Capítulo 5: Deseo Pasado
Había tres jóvenes adultos dentro de una habitación con un armario de cedro que ocupada toda una pared entera, con tres paredes amarillas pastel, un pequeño tocador con artículos de cuidado para la piel, una cajonera oscura llena de armas, una lámpara diminuta en forma de luna, y una cama individual suave.
Anet parpadeó para encontrarse con Marie, reposando junto a su lado. Al bajar la mirada en dirección al piso, descubrió que Ulises descansaba a centímetros de la cama. ¡Ellos habían terminado en el mismo cuarto, pero Ann no se acordaba de cómo llegaron hasta allí!
Dudosa, ella se encorvó en silencio. Su cabeza apenas soportaba respirar y analizar su realidad próxima, aunque conforme avanzaban los segundos, poco a poco regresaba a su actividad rutinaria y trivial.
Observó su mano herida, coaccionando para recapitular acerca del día anterior. El Monstruo aterró a sus amigos e intentó acabar con la vida de una Jirafa porque se sentía inestable hablando acerca del señor Robinson.
—El Infierno no parece un mal sitio después de todo —concluyó, rozando las yemas de sus dedos encima de la venda—. Ahora se ha convertido en una grata salida a mis problemas.
Apenas expresó su comentario, el pelinegro de ojos verdosos despertó. Él aún estaba atolondrado por lo que contó, pero su dolor no se comparaba con las tendencias suicidas de Anet, ¿o sí? ¡Ulises también quiso acabar con su sufrimiento!
—¿Te gusta fantasear con la muerte? —preguntó él, restregándose los ojos.
—No, Scott... Tan solo busco opciones para no sufrir —aclaró Anet.
«Como yo lo hice», supuso Ulises, «pero ahora, estoy más cerca de la muerte que ella... Todo por evadir mi duelo». Él empatizó más con su amiga, sintiéndose obligado a cambiar de tema de conversación para reducir la tensión.
«Hijos», murmuró él, recordando que en algún momento tendría descendencia con Marie. Imaginarse cargando a su futuro bebé, hacía que sus orbes azules resplandecieran como si se trataran de diamantes.
—Marie y yo planeamos tener hijos —comentó Ulises—, pero no ahora. Creo que existen algunos factores por ajustar antes de iniciar nuestra familia.
—No quiero tener hijos. Hay asuntos más importantes que esos. La vida no solo consiste en casarse y procrear con alguien —aseguró Ann, admirando su guardarropa.
Ulises corrió la manta que cubría a Ann para tapar a su novia, descubriendo que Anet lo observaba, y que probablemente ella se estaba encariñando con Marie. En ese momento, Ann se deslizó para estar de pie; sus pies descalzos tocaron el piso y percibió frío y dolor.
—Stuart y yo llegamos a comprometernos... Poco antes de la boda, concluimos que queríamos una familia. —Ann observó la herida que tenía cerca del tobillo derecho.
—¿Estarías dispuesta a llegar a ese punto por segunda ocasión? —indagó Ulises, colocándose al lado de ella. Él mantenía distancia entre sus posturas para no incomodar o parecer que imponía su opinión.
Anet depositó sus brazos alrededor del cuello de Ulises, afirmando: —Mucha gente creería que no, debido a mi pasado. No obstante, esos planes perduran en la actualidad.
—Tienes un bello corazón, Ann —aseguró Ulises. De inmediato, los iris de Anet destellaron ante el comentario debido a que se sintió halagada.
«¿Escuchaste, Monstruo? Él sí me cree», se felicitó Anet. Ella se percibía en las nubes con la aceptación de su amigo.
Cuando recordó que rodeó el cuello de Ulises, se separó porque no deseaba mandarle señales abstractas acerca de sus sentimientos por él. Ella solo lo apreciaba como amigo, un hermano menor, su confidente.
Marie despertó, dirigiendo su mirada hacia ellos. Ella bostezaba mientras su hámster mental ataba los cabos acerca de por qué se despertaron temprano.
—Patéticos, ilusos —aseveró El Monstruo, emergiendo de entre las sombras. Él pretendió que no le importaba la conexión con ellos—. Solo son un par de estorbos para Anet.
El Monstruo llevó el cuerpo femenino hasta el baño. Estando allí, Ann reapareció y lloró porque no podía ser más común. ¿Qué fue lo que hizo para recibir tal castigo?
«¿Cuándo podré ser normal?», pensó con exasperación, «...¿Cuándo acabará este calvario? Siento que cada vez me pudro más rápido, y la maldad que hay en mí busca renacer».
Ella se preguntaba qué hizo mal porque no tenía sentido que solo le pasaran a ellas los malos tragos. El llanto se avecinó de nuevo, mojando sus mejillas, puesto que hacía tiempo que no se sentía apreciada, amada y escuchada.
«¿Y si nadie se enamora de mí? ¿Y si me convierto en el esclavo de alguien solo para procrear? ¿Qué pasará?», se preguntó Ann. Ella estaba por colapsar, las dudas acerca de su percepción por otros estaban acabando con ella.
