Capítulo 20: Kéfir
18 de diciembre de 2050, Frízzy (F-53), Trésse
Una mansión ardía en llamas mientras que un pequeño lloraba, sentado sobre las cenizas de una casa destruida. El infante había quedado huérfano porque su familia se incineró.
Su vecinita logró escapar con vida cuando debía morir en el incendio tras el balaceo, y eso lo enfadaba porque él sabía que la niña merecía morir.
El niño de ocho años miró sus manos, estaban resecas, a punto de cuartearse por resequedad. Él anduvo por las oscuras y peligrosas calles llenas de criminales.
Cada vez que alzaba la mirada, los edificios gritaban porque habían asesinado a alguien, asesinos correteaban a nuevas víctimas, gatos y perros emergían de entre botes de basura, y aparecían cuerpos colgados de postes de luz.
Un miembro de la fuerza policial local encontró al pequeño, quien parecía ignorar que su mundo estaba lleno de caos.
El hombre dijo: —Niño, no es prudente que estés fuera de casa a altas horas de la noche. Ven conmigo, te llevaré a la comisaría, y después buscaremos a tus padres... ¿Te parece bien? Pronto te reunirás con tu familia.
El niño asintió, encorvándose.
Gritos, polvo, sangre y melancolía.
Otra vez, la ardua caminata se llenó de terroríficas escenas para un menor, pero parecía que el acompañante del policía no le tomaba importancia.
Cuando ellos entraron a la estación, los compañeros del hombre alucinaron con el pequeño, puesto que era la primera vez que un niño llegaba a la estación en malas condiciones.
Una joven de ojos aceitunas y cabello oscuro se agachó para hablar con el infante, mas, el humano de corto tamaño la abrazó sin aviso. Ella lo rodeó, diciendo: —Encontraremos al responsable, ¿de acuerdo?
Él movió la cabeza.
—¿Cómo te llamas? —preguntó ella—. Mi nombre es Dafne.
—Cloterson Schäfer Nirven —se presentó el niño, aferrándose a la pierna de la joven.
Mientras todos presenciaron la escena, en las calles se rumoreaba que la Criatura había cobrado una nueva víctima.
Un equipo policiaco dejó de observar para atender el llamado de un hombre, quien afirmó que la Criatura atacó a su hija hasta matarla.
El oficial con mayor rango indagó en información acerca del nuevo caso que se abrió, gracias al llanto de un padre soltero: —¿Nombre de la niña?
—Chantal Pears, mayor Scott... —contestó el muchacho de ojos azules—. Por cierto, ¿cómo se encuentra su esposa?
Su jefe debatió: —No es momento para eso, June. Respondiendo a tu pregunta, Aimé está bien, pero seguimos en espera de los resultados.
—No desespere, señor Harry. —Sonrió June—. Cuando menos lo espere, tendrá a su primogénito entre sus brazos.
Harry Scott inclinó su cabeza, dirigiéndose a la cafetera del recibidor.
—Jefe, logramos convencerla para que se mude al Good State... —chilló un compañero de June. El muchacho cayó, dejando expuestas sus heridas.
Sus compañeros corrieron para moverlo a la enfermería.
Dafne cubrió los ojos de Clot, llevando al niño rubio a una sala de interrogatorio para mantenerlo a salvo del caos.
Clot pegó su cara al cristal que daba hacia el recibidor, disfrutando de la bella escena: gente gritando, sangre pintando el piso y casos por resolver.
Su estómago reclamaba algo dulce, pero que pudiera hidratarlo, sin embargo, ¿qué podría comer? Solo había café en la comisaría.
—Tienes hambre, veré qué puedo conseguirte para comer. El café de aquí es horrible —inquirió Dafne, dándole una sábana a Clot.
Ambos rieron por el chiste.
—¿Cómo se llama el asesino de Chantal? —la tierna voz de Clot emanaba inocencia, cuando en realidad, él se sentía feliz por la muerte de aquella niña.
—Es confidencial —respondió Dafne, sentándose frente a él. Segundos más tarde, se acomodó el cabello.
