Capítulo 8

Capitulo 8: Un pequeño gran perro blanco

Un mal presentimiento lo atacó sin piedad. Ya llevaba una hora esperando afuera del campo de energía que lo separó de su hermano y no había pasado nada todavía. No podía atravesarlo, no podía destruirlo. No podía hacer nada.

—¡Maldicion!— Grito desesperado y lleno de ira.—Si tan solo tuviera a colmillo de acero.

—Inuyasha, cálmate él estará bien— Contesto Aome intentando apaciguar las emociones negativas del demonio. Pero no era verdad, el albino lo sabía muy bien, sentía la tristeza y amargura de Sesshomaru y sabía que sus corazones palpitaban desbocados en un mismo compás. Lo sabía perfectamente, pero nadie podría entenderlo.

—¡No! ¡Él no está bien!— Era un juego sucio. Ambos podían sentir las emociones negativas que atormentaban al otro. Sesshomaru estaba solo y entristecido buscando a Inuyasha. El albino sentía este amargo sentimiento y quiso consolar al mayor, sin embargo, el no tenerlo cerca lo hizo enloquecer rápidamente. El de ojos oscuros sentía la desesperación de su hermano que lo atormentaba aún más pensando que estaba en peligro por su culpa. Un ciclo infinito de sufrimiento.—Tengo que entrar.

Inuyasha se dispuso a entrar por la fuerza, sin embargo, el campo de energía lo absorbió como por arte de magia sin posibilidad de retorno. Era el único ahí y ya no podía ver a sus amigos ni sentir sus aromas. En vista de esto avanzo con cautela llamando a su mayor prestando atención al tétrico paisaje que lo rodeaba. El cielo se veía sin estrellas, solo brillaba la luna menguante, la cual ponía nervioso a Inuyasha siempre que la veía. A ras de suelo, en cambio sólo se logrará distinguir las tinieblas, realmente no sabía hacia dónde se dirigía, no había rastro aún del azabache.

—¿Sesshomaru...?— Volvio a llamar, y se alertó ante la posibilidad de acercarse al sentir un leve aroma a canela, no pudo evitar tener un mal presentimiento. Con apuro siguió el ratro hasta llegar a ver una cabaña extraña y pequeña, frente a ella estaba una mujer mirando a un oscuro bosque, uno que definitivamente no debía esta ahí. Intrigado se acerco con cautela hasta la extraña persona frente a la cabaña — ¿Quien eres? ¿Donde está Sesshomaru?

—Soy Kireina, la bruja que habita esta montaña—Inuyasha podía percibir el olor de fuertes hierbas en la ropa de la mujer. Ella lo observo con una sonrisa cínica — Y lo siento cariño, pero Sesshomaru acaba de marcharse — El demonio la observo confundido. Así que esa era la bruja que deseaba casarse con su hermano, que asco le daba esa mujer. Sin embargo, no era momento de pensar en eso.

—¿Por donde se fue?— Sus ojos ámbar se entecerraron desconfiados y miraron fijamente los ojos rojos de la mujer.—¿Donde esta?

—No estoy segura pequeño.— La mujer busco en una de sus anchas mangas sacando una muy pequeña bolsita, se acerco a Inuyasha y con velocidad arranco uno de sus cabellos y lo enredo en la bolsa a la vez que escuchaba al albino quejarse. Luego hizo un gesto con la mano para finalmente tirar la bolsita al suelo y en segundos una poderosa llamarada de verdoso color apareció frente a ambos.— Tu hermano esta en el bosque.— La silueta del mayor fue tallada por las llamas demostrando angustia en su rostro, suficiente motivo para que Inuyasha comenzara su camino hacia dicho lugar. Siendo detenido por la bruja.— Nunca lo encontraras. El piensa que te esta buscando, sin embargo, lo que el esta siguiendo son sus propios recuerdos reflejados en ti y siguió esta ilusión hasta un campo de energia. 

—¡Lo engañaste!— Gruño enfurecido el albino— Tu debes ser la bruja de la que hablo. 

—Oh, pero no lo digas así. Yo no he hecho nada, este bosque de cabellos solo despierta ante almas perturbadas. Sesshomaru fue quien se condeno y cayo solo en su propio sufrimiento.—Inuyasha volteo a ver las llamas.—Las llamas son su vida y por ende también la tuya.

—¿Qué es lo que perturba a Sesshomaru?—Si bien la pregunta era dirigida hacia la azabache frente a el, las llamas parecieron reaccionar a las palabras y comenzaron a formar figuras que parecían contar una historia. El demonio comenzó a prestar atención a lo que el fuego trataba de relatarle y poco a poco sin darse cuenta comenzó a acercarse al fuego, casi queriendo quemarse, pero el fuego no lo lastimaba realmente. Parecía acariciarlo.

