17 | Cobarde

Estoy en su casa, me parece que es un mejor lugar para recibir malas noticias, lejos de ojos inquisidores.

Atravesamos su patio, lugar de conquistamientos pasados y testigo fiel de aquella vez que enterramos cadáveres de alienígenas con disfraces de aluminio hechos por nosotros mismos. Grandes días.

Cuando era niño me moría por crecer, veía a otros chicos mayores y pensaba en lo mucho que me gustaría ser así de grande, tener tantas libertades, tener casi dieciocho y ser independiente.

Qué iluso fui.

Crecer es horrible, crecer solo trae problemas y responsabilidades.

Sigo a James a su habitación. Su puerta siempre está abierta, porque así le gustan las cosas, sin nada que ocultar, tal vez por eso le gusta entrar por mi ventana, para sorprenderme, para no tener que tocar la puerta de mi habitación, porque sabe, piensa, que no tengo nada que ocultar.

A simple vista su habitación da la impresión de un coleccionista, de esos que guardan las manualidades de primaria porque podrían volver a servirle, o de los que conservan la envoltura de una golosina especial. Lo cierto es que, a pesar de tener montón de cosas, maquetas, postales, juegos de mesa, pertenencias con algún significado sentimental o de falsa utilidad, siempre está ordenado, ni idea de cómo lo logra; cada pequeña cosa le otorga armonía a la miscelánea.

Me siento en la silla giratoria de su escritorio y contemplo la calle por la ventana.

Estuve preparándome para esto durante el transcurso del día. Seré directo, le diré que Maddie lo está engañando; casi puedo ver su reacción, sé lo que dirá y cómo responder a eso y a lo que sigue. Debe comprender que lo siento y debo acompañarlo en su dolor.

Está planificado. No hay nada que pueda sorprenderme, incluso compré sus panecillos favoritos para hacerle sentir mejor después de soltarlo. Únicamente debo cruzar la barrera de las cosas que pasan en mi cabeza. 

—Mira esto —anuncia él, mostrándome una foto de su celular, hay tres chicas y un chico abrazados de la cintura, una de ellas le está dando un beso a la de su costado—. Resulta que Amelia es bi y recién me entero por Instagram.

—¿Amelia es bi?

Amelia es su prima. La familia de James es gigante y ruidosa, primos y primos repartidos por todas partes, los conozco casi a todos y ellos me conocen a mí, básicamente podría abrir un blog sobre su familia con apartados especiales sobre datos irrelevantes como la vida del conejo de su tía Eliana y cómo murió en su manos cuando estaba en segundo grado.

—Mis tíos se lo tomaron mal, ayer escuché a mi mamá en una videollamada con mi tía y estaba enloquecida, ya sabes cómo es mi familia, muy anticuados —Gira los ojos—. No sé cómo se las arreglan para crear un drama familiar por todo.

Lo que es una buena y mala noticia, por un lado, a James no parece importarle que su prima sea bi, por otro lado, a su familia sí que le importa. Importancia de la mala.

Okey, nuevo miedo desbloqueado: cuando la familia de James se entere me despreciarán tanto que me mantendrán lo más alejado posible de él. Lo perderé.

—¿Qué era aquella cosa tan urgente de la que querías hablar?

Es mi invitación, mi pase sin devolución para decir la verdad.

Comienzo a decir algo, pero las palabras me fallan.

Comienzo a decir algo más, pero me detengo a mí mismo.

Siento que acabo de subir al escenario de un auditorio abarrotado y que tras bambalinas me susurran mis siguientes líneas. Es paralizante.

¿Debo imaginar a todos desnudos?

Espera, no. No voy a imaginar a James desnudo.

Nooo.

Inhalo hondo, organizo las ideas en mi mente, conjeturo y descarto universos alternos y más posibles finales para esto, hago todas esas cosas que hacen los mentirosos cuando se preparan para actuar.

—En realidad quería pedirte perdón por lo de ayer, por no estar en la fiesta de Maddie.

Lo cual no es del todo mentira, al menos.

—No te preocupes, lo había olvidado.

No lo escucho decir más, estoy ocupado convenciéndome de que le oculto la verdad por su bien. Resuena en mi interior como un tiro perdido; no, perdido no, directo a nuestra amistad. Es cuestión de tiempo para que acabe con nosotros.

Y tener plena consciencia de eso es peor.

En realidad tener miedo de salir del armario con James, poco tiene que ver con lo que su familia opine. Sé que él lo aceptaría y eso debería ser suficiente; no lo es.

Salir del armario no es mi actividad favorita, porque hace tres años, a los catorce, pasó algo parecido. Ya viví el proceso traumático de ir al colegio y querer huir de él.

