08 | Dejarlo
—En la tarde iré con Bastille —dice Mick.
Acaba de terminar matemática y estamos en el pasillo. Bastille es quien le vende el alcohol.
James hace que nos detengamos mientras se ajusta las tiras de la mochila, y aprieta la mandíbula como cuando tiene algo rondando en la cabeza. Lo analizo y antes de que se disponga a abrir la boca, sé lo que dirá.
—Deberíamos dejarlo.
Sonrío. Es como un pequeño logro, mentalmente tengo palitos de cinco en cinco siendo tachados cada vez que coincido con lo que pasa por su cerebro o si anticipo su siguiente movimiento.
—¿Qué mierda? ¿Por qué? —gruñe Mick, frunciendo el ceño de mala gana. Hoy se ve particularmente aterrador, un humor pesado que nada más que los años hacen tolerable.
—Es muy riesgoso, ya hicimos algo de dinero, es mejor detenernos antes de que nos atrapen.
—Nadie se va a enterar, James —le responde Mick, la vena de su frente latiendo notablemente.
—Solo estoy sugiriéndolo.
—¡Y una mierda! Forrémonos de dinero.
Miro a James: «debemos alimentarlo para que se calme».
James pone los ojos en blanco: «¿traes comida?».
Niego con la cabeza y nos resignamos.
Nunca puedo evitar pensar que Mick es el equivalente a un gato arisco y James y yo debemos parecer dos cachorros que de algún modo terminamos en su siniestro plan de dominar el mundo.
—Es riesgoso —intenta James, porque la paciencia es su virtud.
—El dinero merece todo el riesgo.
—No si hay consecuencias graves.
—¡Dinero! —profiere Mick haciendo gestos con las manos, el tipo de gestos que le colocarían signos de dólares en los ojos—. Quiero seguir ganando dinero fácil —Clava sus ojos en mí, como si se hubiera iluminado con una respuesta cegadora—. ¿Tú qué opinas, Will? Hagamos esto unánime.
Yo sugerí dejarlo antes, no podíamos seguir haciéndolo, se siente terrible, aunque eso fue antes de conocer a Bash, no estoy seguro de qué ha cambiado, pero si les digo que no, sabrán que algo pasa.
—Deberíamos dejarlo —concluyo también.
—Genial, bloquearé y borraré los números —anuncia James.
Es la respuesta definitiva y me siento algo entumecido.
Entumecido hasta el día siguiente porque no logro disipar que tendríamos que haberles avisado a Bash y a Myers. Es muy maleducado simplemente haber bloqueado y borrado los contactos sin razón aparente. Alguien debería ir a comunicarles para que no esperen nada de nosotros.
El problema es que no hay manera de comunicarme con ellos, no tengo sus números y si voy al internado no podré entrar.
Aunque no pierdo nada si lo intento, no la parte de entrar, eso sería suicidio, la parte de ir a la puerta del muro. Esta sería la última vez que voy a estar allí, si no encuentro a nadie, lo olvidaré.
Cuando llego, rodeo el muro, la pequeña puerta está cerrada, la jalo y empujo; no consigo resultados.
Hasta aquí llegamos.
Debe ser el universo manteniendo la puerta cerrada para protegerme de posibles riesgos relacionados a fugas o juzgados.
Gracias universo.
Me deslizo contra el muro y caigo sentado. Qué pérdida de energía, lo peor es que tengo que tomar el autobús de vuelta por nada. Estoy deseando tener la licencia de conducir, no sé por qué demoré tanto en decidirme.
—¿Qué haces aquí?
Me sobresalto. No reconozco esa voz, no es de Myers ni de Bash, pero viene del otro lado.
—Leyendo. —Esa voz si la reconozco.
—Mierda, Bash, no sabía que supieras leer —responde la otra voz.
«Yo tampoco».
—Mierda, Zach, había olvidado que eras un jodido idiota.