 —¡No lo toques!— La mujer agarro del brazo al de ojos amarillos espantada intentando alejarlo. El fuego fatuo parecía llamarlo y demostraba tener preferencia por le demonio mas que por ella. Por lo que el fuego no tardó en amenazar con quemarla.

El albino observaba hipnotizado las figuras que mostraban el sufrimiento de su hermano, sin embargo, la historia no termino cuando Sesshomaru huyó. Inuyasha observo como una figura mas alta que su hermano se arrodillaba rendido en medio de aquel terreno.

 —Perdóname, Sesshomaru.— El arrepentimiento en la voz del hombre llego a conmover el corazón del albino de curiosas orejitas.— Debí buscar otro modo.  

—¿Qué harás, Inu No Taisho? ¿Lo seguirás y dejaras morir a la humana y al hibrido?— El odio se reflejo en los flamantes ojos del general que se dio vuelta a ver a la bruja que le hablo.

Merezco lo peor. Ellos no. Ni tampoco Sesshomaru. Si hay un precio que pagar lo pagare yo. — Sentencio por primera vez de rodillas. La bruja acepto su redención y el trato. Y por piedad solo dio una maldición incompleta.

—Una maldición. En castigo por tu egoísmo y ciegues ante el sufrimiento de tu primogénito. Has de recordar esta condena aun después de tu muerte. Uno de tus cachorros a de heredar tu maldición a forma de tormento, aquel de sangre pura y crueles pensamientos. —Narro con cautela la mujer. Pronto el albino entendió que la maldición que escuchó era aquella que podía convertirlo en piedra. La maldición era de Sesshomaru, pero al perder sus poderes la maldición cayó en el. No era justo para Sesshomaru, sino fuera por Inuyasha su hermano estaría pagando por la preferencia de su padre.

De pronto el fuego pareció rodear al demonio formando una imponente figura frente a él. El fuego formo dos grandes manos que se posaron en los hombros de Inuyasha apretándolos con fuerza. 

—Sálvalo. El solo conoce el odio y rencor, enséñale que hay mas.— Pidió con calma en un principio la enorme figura del general. El joven demonio no asimilaba bien lo que veía, era su padre quien le hablaba y no podía evitar sentir cierto enojo hacia él.—¡Inuyasha!— Sin embargo, ese ultimo rugido desesperado asusto al nombrado, quien solo pudo ver como las llamas se encogían con velocidad hasta estar cerca de extinguirse.— Confió en mis cachorros.— Fue el último susurro de la voluntad de su padre. Inuyasha al ver las llamas supo que tenia poco tiempo.

Estaba abrumado y se sentía ahogado, ni siquiera notó en que momento fue que dejó de sentir una conexión con Sesshomaru, pero prefería pensar que solamente se había desmayado.

—¡¿Que le hiciste a Sesshomaru?!— Los ojos de Inuyasha comenzaron a teñirse de rojo mientras tomaba por el cuello a la bruja.

—Ya es tarde, hibrido. El ya debe estar completamente envenenado por el miasma.—La mujer intento liberarse del agarre del albino sintiéndose ahogada, pero sin borrar su despreciable sonrisa. 

—¿Miasma?— Los ojos rojos se abrieron horrorizados al por fin darse cuenta de lo que ocurría.—¡Naraku!— Solo entonces pudo detectar el repugnante olor del híbrido abajo del fuerte hedor a flores podridas. Kireina había molido plantas podridas y fabricado una loción que esparció por todo su cuerpo para cubrir el olor de Naraku y así evitar sospechas inmediatas.

—Ya estas muerto, al igual que Sesshomaru— Sonrió sínica.— A pesar de que el fuego fatuo eligió mostrarte las esperanzas de tu padre. Todo termino.—  Kireina comenzó a deshacer su carne y músculos rápidamente de la zona del cuello a voluntad, logrando que Inuyasha la soltara asqueado. En el ambiente rápidamente se sintió como la energía demoniaca de la tétrica bruja se hacia cada vez mas poderosa mientras que la tierra comenzaba a temblar bajo sus pies y de ella surgían esqueletos que pronto serian rodeados por cabellos cubriéndolos a forma de musculatura. El cuerpo de la azabache parecía deshacerse con los segundos quedando únicamente sus huesos y cabellera levitando a unos pocos metros sobre el suelo.

 —No tengo tiempo que perder contigo.— Gruño el albino exasperado mirando de reojo rápidamente el fuego futuo. Su rabia era incontrolable, no se percató de las ansias de matar que tenía hasta que sintió como su cuerpo miraba con violencia. Pronto cuatro patas remplazaron sus piernas y brazos. Su boca y nariz se convirtieron en hocico y finalmente su estola se convirtió en una especie de melena protectora que llegaba hasta su larga cola. La forma Yokai de Inuyasha era mucho mas pequeña que la de su hermano, sin embargo, era bastante mas grande que Ah-Un.