—Fue mi vecina —dedujo él, observando que la joven adulta se asustó. El niño sabía que ella conocía el nombre, así que la forzaría a decirle.
—Mi vecina, la asesina de mi familia —Clot se levantó, enseñando que entre su sudadera, escondía una daga—. ¿Fue ella? —amenazó a Dafne—. ¡Dímelo! ¡Dime su nombre!
Él atacó la atacó, punzando el arma contra su cuello.
—Anet Bowie —murmuró ella, comenzando a sangrar.
Clot terminó por matarla, abandonando el cuerpo en la sala de interrogatorio. Justo en ese instante, el oficial Scott vio que el niño estaba armado y ensangrentado.
El oficial ya había supuesto que no era tan inocente como creía el resto.
Clot sonrió, soltando el arma. Él tenía un plan para salirse con la suya, procurando que el comisario sintiera lástima por sí mismo.
—Ella me tocó indebidamente —chilló él, pero el oficial no le creyó porque su intuición le indicaba que el niño se estaba victimizando.
«¿Quiénes carajos criaron a este niño?», se cuestionó el oficial Scott debido al peculiar comportamiento de Cloterson.
—June, lleva a Cloterson a otra sala de interrogatorio. Cuando estés allí, espósalo y déjalo encerrado —ordenó el comisario.
Debido a la edad del niño, June titubeó antes de seguir la orden de su jefe. Él se llevó a Clot a otro lado, esperando que no la sucediera nada pero, al atravesar la puerta de la sala, June miró por el cristal al niño que yacía cohibido.
Por un momento, June empatizó con Clot. ¡¿Quién podría culparlo?! Solo era un niño... Un niño con conocimiento en defensa personal y uso de armas.
June sentía lástima, sabía de antemano cómo se sentía el perder un familiar, pero la voz del mayor Scott zumbaba en su cabeza: «No lo dejes salir, hay algo en él que me indica que no es de fiar».
Él regresó al recibidor, se sirvió un vaso con café negro, le echó dos sobres de azúcar y un poco de leche. Ahora, él iba de vuelta a la sala de interrogatorio cuando de pronto...
—¡Lassi! —gimoteó tras ver a su compañera convulsionando—. ¡Chicos!
Sus colegas fueron para salvaguardar por su compañera mientras June se dirigió hacia donde estaba el niño. Para su sorpresa, la puerta estaba abierta.
June sacó su taser para protegerse, pues no vio a Cloterson. Él estaba confundido, ¿cómo un niño sabía tanto como para escaparse?
Clot masculló antes de lanzarse sobre él, desatando una pelea entre ellos. Su mente estaba nublada, la ira recorría cada una de sus neuronas.
El mayor Scott intervino, pero su inferior estaba tan herido que no sobreviviría. Él no dejaría que el pequeño rubio abandonara el edificio.
—Debo matarla, así como lo hizo con mi familia. ¡Debo matarla! ¡Es un maldito monstruo! —dijo Clot—. ¡Ella es El Monstruo de H-55!
Él mayor Scott hizo lo que le pidió a June, sintiéndose desbalanceado. Un niño se estaba convirtiendo en su peor pesadilla.
—¿Y eso, en qué te convierte? Mira lo que has hecho a mis colegas, y ni siquiera te habían provocado. —el oficial cerró la puerta, dejando un termo con un líquido blanco y espeso que abrió el apetito del infante.
Estando encadenado, Cloterson se esforzó por alcanzar el termo para luego beber del contenido. Él estaba desinhibido porque nadie parecía estar consciente del daño que implicaba la presencia de Anet en Trésse.
Una mujer de treinta años, cabello castaño y rizado, ojos caoba, cubierta con un vestido verde y ensangrentado, se apareció delante de la mesa metálica. Ella sonrió al niño que había comenzado a llorar.
—Mi niño, lograrás escapar. Y cuando lo hagas, deberás vengarnos. Ella no puede salirse con la suya —consoló ella a su pequeño.
