03 | Fingir
Quiero llegar a mi casa, entrar en mi habitación, envolverme en mi edredón y echarme a llorar silenciosamente toda la noche mientras algo se rompe en mi interior.
Mi casa nunca es un lugar oscuro cuando mi mamá está, incluso cuando todas las luces están apagadas, tiene que ver con su presencia y su calor.
Pero es de noche, mi mamá no está en casa, está en el hospital, y cuando llego se siente sofocantemente vacío, aunque siento alivio porque no sé cómo le habría explicado las lágrimas. «Eh, mira mamá, estoy hecho un saco de llanto porque James ahora sale con Maddie, quien por cierto sabe que su ahora novio me gusta».
Tendría que trabajar en esa explicación.
La sala huele a galletas y chocolate, los cojines están esparcidos en el suelo y su agenda de apuntes está sobre la mesita de centro.
Corro a mi habitación y me echo en mi cama. No puedo odiar a Maddie, es dulce, amable, divertida, es perfecta para James, con su cabello rojo suave, su piel almendrada y sus ojos brillantes, desafiantes, imbatibles. Puedo entender lo que ve en ella, puedo entender por qué la escogió.
Yo solo soy el idiota que se fijó en su mejor amigo.
Una parte mía sabía anticipadamente que él nunca sentiría nada romántico por mí, otra parte esperaba que sí. Después de todo, soy yo quien está para apoyarlo siempre, lo escucho y nos reímos juntos.
Pero eso nunca será suficiente.
En un futuro cercano tendré que enfrentarlo, estaré atrapado cerca de James. James, que solía ser inmune a los encantos de las chicas. James, que ahora debe estar pensando en el cabello rojo de Maddie. Está bien. Estoy bien. Ese será un problema para el Will de siete horas en el futuro.
Me pongo los auriculares y me desplazo por mi biblioteca de música, busco a Elliot Smith, solo su letra logrará ahogar todo esto, y con ahogar me refiero a literalmente ahogar, sumergirme más en el llanto.
Porque si ya estoy triste voy a hacer que valga la pena.
Creo que acumulé las razones para llorar. No lloro por James y Maddie, no exactamente, lloro porque soy muy cobarde, lloro por el pasado, por las cosas que no dije, porque estoy cansado de fingir.
Esa es la parte más difícil de ser yo: fingir
Fingir que estoy bien, que las cosas no me molestan, que hace tres años no sufrí de acoso escolar.
Da igual. No puedo cambiar el pasado, no puedo cambiar el hecho de que me guste James y no puedo cambiar el hecho de que él sea hetero.
Puede que lo que siento sea una fase, lo he escuchado en tantos lugares que casi puedo obligarme a creerlo. Es posible que en realidad no me gusten los chicos y únicamente me guste James porque es James y siempre ha estado ahí.
La incertidumbre viene al darme cuenta de que he estado al tanto de los chicos de esa forma desde siempre, al principio no lo entendía y tampoco le daba importancia, luego, a medida que crecí, lo que entendí fueron los juicios de la sociedad, y me esforcé por quitármelo de encima, como si fuera algo de lo que puedo librarme con una sacudida. Así pasó lo del acoso y ahora solo estoy resignado, no sé si pueda llegar al nivel de aceptación de las marchas del orgullo, tampoco al nivel de pronunciarlo. Porque una resignación es diferente a la aceptación.
¿No podían gustarme las chicas? Son superiores por donde lo veas, es decir, ya tengo bastante conmigo, ¿por qué necesitaría duplicar la idiotez enamorándome de un chico?
Desearía evitarlo. ¿Puedo evitar un sentimiento?
Tal vez nunca podré evitarlo, tengo que aprender a lidiar con esto sin que sea incómodo para todos.
Mi única opción es que deje de gustarme, no va a pasar nada entre nosotros, así que cortar de raíz sería lo mejor. Tampoco puedo simplemente alejarme, once años siendo amigos me delatarían. No puedo decirle que deje de mirarme como siempre lo hace, ni pedirle que por favor deje tocarme, ni siquiera si es un maldito golpe en las costillas, no puedo proponer que rebajamos los gestos que llevamos haciendo desde siempre; sería como si de un día para otro se decidiera en el mundo dejar de usar ropa, imposible para nosotros, no bajo nuestras leyes.
