Mírame
—Diane...—Susurró viéndola correr en sentido contrario suyo con el rostro mirando al suelo. —¿Que sucede?
Sus ojos viajaron al frente encontrándose a Meliodas abrazando con ayuda de sus piernas y anclandose al cuerpo de Elizabeth mientras masajeaba sus pechos.
Aquella escena había sido demasiado para ella.
Tragó pesado y flotó por el reino buscando entre el mar de gente a Diane, jamás pensó que su estatura sería un problema.
A las afuera cerca de algunos árboles se encontraba sentada balanceando sus pies. Descendió hasta que sus pies hicieron contacto con el suelo rocoso y se sentó a su costado guardando silencio.
—¿Qué es lo que quieres?—escupió con violencia.
—Disfruto de la vista. —Evitó mirarla, ella no buscaba ser el centro de atención.
Sus ojos ámbar recorrieron las llanuras que rodeaban el reino de Liones. Sus manos picaban al contenerse por querer reconfortar a la fémina entre sus brazos.
Lo que esperaba llegó solo, sin forzarlo.
—¿Por que? Aunque quisiera odiarla no puedo, pero me cuesta tanto aceptar que el capitán quiere a Elizabeth. —Gimoteó—¿Acaso tengo algo de malo?
Sus manos sudaron intentando controlarse, debía ser prudente.
—¿De que hablas? No hay nada de malo en ti.
Los orbes violetas que dejaban salir su dolor en pequeñas gotas buscaron los ámbar del masculino.
—¿Entonces que pasa? El capitán fue el primero en no verme como anormal, como una chica, pero ahora él está con ella, no me vio como nadie más que una guerrera...¿qué debo hacer ahora?
Lágrimas corrían por sus mejillas, meneó la cabeza intentando calmarse. King apretó con fuerza las manos, odiaba verla así y más por el capitán, aunque no se tenía la culpa por que jamás le dio falsas ideas. El sentimiento estaba ahí, vivaz, fuerte y creciendo. Él apretó los labios, en este momento debía consolarla, hacerla sentir mejor pero ¿eso serviría de algo? Un latido doloroso se expandió por su pecho. Miro detalladamente las plantulas que brotaban del suelo a sus pies.
—Olvidalo—Tomó una larga bocada de aire. —Olvida al capitán Diane, deja de aferrarte a él.
La fémina lo contempló abrumada, él siempre terminaba diciéndole palabras alentadoras para hacerla sentir mejor pero ahora ¿qué pasaba con ese tono indiferente?
—Sé que debo hacerlo, pero no puedo...Tú no me comprendes. El capitán es el único chico al que he mirado así.
El rey hada apretó los puños, los dientes se aferraban en su sitio, como en cada una de las situaciones donde esta misma escena se desarrollaba y el debía quedarse callado y ser un buen compañero. Silenciado durante dos siglos, cuando solo eran ellos pero que no quiso que la situación se tornara diferente por decirle aquello que no comprendía del todo y sus años como pecados capitales, su amor por el capitán lograba abrumarlo, lo dejaba harto y dolia.
Oh, dolía demasiado.
En su cabeza sonó una risa irónica, ¿de verdad esta diciendo eso? Respiro profundamente y meditó sus palabras siguientes, pero su cabeza estaba caliente.
—Mírame Diane.
La chica lo observó extrañada, levantarse de su lugar y ponerse enfrente suyo. No entendía lo que acaba de decir.
—¿A que te refieres King?
—Deja de mirar al capitán a sí y mírame a mí.—Dejó salir sin medir sus palabras, dejando salir sus frustraciones.
Sus orbes hicieron contacto, la determinación llenando los ámbar, se acercó sin reparo a la fémina y poseyó sus labios, reclamando como suyos.
Diane estupefacta permaneció quieta, con los orbes abiertos ante la sorpresa ¿King...sentía algo por ella?
El masculino sintió un choque eléctrico inundar cada partícula de su ser, algo pesado se posó en su estómago y las manos temblaban al poder al fin hacer aquel que tanto ansiaba desde hace siglos. Tomó una de las manos de Diane que mantenía arriba y mordió con ligereza su labio inferior. Aquellos labios con los que tanto había soñado, quemaban y eran tan dulces como un elixir. Sus movimientos lentos y seguros saboreando la superficie, sus extremidades picaban nerviosas ante la acción. Su corazón latiendo desquiciado, tanto que dolia, intentando salirse de su pecho, situándose en el inicio de su garganta.
En algún momento Diane le correspondió pero eso no fue notado por el rey hada.
Se llevó entre sus dientes aquellos labios carnosos por última vez y se alejó observando a una castaña sonrosada y avergonzada. Su corazón dio un brinco fuerte trayéndolo a la realidad. Cerró los ojos y dio media vuelta, sin esperar un solo segundo más se alejó volando del sitio.
Diane lo observó volar a una velocidad asombrosa, el calor se expandió de sus labios hacia su cuerpo y su mano tocó su pecho, donde sintió los latidos desenfrenados de su músculo cardíaco.
King sacudió la cabeza abrumado y cerró su mente para no pensar en nada más, aunque una frase escapó sin permiso.
Diane jamás le perdonaría tan acción.
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