Capítulo 14: Salto Sangriento

Un joven adulto se encontraba rodeado de paredes altas de mármol, las cuales estaban decoradas con reliquias familiares robadas de algunas familias Cazadoras, quienes fueron asesinados para que solo una persona conservara el poder.

El muchacho amaba su mansión porque además de disfrutar la vista de armas de fuego, punzocortantes, explosivos y máscaras, cada pasillo estaba decorado con piezas de arte (esculturas o cuadros). A su vez, su casa era tan grande que sus víctimas no podían escapar.

Ahora, el joven rubio estaba molesto, sentado en su trono de mármol, utilizando una corona sobre su cabeza, y admirando la roja alfombra que cubría el suelo. Él se enteró de que su vecina andaba sin ser arrestada y eso lo irritaba.

—¡¿Sigue viva?! —el rubio se levantó, tirando los costosos artículos que había encima de la mesa de cristal adornada con una tela azulada—. Tenías una sola misión, Petranova. ¡¿Y no has podido hacerla bien?!

—Lo-lo, lo siento, señor... —contestó la joven, poniendo los brazos detrás de su espalda—. Hice todo lo que me pidió.

—¿Conoces su ubicación? —preguntó él, tocándose la sien, sin esconder que sus orbes eran dos llamas azules en pleno caos.

«¿En qué me he metido?», se cuestionó Levente.

—En El Progreso... Los Leones y las Ballenas están de su lado —comentó ella, rezando mentalmente para que su jefe no decidiera matarla porque había sido imprudente y siempre terminaban así quienes incumplían sus reglas.

—Reúne a nuestra gente, necesitamos reclutar a las Jirafas y Elefantes —ordenó él, acariciando su cicatriz ubicada en la mejilla izquierda. Su querida antigua vecina no podía ganar.

—¿Ella mató a tu familia? —indagó Levente.

—¡Y me dejó huérfano! —reprochó él.

—Moveré mis influencias —confirmó ella, conmovida por el oscuro pasado de Clot. Al instante, ella abandonó la habitación, esperando no haberse equivocado.

Ella sabía que involucrarse con él era igual que jugar a la ruleta rusa, su vida pendía de un hilo bastante inestable.

Clot, lleno de ego y rencor, miró la única imagen que tenía de su familia. La calidad de la fotografía era un asco, estaba quemada de los bordes, pero dejaba ver a tres hijos junto a sus padres.

Una venganza que sabría como el coñac, dulce. Sin embargo, ¿cuántas vidas más tendrían que irse para que él sintiera paz? Su daga había acabado con tantas personas que era imposible contarlas.

Con el tiempo, su pasatiempo favorito se volvió asesinar a sangre fría. No se comparaba con El Monstruo porque el alter de Anet era su otro yo. En cambio, Cloterson mataba porque estaba cansado de que le tuvieran compasión.

Hubo un mes en el que él solo se dedicó a reunir habitantes de Urte para matarlos puesto que su lema de vida era: «Matar es permanecer joven»... Pero, ¿a quién mierda le servía?

—Matar es permanecer joven, mi niño —escuchó la voz de su madre.

Él creía en sus palabras, solo eso se podía hacer para sobrevivir en un mundo dominado por las altas clases. Siendo realistas, él tuvo la suerte de nacer en una familia poderosa, a pesar de que el amor no se fomentaba entre las cuatro paredes de su antiguo hogar.

Para su familia, el amor era muestra de debilidad, por lo cual nadie debía enterarse acerca de los intereses amorosos de Schäfer. Aun así, él algunas veces se preguntaba cuál era el motivo por el cual el amor significaba señal de vulnerabilidad.

En muchas veces, la sociedad se burlaban de quienes no temían ser cariñosos, pero en otras, amar te hacía ser respetado entre una multitud.

—Muy pronto, madre —murmuró el joven Schäfer—. Muy pronto, papá, Gideon, Wilbert y tú recibirán lo paz que se merecen.

A la par que él alzó la mirada, uno de sus sirvientes entró a la habitación de trofeos con una nueva víctima. Clot admiró al joven de dieciocho años, quien cruzó el pasillo hasta llegar ante su futuro asesino.

—Por favor, no... No hice nada malo —chilló el muchacho, intentando hacer un decálogo. Pero en ese momento, una daga hizo un corte perfecto en su cuello.

Sería difícil pararlo, Schäfer amaba lo que hacía. Él estaba convencido de que la muerte de algunos era indispensable para que la humanidad recuperara su balance.

El guardia no emitió ruido alguno porque sabía que su vida dependía de qué tan callado era. Después de salir, ingresó la encargada de la limpieza, una mujer que tenía los ojos cubiertos con una venda para no gritar ante el enorme charco de sangre.