Encima del lavabo había una cuchilla para rasurar. Anet la miró, pero esta vez no se sintió atraída hacia ella. Una de las cosas que tenía en claro era que el suicidio no era una opción, pese a que bromeara con ello.
Sus amigos salieron del cuarto y la buscaron en el baño. Ellos hacían un recuento de las ocasiones en las que llegaron a sentirse como ella para aconsejarla; para Marie, era como el primer periodo y para Ulises, la oportunidad de unirse al equipo de básquetbol.
—¿Qué necesitas? —preguntó Marie, preocupada.
—Amor —respondió Anet, quien estaba impactada porque sus palabras salieron como si estuvieran allí desde hacía horas.
«¿Qué acabo de decir? Lo que realmente necesito es un médico que logre darme un diagnóstico certero de lo que me pasa. Mis lagunas no existen porque sí», reflexionó Ann. Ella no creía que en su subconsciente estuviera la idea de ser amada.
—Te amamos —corroboraron Ulises y Marie.
Las ideas negativas abrumaron a Ann, quien titubeó porque le costaba aceptar el inmenso cariño que sus amigos sentían por ella.
—Para nosotros no eres un Monstruo, simplemente eres una persona que ha pasado por malos momentos y creó un caparazón para esconderse —razonó Marie, pegándose sobre el marco de la puerta.
—Me drogaron —recordó Anet. Ella no perdonaría que llegaran hasta ese extremo.
—Fue por amor, Ann... Camile dijo que era lo mejor para ti —se disculpó Ulises—. De no ser por ti, Marie y yo no habríamos hablado acerca de nuestro futuro. Sabes, fui egoísta porque no permitía que ni mi novia me conociera, y tu gesto de ayer fue un milagro.
Anet abrió la puerta, mirando de nuevo la cuchilla de Kelvin. Ella sentía que acabar con su vida sí era una opción por considerar, pero no la más idónea.
—No pensé que sería de ayuda para su relación, ni siquiera creí que sería capaz de hacer amigos nuevamente... Así que, esto es un avance muy significativo —admitió Anet.
—La gente es malvada cuando no conoce el amor —aseguraron Ulises y Marie. Ellos la abrazaron, procurando que ella no dudara de sus intenciones.
Tras cambiarse de ropa, los tres se acomodaron en la sala, designándose los roles para preparar el desayuno. Ellos pasaron dos horas sin comer y sus comportamientos les estaban pasando factura.
En lo que se cocinaban los huevos revueltos, la mente de Ulises regresó a los oscuros momentos de su juventud. Él quería probarse que había progresado, pero apenas llegó al día en que su madre intentó suicidarse, todo se fue al carajo.
«Ella estaba contenta de abandonarnos a papá y a mí con tal de reencontrarse con la tía Carolina», recordó con odio. Él gritó, gruñendo. ¿Cómo fue que Aimé Limbo dejó a un lado a su familia para perseguir un dolor?
Anet y Marie identificaron que Ulises pasaba por un episodio de euforia, por lo cual tomaron unos minutos para tranquilizarlo. Ellas titubearon al inicio porque él parecía que podría golpear la pared de lo enfurecido que estaba.
Cuando él se calmó, ellos se dispusieron en la mesa. Ellos no querían discutir o que alguno sufriera, conocían sus debilidades.
A Ulises le pareció extraño que Anet nunca mencionara nada acerca de su pasado amoroso. Ella casi no hablaba de su vida porque no le gustaba, pero había demostrado tener recuerdos de las vivencias más felices que tuvo.
Ann, interpretando a un joven vestido de negro, no dejaba de ver su mano mientras desayunaba. Ella recordó los momentos felices que tuvo con cada uno de sus antiguos roomies y eso la hacía estar conforme consigo misma.
«¿Te acuerdas de anoche? Estabas tan ansiosa por matar que fingiste estar loca para no evidenciar que cometiste un crimen», recordó ella a la par que intentaba no sobre pensar acerca de su oscuro deseo.
Ella soltó el tenedor sin dar alguna explicación más que el hecho de que estaba asustada por lo que estaba por suceder. Ann se asustó debido a la voz macabra del Monstruo, quien le sugería que le diera el control.
Ulises tomó la mano de quien estaba a su izquierda.
—Quiere salir —murmuró Anet. Ella haría el intento de contenerse, pero, ¿cuánto tiempo duraría como host? El Monstruo parecía apoderarse de su mente.
En ese instante, Marie fue por la casera, ordenándole a Ulises: —Mantenla intacta, voy por Camile.
—Muérete, mujer. No creas que solo por hacerte la fuerte, podrás ayudar a Anet. Ella me pertenece desde hacía años —reclamó El Monstruo.
—Resistiré —aseguró Ann aun cuando sabía que su segunda identidad estaba por terminar con la poca fuerza que le quedaba para liderar su propio cuerpo.
