🔪Dos🔪

One Shot
Temática: Angst/Romance? (Bueno, tiene un "beso" se podría decir)
Advertencia: Spoilers.
Sip, esta vez nada de sangre (parece increíble pero sip)
Personajes: Cutthroat, OC sin nombre (ver nota al final)
Otros personajes: Swindler

Sus pensamientos toman formas inciertas a veces. El mundo tiene forma de jaula donde todos son depredador o carroña. Y ciertamente él no quería ser carne muerta, no.

Él quería ser el ave que volara más alto, el hombre que llegara más lejos. La realidad mundana de lo cotidiano no era para él. La monotonía de una vida tranquila era solamente el deseo de la carroña débil. Es más, el mismísimo sistema de "justicia" no era sino un pretexto.

La excusa de la gente débil es la justicia.

Que hombre tan valiente aquel que se opone a todo lo que es inyectado en las mentes como verdad absoluta. Por desgracia a esas personas se les llama locos. Pero él no era un loco.

Él era un asesino.

Nunca tuvo remordimientos por matar a nadie. Y sus víctimas desaparecían entre caóticas ideas para ser recordadas sólo por seres queridos. Porque él, desde su posición de depredador, no veía la necesidad de recordar los nombres de carnes muertas.

Aunque desde el fondo de su corazón, se había sentido agradecido con todas y cada una de las miradas que presenció durante sus matanzas. Esas últimas miradas no delataban rencor...

Porque el rencor no sirve de nada en el lugar al que se dirigen.

En cambio, pocos segundos después de que la víctima sufría la herida de muerte, sus ojos se cristalizaban y sus miradas se cruzaban. Durante pocos segundos él, desde su posición superior en la cadena alimenticia de la humanidad, era observado con ojos de incertidumbre.

Era por eso secretamente que siempre miraba a los ojos de aquellos que mataba. Pero luego de esos segundos la mirada incierta se convertía en una mirada vacía. Y el recuerdo de el rostro del muerto desaparecía por completo de su cabeza.

Aquella noche también había sido una larga para su solitaria y aburrida consciencia. Nadie podía dudar de la locura de un hombre que vestía ropas de hospital psiquiátrico. Era por eso que la oscuridad de los callejones era su mejor aliada. Pasaba desapercibido por la ciudad y siempre encontraba alguna que otra escoria tirada por las esquinas con la cuál podía sacarse de encima aquella imperativa necesidad de ser el cazador. Bastante había sido cazado por la policía de todos modos...

El callejón por el que atravesaba era uno particularmente solitario. Por eso se permitió tomarse un descanso y sentarse en el suelo para mirar hacia los tejados en busca de algo imaginario.

No notó la presencia junto a él.

El mundo era una escala de blancos y negros, pero cuando vio a la persona que se encontraba junto a él, sintió como si una explosión de colores hubiese entrado por sus ojos vacíos de empatía.

Había visto muchas personas con almas distintas: Almas grises, almas negras, blancas, y hermosas almas rojas como la sangre que reclamaba cada vez que tenía la oportunidad. Entonces no se explicaba cómo aquella alma poseía tantos colores distintos, tantos colores que no había visto nunca.

La muchacha alzó la vista y en su cabeza se formularon un centenar de preguntas, porque sus ojos no estaban vivos. Esa mirada desprovista de calidez, miedo, necesidad, añoranza...

Esa era la mirada de un muerto pero ella no estaba muerta.

Aún cuando sus ropas estaban manchadas de sangre y su cara estaba en todos los anuncios de la ciudad, ella no mostró el mínimo de sorpresa. Parecía incluso que lo estuviese esperando. Sin decir nada, se acercó a su rostro con la esperanza de que la cercanía le daría un indicio de lo que pasaba por su mente.

Incluso cuando casi ambos rostros estaban juntos, él no pudo descifrar nada. Ni siquiera los deseos de vivir. E incluso la persistente naturaleza que caracteriza a los seres humanos parecía haber sido borrada de su mirada. Era la primera vez que se encontraba con una persona muerta en vida.

Luego de lo que le parecían horas, ella apartó la vista sin decir nada. Se recostó en la pared nuevamente y cerró los ojos mientras sus manos envolvían su cuerpo en un abrazo tan fuerte como le era posible para su cuerpo famélico.

Había ignorado por completo su presencia. Una vez más, el asesino se encontraba desconcertado por aquel silencio. Otra primera vez esa noche había sido el hecho de la presencia de un ser humano sin escuchar gritos o súplicas por su parte.

Era un silencio cómodo. Un silencio que lo confundía, pero a la vez lo regocijaba. Y aquella alma colorida encerrada en un cuerpo cuyos ojos estaban tan vacíos era una contradicción hermosa.