—¿A dónde irás? ¿Dónde están papá, Trevor y Lauren? —Cloterson se inclinó hacia la mujer, preocupado de estar lejos de su familia.
Una joven llamada Beth Paxton, quien estaba a prueba para formar parte de la policía, se detuvo tras observar que el niño miraba hacia un lugar y conversaba con la nada. Ella estaba preocupada y asustada con la escena.
La oficial Paxton no comprendía qué estaba sucediendo dentro de la sala de interrogatorio, pero no confiaba en que indicara un buen estado de salud mental en el pequeño. Por tanto, ella encendió su comunicador portátil para avisar a su jefe.
—Mayor Scott, creo que debe venir. El niño está hablando solo —avisó ella.
El comisario llegó cinco minutos después. Él estaba igual de confundido que la jovencita, ¿qué estaba observando? Después de veinte años en la comisaría, era la primera vez que admiraba un momento como aquel.
Ellos se concentraron en desplazar sus pensamientos para analizar. Como protectores de la sociedad, debían asegurarse de que Cloterson no fuera un peligro más.
—No puedo decirte —contestó la madre del pequeño—. Cloterson, Anet Bowie es una genocida... Tú debes salvar a las islas de sus atrocidades. ¡Este es tu legado!
—Soy muy joven para eso. —Él trastabilló cuando cruzó sus piernas.
—¿Tan poca fe tienes en ti? ¡Mataste a dos oficiales y heriste a uno!
«Es cierto», concordó el niño, «pero todavía es muy pronto para ejecutar una venganza contra Anet. Si quiero derrotarla, necesito armar un plan».
—Lo haré, mamá. Ustedes serán vengados, y yo protegeré al mundo de ella.
Paxton y su superior concluyeron que el niño tenía un episodio psicótico, y esperaban que con ayuda de un psicoterapeuta, mejorara su salud mental.
—Mayor Scott —dijo la joven, sobándose el brazo—, ¿qué haremos con él? No podemos dejarlo aquí, es muerte segura del personal.
—Moriremos sin importar si está aquí. Los Cazadores nos tienen contra la espada y la pared —carraspeó el Mayor Scott, insensible.
—Es verdad... —supuso Beth. Ella se sentía desanimada ante la declaración porque no comprendía tanto caos.
Beth salió de la comisaría para fumar un cigarrillo justo cuando una niña de cabello castaño claro se posó frente a ella.
—Si te ven, estarás en problemas. No quiero que te lastimen ni hieras a nadie —habló Beth, dejando de fumar al reconocer a Anet.
—¿Él está dentro? —Anet señaló hacia la comisaría—. Cloterson Schäfer, él es el otro niño que perdió a su familia durante el incendio.
La muchacha de cabello oscuro no respondió por miedo a lo que pudiera pasar. Su mente solo tenía claro que Anet Bowie era una niña peligrosa, una asesina serial; sin embargo, ¿qué Cloterson no era igual o peor?
—Entiendo. —Anet se decepcionó, girando media vuelta sobre su propio eje.
Beth estaba por continuar fumando cuando Anet le dijo: —Entra a la comisaría y no salgas de nuevo... Quiero que vivas.
Anet se encaminó hacia el Good State. Poco a poco, salió del radar de la pelinegra hasta que ya no podían reconocer su sombra.
La pequeña lidiaba contra sus propios pensamientos, sintiendo una enorme angustia porque podrían juzgarla al no estar vestida como una niña. Además, nueva identidad la metía en líos que ella no pedía.
Paxton hizo caso, devolviéndose a su trabajo, olvidando que había conversado con una de las criminales más violentas de Trésse. Ella no podía creer que Anet la dejó viva, ¿por qué lo habría hecho? ¿Estaba siendo estratégica?
Al regresar hasta el final del edificio, ella notó que el niño seguía hablándole a la nada, pero que además, empezaba a arquearse por enfado. ¡Él estaba actuando de una manera bastante preocupante y peculiar.
—¿Qué ha pasado desde que me fui? —indagó Beth, suponiendo que el niño tenía psicosis como efecto colateral de la pérdida de su familia.
