detrás de mí me hizo maldecir a mis ancestros:

—Muy tarde…

Se lanzó encima mío cuchillo en mano y en un intentó mío por forcejear, cortó mi mejilla.

—¡Ah, has arruinado tu cara! Pero eso no importa mucho ahora, ¿verdad?

Estiré la mano para tomar una de las granadas que tenía a mi alcance sin que él se diera cuenta y la hice pedazos contra su cabeza. El dolor lo hizo aullar y retroceder, lo cual me dió tiempo a tomar el mechero y encender la segunda granada de cristal.

—¡Espera, Nova! —gritó él —¡No lo hagas!

Escuchar mi nombre en sus labios fue suficiente para que bajara la granada y apagara la mecha con mis dedos.

—Nova… —sonrió de oreja a oreja. —Necesito confesarte mis sentimientos…

Retrocedí un poco en el lugar. ¿Sentimientos?

—Nova…yo…

—¡Aléjate! ¡Es un truco! —grité y acerqué el mechero a la granada nuevamente.

Él lanzó el cuchillo por la ventana.

—Me disculpo por esto… s-suelo perder el control cuando… cuando siento mi pecho latir de esta manera. —se acercó a mi rostro

No daba crédito a mis oídos. ¿Lo que estaba diciendo era verdad?

—¿Entonces por qué mataste a mi mamá?

—Lo ví en sus ojos, Nova… Ella estaba mintiendo. —me dijo al oído. —Yo no te conté nada porque estaba asustado de hacerte daño si descubrías la verdad acerca de tí misma. ¡Y no podía permitírmelo!

Juntó su frente con la mía.

—Por favor… ¿Serías capaz de corresponder a mis sentimientos?

—Yo…

Podía ver sus ojos de cerca y sentía su respiración agitada. Envolvió mi cuerpo con sus brazos y presionó sus labios contra los míos.

La sorpresa pronto fue reemplazada por un sentimiento de alivio y me permití cerrar los ojos.

A pesar de todo lo que había pasado estaba a salvo.

Acaricié su rostro con una de mis manos y por primera vez en mi vida sin recuerdos sentí que, a pesar de todo, quizás podría ser feliz. Ni siquiera fuí consciente en el momento en el que el escalpelo atravesó mi corazón, dejándome con la sensación de una felicidad efímera.

Su sonrisa triunfadora fue lo siguiente que ví cuando abrí los ojos. Sostenía el escalpelo manchado con mi sangre en una de sus manos y con la otra a mí, que poco a poco iba perdiendo la energía.

—Te atrapé.

Con el corazón roto y mi vida escapándose de mi cuerpo fue cuando me dí cuenta de que el amor fugaz que experimenté en esos momentos, al menos para mí, era verdadero. Acaricié su mejilla una última vez antes de perder la fuerza en mis manos.

Y justo cuando la oscuridad cerró mis ojos pude ver su rostro coloreado por el arrepentimiento al tiempo que una granada de cristal rodaba por el suelo, incapaz yo de mantenerla en su escondite por más tiempo.

Una granada que no quise encender.

Hola! Este es mi primer Oneshot en este libro y creo que no me quedó ni muy largo ni muy corto... No lo sé... Díganme qué les pareció y si desean hacer un pedido lo aceptaré gustoso.

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