8. | Nunca más, nunca más |
incest | Es tan hermoso, tan vicioso, tan adolecido.
Está sangrando, por el tajo en su labio superior—y es que un golpe de vez en cuando no hace mal a nadie. En especial si viene de esa persona que adora, su mejor amigo, su única mitad, familia. En especial si lo merecía, derechamente. Al menos eso supone. La patada en el estómago también, aunque el rodillazo en las costillas comienza a ser puesto en duda.
Y es que Kyungsoo hizo algo mal—pero se suponía que debía ser secreto.
"¿De dónde sacaste eso?"
"¿Qué cosa?"
"Ese collar."
"Oh, bueno, el otro día vi a un viejo amigo. Creo que lo mencio-"
"No lo hiciste."
"Es solo un regalo atrasado de navidad."
"¿Y esa marca?"
Allí estaba, oculta bajo el cuello de su camisa, pero Jongin de una u otra forma lo vio. Porque Jongin tarde o temprano se acaba enterando de todo.
Pero, ¿cómo podría defenderse? ¿Qué se puede decir en momentos como ese, cuando se sentía atrapado en un círculo vicioso? La vergüenza de no poder explicar, y el ser tan jodidamente tímido, de personalidad tan débil, de presencia tan pequeña, de voz tan temblorosa.
"Nunca más, nunca más", jadea Jongin atrás suyo, moviéndose como un animal, y a pesar de que su labio sigue escurriendo un delgado río rojo, el otro no se detiene. Su rodilla se raspa contra la madera de la casa del árbol en la cual se reúnen todos los días, después de la escuela, después de pasar todo el día juntos.
Jongin es tan violento—está enfermo, dijo su madre.
Kyungsoo es tan introvertido—es un problema, dijo su padre.
Son una mala combinación, pero nadie puede decirles nada. Nadie se atreve a acercarse a Jongin, tan obsesionado con su hermanastro. Nadie lo culpa. Está enfermo.
Pero es mutuo—la compañía, el deseo, la incapacidad de separarse, en realidad, por mucho tiempo. Han sido tantos años. Han sido tantos golpes, tantas sonrisas, tantos besos, tanta intimidad de todo tipo. Es costumbre. Las mentiras a sus padres—es costumbre. Las mentiras a Jongin—todo es costumbre.
Se hace tarde. Kyungsoo ve venir ese cambio de actitud, en el que Jongin se recupera de la furia, del deseo, y baja una de las personas más dulces del mundo, eso dice él—y admira. Admira cada una de las partes de Jongin, a pesar del dolor; porque luego vienen las frases dulces, y el acurrucarse, y una parte de su cabeza le recuerda que se va a manchar con lo que se escurre por entre sus muslos, pero la otra solo se entrega a Jongin.
Kyungsoo pregunta. Lo ha hecho tantas veces ya.
"¿Qué harías si me fuese?"
"¿A qué te refieres con irte?"
"Irme. Para siempre. Jongin, ya no sé porqué estoy vivo."
Es tan sincero que su hermanastro no ve la forma de juzgarlo. En esos momentos, en aquel estado, mirando el techo de madera y las ramas, las hojas por el cuadrado que hace de ventana. Lo apega más a él.
"No te puedes ir."
"¿Por qué no?"
"¿Con quién me quedaría?"
El ruido de las hojas moviéndose con el viento es tan tranquilizante, piensa, tan hermoso.
"Entonces vámonos juntos."
"Algún día lo haremos."
Son una muy mala combinación.
El verano avanza, luego hay mar y arena bajo sus dedos, sus padres duermen en la casa de playa y, para variar un poco, se han escapado. Pasean de la mano, marcan sus huellas, ven cómo desaparecen, se vuelven a dar cuenta de lo insignificantes que son en ese universo—no les importa en lo mínimo. Está siendo encantador, y le dedica la estrella más brillante, dice que es de él, y todo el océano también, y la luna, si así quiere, y se pone de rodillas frente a él y besa su mano. Le regala una pulsera, que había comprado en la feria ese mismo día, dijo.
Son dos adolescentes. Adolecen por la vida, por el amor, por los celos, por el romanticismo, por la dulzura de miel, por las marcas moradas en la piel de Kyungsoo, por sus deseos de morir, por el descontrol que tiene Jongin de sus sentimientos, por el abuso, por los arranques de ira y de devoción absoluta.
Entonces el círculo se repite.
"¿De dónde sacaste eso?"
"¿Qué cosa?"
"Esa pulsera."
"Oh, bueno, el otro día vi a un viejo amigo. Te dije, ¿no?"
"No lo hiciste."
"Es solo un regalo atrasado de amistad."
"¿Y esa marca?"
Allí estaba, oculta bajo el cuello de su camisa, donde se hallaba la última. Siempre ocurre—siempre la descubre.
Kyungsoo no es capaz de decir la verdad. Cuánto haría eso pensar a Jongin—las cosas van bien así. ¿Qué podría decir, de todas formas? Recibe los golpes, sin miedo. Porque es su culpa que, nuevamente, no haya sido capaz de decir la verdad a Jongin—que había sido él quien lo había hecho, quien le había regalado eso apenas unos minutos atrás y le había dejado aquella marca.
Kyungsoo no pudo, otra vez—son una combinación tan mala, los dos.
"Nunca más, nunca más," jadea Jongin atrás suyo, como siempre lo hace, moviéndose sin suavidad, y es él el único que marca su cuello, por infinita vez, en el mismo lugar. Su rodilla se raspa contra la misma roca de todas las noches de verano, de todas las vacaciones.
Pero Kyungsoo ya no sabe por qué Jongin dice "Nunca más."
¿Qué debía pensar? ¿Qué se puede decir en momentos como ese, cuando la frase estaba tan gastada, tan repetida? Las explicaciones no hacen falta—está tan acostumbrado.
Luego pasa la noche, y acostados sobre la arena piensa que el cielo es hermoso, se repite en su cabeza, el mundo en sí es tan hermoso. La belleza de cada objeto, de cada expresión de Jongin, de cada herida que hay sobre su piel porque son solo representaciones únicas de amor, de lo que es su vida.
Y es curioso, que en cuanto más piensa en la magnificencia de las cosas, mayores son los deseos que tiene de suicidarse.
"¿Qué harías si me fuese?"
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