—Cayó más en la locura —mencionó el Mayor Scott.
—Él no concordaría con usted, ni siquiera yo. Señor, está bien decir que Cloterson tiene psicosis, aunque para ser precisa yo tengo otra teoría —avisó ella.
El Mayor Scott arqueó las cejas, incitándola a compartir su postura. Él prefería tener una segunda opinión para tomar una decisión prudente acerca de qué hacer con el niño.
—Tal vez me esté apresurando pero... Si él continúa siendo evasivo, iracundo e imprudente, sería prospecto a tener TEPT —soltó Beth—. Debemos vigilarlo, tres meses mínimo.
Del otro lado del cristal, se encontraba un niño haciéndole un berrinche a alguien, quien posiblemente era su madre.
—No entiendo, ¿cómo se supone que escaparé de aquí? Mírame, estoy esposado a una mesa —reclamó Clot a su madre.
—Recuerda lo que te enseñamos.
Él analizó su entorno hasta encontrar un minúsculo objeto que lo ayudaría a salir.
—Muy bien, mi pequeño. ¡Me enorgulleces!
Cloterson se liberó de las esposas, alertando a los policías, quienes se pusieron en guardia para evitar que escapara. Él intentó romper el cristal, pero como no funcionó, dirigió hasta la puerta, esperando que los adultos se apiadaran de él.
«Necesito tomar ventaja», supuso él. Por tanto, recurrió a las enseñanzas de sus padres y comenzó a llorar incontrolablemente. Clot no se detendría hasta que su escape sucediera como lo planificaron su madre y él.
—¡Quiero a mi familia! —gimió, pero no conmovió a ninguna de las autoridades. En ese momento, él entendió que tendría que ser más inteligente para vencer a los policías porque su secreto salió a la luz.
Este hecho enfadó al niño de orbes azules, quien se hizo bolita tras no conseguir que lo liberaran por un rato. Él entraba en pánico ya que no comprendía por qué las técnicas aprendidas eran inútiles ante sus inferiores.
Actualidad, El Muelle
Clot estaba frente a un espejo dentro de una mansión abandonada, costurándose parte del brazo derecho, cansado de las perspicacias de Anet. Él no comprendía por qué ella siempre se salía con la suya si actuaba igual que él.
«Puede que hayas ganado esta vez, pero pronto desearás haberte unido a mí antes», gruñó porque Anet le declaró la guerra desde aquel incendio.
Debido a que continuaba con los mismos síntomas del incidente e incluso hasta empeoró, Cloterson tenía Trastorno de Estrés Postraumático. Él era un vivo ejemplo de dicho desorden mental, pero algo o alguien cercano a él, lo hacían cuestionarse acerca de sus movimientos.
«Nadie puede vencerme», se dijo a sí mismo, al mismo tiempo que golpeaba la pared.
La mujer de orbes caoba apareció nuevamente, pero Clot ignoraba su presencia porque estaba ensimismado con idear un buen plan y coartada para matar a su enemigo.
—Tienes dos días para destruir a Anet y a sus aliados —silbó la señora—. Si no cumples con esta misión, lamentarás haber sobrevivido al incendio.
Una chica de quince años con una melena azulada, oscura y ondulada, y ventanales verdosos se espejeó en el cristal. Schäfer viró hacia ella, conteniendo su enfado.
—Sé que ella sigue viva, pero morirá dentro de dos días —confesó él—. En caso de que no ocurra, quiero que tú continúes mi cometido. Véngame, demuestra que soy imparable.
—Claro, Clot —aceptó ella, evitando sentirse aturdida por los pensamientos de sus cinco alteres. Poco después, continuó—. ¿Qué te gustaría comer?
El rubio bajó la aguja y el hilo previo a separar sus labios. Él no tenía una comida en mente, tan solo deseaba que no faltara su bebida favorita.
—Cualquier cosa, siempre que no olvides el Kéfir —admitió Cloterson, sonriendo.