El odio desmedido que sentía el canino lo hizo dejarse llevar. Ni siquiera hizo caso a las decenas de esqueletos que se abalanzaban sobre el. Lo único que quería era llegar hasta el esqueleto de la bruja, pero ignorar a tantos enemigos no era buena idea, pues al ser una mayoría pronto lograron rodearlo y derribarlo sintiendo como los filudos huesos cortaban su piel. Aquel cabello que simulaba ser la musculatura de aquellos muertos pronto abandonó sus cuerpos y comenzó a enredarse en sus patas y cuello inmovilizandolo. Un fuerte rígido salió de su garganta, no por miedo, sino a forma de advertencia y exhalo con fuerza dejando salir de sus fauces un poderoso veneno corrosivo que poco a poco parecía deshacer todo a su paso. El gigantesco perro albino no tardo en ponerse de pie al sentir los cabellos ceder ante el ácido para terminar de cortarlos con la fuerza de sus patas y hocico. A penas estuvo nuevamente de pie comenzo a correr hasta uno de los últimos esqueletos y el mas importante. Kireina leyó sus intensiones y no tardo en intentar echarse a la fuga para ganar tiempo, lamentablemente para ella el perro demonio salto a tiempo para destrozar su cuerpo de una mordida haciendo caer el fragmento de la perla de Shikon que estaba en su cuerpo. El lúgubre aspecto de la montaña poco a poco fue desapareciendo, la luna iluminó por fin el lugar y la neblina se dicipaba rápidamente. El aroma de Sesshomaru volvió a su nariz haciendo que escupiera rápidamente lo que quedaba de los huesos de la bruja para inmediatamente salir corriendo sin siquiera observar las llamas del fuego fatuo o el fragmento de shikon.

Siguió el rastro aun convertido en perro, angustiado. El bosque comenzaba a desaparecer a su alrededor mientras corría facilitando su visión, corrió más de lo que esperaba hasta por fin ver una figura humanoide tirada en la tierra. El perro albino se acerco a olfatearlo y lo movió levemente con el hocico esperando alguna reacción de parte de su hermano, sin obtener resultado. Delicadamente tomo entre sus mandíbulas el cuerpo del azabache mientras gimoteaba preocupado. ¿Sera que les había fallado a su padre y a su hermano? Se negó a aceptarlo tan fácilmente y se dispuso a trotar siempre con cuidado de no lastimar a Sesshomaru mientras seguía el olor de sus amigos que por fin sentía nuevamente.

Se sentía desamparado y un repentino cansancio envolvió sus musculos, todo lo contrario a lo que pasaba en sus venas, pues podía sentir como sus sangre corría como ríos bajo su piel y su corazón parecía no tener control. Comenzaba a cegarse por el miedo y dejo de percibir a sus amigos, su vista se nublaba cada vez mas mientras sentía su cuerpo tensarse. Con cuidado dejo nuevamente al humano en el suelo y se recostó junto a el enroscándose a su alrededor para protegerlo, con la última esperanza de que despertara. Con cuidado lo acomodó de manera que Sesshomaru ocupará su pelaje como colchón y por último lo cubrió con su cola formando una manta. Temiendo lo peor simplemente aullo rendido esperando ser escuchado por alguno de sus amigos.

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Un frio viento penetró en su pelaje haciéndolo temblar, no escuchaba nada a su alrededor, ni sentía nada tampoco. Solo un frio viento que pegaba con fuerza en su piel forzandolo a enrollarse más en en si mismo. Que extraño, el perro sentía que faltaba algo ahí, más bien alguien a quien debía proteger ¿Pero a quien? ¿Aome? No, ella no debería de porque estar ahí, nunca habían dormido juntos. ¿Acaso había dormido con alguien antes y por eso sentía su ausencia? No, no tiene sentido el jamás había dormido con nadie. La frustración lo inundó al no poder recordar con claridad y tenso su cuerpo aún más sintiendo como los pelos de su cola le acariciaban la nariz ¿Cola? ¿Por qué tenía una cola? Se relajó al recordar que había sufrido un extraño cambio de poderes y estas dudas desaparecieron. Era verdad, el se había transformado en un perro gigante para rescatar a su hermano. Se enrollo más en si mismo ¿Donde estaría el? ¿Lo había salvado?...

...Y de pronto al sentir la ausencia de ese alguien junto a él nuevamente todo parecio llegar a su mente como imágenes que pasaban a gran velocidad.

