●/14/ Cobra.
Perspectiva de:
—¿Y vas a ir...?— Ness pregunta.
—Es lo que vengo diciendo en los últimos veinticinco minutos— ruedo los ojos. Estamos de pie en la acera frente a su casa. Deben ser las tres de la tarde.
—Tato. Sólo vuelve entero, ¿ok?
Bufo antes de dejar un beso en su frente. Me giro y cruzo la calle con poco cuidado.
Saludo a Emperatriz, quien está en la banca, con un asentimiento de cabeza para dirigirme al apartamento del Chino. El almacén está cerrado.
—Huele a peligro 🎶— no puedo evitar cantar cuando escucho a Miriam Hernández en la radio de Yoneidy...
...Porque supongo que ella es la única que se amarga con ese tipo de canciones sin importar la hora.
Y con el volumen a una altura que casi alcanza la de mi belleza.
Subo las escaleras y abro las puertas que al momento se encuentran sin la cerradura colocada, sin llamar o avisar de mi presencia. Hasta que llego al mini salón del lugar.
—Llegó la cosa con más encanto de la provinc—
—Sí cielo, tu perfume se esparce en un radio de 5 kilómetros— dice una vocecita que atribuyo a la Cerecita cuando mis ojos la encuentran tirada en el piso.
—¿Cielo?— el Pepe, sentado en un sillón usando una computadora portátil, alza una ceja reprochando a la chica con la mirada.
—Sí, pero tú eres Zeus— ella le lanza un beso.
—Qué asco— digo, saltando el hecho de que yo también he hecho eso.
Paseo mi vista por el ambiente y capto a cuatro entes del infierno: aparte del Pepe y su novia, quien está tirada en el piso con los brazos y piernas extendidas mirando al techo como si quiere morir, Jeison -quien se está fajando con un pica pollo- y la Ex Stripper están acá, la última está sentada al lado de Jeison de una manera poco convencional en el sofá: tiene las piernas donde debería tener la cabeza, y la cabeza donde debería tener las piernas.
Está al revés, de cabeza. Usando su celular.
—¿Dónde está el Chino?— pregunto, mientras retiro mis lentes de sol, dejándolos sobre mi cabeza a la vez tomo asiento en el sillón desocupado de los dos que hay.
—Cagando— dice la mujer araña.
—Diasblom Gill yo emstoy commiemdo.
—No se habla con la boca llena— le digo a Jeison.
—Cagando tu madrina— el Chino aparece en el salón.
—Ah, pero te bañaste— le dice el Pepe, echándole un vistazo.
¿Y para mí no hay elogios? Já, sé que me veo increíble aunque no lo admitan.
—Quiere parecer el príncipe encantador cuando vaya a rescatar a Sorri y ella grite '¡Mi Príncipe! ¡Me salvaste!'— la Cerecita comienza a reírse. No cabe duda de que el Karma le pegará fuerte por hija del diablo.
—Si la encuentra— digo.
Ok, a mi también me va a pegar.
El Chino cierra los ojos y suelta un suspiro.
—Por cierto...— el Pepe comienza —Tengo una duda que me carcome desde que le dijiste a Don Florencio que 'harás lo que él quiera' si no encuentras a Sorri...
—Esclavo sexual— susurra Lyah de forma no tan susurrada.
El Chino abre los ojos y Jeison hace una pausa en su lucha con una pata de pollo.
Ya imagino lo que el Pepe quiere preguntar.
—¿El Don de verdad es gay?
—Señor, protégelo— dice Gillian.
El Chino frunce el ceño y guarda silencio.
—Ei que camlla oñtorga— Jeison intenta decir algo de lo que no entendí nada.
—Ay mimadre— Lyah se pone las manos en la cabeza.
—Yo también tengo una pregunta— digo.
Escucho al Chino lamentarse. El pobre no sólo se preocupa por Sorri, ahora también debe preocuparse por su retaguardia.
Lloremos.
—¿Quién va a ser el pasivo?
No puedo decir una palabra más cuando el Chino se lanza encima de mí.
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—¿De quién fue la idea?— pregunto, asegurándome de mirar al frente para no terminar como Jeison y comerme media acera. Tampoco creo que Jeison pueda aportar más que los gritos de auxilio que va a lanzar al primer susto que se lleve.