—Nunca lo dejaría fuera de la cena, sería ser mala con mis raíces —dijo la joven de ascendencia húngara, caminando hasta la cocina.
—Deberías matarla ahora que confía en ti —aconsejó la mujer.
Él salió del baño, dirigiéndose hacia el comedor para pensar en el modo idóneo para descontrolar a su vecinita amada y querida.
La habitación en la que estaba era igual de sencilla y anticuada que la casa, con un candelabro empolvado, mesa de madera con tallados extraños, sillas con colchones en las asentaderas y una pobre iluminación.
«Ay, Bowie. ¿Cómo reaccionarás cuando utilice mi as bajo la manga?». Clot rio mientras admiraba los ingredientes de su movimiento final.
El espectro de su madre rozó los artículos.
—Hijo, estoy orgullosa de ti —besó su mejilla.
Por un instante, él creyó sentir el calor de su madre, apreciándolo con sinceridad.
La compañera de Schäfer colocó los cubiertos sobre la mesa, ignorando que él sufría un alto nivel de psicosis. Ella lo ayudaría cuanto fuese necesario ya que de no ser por él, seguiría recurriendo a la prostitución como fuente de ingreso.
—Regreso en un momento, iré a revisar a mi madre —avisó ella, encaminada al sótano.
—Está bien —asintió él tras ver que ella llevaba una bandeja con comida hacia la habitación de su madre. Ella volvió después de diez minutos.
Cuando regresó, ella se sentó a un costado de Clot y dio un sorbo a la bebida que preparó, procurando no hacer contacto visual con los orbes azules que tanto amaba.
—Lány (Niña) —pronunció Clot en húngaro—, miért nem nézel ram? Hátborzongatónak tűnök? (¿Por qué evitas mirarme? ¿Te parezco horripilante?).
—No quería incomodarte —se disculpó ella, alzando la mirada.
—¿Cómo está Sheila? —preguntó él porque hacía rato que no sabía nada acerca de ella.
—Mejor, mañana la subiré a mi habitación. Aun no puedo creer que lograra conseguirnos este lugar —respondió Lány, disimulando que ella no notó que Clot hizo una mueca.
—Nunca subestimes a una madre —agregó él, levantándose de la mesa.
Ella se sintió contenta por el comportamiento de Clot, pero entristeció al recordar que no podría acompañarlo a su acto final. Su familia esperaba que ella se involucrara en un crimen histórico, ya que esa tradición hacía estado desde la primera generación.
Sin embargo, Lány no estaba muy segura de querer continuar la costumbre familiar. Mejor dicho, tres de sus identidades estaban en contra.
«¿De nuevo, pensando en matar?», su alter más longevo la regañó, «Es una estupidez que tan siquiera lo pienses? ¿Estás consciente de los riesgos?».
«No creo soportar una fragmentación más», chilló un niño de seis años dentro de su cabeza, «Quiero poder dormir sin pensar que lastimé a alguien».
«Ey», lo consoló una adolescente de catorce, «No dañarás a nadie, pero sí lo verás... Así será siempre, condenados a observar ese tipo de atrocidades».
—No lo haré todavía —confesó Lány, haciendo sus cinco identidades de más protestaran ante la respuesta de la joven. Ella sabía que estaba metiéndose en un lío, pero no podía quedarse de brazos cruzados cuando la oportunidad de su vida se presentó.
—Lány —Cloterson la llamó de entre las sombras—, ¿con quién hablabas?
—Con nadie —mintió ella. Ella no podía permitir que él supiera su secreto, pero ante la pregunta, trastabilló previo a meterse a la cocina para lavar los platos.
Clot llegó a una conclusión, y prefirió no insistir porque sabía que la adolescente aún no sentía suficiente confianza para contarle su secreto.
Él subió a su habitación, un cuarto con una cama dura, un armario, un pequeño estante y una lámpara, preguntándose cómo se sentiría una vez que Ante Bowie dejara de respirar. Ante este cuestionamiento, él sonrió.
