Primera parte

Prólogo:


9 de Septiembre de 1939.

La estación Nowa Nadzieja, Polonia, estaba inundada de mujeres llorando, de niños corriendo a abrazar a sus padres quizás por última vez. Los hombres de cada familia estaban obligados a ir a luchar por su país, Alemania había invadido Polonia lo que supuso la segunda guerra mundial ya que Francia y Gran Bretaña le declararon la guerra de inmediato. Miré a mi madre con tristeza, abrazaba a mi padre y no parecía tener intención de soltarlo. Papá le cogió el rostro con delicadeza, haciendo así que le mirase a los ojos.

- Todo estará bien Noemí, regresaré, por ti, por nuestros hijos, Miriam y Benjamín. Te lo prometo cariño - le susurraba, apoyando su frente en la de su esposa.

- Oh Erik... - pude ver como los ojos de mamá se inundaban de lágrimas de dolor, que amenazaban con salirse y bañar su pálido rostro.

Nada de esto estaría pasando si Adolf Hitler no hubiese tomado el poder, sus ridículas ideologías nos ponían a todos en peligro.

No veía correcto que Hitler haya establecido una dictadura nacionalista, capaz de preservar la pureza racial y eliminar a los supuestos enemigos de Alemania, los marxistas, los demócratas y como no... Los judíos. Lo que aspiraba era que se pudiese desarrollar solo la raza aria pero todos sabíamos que eso era imposible. ¿Cómo puede ser tan cruel una persona? Para dictar que cualquier individuo que no se ajustaba al estereotipo ario ya fuera por su origen, por su incapacidad física o mental, haya tenido el corazón de introducir un programa de eutanasia en el que han muerto miles y miles de personas inocentes. Debería haber cumplido los cinco años de cárcel que merecía y no los nueve meses que cumplió.

Ante los ojos de los alemanes, Hitler, era un héroe, defensor de la patria y como contaba con su guardia personal, las SS, decidió cambiar de estrategia. A él no le perjudicaría, todo lo contrario. No era bastante lo que sufrían los judíos, también redujo sus participaciones en la economía y limitaron a los financieros el postulado anticapitalista.

No debería estar pensando esto siendo alemana, pero mi familia y yo estamos completamente en desacuerdo con estas ideologías, tenemos amigos judíos y son personas como nosotros, por llevar la estrella de David, no los hace ser miserables y ser tratados como animales. Pero todo esto no lo puede saber nadie, es nuestro secreto. Podrían matarnos si algún alemán llegase a saberlo.

Papá subió a su respectivo tren con el corazón en el puño, sin girarse si quiera a vernos por última vez, y sabía el motivo, no quería recordar una imagen que sus ojos tomarían de su familia llorando. Pasé mi brazo por los hombros de mamá y acerqué a Benjamín que lloraba desconsoladamente, pidiendo a Dios que cuide a su padre.

Se me partía el corazón en pedazos verlos así, sabía perfectamente que ahora mamá y Benjamín dependerían de mí, de la miseria de salario que ganaba, pero aún así nos llegaba para los gastos imprescindibles y no me podía quejar. Hay familias judías que se quedarían sin nada al irse el fundamental pilar que sostenía la casa.

Nos hizo separarnos el fuerte sonido del tren ya en marcha, Benjamín al verlo, se deshizo de mi agarre para correr desesperadamente detrás, con sus pequeñas mejillas empapadas gritando:

─ ¡PAPÁ! ¡PAPÁ NO ME DEJES! Te lo suplico, no me abandones papá...

- ¡BENJAMÍN! ¡VUELVE! - grité yendo detrás suya, el tren tomó más velocidad, Benjamín se alejaba cada vez más de mí, se abría paso entre la multitud y seguía gritando, pero sus gritos se ahogaban con el ruido que producía el tren que se llevaba a su padre, sus piernas no aguantaron más y se dejó caer de rodillas.

Mamá y yo lo alcanzamos casi sin aliento. Le cogí en brazos y me dijo aún llorando:

- Miriam, papá va a volver, ¿Verdad que sí? Me lo ha prometido, me prometió que volveríamos a jugar con los soldaditos. - qué se suponía que le tendría que decir, nadie sabía si esa promesa se cumpliría.

- Sí cariño, volverá. - Le dije con lágrimas en los ojos, mamá me miró con compasión, apretando los labios para poder aguantar el llanto.

Con la cabeza agachada volvimos a casa dejando atrás el fuerte ruido del tren, ojalá el nombre de esta estación se cumpla, ojalá nunca se acabe la esperanza.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top