Día 1 • Casa de Virgo
Aquel templo cortaba la primera mitad de las doce casas zodiacales, pasar más allá de ella era considerado "ir lejos" e inspiraba una sensación que a todos aquejaba al saber que debían subir: la flojera.
Incluso para Milo cuyo templo estaba solo un poco más allá lo pensaba dos veces antes de comenzar el trayecto y frecuentemente solicitaba asilo en alguno de los templos de sus compañeros.
Por tanto era un poco raro ver al guardián de la primera casa subir los empinados escalones hasta llegar a la morada de Shaka, su frente empapada de sudor pero su respiración todavía tranquila, evidencia de su cuerpo atlético y el entrenamiento llevado a cabo en el clima inospito del Himalaya. ¿Qué tenia de difícil subir unas escaleras a comparación de escalar una montaña?
La sensación qué le daba el entrar en la casa de Virgo era la de un verdadero templo, un lugar sagrado donde había qué tener cuidado y reverencia.
Así como en las otras casas la luz era tenue, apenas iluminado el interior por agujeros no planeados en el techo, revelando el polvoroso interior del lugar, pedazos de escombro aquí y allá. La sensación de reverencia poco a poco se disipó en Mu, dando lugar al disgusto. Para ser un templo el lugar era un chiquero, incluso Milo mantenía su espacio más limpio a pesar de pasar más tiempo abajo qué arriba.
—Si me viniste a regañar, ahorratelo.
Una suave voz interrumpió el silencio, obligando Mu a voltear hacia el dueño de esa mismo voz y de ese lugar, convenientemente situado justo donde el iluminaria un haz de luz entrando por el ya maltrecho techo.
—¿Me leíste la mente?
Preguntó arrugando un poco la frente, molesto de qué su compañero se tomara esa libertad, pero la boca del rubio solo se curvo en una ligera sonrisa.
—Se te ve en la cara.
—Tienes los ojos cerrados, ¿como vas a ver que cara tengo?
Ah, estaba cayendo en uno de sus jueguitos. Ya lo conocía desde hace años y aun seguía cayendo. A Shaka le gustaba hacer rabiar a sus compañeros, y tenia mil y un maneras para hacerlo: llevarles la contra, hacerse el sabelotodo, ignorarlos, y todos caían redonditos a sus provocaciones.
—Bueno, si no viniste a regañarme, ¿a que se debe tu visita?
—¿No te sientes solo aquí arriba?
Aun sin abrir los ojos Shaka alzó las cejas, curioso por aquella pregunta.
—Estoy bien aquí.
—¿Seguro? Sabes que en mi casa eres bienvenido siempre.
—Agradezco el gesto, pero de verdad Mu, aquí estoy bien. Es mi casa después de todo.
Pausaron las palabras y entre el silencio Shaka podía sentir la expresión de insatisfacción en el rostro del otro. Tristeza y desánimo.
En verdad...le hubiera gustado aceptar aquella invitación.
Mu entendería sus razones en un futuro, lo entendería todo cuando viera la puerta a aquel jardín qué sería su tumba, pero deseaba ahorrarle el pesar que ese conocimiento le traería a su amigo, deseaba qué por ahora fuera feliz y despreocupado en la medida de lo posible en lugar de guardarle luto todavía en vida. No sería justo para él.
—Bueno, si aquí te vas a quedar deberías de limpiar un poco, ¿no crees? Te va a dar alergia con tanto polvo
—Qué Shun lo haga más adelante.
—Oye, no lo puedes tomar como alumno solo porque sí.
—¿Quien dice?
—Pues...el mismo Shun decidirá, supongo.
Shaka no contestó, no era algo que se pudiera decidir, el destino era el destino, llegaría tarde o temprano.
—Bueno, si no me vas a hacer caso será mejor que me retire, a diferencia de ti yo si tengo cosas que hacer.
El lemuriano se dio la vuelta para salir, no iba a rogarle a alguien que claramente tenia su decisión firmemente tomada, pero fue su voz la qué le hizo detenerse por un instante.
—Vuelve pronto.
Con que de eso se trataba, el rubio no bajaría, pero le dejaba la puerta abierta para que regresara, para que subiera esos empinados escalones solo para verlo. No era exactamente una invitación porque no era necesario, Mu sabia que Shaka sabia que él lo haría, volvería a venir a verlo. Qué fortuna el no haberse volteado al oír su voz, de lo contrario probablemente notaría el ligero sonrojo en sus mejillas, a pesar de tener los ojos cerrados, igual a como siempre notaba los cambios más sutiles en él.
Maldito, mil veces maldito Shaka y sus malditas provocaciones. Mu deseo gritarle en su cara pero eso solo le traería satisfacción al guardián de la casa de Virgo, por lo que solo atino a decir una palabra de despedida antes de salir y emprender el viaje de regreso al inicio de las Doce Casas.
—Flojo.
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