«Fui al Infierno por el contacto de tus labios, y ahora deseo regresar allí», recordó él. A pesar de sus últimas actitudes con Axel, Cloterson seguía amándolo.
Su felicidad no duró mucho porque el ente que se hacía pasar por su madre regresó. Él no podía ilusionarse con matar a Anet o que cogía con Axel o Aixa porque su madre lo aturdía.
—Presiónala —ordenó su madre, refiriéndose a Lány.
—Cállate, por favor —exigió Cloterson.
Ella asintió, cruzando los dedos detrás de su espalda.
Fue entonces que él salió de puntillas de su cuarto, procurando que Lány no lo persiguiera.
Justo cuando cerró la entrada, uno de los aliados de Anet lo observaba a través de unos binoculares con visión nocturna. Schäfer pareció no notarlo, o quizás se percató y le dio igual que su enemiga supiera dónde se albergaba.
Archie siguió a Clot, evitando ser vista. Ella estaba consciente de los riesgos, pero debía hacerlo para recopilar información suficiente como para darle noticias crujientes a su líder.
La pelirroja se escabulló entre callejones oscuros y apestosos hasta llegar a un almacén vacío que le resultó familiar.
—¿Quién eres? —preguntó Clot apenas entró al almacén.
Archie no respondió, y se pegó contra una pared. Ella se maldijo porque creyó que la iban a matar tras ser descubierta.
—Hacía un experimento, quería ver cuánto tiempo tardabas en reclamarme —admitió ella.
—¿Cuánto fue? —preguntó Schäfer anonado ante la apariencia física de Archie. Él no se había flechado con ella, pero la vestimenta varonil que ella usaba, lo volvía loco.
—Veinte minutos —ella revisó su reloj, intentando no sonrojarse—. Oye, ¿por qué no le has dicho a nadie acerca de tu psicosis? Alguien podría ayudarte... Ann no te dejaría solo.
Él puso los ojos en blanco porque creía que ocultaba bien su enfermedad mental, pero erró al pensarlo. ¿Cómo fue que Archie lo descubrió?
—Vete —ignoró la pregunta Clot.
Ella desapareció de su rango de visión, confundida por la reacción de Schäfer.
«Mierda», Clot tragó saliva por los nervios, «...Si ella le comenta a Anet acerca de mi condición, querrá convencerme para tratarme. Pero no sería tan mala idea».
Él siempre estuvo velando por una solución para eliminar al espectro de su madre, pero nada había surtido efecto. Si Anet era capaz de ofrecerle un antídoto, claro que lo tomaría, pero, ¿eso no implicaría separarse de la única persona que lo amaba?
«Lány y Sheila», pensó él, rascándose la cabeza. Él recordó que en su nuevo escondite había dos mujeres que lo apreciaban sin recurrir a la manipulación.
¿Acaso eso era amor? ¿Ellas estaban demostrándole cuánto lo amaban sin tener intenciones de violentarlo? ¿Podría ser que...?
Él tuvo un arranque de ira, ya que pensó que ellas no lo amaban y solo eran cortés con él porque no tenían armas para matarlo apenas lo conocieron.
«Ellas me hacen débil», se repitió enésimas veces hasta que olvidó su conexión con ellas, «Lány y Sheila son mi talón de Aquiles».
Él volvió a casa, esperando encontrarse con las mujeres que lo hacían ver como un estúpido pero tras revisar cada piso, no las halló.
Él encontró una nota que mencionaba que madre e hija se movieron de ubicación porque querían disfrutar de una vista diferente.
—Me abandonaron... —comprendió él, sintiendo tanto coraje que se echó a llorar en el sofá más viejo que estaba en la sala—. Desde el incidente, todos me dan la espalda.
—¿Ves? Solo yo te amo. —Su madre besó su mejilla y lo arropó con una manta que estaba tirada en el suelo.
Él respondió, adolorido: —Lány preparaba mi bebida favorita, eso es amor. Antes de empeorar, Sheila cocinaba una crema de calabaza espectacular. Ellas me consentían y regañaban de una forma tan especial, que me costaba diferenciar cuando me señalaban mis errores.
