Capítulo 17: Beberán de mi muñeca
Lino evaluaba el perímetro antes de sacar al equipo del almacén en lo Elliot robaba herramientas que esparcidas en los alrededores de la calle. Así mismo, Paige y Archie contabilizaban las municiones y armas y Zhoh, Morgan y Lino se aseguraban de que nadie los seguían.
Ellos estaban tranquilos porque no debían preocuparse por carecer de kérnevs suficientes pues ahora robar no era ilegal, estaba permitido porque se consideraba como una técnica de supervivencia.
«Ann está cerca», reflexionó Aixa mientras releía la carta que su madre le había dejado. Ella estaba impaciente, su entorno no la ayudaba a relajarse; al contrario, permitía que la incertidumbre la agobiara.
—Clot tiende a esconderse en su mansión para evadir la realidad —mencionó ella a Ulises.
—Entonces, debemos llegar allí cuando tengamos un plan —informó él.
Ulises llevaba al grupo hacia El Muelle sin esperar que el trayecto fuera más tardío y cansado de lo planificado. Él no tenía idea de lo que implicaba ser líder, pero se empeñaba en no titubear demasiado.
Durante el caminar, era común admirar escenas criminales y montones de muertos, pero eso no los hacía bajar la guardia ni sentir lástima, aunque sí retorcía sus estómagos.
«Que en paz descanse», suplicaba Paige para sí misma al cruzar entre cadáveres. Ella sentía tanta lástima por los muertos que se imaginaba sus asesinatos.
—Alguien viene hacia nosotros —determinó Zhoh—, una mujer. Prepárense, en caso de que quiera atacarnos.
Fue entonces que apareció una joven rubia, la cual estaba exhausta de haber caminado sin parar durante horas. Ella estaba contenta de encontrar personas, aunque los Héroes no estaban a gusto con su intromisión.
—Adoro tu anaranjada y corta cabellera —halagó la rubia a Paige—. También, tu tinte escarlata —dijo ella, en dirección a Archie—, y tus obscuras luces —finalizó, deslumbrándose con el cabello de Bruno.
—¡Largo! —dictó Ulises después de reconocerla—. ¡Ve a chuparle el pito a tu jefe! No tienes derecho a piropearnos ni aliarte con nosotros.
Lino acomodó su rosado cabello, al mismo tiempo que Zhoh trasquilaba su castaña melena que nunca debía estar desacomodada.
—No deberías ser tan duro con ella, podemos usarla como carnada —comentó Zhoh.
—No soy gusano. Además, Clot me quiere muerta porque no maté a Anthony Bowie... Y eso que, no me importa morir en manos de mi antiguo jefe —contraatacó Levente.
Ulises estaba incómodo con la presencia de Levente. Aun así, estaba seguro de que podría ser de ayuda. Ella era perfecta para manipular a Cloterson.
—¿Qué deseas de nosotros? —la encuestó él.
—Nada, deseo ayudarlos a derrocar la Anarquía. Sé dónde se esconde la sabandija que buscan —contestó Levente, sonriendo.
—¿Traicionarías a Clot para beneficio mundial? —dijo Aixa, tocándose la barbilla.
—Sí, me insultó —asintió Levente—. Prometo no alejarme de ustedes, a menos que necesite ir al baño.
Ulises hizo una mueca previo a continuar caminando hacia El Muelle.
«Ojalá no estés mintiendo», rogó él, trastabillando con un par de piedras porque su cuerpo estaba agotándose. Él perdió el noventa por ciento de su energía.
Las piernas de todos tenían escasa energía tras caminar veintiocho kilómetros seguidos, así que el equipo tomó un descanso. Era momento de permanecer en una calle vacía, pero un poco acogedora.
—Mi madre falleció —compartió Aixa con Levente. Su amiga contuvo las lágrimas porque apreciaba a dicha mujer, ella solía tener pláticas reconfortantes con Mrs. Ferretti.
Lino jugaba con una raqueta que tenía atada una pelota cuando percibió una vibra extraña entre las calles, algo no estaba en su lugar.
—Puta madre —exclamó Morgan cuando se percató de que las versiones heridas de Pup y Py Dickson se dirigían hacia ellos.
Para demostrar de qué lado estaba, Levente desfundó su arma, atacando a los hermanos para dejarlos sin vida sobre el concreto. Ella haría lo posible para formar parte del equipo.