Sin decir nada tampoco él, se recostó a la pared y se permitió cerrar los ojos como aquella muchacha durante unos segundos. Cuando los abrió, ella sonreía. Y nuevamente el mundo entero pareció dejar de tener sentido: La sonrisa no alcanzaba a sus ojos muertos, sin embargo era hermosa.

¿Cuantas sorpresas más le daría?

La respuesta a esa pregunta llegó enseguida, cuando la muchacha deshizo la tela que la cubría, invitándolo con un ligero gesto de la cabeza a que se uniera a ella.

Definitivamente no había estado tan desconcertado en su vida. Acercándose un poco pudo detallar lo que llevaba puesto y, a pesar de no ser un experto, se dió cuenta de que la ropa lujosa que llevaba encima no era la de una persona pobre. Pero sí tenía manchas de suciedad.

De una vez quiso poner fin a todas las dudas, preguntándole a ella directamente. Su mente formuló todas las preguntas que no llegaron a sus labios por una razón que creyó absurda: El silencio era demasiado hermoso.

Ella pasó la manta por encima de su hombro y sin esperar respuesta por su parte, recostó su cabeza nuevamente en la pared y dirigió sus ojos hacia arriba. Él vio la luz de luna reflejarse en los iris y por una vez creyó atisbar vida en su rostro muerto. Nuevamente estaba equivocado.

Al parecer su gesto de sorpresa la desconcertó, porque ella volteó a mirarlo nuevamente. Una mano en la navaja que llevaba en el bolsillo indicaba el tiempo de vida que le quedaba, mas no tuvo el valor suficiente por primera vez en su vida.

Porque no era posible matar a alguien muerto...antes tendría que devolverle el color a su rostro, o al menos el brillo a su mirada. Y si su presencia no la intimidaba lo suficiente...

Sonrió como siempre solía hacerlo, de manera despreocupada. Era una escalofriante expresión que a todo ser inferior le hacía temblar de miedo. Y fue ignorado por completo.

Sólo llevaba allí unos minutos, una media hora quizás, pero sentía conocerla de toda la vida. Cuando la chica volvió a dirigir su vista hacia la luna, se preguntó por primera vez en su vida cómo lucirían sus propios ojos ante la vista de los demás. No debían ser los de una persona cuerda o asustada. Pero definitivamente no se quedaría con más dudas esa noche.

-Tú... -dijo en voz baja -...mírame un momento.

Cuando su reflejo lo alcanzó desde los ojos de la desconocida, sintió como una sensación nueva invadía todo su cuerpo como una increíble verdad, antes oculta.

Las miradas de ambos eran exactamente iguales.

-Por favor... -susurró ella

Él creyó que por fin podría escuchar de sus labios las palabras de clemencia que consideraba normales. No podía estar más equivocado.

-...no le digas a mis padres que estoy aquí.

-¿Tienes padres? -formuló la pregunta antes de pensar siquiera. Algo no muy común en él.

Ella asintió con la cabeza.

-Y no escatiman en gastos para buscarme.

Su voz sonaba apagada. Ahora que lo pensaba, todo en ella era apagado excepto los colores de su alma. Una persona tan colorida en una penumbra tan densa como la de aquel callejón no era algo que se viera todos los días. Quizás, sólo por eso, él la dejaría seguir viviendo un poco más.

Quien sabe... quizás incluso cuando su respiración se detuviera, él haría un esfuerzo por mantener viva aquella noche entre sus recuerdos.

El tiempo parecía haberse detenido y ambos habían vuelto a un silencio consensuado en el que sólo era interrumpido por los sonidos típicos de los animales nocturnos. No parecería ser aquello una ciudad abarrotada de personas ordinarias, sino un campo abierto de concreto donde sólo existían ambos bajo el cielo estrellado.

Aquel cielo no era visible para aquellos con la cabeza en las millones de pantallas diseminadas por la ciudad. Tal vez y nadie recordara el hermoso sonido de la nada...

Cuando menos se dio cuenta, su boca se curvó en una sonrisa de genuina felicidad.

-¿No crees que sería hermoso ver esto siempre que quieras y tener estos momentos para tí solo? -preguntó ella de repente -Te envidio... Eres un criminal, pero eres libre.

-¿Lo sabías...?

-No lo sabía porque no solía estar en contacto con la ciudad. Pero luego de llevar tres días aquí he escuchado bastante.

Tanta tranquilidad había dejado pasmado al asesino, que por primera vez en su vida se había quedado sin palabras. Esa apariencia temeraria y su propio orgullo de cazador ya no significaban nada. E incluso ignoraba cuándo había dejado de lado su máscara de infantil indiferencia. Pero ahí estaba él, junto a la que creía la única persona merecedora de vivir.

-¿Qué haces aquí? -preguntó

-Ah...estaba esperando por alguien que fuera capaz de recordarme.