Miro a la Cerecita, pero ella señala a Jeison.
Miro a Jeison, pero Jeison señala al Chino.
Miro al Chino.
—¿Qué?— pregunta.
—¿No pudiste tener una mejor idea? Digo, para variar.
—¿Por qué? Cuando alguien secuestra a una persona, generalmente lo mantiene de rehén en su casa, ¿no? Nada nos cuesta comprobar— el Chino se encoge de hombros. Sí, como si entrar a la casa de un secuestrador y sacar a la víctima fuera tan fácil. Ni en películas.
Ahora mismo vamos de camino a la casa del viejo Tune, la cual no está muy lejos.
No sé cómo descubrieron la ubicación sin tener información por parte de Tune, pero cuando pregunté lo único que dijo el Pepe fue:
—Tengo mis contactos.
Bufo al recordarlo.
—¿Eres un toro o algo?— me dice Lyah, caminando a mi lado.
—¿Y tú como le hiciste para que el Pepe te dejara venir? Porque el show que hizo fue para mantenerte encerrada dos meses— la miro.
—Tengo mis formas— ladea su cabeza.
Sí, son iguales.
—¿Sí saben que podemos dejarle esto a la policía?— inquiero.
—Sí— dice el Chino.
—¿Y vamos a hacerlo?
—No— responde Lyah.
Ruedo los ojos —No se les ha olvidado que esto tiene que ver con traficantes— los traficantes más raros que he podido imaginar —, ¿verdad?
—Tampoco— dice Jeison con media pata de pollo en la boca.
Realmente vine porque estaba aburrido... Y porque Ness quiere el chisme.
—Llegamos— el Chino detiene su andar.
—¿Es esa?— Jeison señala una casita de madera a varios metros... Con un hueso.
—Muy pequeña para alguien que vende droga— menciona Lyah.
—No, es esta— el Chino hace un movimiento de cabeza hacia la casa que tenemos en frente.
Más que una simple vivienda, tiene vista de una viviende lujosa pero minimalista.
—¿Por qué nunca había visto esta casa?— Jeison cuestiona.
—Porque tienes los ojos en la retaguardia de Yairy— dice el Chino.
—¿Me llamaron?
Todos giramos la cabeza como quien está poseído por algún espíritu de procedencia dudosa cuando escuchamos la voz de la mencionada.
La hija del Presi está de pie junto a nosotros.
—Ni el diablo viene tan rápido cuando lo llaman— digo.
Yairy se quita las gafas —Perdón, Jeison no me dijo que saldría y vi por el rastreador que se estaba alejando— ensancha una sonrisa plásticamente angelical.
—Yo debería hacer eso con Junior...— la Cerecita habla consigo misma.
Yo también debería revisar si alguien me ha puesto un rastreador encima.
—Llegó mi heroína— Jeison lanza los huesos, más secos que la economía de Fernanda, que estaba succionando y pasa uno de sus brazos por los hombros de Yairy.
No dudo que si alguno de los dos tiene que sacar al otro de problemas Jeison sería la víctima.
—¿Vamos a una fiesta o a matar a alguien?— pregunta la susodicha.
—Vamos a entrar ahí, mi vida— Jeison señala la casa rodeada por muros no muy altos que dejan entrever lo delicado del hogar.
—Oh... ¿Y piensan escalar?— pregunta nuevamente la hija del Presi, mirando la soga que el Chino lleva en las manos.
—Oh, para nada, eso es para ahorcar a Florencio. Nosotros vamos a tocar el timbre— dice Lyah con sarcasmo.
—¿Y qué esperan? ¿Que sean la una de la madrugada?
Antes de que pueda decirle a Yairy que el sarcasmo existe, la mujer ya ha dado una real zancada.
Y tocó el timbre.
—anDELLdiablo— me coloco las gafas y me doy la vuelta.
Soy turista.
—¿Quién dijo que Yairy ya había salido de su burbuja Prada de quinientos mil dólares? Porque me mintió— el Chino rasca su cabeza.
Y antes de que cada uno decida si irse, quedarse o hacerse el muerto, la puerta de la casa se abre. Mi ceño se frunce. Las cosas no pueden ser tan fáciles.
Aquí hay un gancho.
—¿Carla?
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Tengo que dar la desgraciada noticia de que actualmente mi sentido del humor es nulo :/.
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