—Wow, lo siento. Debí creerte, es solo que te recordaba la castrosa adolescente que se burlaba de mí cuando salía a buscar ayuda en la calle porque mi madre había intentado suicidarse —se disculpó Ulises, haciendo que Levente se sintiera mal por su yo del pasado.
En un intento de sobrepasarse con Scott, ella lo besó con intensidad, pero el acto no fue correspondido y solo se avergonzó.
Aixa se reacomodó en su asiento, asegurándose que el suicidio no resolvería sus problemas, por más que pareciera una idea tentadora.
—No sería tan malo si me ahogo o enveneno —siseó ella mientras permanecía sentada. En ese momento, uno de los amigos de Archie se posó junto a ella para reprocharle.
—Si acabas con tu vida, el mundo se irá a la mierda —le reclamó Morgan Pérez—. Aixa, eres más valiosa con vida que enterrada entre escombros; tu presencia ilumina el camino de quienes se disocian ante tanto caos.
Aixa se levantó, retomando la caminata hacia el lugar donde se reencontraría con Anet para que la perdonara. Más bien, huía de quien se interesó en ella.
Los gemelos y Archie siguieron el paso de Aixa porque ella tenía el porte de una líder. Por inercia, los demás imitaron a sus compañeros para no perderlos de vista.
—¿Te sientes bien? —preguntó Levente a Aixa, intentando no incomodarla.
—Creo que ya notaste mi cambio de comportamiento —supuso Aixa.
Levente ladeó la cabeza antes de decir: —Prometo acompañarte a terapia o lo que sea que decidas hacer para superar el caos... Eres muy importante en mi vida.
—En definitiva, no iré a terapia. Ningún licenciado es apto para su título —bromeó Aixa.
Elliot observó que la nueva integrante estaba acariciando una mano de Aixa y entendió que podría estar enamorada de ella.
Paige fijó su vista en las dos mujeres, ofreciéndole un golpe en el brazo a su hermano porque él parecía acosador con su mirada puesta en ellas.
Morgan tuvo la misma conclusión que sus amigos. Para evitar que Aixa se sintiera rara, se posó entre ambas porque no confiaba en Levente.
—¿Qué crees que haces? —cuestionó Ulises a Levente por sus acciones—. Te estás provechando de la vulnerabilidad de Aixa para satisfacer tus mendigos deseos... Más vale que te detengas y te comportes con todos o, te torceré el cuello.
—Gracias —agradeció Aixa—. Me alegra estar soltera, prefiero esperar al indicado y más por lo que te conté en el almacén.
—Morgan quiere cuidarte, es evidente que te admira. Él está vigilándote, a pesar de la distancia —le recordó Ulises, murmurando.
—¿Por qué Pup y Py Dickson estaban aquí? Se supone que no podían dejar Hesitate —indagó Aixa, cambiando de tema porque se sentía extraña al hablar de Morgan.
—Órdenes de su jefe —afirmó Ulises, bebiendo agua—, aunque claramente no sé a quién estaban buscando porque Anthony y el resto permanecen en El Progreso.
Archie se aproximó a Ulises para comunicar lo siguiente: —De acuerdo a las estimaciones realizadas por Bruno, tardaremos menos de lo planeado. Estamos cerca de El Muelle. Sino es mucho saber, me gustaría conocer el plan que tienes. Mis amigos y yo no tenemos experiencia en este tipo de situación.
—Yo tampoco, pero las condiciones se dieron para que ganara conocimiento y habilidad —avisó Ulises, desanimando a Archie.
Tanto Archie como Paige, Bruno, Lino y Elliot oyeron sus extremidades retorcerse porque se involucraron con un demente.
Morgan detuvo al grupo ya que estaban pronto ingresarían dentro de una de las colonias más peligrosas de Urte. Él se enfocó en Aixa, la mujer de sus ojos.
Acetona, pólvora, sufrimiento y locura, el ambiente idóneo para los parásitos humanos que se multiplicarían por centenares.
Paige prendió su comunicador portátil para corroborar si podía contactar con alguien, y tras varios ruidos blanco, oyó la voz de una fémina que decía: —Estamos por partir a A-12.