Escucho sus risas.
—¿Tú qué haces aquí?
—Estaba buscándote, unas chicas te vieron venir, ¿pasas mucho tiempo escondiéndote?
Aparentemente Bash pasa tiempo aquí, en el muro, fuera del que usamos para encontrarnos.
—Solo si te veo cerca.
Vuelven a reír, esto es como esos programas de contraataques cómicos con audiencia contratada.
—Como sea, el director quiere hablar contigo, no sé en qué lío te metiste ahora; parece algo grave.
—Iré en un rato, terminaré con esta página.
El silencio se cierne sobre nosotros.
Ahora es muy incómodo pronunciarme, literalmente escuché a hurtadillas de su conversación, quedaré como un chismoso.
—Sé que estás ahí, Will.
Salto un kilómetro entero.
—Lo siento —Me sonrojo y suelto lo primero que se me viene a la mente en un intento de no quedar como el cotilla que soy—: No quería escuchar, pensé que no había nadie y luego se pusieron a hablar.
Se ríe.
—No te estoy pidiendo que testifiques; solo escuché cuando llegaste y quisiste abrir la puerta, luego vi que se acercaba Zach así que no hice nada.
Este es mi momento, tengo que decirle que lo estamos dejando.
O sea, la venta de alcohol.
—Solo vine para...
—Tengo algo que...
Hablamos al mismo tiempo. Nos reímos.
—Tú primero —le digo.
—Bien, ha pasado algo, no te agobies, ¿sí?
Si te dicen que no te agobies, pues no te agobias y listo. Solo que lo entiendo a la inversa.
—Okey.
—Nos atraparon con el alcohol.
Ahora sí que salto un kilómetro entero.
Es imposible.
Me muero.
No.
Me mato.
No.
Mi madre me va a matar.
Estoy muy asustado, no quiero decir nada, necesito un abogado.
—Estábamos en mi habitación —continúa hablando, porque hay una historia detrás de la noticia que acaba de arruinar mi vida— y de repente entra un profesor, es que no me lo puedo creer, nunca entran sin llamar a la puerta. Es una putada. Han hablado con nuestros padres, por suerte la botella estaba casi llena.
—¿Les preguntaron cómo lo consiguieron? —inquiero.
Espero que lo diga, espero que un policía salga y me arreste. Estoy estirando los brazos paralelamente para facilitarle la captura.
—He dicho que me lo traje de casa, me han creído. Imagino que la donación de mis padres sirvió.
Sus padres hicieron una donación, ¿eso significa soborno? Me doy cuenta de que estaba conteniendo la respiración.
—¿No iré a la cárcel?
Suelta una carcajada gigante, el eco pudo haber ahuyentado pájaros en el camino.
—Por supuesto que no, ¿eso te preocupaba?
—¿Un poco?
Se ríe y sigue:
—¿Qué es lo que querías decirme?
—Ah, es que he conversado con los chicos y vamos a dejarlo. Por eso viene; supongo que ya lo sabías porque James bloqueó sus números.
—¿James?
—James es el de los mensajes.
—Oh... No sabíamos que nos bloquearon, gracias por avisar.
—Sí, ya no... pasaré por aquí.
La puertita se abre y Bash saca una mano.
—Toma —Me tiende un papelito—. Es mi número, no vayas a escribirme muy temprano, bueno, si quieres hazlo, puedes hacer lo que quieras.
Me acaba de dar su número. Desde luego, no tiene importancia, ¿entonces por qué me quedo sin palabras? Mis cuerdas vocales son unas traidoras.
—¿Sigues ahí?
—Sí, lo siento.
Debería dejar de disculparme por todo. Arranco briznas de hierba y las soplo. Me pregunto si eso es todo, no quiero irme, vamos, dime que me quede.
—Tengo que volver, asuntos con el director —comunica.