Luego de decir esas palabras se deshizo de la manta y se puso de pie. Con una mirada perdida aún en la inmensidad del cielo, preguntó:

-¿Tú me recordarías si yo muriera?

-¿Eh? ¿Yo?

-Verás... -comenzó ella -...no creo estar hecha para este mundo...

De repente los colores que teñían el alma de la chica se volvieron más brillantes.

-...Siempre me he sentido... extraña. Como si no perteneciera aquí.

Sí, él tampoco había visto un alma como aquella en su vida.

-Es por eso que quiero que alguien me recuerde...pero las vidas de los seres humanos son muy fáciles de arrebatar. Por lo tanto de nada serviría que me recordara una persona ordinaria. Quiero que tú me recuerdes, y que vivas con mi recuerdo. Porque me da miedo dejar este mundo en silencio.

Ambos se quedaron uno frente al otro: Él sentado, ella de pie.

-Así que...¿Me recordarás?

Él meditó la respuesta por un segundo. Luego asintió con la cabeza.

-Muchas gracias. Estoy segura de que eres un Akudama que vivirá muchos años. Ahora...es hora de irme.

Con delicadeza, tomó un pequeño frasco que había sacado de uno de sus bolsillos. Lo destapó y llevó su contenido a la boca.

-¡No, espera! -exclamó él y se puso de pié, justo para tomarla cuando ella se desplomó.

Sus ojos aún estaban entreabiertos, aún estaban vacíos. Él la zarandeó un poco en sus brazos y lamentó por primera vez no ser un ciudadano normal para gritar por ayuda.

-¡¿Qué estás haciendo?!

Sus colores comenzaron a apagarse poco a poco. En un intento desesperado por sacar el veneno de su cuerpo, juntó los labios de ambos. Pero fué inútil. El líquido ya se había deslizado por su garganta y hecho efecto.

Con su cuerpo aún en llos brazos, se quedó inmóvil. Era una vida que se había ido frente a él. Y por primera vez no había sido por su mano. Miró largo rato el cuerpo de la chica y sus ojos abiertos, y fue entonces que se dió cuenta: Su cuerpo estaba muerto pero sus ojos estaban rebosantes de vida.

Aquella alma colorida se había perdido, sin siquiera decirle por qué quería abandonar este mundo. Pero a pesar de todo, él no sería capaz de olvidarse de ella.

Nunca recordaba los rostros de las personas que morían frente a él...era inútil. Hasta esa noche. Esa noche recordaría la cara de la primera persona que no estaba hecha para vivir en este mundo.

Esa fue la misma noche que fue capturado y sentenciado a ejecución pública. Porque por primera vez, sentía que merecía un castigo por no haber salvado una vida como aquella.













La hoja atravesó su carne como si fuese mantequilla. Por un momento él no creyó lo que sus ojos veían. La estafadora había logrado hacerle una herida de muerte. Aquel color rojo que lo había cegado por completo se había esfumado de su vista.

-¿Eh? Está todo...negro...

Cuando cayó de rodillas, una luz blanca pareció abrirse paso entre toda esa bruma de hollín. La luz reflejó colores, como los que había visto hacía un tiempo. Y la figura de la joven le sonrió; una sonrisa sincera, tranquilizadora, que llegó a sus ojos y lo hizo sonreir también.

La estafadora se había ido y su cadáver era lo único que quedaba en aquella sala. Por eso nadie vio como lo último que hizo ese asesino fue sonreirle a la nada y dejar escapar una lágrima.

No había vivido lo suficiente para mantener su promesa, pero ahora podría acompañarla donde quiera que estuviese.

Lamentablemente siempre estuvo ocupado mirando hacia almas ajenas. Tan enajenado en colores invisibles, que no pudo ver en sí mismo aquellos hermosos colores que lo deslumbraron en aquella hermosa joven de ojos muertos.

Y, como ella, él tampoco estaba hecho para vivir en ese mundo.

«Ya puedes descansar en paz.»



Hola! Este fue un pequeño oneshot que hice como disculpa porque no se me ocurrió nada para el cumpleaños de Cutthroat (espero haberlo compensado) y bueno... ¿Les ha gustado?

Quiero comentarles algo acerca de las reglas de este libro y tal...

Sucede que el proyecto al que este libro pertenece no acepta temáticas como la "rayita" por ejemplo. Por lo tanto yo no puedo escribir oneshots de ese tipo. Pero he podido omitir el nombre de la protagonista y funciona igual...por lo que pueden pedirme oneshots de rayita y pues sólo omitiré el nombre de la prota.

Nuevamente si hay algo que desean y está en la lista de "Prohibidas" de este libro, pueden contactarme por privado y estaré encantado de hablarlo y llegar a un acuerdo.

Eso es todo, Adiós!

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