«Si continúo a este ritmo, romperé mi récord anterior y podré festejarlo con una exquisita cena y un baile...», Clot rio para sí mismo.

Dos mujeres aparecieron ante el desquiciado.

—Comienza hablar, Schäfer. No tenemos tiempo para desperdiciar —afirmó una joven adulta de tez morena.

El joven adulto enseñó el arma, comentando: —Bellas damas, les prometo que su estadía aquí valdrá cada maldito segundo.

—¿Crees que nos impresionas? —espetó la líder de las Jirafas, cruzándose de brazos—. Una muerte con tu juguete no es nada comparado con lo que podemos hacer.

Él apretó los dientes, las mujeres lo subestimaban.

¿Cómo no hacerlo si para matar, él necesitaba que le consiguieran las víctimas?

—Tus niñeros te consiguen víctimas —resopló Dennise, líder de las Jirafas.

El enfado de Clot aumentó ante aquel comentario.

—Denisse, vámonos. Es una pérdida de tiempo —continuó la joven adulta de cabello trenzado.

Las asesinas se habían encaminado a la salida en el momento en que Clot dijo: —Mi plan es matar a Anet Bowie.

Ellas se miraron y confabularon para acordar si se arriesgaban por un infante o se largarían para no seguir despilfarrando segundos valiosos de sus vidas.

Noah, la mujer de tez morena y trenzas, murmuró a su colega: —Anet es más fuerte... Lo sabes perfectamente, no hay mucho qué reflexionar. Si te quedas, serás la deshonra de tu familia. Den, hicimos un trato.

—Nos largamos —anunció Dennise.

—Qué mal, esperaba que se unieran a mi causa —soltó Clot, mirándolas—. Pero, ¿por qué me ilusioné tanto? Patéticas que creen en la sororidad.

—Púdrete —espetó Noah. Ella se cansó del berrinche de alguien menor que ella.

Él no entendía por qué las señoritas habían rechazado si no existían fallas.

Levente reapareció y ahora ya no estaba segura acerca de si quería permanecer al lado de alguien tan inestable como su jefe.

Ella nació siendo una Presa, pero fue educada para formar parte de la policía de Trésse. Sus padres tenían esperanzas de que se convirtiera en la comisaria de Razcarg, R-68, pero si veían que estaba involucrada con Cloterson, la desheredarían.

Los Petranova no educaron a su hija para cumplir los caprichos de Cazadores, si no para que se convirtiera en una mujer emporada. Ellos anhelaban que Levente reemplazara a Timothee Petranova y fuera el orgullo de la familia.

«Tal vez...», repensó ella cuando oyó al Temerario de A-12, berrinchando.

—Son estúpidas, pero no me sorprenden. Las mujeres son así, y por ello deben irse directo al Infierno —gruñó Cloterson, sin pensar que Levente le prestara atención.

—Jódete, renuncio a trabajar contigo —comentó la joven adulta rubia.

Cuando él se percató del impacto de sus palabras, no había forma de manipularla para que regresara y se uniera de nuevo al equipo.

—Puta madre, esto me pasa por querer hacerle un favor a la sociedad —se maldijo Clot porque nadie entendía su misión.

Por primera vez, Clot salió a la calle, recordando el camino hasta su casa. Él estaba tan lleno de euforia que pensó en destruir cada bote de basura que viera.

Él iría con su amiga porque ella le había dicho que podía visitarla cuando él se sintiera desconectado de la realidad.

«Me urge tanto platicar contigo, amiga mía», reconoció el Temerario, «...Siento que estoy perdiendo la cabeza y caeré bajo sino conversamos».



Escondiendo su daga, Clot vagó por las calles menos transitadas de Urte. Por cada lugar que pasaba, el enojo aumentaba porque admiraba escenas desagradables para él, ¡hombres y mujeres ofertando niños!

—¡Compren, compren! ¡A mitad de precio! —Clot se concentró en el vendedor ambulante—. Ellos no saben lo que puedes hacerles —susurró el señor, señalando al letrero del negocio: "selaivoJ somsagrO".

El joven adulto hizo algo de provecho, liberó a las víctimas de explotación sexual y los reunió con sus familias. Él actuó de forma diferente y casi no se reconoció.

—Gracias, ese viejo barrigón debía morir —agradeció un padre de familia, inundado por la nostalgia.

«¿Qué fue eso? Se sintió mejor ayudar que matar», reflexionó Schäfer, pensando en las risas de los niños que antes fueron sus amigos.

—¿Estás bien? —preguntó una antigua víctima, rozando la mano de Cloterson. Él tenía las pupilas dilatadas y no oyó la pregunta.

«¿Matar es permanecer joven? Mamá, ya no estoy seguro de que esto sea...», él trató de comunicarse con su madre.