Regreso a casa en el autobús; no me puedo quejar, en ocasiones no es tan malo si tengo un libro y si no tengo a nadie apoyado en mi hombro o babeando sobre mí o roncando en mi oído o pegándome en la espalda a través del asiento de atrás.
Solo me regocijo en la idea de la licencia de conducir.
Cuando llego James está esperando en la entrada.
Necesito amigas, los chicos acabarán conmigo.
—¿Vienes a Maty's? —me pregunta.
—Claro —Hago una mueca y señalo mi impermeable—, déjame quitarme esto.
Soy de los que inventan todo tipo de excusas para no salir; con James nunca funcionan, únicamente me da las soluciones o se queda a ayudarme con la supuesta excusa. Podría vivir en mi cama eternamente si no fuera por él.
Llegamos a Maty's en cuestión de minutos. Es un punto cualquiera dentro del caótico mapa, todo el colegio lo conoce y muchos están aprovechando los rayos de sol que tan pronto como entremos a invierno apenas calentarán.
James sujeta la puerta abierta y ubico a Mick que está en el interior en una de las mesas hacia la ventana. Tomo una honda respiración, el olor de Maty's no es de este mundo, es de esos tesoros infravalorados. Esa increíble mezcla de mantequilla, almíbar, crema de leche y algo que no termino de identificar. Sencillamente están perdiendo dinero al no fijarlo en una vela aromática, ganarían millones, yo buscaría la forma de darles millones.
—Maddie hará una fiesta en su casa en Halloween —James se sienta al frente mío y yo al lado de Mick—. Algo pequeño.
Algo pequeño para Maddie Withner es equivalente a la fiesta del año.
Maddie es popular; no obstante, no es una típica popular, no pendiente de sus uñas o embobada por los brazos ejercitados del capitán de fútbol. Es popular por su actitud decidida, es consciente del interés que genera, es intrépida para aprovecharlo y lista para no caer en lo pretencioso.
—¿Irán los del equipo? No quiero ser aguafiestas, pero Travis me debe dinero. —El típico desdén y disgusto de Mick hacia el mundo se ve algo eclipsado. Hoy parece alguien con quien podrías tener una conversacion civilizada.
—Tendrás la oportunidad de cobrarle, ¿no? —digo.
De hecho, Mick es lo bastante alto para mandar de una patada a alguno de ellos hacia la luna si es que no consigue su dinero, aunque sus actitudes de combate están reducidas al negativo.
—Porque cada vez que los veo en los pasillos y en cada clase no tengo oportunidad de cobrarles —Blanquea los ojos—. Mira, están allá haciendo el tonto.
Volteo la vista hacia la calle y precisamente Travis y Grave están sobre un carro anaranjado, sin camiseta y pasándose un palo gigante entre las piernas en tanto unas chicas se ríen. Es su llamado de apareamiento. Hago una mueca. ¿A las chicas les gusta eso?
Es el único apartado en el Código hetero que no entiendo, bueno, es uno de los muchísimos apartados que no entiendo. En serio, ¿les gusta? A pesar de sus bronceados de futbolistas, son los idiotas más grandes.
Ugh. No soporto ni las dosis más pequeñas de ellos.
Es difícil de explicar, en conjunto agarran esta confianza animal que no tienen por separado, tal vez podrían ser pasables de forma aislada, no quiero comprobarlo. De solo verlos así me quitan esperanzas.
—Sería buen momento para que conozcan gente, quizá algunas chicas —menciona James.
Ah, sí, seguimos hablando de la fiesta. Entiendo su punto, mas descarto apoyarlo, Maddie es su primera novia y Mick y yo tenemos tan pocas posibilidades como de salir electos presidentes de la nación a finales de año. Tampoco es que me interesen mucho las posibilidades con las chicas.
De igual forma asiento hacia él dándole vueltas al batido, no es como si tuviéramos otra opción, James puede ponerse muy pesado cuando quiere conseguir algo, y definitivamente quiere conseguir que estemos en esa fiesta. Tiene sentido, es su novia, es Halloween, tenemos diecisiete, ¿dónde más estaríamos?