Ayudar a Anet a mantenerse cuerda le recordó a Ulises las veces en que él redirigía la tendencia suicida de su madre cuando el señor Scott salía a trabajar. Él estaba por petrificarse ante la leve voz de su progenitora, indicándole que le pasara las pastillas.
La guerra fue peor, era él contra su propia mente para canalizar a Anet.
¿Cuál de sus polos ganaría? El del perdón, la aceptación, y gracias a ello, Ulises pudo pedirle a Ann que lo mirara.
—Suéltame —ordenó Anet antes de desmayarse. Luchar contra sí misma la había agotado, nunca tuvo un enfrentamiento tan duradero ya que siempre dejaba ganar a su contraparte. A los pocos minutos de quedar inconsciente, Ann tuvo fiebre.
Ulises corrió para mojar un trapo y colocarlo en la frente de su amiga. El tiempo estaba en su contra. Anet tenía ataques más seguido, las palabras que salían de su boca eran vacías y oscuras, y parecía que moriría.
Él estaba tan estresado que tuvo un leve retortijón en el estómago, tenía sentimientos encontrados porque se espejeaba como el joven quinceañero que intentaba mantener vivo a su madre, quien se negaba a aceptar la disminución de su familia de sangre.
—Mírame, por favor —pidió Ulises.
—Te veo —afirmó El Monstruo, evadiendo la mirada del muchacho.
—Mírame —aseveró Ulises, cansado del comportamiento nuevo de Anet.
La casera llegó, enseñándole a Anet que tenía un sedante. Ann les pidió que la salvaran, deseaba beber la pócima que tenía Camile entre sus manos, sin embargo, ella sacó un par de fotografías de su bolsa.
En esos pedazos de papel plastificados, había recuerdos. La joven castaña supo de ellos, por lo cual tomó las imágenes y las admiró, creyendo que El Monstruo sería desterrado con facilidad.
La pareja no sabía por qué le importaban tanto, solo eran pedazos de papel con imágenes bastante abstractas a su parecer. ¿Qué significaban para Anet?
Ann cerró los ojos, reviviendo algunos buenos momentos. Entonces El Monstruo enfadó, no quería despedirse, pero Camile siguió mostrándole fotos a su hermana hasta que ella regresó en sí.
—Gracias... Regresará con más fuerza —afirmó Ann, permitiendo que ellas se abrazaran. Ella estaba tranquila e impaciente porque conocía muy bien a su alter.
«Ahora lo que me preocupaba es saber cuándo regresarás», murmuró Anet, «...Tienes un comportamiento tan odioso que a veces me pregunto por qué me tocaste a mí. De entre tanta gente, me elegiste».
«No te elegí. De un momento a otro ya me encontraba en tu interior», exhaló El Monstruo. Él estaba cansando de aquel tema, ¿por qué a ella no le parecía lógico su argumento? Su existencia se basaba en protegerla.
—Que lo intente, no dejaré de buscar métodos amenos y leves para ayudarte —comentó Camile. Ella acarició el cabello de Ann, atrapándola en un momento revitalizador.
—Gracias, chicos —agradeció Anet a sus amigos, quienes le sonrieron porque estaban contentos de que el plan funcionara ya que ahora los cuatro podrían relajarse.
La radio fue el centro de atención cuando se encendió. Aquellos ruidos provenientes de ella lograban espantar a cualquiera, y eso fue una prueba cuando agarró señal, deteniéndose en una estación.
—Buenas tardes, radioescuchas. Les informamos que, debido a la masacre en la comisaría de Hesitate, nadie podrá salir de la calle después de las 10:00 p.m. —informó un locutor entre interferencia y ruido blanco.
Marie mantuvo la calma, pero se enfocó en mandarle energías positivas a su novio, quien parecía ensimismarse con algún recuerdo familiar, el día en que se enteró de las muertes de sus padres. Ella le cantó y abrazó hasta que volvió a la realidad.
Veinte minutos pasaron para que la pequeña familia se organizara para hacer compras, limpiar, reunir armas, etc., intentando enfocarse en que estarían juntos. Ellos no podían arriesgarse a ningún peligro y tampoco debían petrificarse.
—Ha comenzado la Temporada del Cazador —silbó Anet, levando la cortina de la ventana para observar qué ocurría afuera—. Los clanes exterminarán a cada figura de autoridad para imponerse, quieren tomar el poder.
La última frase de Ann logró que Marie tragara saliva. Ella no sabía cómo sentirse ante una noticia predecible, pero desgarradora.
Poco tiempo después, ellos entendieron que se aproximaba una nueva forma de gobierno: la Anarquía, por lo cual debían meditar acerca de sus futuros. Si la fuerza policiaca del sector no hacía nada, implicaba que fue derribada.
Lo peor de todo era que estaban conscientes acerca de que ellos perecieron porque los Leones querían obtener la ubicación exacta de Anet Bowie. Aquellas personas fallecieron, protegiendo la poca integridad de una inocente.
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