Lanzo un fuerte gruñido y despertó bruscamente mientras se ponía de pie y con la mirada buscaba a Sesshomaru. Los jóvenes que se encontraban al rededor de una fogata voltearon a verlo asustados al ver como la gigante silueta albina salía desde la oscuridad de la madrugada y se acercaba peligrosamente a ellos. El fuego parecía encender más el rojo de los ojos del yokai frente a ellos. Aome al ver al perro-bestia de pie se sorprendió, pues podía medir fácilmente lo que una casa de dos pisos, no es que no se diera cuenta de que era un perro gigante, pero verlo dormido y acurrucado realmente era muy distinto a verlo preparado para atacar. Un escalofrío recorrió la espalda de todos al darse cuenta de que a pesar de todo era varios metros más pequeño que Yako, la forma yokai de Sesshomaru aunque esto no lo hacía menos intimidante.

—Inuyasha—Le habló la sacerdotisa con cautela.—¿Podrías cambiar de forma? Por favor. Ya todo está bien.— El nombrado parecía no reconocerla así que con violencia la empujó con su hocico mirándola al suelo olfateando en ella el olor de su hermano. Gruño con fuerza amenazando con atacar.

—Tranquilo, por favor Inuyasha.— Intervino Miroku. La albina bestia lo observo con cautela y luego observo a la exterminadora junto al monje que sostenía su arma preparada para atacar, haciendo que el demonio se sintiera amenazado y volviera a gruñir.

—Baja eso estupida humana— Regaño Jaken mientras se acercaba temblando de miedo hasta el yokai.— Nunca debes levantar un arma contra los Inuyokai.

—Pero Aome...— Quiso explicar la exterminadora.

—A ti solo te enseñaron como matar demonios niña, pero hay mejores formas para evitarlos, al menos a los demonios caninos.— Siguio explicando el diablillo mientras dejaba caer su bastón al suelo frente a los ojos de Inuyasha y se dispuso a acercarse recibiendo un leve gruñido en respuesta. Jaken se detuvo y dejo que el perro-bestia lo olfateara.— Puedes buscar lo que deseas. No te atacaremos— Inuyasha pareció reconocer al pequeño demonio verde como un aliado y se dispuso a olfatear y a buscar con la mirada, sin darles la espalda en ningún momento a ninguno de los presentes.— Inuyasha aún es muy joven y es la primera vez que su energía demoníaca toma esa forma. Por eso no reconoce a nadie.

—Muy bien dicho, Jaken— Felicito la pulga dando saltitos en el hombro del nombrado haciendo que este alardear de su inteligencia—¡Ya veo que al menos sirves para algo!— La cara de satisfacción del diablillo se deformó haciendo una mueca molesta.

—¡¿Que dices insecto?!— Chillo en respuesta intentando atrapar a Mioga, pero este logro huir hasta Aome a tiempo.

—¡Eso no es lo que importa! Lo que está buscando el amo Inuyasha ahora es algo conocido y que lo haga sentir a salvo. Es una cría todavía a la hora de hablar de su energía demoníaca, así que podemos asumir que esta buscando consuelo.— Explico el diminuto demonio.

—¿Todavía una cría?— Pregunto Aome impactada— Pero es solo unos metros más pequeño que Sesshomaru.

—Así es, pero el joven amo también es muy joven todavía— Expuso la pulga. Aome no pudo evitar pensar en lo que pasaría dentro de unos años, aunque pasara su vida con Inuyasha el seguiría viviendo muchos años más, el la vería envejecer y morir, pero el a penas y sufriría cambios en su apariencia. No pudo evitar pensar en esto como un obstáculo insuperable.

Un lamento de parte de Inuyasha la hizo salir de sus pensamientos y llamó a todos los presentes a prestar atención a la curiosa escena frente a ellos. El violento perro gigante de hace tan solo unos minutos parecía lamentarse al ver a su hermano mayor desmayado, se recostó con cuidado junto a él y mientras acariciaba con su nariz el rostro del azabache provocando leves gestos de molestia en rostro, aún así no parecía querer despertar.

—Cuando encontramos a Inuyasha dormido junto a Sesshomaru, no era por voluntad, la trasformación del joven Inuyasha fue muy violenta y desesperada y al haber sido su primera vez lo agotó, sin embargo, al caer inconsciente sintiendo el deber de proteger algo fue por eso que no volvió a su forma mas humana.— Explico Mioga mientras admiraba a su amo acurrucarse al rededor de su hermano mayor.— Cuando Sesshomsru despierte Inuyasha volvera a su forma, es su instinto.

Todos asintieron y optaron por dormirse al ver que el perro demonio por fin estaba tranquilo.

—Inuyasha enloqueceria si algo le pasara a Sesshomaru y no solo porque podría morir con él— Susurro la exterminadora antes de caer en brazos de morfeo mirando a ambos hermanos acurrucados.

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Hola! Lamento la tardanza, pero aquí está el octavo capítulo! Ojalá les guste!

Atte. QCCLV.

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