Ulises reconoció a Marie e intentó mantener una charla con ella, pero repentinamente la señal se esfumó. Él extrañaba a su pequeña rubia con complejo de niña buena.
Zhoh le dio una palmada en la espalda a su líder, indicándole que se esforzó. Para el castaño, el acto de Ulises era una señal de cuánto amaba a su novia.
—How can you see into my eyes... Like open doors? —recitaron Elliot y Paige mientras caminaban—. Leading you down into my core. Where I've become so numb.
—Por favor, canten algo menos deprimente. Evanescence es para situaciones fúnebres —pidió Bruno, cansado de escucharlos en un tono melancólico.
Lino se anudó los cordones de su tenis, al mismo tiempo que observaba que se detuvo para esperarlo. Él le sacó la lengua a su amiga como lo hacía desde pequeños, como un gesto de agradecimiento por su empatía.
Morgan vigilaba a Levente porque quería que Aixa pudiera respirar sin ser acosada por nadie, aunque también estaba motivado por estar pegado a ella, procurando no ser invasivo.
Cuando pasaron al lado de una escuela, Aixa recordó el día en que escuchó que el mundo estaba cada vez peor porque nadie quería ser revolucionario.
Cinco años antes
La gente estaba como loca, buscaba comida entre los botes de basura. De hecho, era asqueroso que cuando hallaban alimento, se lo tragaban sin antes desinfectarlo.
A Axel le tocó ver esa escena múltiples veces, pero al observarlo en un infante, él contuvo el impulso por vomitar. Su estómago se contraía hasta retorcerse del asco.
Adolorido por correr sin rumbo, Axel fue en busca de un refugio para pasar la noche. Pero el cansancio no se lo estaba permitiendo. Su cuerpo exigía que se detuviera de una vez o lo lamentaría.
—Demonios —maldijo cuando encontró un sitio donde descansar.
Su coraje lo condujo hasta una tienda de discos de vinilo, en que en cada repisa y vitrina estaba plagada de artículos de música y películas.
—Agradecido con el de arriba —soltó al percatarse de que el establecimiento tenía aire acondicionado. Tras unos instantes, los dueños del lugar aparecieron, prestándole atención antes de decidir qué hacer con él.
—Pobre chico —entristeció la esposa. Ella se conmovió con Axel porque le recordaba un poco a su marido, un joven que huyó de casa para tener una mejor vida.
El señor cerró la puerta, volteó el cartel de Abierto a Cerrado y bajó las cortinas de metal de su establecimiento. Por otra parte, la esposa fue a su casa para regresar con un botiquín de primeros auxilios, agua y pan.
Axel asentó su flácido trasero en una silla, limitándose a ser el centro de interés del matrimonio y sus tres hijos (dos varones y una pequeña), quienes aparecieron después de oír a alguien entrar a la tienda.
La chica de dieciséis tomó el botiquín de las manos de su madre, y procedió a curar las heridas del desconocido. Ella no temía a Axel porque presentía que él escapaba de alguien o algo.
—Me llamo Mariel Perron. Detrás están mis hermanos mayores, Monty y Mery... ¿Cómo te llamas? —preguntó la joven.
—Axel Ferretti, un gusto Mariel —Axel suspiró, sintiendo que tenía un poco de humo dentro de sus pulmones—. Lamento interrumpir su cena.
Monty agregó: —Es mejor que escuchar en las noticias que sigue sin haber alguien que se atreva a reformar el poder —agregó Monty sin quitar la mirada del muchacho de veintiún años que llegó de improviso a la hora de la comida.
Axel percibió el interés del hijo mayor e intentó no ruborizarse con la idea de quedarse a solas con él y comerlo a besos. Él reconocía lo bello que era el desconocido, pero sabía que no era momento de interacciones románticas.
El señor Perron y Monty levantaron a Axel para llevarlo hasta el comedor porque deseaban conocerlo. Ellos estaban intrigados ante la esporádica presencia de su posible salvador.
Antes de mirar la comida, Axel escaneó el interior de la casa. El lugar era acogedor y familiar, con retratos de todos esparcidos en las paredes y estantes, sillones grises que parecían cómodos, libros, luz tenue, y un comedor con mesa y sillas de madera fina.
«Elegí un buen sitio», analizó Axel. Él se sentía cómodo dentro de un verdadero hogar.