Comenzó con un rumor, así es, un estúpido rumor, por eso prefiero el silencio, porque así como las palabras pueden hacerte sonreír, también pueden destruirte, tienen mucho poder y hay que ser cuidadoso para usarlas.

Al parecer yo no era solo Will, yo era el chico que tenía un novio universitario a quien le enviaba fotos mías desnudo.

¡Sí! A mí también me voló la cabeza. Puedes tener tu vida y luego la vida que creen que tienes.

El rumor se construyó en boca de alguien, el rumor se expandió, el rumor era mentira obviamente.

Que el rumor haya comenzado no era tan importante como que alguien lo detuviera. Tuve a James y a Mick a mi lado, les dije que no era cierto, aunque creo que ellos lo sabían incluso más que yo, y se encargaron de tratar de detenerlo. Fuimos los tres contra el mundo.

Pero el daño estaba hecho, el problema no era que el colegio entero pensara que soy gay, el problema fue cómo reaccionaron a eso, cómo me hicieron sentir. A los catorce yo no estaba absolutamente listo para aceptarlo, y después del rumor se hizo más insoportable.

Quisiera que no me importe lo que piensen de mí, quisiera haber sido valiente, haber admitido que soy gay en ese entonces, pero cada vez que recuerdo el acoso tengo esta maldita sensación de necesitar aire y no poder respirar; no quiero volver a vivirlo. Me deshice de eso, Maddie no puede simplemente chantajearme con contarles a todos, o con siquiera decírselo a James.

Fueron las bromas, las notas homófobicas, las risas por lo bajo, volver a mi casa llorando y no parar hasta el día siguiente. Cada vez que lo recuerdo me veo a través de sus ojos y no de los míos, me veo como me describieron y no como soy, me veo como el constante recordatorio de que en el mundo hay gente llena de odio y esa gente tiene un lugar en mi cabeza.

Los futbolistas fueron los primeros en correr el rumor, los primeros en burlarse y detenerme en los pasillos para empujarme. La verdad es que los futbolistas me aterrorizan.

También soy una persona, hay gente que no me agrada; eso no me da derecho a hacerles sentir mal por quiénes son.

El acoso no duró mucho, fue un mes porque los profesores intervinieron, porque mi mamá intervino, porque lo desmentí y así pronto todos lo olvidaron. Mas fue suficiente para darme una probada de lo que sería mi vida si es que no fuera solo un rumor, y preferí dejarme arrastrar por la fuerza del río que luchar en contra de la corriente.

Escogí el camino seguro, el camino fácil, el de los cobardes.

Sería una terrible mentira afirmar que todo se arregló después de eso. Aunque todos volvieron a olvidarme, aquel mes se hizo un bucle, vive en mí siempre, lo cargo como una tormenta de nieve que se acumula.

Nadie siente este ártico. Es la atmósfera a la que me acostumbré, el miedo que callo, las inseguridades que alimento. Mi zona de confort. Por fuera trato de aparentar una serenidad que no tengo, que quisiera tener.

Quizá necesito ir con un psicólogo, ir a terapia para aceptarme, para aceptar todo y hablar sobre el bullying. Sí. Fue bullying. Sufrí bullying y aún cargo el peso de eso. Lo que sin duda necesito es un abrazo, uno infinito.

El problema con la terapia es ese, que es terapia, se hace con un profesional, es algo serio. No creo que mi asunto sea algo serio, creo que es un problema normal, todos tenemos problemas, la gente supera sus problemas.

No quiero ser dramático.

Mi mamá lo propuso a los catorce, dijo que no debía descartar la idea, pero aceptarlo era aceptar tener un problema del que hablar. Si estaba yendo a un psicólogo estaba admitiendo necesitar uno. Yo no tenía por qué ir a un psicólogo si el rumor que se expandió no era cierto.

De cualquier modo, sé que las cosas se llevan mucho mejor teniendo a gente que te quiere. Mi mamá me apoyó, James y Mick me apoyaron. Así es como he sobrevivido: junto a ellos.

Puedo contarle a James que Maddie la engañó con un chico en los baños, puedo pedirle a James que mantenga en secreto que soy gay, pero ¿qué me asegura que Maddie no expanda el rumor?

Como dicen, mantén a tus amigos cerca y a tus enemigos aún más cerca. Prefiero que Maddie no me odie, a lo mejor reflexiona y ella misma se lo cuenta dejándome al margen de esto.

Pero al final sigo escogiendo el camino fácil, el de los cobardes.

Lo siento, es que soy uno.

...


Esta vez sí me pasé. No sé cuánto tiempo llevo sin actualizar, mi vida es un caos ahora mismo. Y-Y

Perdón con los que estaban leyendo y los dejé en la nada, ¡lo siento tanto!

De todas formas, espero que hayan disfrutado el capítulo, aunque haya sido algo triste. :')

 

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