Microrrelato; desde la otra perspectiva.

Kyungsoo lo había hecho de nuevo; no quería. Pero lo hizo. Era compulsivo, era retorcido, era reprochable. Lo siento, murmuraba, pero su mente giraba como un torbellino imparable cuando lo veía; como un huracán, y eres horrible, tan horrible como persona, y por qué, por qué eres así. Pero la suavidad seguía en sus labios, continuaba siendo tan inimaginablemente abrumadora, de aquella que le hacía cerrar los ojos, y debes controlarte, eres un adulto, está mal, tan mal. Era culpa del huracán. La catástrofe; el destructor de moralidad, de raciocinio, de sentido común mínimo. Observado desde otro lado, a él no lo comprendían. No intentaban hacerlo, tampoco, no había un mísero esfuerzo por entrar en los sesos de personas como él, ponerse bajo su piel y en sus zapatos. Nadie quería. Es que era repudiado, eso era, demasiado detestado. Lo siento, susurraba. Pero ninguno podría llegar a saber la razón de sus disculpas; iban dirigidas a alguien que no las entendía y solo respondía sonriendo con un par de dientes faltantes y tomando sus mejillas diciendo tío, tío yo si sé guardar secretos. Y es que era incomprensible, cómo Kyungsoo pudiese sentirse tan arrebatado por un niño de cinco años.