Estoy seguro de que terminaré leyendo algún libro u ocultándome tras un árbol, fui un tronco en la obra escolar de primaria, así que es una opción confiable. Omitiendo que soy malísimo en el escenario, no tenía diálogos y aún así lo estropeé, afortunadamente engañé a todos con la ternura. Aún recuerdo a las otras mamás pellizcando mis mejillas, fue un evento traumático en realidad.
El punto es que quiero enojarme por esto con James, porque estamos comprometidos a ir, pese a ello soy incapaz de hacerlo si todo el mundo está contento, incluso Mick muestra interés en la vida.
Mi ánimo es complaciente y es un fastidio, a veces quiero enfadarme para no tragarme lo que debí sentir; la mayoría de veces creo que es mejor no demostrarlo, no molestar a nadie con lo que siento.
Además, es una noche, una fiesta en la que estarán James y Mick. Una cosa es que no me guste salir; otra, es con quién salir, las salidas dependen en gran medida de la gente.
La camarera llega con nuestro pedido y dividimos una pila gigantesca de los famosos nachos Maty's acompañados de espinacas y cantidades abominables de queso derretido.
—¡Mem melmovidé demcirlems! —exclama Mick mientras mastica los nachos e intenta tragar con dificultad, pero se atora en el proceso y le doy una palmada en la espalda para que se recupere—. Nachos malditos. Gracias, Willsaurus —Nos sonríe con salsa en la boca—. ¿Recuerdan que apliqué al programa de cine en San Francisco? ¡Me aceptaron!
Ahora yo casi me atraganto. Solo Mick es capaz de soltarnos una noticia tan trascendental, así como así.
Es un programa de verano para estudiar cine, es un paso gigante. Guau, lo aceptaron con tanta antelación, apenas acabará octubre. Lleva soñando con ese programa durante meses, creo que era lo único que lo anclaba a la vida humana y no al sedentarismo.
—¡Qué dices! Eso es increíble —James es el primero en hablar y lanzarse sobre la mesa derribando en su camino la torre de nachos para darle un abrazo.
Qué chicos, son un desastre.
—¡Te han aceptado! —También lo abrazo.
—Me llegó la carta ayer, quería decírselos en persona.
—Yo ya me asustaba porque estabas suspicazmente agradable.
Comenzaremos con todo esto, las trayectorias, los promedios, la redacción de ensayos, solicitudes a las universidades, tarifas de inscripción y becas.
Nuestro último año juntos. Es un sentimiento que se aloja en mi garganta y quiere salir, estoy de ninguna manera preparado para eso. Sigo aprendiendo a no extrañarlos desde ya, no somos de los que derraman discursos sinceros de cuán profundo es el amor entre nosotros, deberíamos empezar a hacerlo.
Cada decisión que tomamos es un paso alejándonos, y es inevitable.
Las novias.
Las universidades.
El futuro.
Busco el eje, busco la mirada de James y me sonríe.
Confiaré en que todo saldrá bien, iremos a la misma universidad, rentaremos un departamento juntos, saldremos de vacaciones juntos, nuestros hijos serán amigos, nuestras familias serán vecinas, nuestras tumbas serán cercanas.
Nosotros no lo dejaremos, tendremos nuestra amistad en la perpetuidad de la Vía Láctea.
Todo saldrá bien.
James aparta la mirada.
Aunque en ocasiones desearía no tener que crecer, estancarme aquí donde nuestros sueños están intactos y todo es posible. Aquí donde sí me creo que estaremos juntos siempre.
...
Notita 💜
¡Holi de nuevo!
Bien, pues para recordarles que los votos, comentarios y ustedes me hacen feliz, me motivan mucho a seguir escribiendo, este no es un trabajo sencillo.
Cuídense mucho ✨
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