Debo fingir, fingir hasta que la herida abierta cicatrice. Con el tiempo controlaré mis sentimientos y el noventa por ciento del dolor se desvanecerá, el otro diez por ciento lo disfrazaré.
Cuando despierto tengo los ojos hinchados y siento mi cara adolorida, creo que incluso he llorado dormido. Hace tiempo no lloraba.
Considero no ir a clases, faltarme. Debería estar permitido pedir permiso por daño emocional. No quiero convivir con nadie y que nadie me vea así.
Pero mi mamá me sacará a patadas y se encargará de dejarme bien sentadito en clases. Supongo que esas madres que te permiten quedarte en casa cuando está lloviendo son solo leyenda.
Me preparo para ir al colegio, lo que me tarda cinco minutos, le envío un mensaje a James para decirle que iré caminando, rechazo la invitación de mi mamá de llevarme en el carro, ella ya está muy cansada del trabajo, no quiero ser una molestia. Desayuno rápido para llegar a tiempo, no quiero que James me lleve, no quiero encontrarme con él hasta que sea inevitable.
Mientras camino al colegio, recuerdo una tarde a finales del curso pasado.
―¿Entonces no te gusta? —le pregunté.
―¿Por qué me gustaría? ―lo dijo con los gestos, arqueando una ceja, una sonrisa afloró en la comisura de sus labios. Recuerdo haberme retraído un poco.
«Es guapísima» me hubiera gustado decirle, «se verían bien juntos», mas me limité a desentenderme de la situación.
James no aguardó una respuesta y terminó estallando en carcajadas. Yo no entendía nada. Nunca entendía nada hasta que era demasiado tarde.
―Nunca estaría con Maddie.
No pude evitar alegrarme por eso. ¡Las chicas no le importaban! Algo se encendía en mi pecho, tal vez algún día podría llegar a importarle algo diferente a las chicas.
Evité mirarlo para no preguntarle si la ausencia de interés en las mujeres no se debía a un interés furtivo por un género distinto. Si tras los gestos no había una pista.
Sí, yo era muy patético.
Sí, yo realmente le creí.
Le creí que nunca estaría con ella, y todo iba bien hasta que nunca se ubica sobre este día en el calendario.
Ya no son Withner y Aranzabal peleándose por la estupidez más insignificante del mundo, se convierten en James tratando de hacer reír a Maddie.
Hay cosas en las que uno simplemente no puede interponerse.
Hoy en clases James es un verdadero puñado destellante de emoción, las leyes gravitacionales ignoran su presencia y permiten que flote por los pasillos. Yo siento mis pies más pesados que nunca, como si estuviera arrastrando cadenas.
Están saliendo juntos, comparten espacio personal y empezarán a quedar todas las tardes.
—Hoy no puedo —esa es la voz de James, me pongo a prestar atención en la conversación—. He quedado con Maddie.
Algo se remueve dentro de mí, espero que la agonía no se refleje en mi rostro.
No me importa, no me importa, no me importa. Son novios, es normal que tengan planes, no tengo que estresarme por eso, puedo elegir no pensar en eso, puedo elegir distraerme en recuerdos de mí y James cuando ella no existía.
¡Ya sé! Tampoco es buena idea.
—Fantástico —replica Mick—, ahora seremos dos.
—Tampoco podré. —Ellos me miran—. Mi mamá quiere que la acompañe a casa de mi abuela —miento.
Sé que si los acompaño seré una sustancia que se limita a mantener la mirada en el suelo.
Mick finge dispararse una bala en la cabeza y nos ignora a ambos por el resto del día.
Lo que no ayuda porque prácticamente tengo a James pegado en la espalda como si estuviéramos juntos en esto de ser ignorados; lo único que quiero es hacerme una bolita y echarme a rodar colina abajo esperando encontrar consuelo en desaparecer de la faz de la Tierra.
Quiero mucho a James, pero me conoce mejor que nadie, sé que está aguantando las ganas de lanzarme un interrogatorio, con lámpara y todo. Simplemente no puedo decírselo, y si no puedo decirle que soy gay, jamás podré admitir que me gusta en voz alta. Apenas es algo que puedo percibir con los ojos cerrados, apenas un susurro parpadeante en mi cabeza.
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