Axel dirigió su vista hacia la comida. En la mesa había tallarines con pollo frito, así como un jugo de naranja. ¡Qué peculiar combinación!
—Mi madre se llama Antonella; mi padre, Justin. Ellos son los fundadores de esta bella familia —mencionó Mariel después de servirse tallarines de más.
—Monty, para. Deja de mirar como loco a Axel. Siento asco de tan solo pensar en lo que quisieras hacerle —escupió Mery, devorando su pedazo de pollo frito.
—Déjalo sentir amor, no está lastimando a nadie. Además, recuerda quién te encubrió cuando sacaste la radio sin permiso —regañó Justin Perron a su hijo.
Mery permaneció callado. Él se sentía avergonzado por cómo actuaba su hermano con el extraño, no comprendía por qué era tan imprudente.
Tras la cena, Antonella Perron lavaba los platos, al mismo tiempo que observaba desde lejos que Mariel recogía los platos y utensilios de la mesa para llevárselos a su madre.
Mery se encerró en su cuarto para mantenerse al tanto de las fatídicas actualizaciones del panorama mundial, aunque estaba consciente de que eso empeoraba su salud mental.
El señor Perron fue a la cochera para seguir reparando los comunicadores portátiles.
Axel yacía sentado en la sala, disfrutando de una pintura abstracta. Él no descifraba el significado de las líneas curvas moradas entre tantas manchas rojizas, pero le agradaba el contraste.
—Axel, ven te enseño tu habitación —lo llamó Monty, quien esperaba que pudieran tener un momento a solas.
Axel lo miró para encaminarse hasta su dormitorio. Apenas llegaron, Monty se despidió y se dirigió a su cuarto porque no quería incomodar al nuevo.
Axel cerró la puerta, disponiéndose a descansar mientras reflexionaba acerca de lo que haría para salir de la isla. No pasó mucho tiempo para que despertara de un salto.
Él salió hacia la sala para procesar que se había pasado a morir. ¿Cómo había podido dormir con tanto ruido de afuera? Tan siquiera estar en la sala implicaba estar cerca de una guerra con un fin incierto.
—En serio, soy el Mejor Guerrero de Dios —bufó él consigo mismo, sintiendo que sus latidos se relajaban. Inmediatamente, agarró la radio de los Perron, encendiéndola, y cambiando de estación hasta llegar a una en donde hablaban acerca del futuro de la humanidad.
—Mañana se renovará el domo de Trésse, así que les exhorta a quedarse en casa durante todo el día. Salir, implica morir —enunció el locutor. Él no tenía escrúpulo ni emociones.
—Así es, compañero —ameritó la locutora—. No está de más recordarles no salir sin sus identificaciones y menos caiga la noche pues, pese a que la policía de los sectores vigilen, los Cazadores siguen reclamando premios.
—La Madriguera Kyz-Fall, el único grupo que llegó lejos para salvar a la humanidad de los Cazadores, oficialmente ha caído —agregó el locutor.
»Los Elefantes colaboraron con las Jirafas e iniciaron fuego en la casa de la madriguera, y persiguieron a los supervivientes hasta acabar con todos. Debo confesar que me apena sus muertes, creí que nos librarían de la Anarquía...
—Sí... —la locutora se aclaró la garganta—. Recientes datos revelan que el líder actual de la Revolución es un Cazador, quien reside en A-12, Urte. Desconocemos su identidad, pero la investigación sigue en curso.
—Esperemos que así sea porque cada día temo... —el locutor no alcanzó a terminar su frase porque se comenzaron a oír golpes para entrar a cabina. Su compañera gritó, emitiendo un chillido desgarrador capaz de quitarle la audición al oyente sino quitaba el programa.
Axel identificó sonidos de balas caer, golpes, insultos y más. Él estaba seguro de que un clan estaba detrás de aquella tragedia.
Él se estiró, apagó la radio e iba directo a su habitación, cuando Monty se interpuso en su camino. El joven Perron lo admiró durante varios minutos, parecía que diría algo.
—Lamento lo sucedido en la mesa —se disculpó Monty.
—Descuida, también me pareces atractivo —afirmó Axel—. Sin embargo, necesito continuar con mi misión... El amor no es tan relevante ahora.
Monty se sintió ofendido por la respuesta de su interés amoroso.
