44. Perdidos en la desdicha

Un día más en que abrir los ojos dolía, dolía por aquellos tan cercanos a mí que consideraba mi familia.

Hace tres años había llegado a este lugar sin muchas esperanzas, sabía que este pueblo no me ofrecería ni un cuarto de las posibilidades que una ciudad, pero mi padre fue transferido para trabajar con el Alcalde y tuvimos que mudarnos. Tan pronto como pusimos un pie en la casa, esta señora apareció como caída del cielo. Recuerdo a mi mamá preocupada porque no teníamos mucha comida y no había tiempo para comprar mientras descargábamos la mudanza. Mi estomago rugía y apareció el hada de la lasaña, con una bandeja mucho más grande de lo que creí podría cargar con su aspecto frágil.

Como era de esperarse ya éramos la comidilla del pueblo por ser nuevos en un sitio donde todos se conocían, tuvimos la oportunidad de ser vecinos del mejor matrimonio que había conocido en mi vida, nunca conocí a mis abuelos, pues ambos habían muerto. Pero como me hubiera gustado que fueran como Carmen y Albert, pronto descubrí que esa señora de frágil no tenía nada y que podía lanzar profesionalmente un rallo de queso por la ventana y golpear a su marido en la nuca (sin ver) porque olvidó comprar la leche que le había pedido cinco veces que comprara.

Y que aquél feroz anciano diez años mayor que su esposa, detrás de su dura fachada, era la bondad hecha persona. Capaz de amenazar a un chico con un arma solo por quedarse mucho tiempo mirando a mi ventana.

Cómo en los últimos días estos recuerdos llenaban mi cabeza, la de veces que fui con ellos porque mi casa no se sentía como un hogar; con dos padres disfuncionales que se esforzaban por lucir correctos ante todos. Me dolía ver que sufrían, me dolía verlos tan lejanos, ensimismados en su mente.

Me puse un chándal y una sudadera extra grande que había encontrado, mi ropa no estaba toda limpia y alcancé lo que pude antes de ir a la casa de enfrente.

La camioneta no estaba, eso quería decir que como en los últimos seis días el abuelo había ido a recorrer el pueblo y sus al rededores pegando carteles y buscando a su nieta hasta por debajo de la piedras.

La puerta me fue abierta por el clon en miniatura de Ana, me seguía resultando sorprendente lo parecida que Becca era a su hermana.

—Hola tu —saludó sin despegar la vista de su móvil —. ¿Asaltaste un hogar de beneficencia?

Negué. En eso si distaban por completo, Becca era un tempano de hielo llena de frases irónicas y un sarcástico humor. Me recordaba un poco a Evan.

—¿Sigue sin salir?

Ahora ella niega cerrando la puerta tras de mí.

—Sigue siendo injusto que solo te deje entrar a ti, a mamá siempre le grita y dice que me parezco demasiado a ella para su gusto.

Afirmo con la cabeza sin dar a entender que tal vez, solo tal vez, sea por la actitud tan relajada que poseen ambas pelirrojas ante la desaparición de su familiar más cercano. Incluso yo, sin apenas haber tratado con la chica, siento un enorme vacío cada día que pasa y no obtenemos noticias.

—Hola linda —saluda la madre de Ana.

Lucia pulcramente peinada y vestida como si fuera a un cóctel y no estuviera preocupada en absoluto por su desaparecida hija, sin embargo, su cara denotaba cansancio; en sus marcadas ojeras y sonrisa forzada.

Yo desentonaba con mis ropas de vagabundo.

—Supongo que vienes por mi madre.

Asentí, demasiado cohibida para hablar.

Me dejó una bandeja con tostadas, mantequilla, huevos revueltos, bacon y jugo de naranja. Un desayuno muy de ciudad.

Subí con cuidado de no tropezar y fui directo al cuarto donde unas semanas atrás había hecho una maratón de películas con cierta pelirroja. La anciana estaba tendiendo la cama y poniendo un par de peluches sobre esta.

—Hola —saludo con voz suave.

—¿Otro desayuno pijo?

Río por lo bajo.

—Traficaré un poco de café más tarde.

