9-Un futuro incierto...
Yoko caminaba tranquilamente por aquel lugar, lo reconocía, era su hogar. Era un bosque cercano a la casa donde vivían, o mejor dicho, una gran mansión. Aunque no lo sacaba a relucir, la familia de la vampira era muy adinerada. Yoko se sentó en la roca de siempre con las vistas a una gran explanada llena de naturaleza. Por mucho que se dijese, los vampiros adoraban contemplar aquello.
—¡Venga, ya casi estamos!—dijo una voz infantil interrumpiendo su mirada al infinito.
Una joven de pelo corto y negro que llevaba unas gafas de sol arrastraba a su madre. Al mirar más detenidamente, vio que era ella, pero con muchos años más, una versión adulta. La pequeña arrastraba a su madre hasta pararse enfrente de una piedra.
—Tranquila Emily—dijo ella antes de separarse un poco y agacharse—a pesar de los años...no hay día que no te haya echado de menos mi pequeño amado.
Yoko vio la piedra, era una lápida y tenía el nombre de Tn escrito.
—Nuestra pequeña tuvo una hija. Tu nieta y yo hemos venido a verte—las lágrimas brotaron de sus ojos.
Entonces poco a poco las dos chicas y la lápida desaparecieron por completo como polvo en el viento. Retrocedió unos pasos mientras sentía una punzada de dolor en su pecho, era tan real que no parecía un sueño. Cerró los ojos y al volver a abrirlos se hallaba parada en una habitación de tonalidades grises. Allí se vio a sí misma de nuevo, con fotos de Tn y ella sobre la mesa. Al mirarla, se vio triste, tumbada sobre la cama, llorando y diciendo el nombre del chico una y otra vez hasta quedarse dormida mientras las lágrimas manchaban la almohada.
Ahora sí, Yoko despertó del sueño y se vio en su habitación. Tenía el corazón latiendo a gran velocidad y al mirar al lado, vio a su amiga Divina durmiendo tranquilamente. Todavía era de noche, todo había sido una pesadilla.
Fue hasta el baño donde se lavó la cara antes de regresar. Sentía su cuerpo agotado, le dolía la cabeza y sentía que todo estaba mal. Se tomó una pastilla y regresó a dormir.
En la mañana, se levantó mucho mejor y sin dolor alguno. Divina le preguntó que ocurría tras ver su rostro de preocupación. Enseguida le puso al tanto, ella entendía que había tenido que ser horrible, pero que solamente era un sueño, y que era mejor no darle más vueltas al asunto porque no iba a ganar nada más que un dolor de cabeza.
—Ahora, ve a estar un rato con tu chico...seguro que te mueres por hincarle el diente—le dio unos leves codazos—que hoy es día libre.
Yoko se fue directa a ver a su chico quien estaba saliendo de la habitación para ir a desayunar cuando ella lo alcanzó.
—Hola—el chico saludó con una sonrisa cuando fue besado.
—Buenos días—dijo ella sonriente.
—Yoko...yo...escuché lo de...dejar atrás tu longevidad...—la cara le cambió—no quiero que renuncies a tu esencia, a tu forma de ser...no sé...llámalo como quieras y...—Yoko le puso el dedo en los labios.
—Renunciaría a toda una vida de muchos años por pasar unos pocos a tu lado—dijo antes de besarlo de nuevo y rodearlo con los brazos.
En ocasiones Yoko se sentía débil, pero era una persona que luego en pocos minutos retomaba su gran fuerza y se sentía con la capacidad de superar cualquier obstáculo por muy difícil que fuese. Y ahora estaba ante un gran problema, pero no se iba a dar por vencida. Los sueños como esos a veces los había tenido, y siempre se sobreponía a ellos.
—Yoko...
—Tn, no quiero que rompamos esta relación tan bonita—entrelazó sus dedos—si tengo que renunciar para estar contigo...que así sea.
La mañana fue romántica para ellos pues Yoko después de desayunar, estuvo con su chico en la habitación de éste disfrutando de ver una película. Ambos, tapados con una manta y abrazados, se daban pequeños besos de vez en cuando.