—Temes a la incertidumbre —argumentó él.
—Me asusta que si nos involucramos y yo muera, te la pases lamentándote porque no te esforzaste para salvarme —respondió Axel. Él enfadó—. No jugaré con tus sentimientos, ¿vale? Toma esto como una muestra de mi madurez y responsabilidad afectiva.
—Solo te pido una noche juntos, no haré nada, a menos que me lo pidas —rogó Monty—. Conozcámonos a través de una larga conversación.
—Está bien —consintió Axel, sonriendo tenuemente. Él hipnotizó a Monty con su mueca, obligándolo a controlar su impulsividad.
Ellos caminaban hacia la habitación Monty cuando de pronto...
—Nos están bombardeando por los Elefantes, hay que irnos —alertó Justin Perron tras escuchar explosivos cerca de su hogar.
Los Perron y Axel abandonaron la casatienda de discos para poder salvarse. Lamentablemente, los Elefantes los siguieron.
«Miércoles», gimió Axel. Uno de sus mayores temores de conectar con desconocidos se había convertido en una realidad.
—Sean fuertes... Los amo —dijo Justin Perron antes de caer al suelo para desangrarse porque había recibido seis balazos.
Mariel se aventó al cuerpo de su padre para abrazarlo. Ella no aceptaba que él falleciera, nunca trató mal a nadie.
Antonella lloró en compañía de su hija, ignorando que acapararon la atención de muchos Cazadores con sucios y retorcidos fetiches.
Axel tomó el liderazgo, conduciendo a los Perron a través de calles caóticas sin ser víctimas de crímenes. Él fue asusto y atacó cuando debía.
Monty se excitó ante el rol que tomó Axel. Su mente se llenó de pensamientos cochinos, pero los evadió al llegar a una plaza vacía en donde pasarían la noche.
—Bien, ya cerré la entrada —explicó Axel, transpirando—. Necesitan cambiarse de ropa, y solo de ser necesario, hasta de apariencia.
Los Perron lo escucharon, a pesar de que en sus ojos había dolor, desesperación, agonía, cansancio y arrepentimiento.
Axel meditó qué hacer hasta que se le ocurrió sacar a la familia de la isla para llevarlos consigo a Urte. Ellos se arriesgarían, pero sería por una mejor calidad de vida.
—Ojalá tengas un buen plan, no quiero morir junto a mi madre y hermanos —le rogó Monty a Axel cuando observó que él reflexionaba en silencio.
—Iré a Urte con ustedes —confesó Axel.
Sus últimas palabras lograron que Monty abriera más los ojos, quien seguía asustado.
—Debemos separarnos y ser discretos —admitió Axel. Al instante, Monty se disgustó, pero al comprender que seguirían juntos, sonrió antes de besarle la mejilla.
Axel estaba inquieto por revelarle su idea a la familia de su pareja. Sin embargo, lo explicó de un modo encantador: —Haremos una aventura. Tardaremos en llegar al tesoro, pero valdrá la pena porque viviremos tranquilos.
Los Perron accedieron, estaban emocionados de emprender el viaje.
—¿Quién va a preparar el desayuno de mañana? Necesito saber a quién reclamarle sino me gusta la comida —intervino Mery.
—Yo —se ofreció Axel—, soy un cocinero excepcional.
—Encontraré algo que refute tu teoría porque soy quejumbroso —debatió Mery.
Antonella pellizcó a su hijo, incitándole a ser más respetuoso con la nueva pareja de su hermano mayor. Ella no lo educó de esa manera.
—Si llegan a estar en peligro, no duden en usar mi muñeca para salvaguardarse. Es cierto que deseo vivir, pero me sacrificaré para protegerlos porque se han convertido en mi familia —confesó Axel a los Perron antes de dormir.
Mariel durmió junto a su madre, observando que Mery se quedó alejado de ellas. Ella no comprendía el comportamiento de su hermano, pero no lo obligaría a acercarse ya que sospechaba que necesitaba su espacio para asimilar la realidad.
Lafutura pareja se recostó, recordando la promesa que se había hecho y no serompería por motivo alguno. Aun así, ¿cuánto duraría la estabilidad de Axel? Élestaba destinado a ser un fugitivo estuviera donde estuviera, y los Perron serían un efecto colateral degollador.
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