¡Me das asco! Sino haces lo que te pedí antes de morir, haré que sufras durante el resto de tu vida. Mi espectro te hará llagas —amenazó una voz femenina, ronca y terrorífica.

¿Cómo podía deshacerse de su voz? El ruido era su consciencia.

Él no daría su vida para cumplir con el capricho de la señora porque su madre ya no tenía control en las decisiones de su hijo.

—¿Así es como tratas a tu madre? ¡Eres una vergüenza...!

Clot continuó hasta que la oportunidad estaba delante de su visión. Después de una larga caminata, se encontraba con un chico que estaba perdido.

La hoja realizó un movimiento limpio y certero.

Él bailó, permitiéndose engatusar por la vieja melodía que le cantaba su madre antes de dormir hasta que algunas Presas admiraron la escena.

Otra vez, muchos cuerpos descansaban al lado de la primera víctima de la zona.

Orgullo, ropa destruida y sonrisas... ¿Qué otra cosa podría pedir?

De nuevo, se pavoneó como si quisiera impresionar a la hembra más cercana... Aunque, a él le atraían más los hombres.

Mucha gente llamó a la policía para que lo pusieran bajo arresto, pero el cuerpo policiaco fue corrupto y no atendió al llamado.

El Temerario se salió con la suya, conduciéndose a sí mismo hasta aquel edificio, al lugar donde sabía que lo recibirían con los brazos abiertos.

Cuando se plantó ante la puerta verde con franjas rojas, golpeó dos veces, ansioso de ver a la mujer que habitaba dentro. Pero la inquilina no salía, y él no quería insistir.

Él respetaba su privacidad, así que revisó su reloj en lo que ella decidía atenderlo. El tiempo se había detenido ante aquella casa, pero la vida continuaba siendo igual de deplorable que hacía años.

La voz que tanto quería escuchar musitó: —Hoy me tocaba medio turno en la panadería... Mañana podríamos vernos en la cafetería.

—Odio el café. Solamente iría para ver qué tan mal atiendes a los demás clientes —Clot hizo un comentario gracioso que no fue percibido de ese modo.

Ella debatió: —¡Qué raro! Al menos, yo tengo que sobornar a la policía para que me arreste por asesinato, extorsión y desaparición de personas. ¡Sin historial criminal! ¡¿Hoy fue un gran día?! ¡Tu ropa se está volviendo carmesí y recuerdo que tu camisa era blanca!

—¿Quieres que me arresten? —bisbiseó el joven—. Me estoy quedando sin efectivo.

De manera burlesca, ella contraatacó: —Ojalá pudieras usar el dinero que hay en tu tarjeta de débito. Cierto, gracias a lo que sea que ocurrió hace cuarenta años o menos, dejaron de existir al igual que las de crédito.

»Quisiera ayudarte, pero... Como verás, cuento con la cantidad idónea para mi propia subsistencia, así que tendrás que arreglártelas solo.

—Mínimo, permíteme una ducha. Dejé una muda de ropa en mi última visita —rogó él.

—Bien, pero te bañarás en el jardín, utilizando la manguera —propuso ella, denigrándolo—. Te daré lo que haga falta.

Ella era mala, su alma no era tan oscura como la de Clot, pero transitaba el mismo camino. Aquella señorita era la única persona que lo trataba nefastamente.

«¿Por qué sigo acudiendo con ella, sabiendo que metrata como si fuera su mascota?», reflexionó él, fijando su vista con dirección al patio, «...Sé que en algún momento, esto terminará, pero, mientras tanto, sí quisiera que me viera como un igual».

—Aixa Ferretti, querido Clot Schäfer —declaró su amiga—. ¿Sabes? Estoy segura de que eres un degollador de ovejas, no un pastor.

Desvistiéndose, él reclamó: —Y, tú... ¿Por qué tenías que ser Ferretti? Es de los apellidos que desconozco. No esperé tanto tiempo para que me humillaras en mi propio juego.

—Te sigo humillando —sonrió ella, entregándole ropa, toalla, jabón y champú—. Eso no debería de impresionarte. Necesitas pensar en por qué me lo permites.

Ella tenía razón, ¡¿por qué el Temeraria de A-12 bajaba las defensas cuando estaba con ella, dejándola destruir su ego?! Aún peor, ¡¿por qué era ella el único ser humano que podía transformarlo en una marioneta?!

Él no sabía la respuesta, solo aceptó las cosas y dejó que ella entrara a su casa para que se entretuviera con otra actividad.

Limpiarse le ayudaba a despejar su mente, pero cuanto más sentía el agua recorrer su cuerpo, regresaba a la misma reflexión.

«Aixa», el nombre era coherente con el comportamiento de la joven porque a pesar de los malos tratos hacia él, ella era «indispensable» en su vida. Él desconfiaba de su amiga porque no sabía cuál sería su secreto, pero estaba seguro de que ella era una mentirosa.