—Yoko, no creo que debas renunciar a ello. Seremos felices el tiempo que viva—dijo él.
—Haz el favor de no hablar de eso...por favor...
—Lo siento...yo...solo estoy preocupado.
Ella le dio un beso en la frente.
—Lo sé, solamente...no quiero pensar en ello ahora.
La película terminó pero las caricias y los besos no. Yoko estaba sin la chaqueta y con la camisa desabrochada mientras que Tn estaba sin nada en la parte de arriba. Ella deslizaba el dedo por el cuerpo de su chico y de vez en cuando sentía una pequeña chispa, producto de que el joven estaba algo nervioso. Esto provocaba que no pudiera controlar totalmente su poder.
—Tengo hambre, ¿podría comerte un rato?—preguntó con voz coqueta.
—Claro...aunque no eres la única—respondió él llevando la mano al trasero de ella.
La vampira se desprendió de la falda quedando con camisa y en bragas. Luego, se colocó encima y se besaron frotándose el uno con el otro.
Escucharon la puerta, alguien llamaba.
—¿Tn?—era Enid—¿puedo pasar?.
—Un segundo—respondió antes de vestirse y Yoko esconderse en el armario.
El joven abrió y la loba entró para hablar con él sobre unas cosas de clase y de paso, preguntarle como iba la relación con Yoko. Solamente estuvo unos pocos minutos y ya se marchaba.
—Ah—se paró en la puerta—dile a Yoko que ya puede salir—se llevó el dedo a la nariz—tengo buen olfato, adiós Tn...adiós Yoko.
Cuando se quedaron solos de nuevo, Yoko miró la hora, tenía que irse y menos mal que no llegaron a más porque llegaría muy tarde. Le dijo que en otra ocasión continuarían por donde lo dejaron y que le hincaría el diente de tal forma que lo dejaría seco.
Le dio un beso muy fuerte antes de marcharse.
Yoko se marchó ante la mirada de su chico quien estaba atónito viendo la fuerza y tenacidad de su chica, esbozó una sonrisa y regresó adentro de la habitación. Se tumbó pensando en la forma de ser de su novia de la cual cada día estaba más enamorado, deseando pasar tiempo con ella aunque las cosas no parecían resultar sencillas debido a que Yoko era una vampira.
—No pienso rendirme—pensaba ella mientras caminaba hasta la cafetería donde le aguardaban Bianca y Divina.
Bianca y Divina hablaron con ella para no hacerla pensar en el tema, algo que la vampira agradeció. Durante ese rato, se sintió llena de energía, como si nada pudiese pararla.
Mientras, en su habitación, Miércoles revisaba algunos libros buscando formas de arreglar el tema de Yoko y Tn, no por amistad como la tendría con Enid, sino por la atención y curiosidad de saber mucho más sobre los vampiros. Sabía que Nevermore tenía los mejores libros de marginados, ahora estaba leyendo tranquilamente a la par que Enid bailaba en su habitación con los cascos para no molestar a su roomie.
—En este tampoco hay nada—dijo la pelinegra dejando el tomo encima de otro—a ver si este hay suerte.
Cosa le animaba con el pulgar y ella esbozaba una pequeña sonrisa.
—Ciertamente los vampiros son unas criaturas fascinantes...ojalá poder diseccionar a alguno para estudiarlo detenidamente—comentó antes de abrir el libro y continuar con la escritura.
Al cabo de un par de días, en una mañana oscura y fría, apareció un ser con una capa. Su cara mostraba que tenía muchos años...más que aquel lugar. Sus pisadas congelaban los pequeños charcos de agua que había en el suelo. Los afilados colmillos al esbozar una sonrisa helaban la sangre de quien lo miraba.
—Así que una joven quiere renunciar a su longevidad a cambio del amor eh...—pensaba antes de sacar una foto de Yoko—como jefe de los vampiros...esto me interesa...hace tantos años que no se produce un caso así...tengo cierta intriga...ah...la juventud...siempre provocando problemas...
Continuará...
Espero que les haya gustado.
Un saludo.
Quedan pocos capítulos para terminar la historia.
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