—Esa mujer de abajo no parece hija mía —niega sorbiendo el jugo y arrugando el rostro —. Sin azúcar, puaj. Me niego a bajar hasta que se comporte como una adulta medianamente humana y muestre un poco de respeto por su propia hija.

De nuevo era participe de su discurso hasta llegar como cada día a la dura parte de las lágrimas.

Se me hacía imposible no unirme a su llanto a ver a esta mujer desplomarse en mis brazos.

Hablamos de la universidad y se alegró por mi plaza en la academia de arte (mi madre ni lo sabía). La dejé dormitando luego de darle su tratamiento para regular la tensión y bajé con una bandeja vacía y un jugo intacto.

Estaba terminado de lavar los trastos cuando la puerta se abrió de golpe.

—¡Papá! —oí gritar.

—¡¿Dónde está?! ¡Sé que la escondiste!

—¡Entiende! ¡No puedes ir por la vida con un arma, vas a matar a alguien!

—Es justo es punto y lo haría si no hubieras escondido ¡Mi puta escopeta!

Salgo de la cocina siendo testigo en primera fila de la batalla que se libra en la sala.

El padre y su hija enfrentándose.

—No eres un cavernícola papá —dijo pausadamente —, las personas civilizadas no van por ahí amenazando gente y portando armas grotescas. Quédate quieto y dejemos que sea la autoridad quien...

—Ay por Dios, sácate el maldito palo del culo y compórtate por una vez como una madre de verdad —todos giramos sorprendidos a la voz en lo alto de las escaleras—. Tu padre hace lo posible por nuestra niña mientras te dedicas a hacer como si nada pasa. Acepta que has fallado, que si hubieses prestado más atención a tu hija esto no estuviera pasando y al menos finge que te importa un poco la situación.

—¡Mamá!

—Yo no te crié así, Jeanette...

Ahora me sentía como una intrusa en medio de la disputa, lo peor era que no podía salir sin que los ojos de todos se fijaran en mi y con la furia que traían mejor no tentar.

Mentira, solo quería seguir chismeando.

Jeanette se irguió, limpió una lágrima y se fue escaleras arriba. A medio camino se giró a mirar a sus padres con lo que me pareció cansancio.

—La crianza no lo es todo, a veces la vida te golpea tan fuerte que no te queda de otra que endurecerte. Porque tu vives tu feliz retiro junto a tu pareja de toda la vida, ¿Y yo? Toda mi vida soñé con eso, un esposo, hijos, familia con la que envejecer ¿Y que conseguí? Un hogar roto, sola en una ciudad enorme con dos hijas a las que tenía que sacar adelante trabajando como esclava. Perdóname por no ser un pozo de amor, madre, pero es las circunstancias en las que estaba la ternura no iba a alimentarme.

Muy bien, eso dolió. Incluso pude ponerme en su lugar, pensando en mis propios padres y lo que hacían por mí.

Salí a socorrer a la anciana cuando se desplomó luego del portazo de su hija y la dejé en el sofá.

Me preparé para marcharme cuando Becca le devolvió al abuelo la escopeta, ya no tenía que hacer nada ahí pero cuando me dispuse a salir una mano retuvo mi brazo.

—No tan rápido chocolatito, tu y la fotocopia me van acompañar hoy.

—Pero...n-no estoy vestida para...

—¡Al diablo!

—¡Abuelo!

—Vamos a ir a sacar unas cuantas verdades y sé muy bien donde comenzar —el sonido del arma al ser cargada me hizo saltar.

Y subimos casi a rastras a la camioneta, Becca y yo nos miramos las caras. Esto no tenía buena pinta para nada.

*

No, no, no. De ninguna manera voy a entrar en esa casa con estas fachas...

Mierda me están arrastrando ¡Ayuda! esto es secuestro, luzco como un sin techo. Dios, este señor va abrir un hueco en la puerta. Pero si el timbre está ahí mismo, deje de golpear. Por favor ¡Piedad!