Paralelo a sus reflexiones, Aixa había comenzado a desnudarse sin notar que su conocido la observaba. En ese momento, Schäfer casi perdió la compostura porque Ferretti no era una dama biológica.

Cuando ella se sintió juzgada, volteó hacia su amigo, sonrió con malicia y saludó con una mano antes de desaparecer.

«Aun no entiendo por qué me trata como si fuera una mierda. Además, me mintió con respecto a quién era», espetó Clot, terminando de purificarse.

Él fue directo a la sala después de bañarse, esperando a que su amiga le diese una explicación de sus mentiras.

—Hola —se presentó Aixa—. Mi nombre y trato hacia ti son sinceros, aunque modifiqué parte de mi pasado. Nací como hombre, pero me gusta tener apariencia femenina.

—No me agrada que me trates con indiferencia —avaló él.

—Tampoco me gusta que lo seas conmigo, te ayudo cada que puedo —contestó ella.

—¿Cuál es tu punto? —inquirió Clot.

—La gente es mejor de lo que crees. ¡Nadie te odia! —debatió ella—. En fin, ¿qué pensaste al verme como Dios me trajo al mundo?

«Mierda, me la pusiste dura», se desanimó él porque no quería ser grosero. Ver a Aixa como un hombre, lo llevó a pensar en los fuertes sentimientos que tenía hacia ella.

—Me sentí mal porque me mentiste —confesó él—, pero estoy consciente de que mi comportamiento te forzó a esconderte... Lo lamento, Aixa. Sencillamente, no conozco otra forma de ser, aunque no es excusa para el daño que te causé.

—Anet tampoco tuvo la culpa de la muerte de tus padres —argumentó Aixa.

—¡Ella es el común denominador de mis desgracias! —alegó Cloterson.

—Recuerda dos cosas. Uno, la única persona capaz de herirte, eres tú mismo —concluyó ella—. Dos, Anet y tú eran infantes cuando todo pasó.

Clot no lo veía de ese modo. Para él, aquella pequeña era un monstruo, una mente criminal que fingía ser una niña indefensa.

Aixa lo besó, simulando parte de un pasaje bíblico. Ella se esforzó por esconder sus sentimientos hacia él con tal de que su plan no se fuera al carajo.

«Fui al Infierno por el contacto de tus labios, y ahora deseo regresar allí», admitió él para sí mismo. Él no esperó a que Aixa tomara distancia y la besó de nuevo.

—No me importa tu nombre o vestimenta, eres increíble... Eres perfecto para mí, Ferretti —confesó Clot—. Haces que quiera poseerte de formas innombrables.

—Ann no puede morir. Lo lamento, Clot —murmuró ella, consciente de que sus mejillas estaban ruborizándose. Aixa o quien fuera en realidad, amaba al joven Schäfer.

—¿Por qué te disculpas? —pronunció Clot, escuchando que la puerta era tocada con mucha insistencia—. ¿Qué hiciste?

—La policía nunca va a arrestarte, pero la gente de Urte encontró la forma de contenerte... Eres un peligro para la sociedad —respondió ella, avergonzada porque deseaba comerse a besos con él, aunque no era correcto.

Aixa permitió que se llevaran a su amigo, evidenciando que no lo seguiría defendiendo.

Una multitud entró, acompañada de la policía del sector.

De entre la gente, salió la madre de Aixa, quien fue hasta ella.

—No, no... ¡Aixa! No permitas que me lleven con ellos, te lo imploro. ¡Aixa Ferretti! Amore mío —gimoteó él, encontrándose estupefacto.

«Entiendo por qué lo hiciste, pero fue demasiado pronto. Nuestro amor apenas estaba floreciendo», aceptó Cloterson mientras observaba a su interés romántico.

Aixa estaba triste, pero sabía que no había otro modo para que la isla pudiera estar segura. Si él seguía libre, los crímenes aumentarían, y la gente no podría salir a la calle sin preocupaciones.

«Perdóname, amore mío», lloró ella. Su corazón se desbordaba porque su verdadero amor iría a prisión por buenos motivos.

—Clot necesita ser contenido, es un pastor manipulado por sus ganas de consumir elixir ovino —le recordó su madre, quien la abrazó fuertemente. Aun así, la despedida no dejaba de ser dolorosa.

Pensar en la calidez de sus labios con los suyos, hacía que se cuerpo se estremeciera. Ella quería estar entre sus brazos, pero ya no sería posible.

«Cuando la Anarquía termine, estaremos juntos», aseguró Aixa para sí misma. Ella no descansaría hasta que la guerra entre clanes y policía concluyera de forma efectiva, las personas merecían tener paz y tranquilidad.


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