»Pero sin importar ese detalle, ellas me brindaron amor. Tú me golpeabas con tu palo de karate, me cacheteabas delante de mis amigos y, podría seguir. ¡Me odiabas!
—¿Cómo te atreves a tratarme como basura? ¡Soy tu madre! —recriminó el espectro.
—No me importas —aseguró él, ignorando a su madre—. Mataré a Anet para ser la persona más temida del mundo, no para vengarte.
Tras ocho horas y media de sueño, el hambre terminó por despertar al rubio, quien cayó en cuenta de que solo se tenía a él para su plan.
«En estos momentos, estaría bajando al sótano para saludar a Sheila», rememoró, «...Después, subiría al segundo piso para levantar a la Osa Lány».
Agua intentó brotar de sus lagrimales, pero le fue imposible llorar. Su mente le enseñó imágenes de Anet, destruyendo todo lo que él amó.
La gota que derramó el vaso fue una escena de la joven de ventanales grises, en la cual ella estaba destripando a Sheila mientras que Lány lloraba de impotencia.
Clot tropezó del sofá, golpeándose levemente la rodilla. Dos segundos después, saltó hasta el armario de la sala para buscar sus dagas.
Él desayunó con rapidez para ir tras su enemiga.
«Lány, no; Sheila, menos», reflexionó por lo bajo Schäfer.
«Ellas son mi familia, lo único que queda de ella y si algo les pasara...», él se deleitó con una imagen con las dos mujeres, en donde le estaban festejando su cumpleaños.
En su camino, una mujer adulta le pidió efectivo y él le otorgó un poco. Posteriormente, él cruzó sendero con un joven menor que él, quien le manchó la ropa con helado.
Clot siguió para desahogarse en lo que llegaba a la biblioteca en la que yacía Anet hasta que un hombre le robó la paciencia. Tal vez el sujeto no lo lastimó, pero como ya estaba harto, reaccionó como siempre.
Lleno de furia, desenvainó su daga y con dos cortes limpios, mató a quien le había preguntado la hora. El olor de la sangre satisfizo a Clot, quien se embarró con el líquido escarlata que emanaba el cadáver de un inocente.
Bañado de sangre, él se puso de pie.
—Lo hice estupendo —se felicitó porque cortó a quien se lo merecía—. ¡Qué bien se siente matar! —Su corazón latía al mil—. Matar sí es igual a mantenerse joven.
Corrió a toda prisa, escaneando cada calle para ver sino encontraba a una nueva víctima. Él empezó a desesperarse cuando notó que no había nadie vagando en los alrededores.
Fue justo con esa expresión que una familia de Presas lo observó con temor y no hizo nada por escapar de él. Clot aprovechó que estaban en shock para acabar con sus vidas, obligándolos a mirar cómo asesinaba al resto del grupo.
Había muchos quejidos y súplicas, las melodías perfectas para el rubio.
—Un buen pastor siempre debe sacrificar a las ovejas que se han portado mal dentro del rebaño, así son las cosas —soltó, alzándose de hombros.
—Dios Mío, ¿qué hiciste? —suspiró una joven—. Llamaré a la policía...
Clot se lanzó encima de ella para someterla y darle el mismo final que la dulce familia. Él estaba muy emocionado por el final de Anet-
Para cuando llegó a más de la mitad del camino, había dejado una línea de cuerpos en descomposición. Él ya no era el joven adulto inocente que conocían Sheila y Lány.
Él se había transformado en la peor pesadilla de Urte.
—Espero que te gusten las cosquillas, Anet —dijo, sacando su daga del pecho de una mujer—. Nos vamos a divertir.
Él soltó una enorme carcajada. Su mente estaba nublada, solamente pensaba en matar a quien sea porque no le agradaba convivir con más personas que no fueran Sheila y Lány.
Su cuerpo tenía tanta adrenalina que tan pronto dejó de reír, sufrió un ataque. Él estaba perdiendo la respiración, pero no dejaba de pensar en matar a Anet.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top