Me paseo de un pie a otro con una horrible sensación, se donde estamos, se quien vive aquí. Y aunque nunca en mi vida he estado en esta casa siento como si sufriera un enorme deja vú, que viene acompañado con un retorcijón en el estómago. Becca está totalmente confundida y el abuelo muy, pero que muy furioso.

—¡Abran la maldita puerta y díganme donde esta mi nieta en este momento o no respondo!

—Abuelo, esto es mala idea, vámonos...

Demasiado tarde, el ruido de una detonación hacia el aire me sobresalta y hace que cubra mis oídos, me late el corazón a mil y veo a Becca en la misma posición que yo.

—¡¿Que carajos están haciendo?!

Mierda.

—Mierda —la voz de Becca hace eco de mis pensamientos.

—Disculpa, pero solo una persona me llama así —espeta molesto.

Él es...guau, no importa cuántas veces lo veas.

—¿Me explican que hacen en propiedad privada lanzando tiros por doquier molestando a mis vecinos?

Becca boqueaba como un pez y yo solo pensaba que no había casas en varios kilómetros.

—Esto me está cansando, vine a hablar, muñequito y vas a decirme en este segundo donde esta mi nieta, eso de que no estaban en la ciudad no me lo trago, ustedes y su maldita secta tienen algo que ver y yo solo quiero... —su voz pierde seguridad— La quiero devuelta —finaliza en un susurro.

Puedo ver que Arion se relaja, se abre paso entre nosotros abriendo la puerta de su casa e invitándonos a pasar. Dentro es increíble, aunque yo no puedo apartar la vista del anfitrión y cuando se quita los lentes siento desfallecer.

—¿Calor, chicas? —nos mira con una ceja levantada.

Enrojezco aun más y Becca...bueno, su cara casi se une al color de su pelo.

—Me parece que apunta sus acusaciones al lado equivocado.

—Desde que llego al pueblo solo se ha visto involucrada con ustedes, fiestas, bailes, desapariciones. Te recuerdo que estuvo fuera contigo una noche entera ¿Quieres que no piense que tienen algo que ver? Soy viejo pero no estúpido.

—No-se-donde-esta —parece estar armándose de paciencia y se nota en sus puños apretados.

Noto como evita mirar a Becca de forma intencional, como si le incomodase.

—¿Que hacen un grupo de jóvenes reunidos en el bosque a las cuatro de la mañana?

Arion se tensa, Becca se tensa, yo me tenso. El abuelo lo ha pillado.

—¿De que esta hablan...

—Todos los días. Durante una semana completa. Hablando de canalizaciones, auras y quien sabe cuántas sandeces mas.

Arion se yergue mirando al abuelo a los ojos, ladea la cabeza y de repente no puedo dejar de mirarlo.

—Todo es un malentendido, señor —dice despacio—. Mis amigos y yo solo acampábamos, si supiéramos algo de Anabelle ya se lo hubiéramos dicho.

Es tan suave su voz, lo que dice tiene mucho sentido.

—Lo siento, chico —habla la pelirroja—, estamos muy afectados por la desaparición de mi hermana, perdón, en serio perdón.

—Sí, si...eh...yo. Lo siento muchacho.

¿Qué? Pero porque cambia de actitud. Frunzo en ceño y pestañeo como si recién saliera de un trance.

—Descuiden, ayudare en lo que pueda —sonríe de forma encantadora.

Pero veo lo forzoso de su sonrisa y un brillo extraño en sus ojos, el abuelo y Becca lucen muy dispersos y parezco ser la única en notarlo.

—Vale, andando chicas.

Se levanta a estrechar su mano. Y sale con la mirada perdida con movimientos

—Yo...ya voy.

No me prestan atención.

—¿Si? ¿Necesitas algo? —su tono frío dista mucho de su otra voz y es al mismo tiempo, más real.

—La verdad y que me digas que ha sido eso —me sorprendo de mis palabras.

Y de que él no me cause miedo o me intimide.

—Te irás como niña buena y no meterás tus narices —de nuevo hay algo en su mirada, me pierdo, pero vuelvo a centrarme.

—¡No! Estas mintiendo.

—¡Lárgate!

—¡¿Dónde está?!

—¡No es de tu incumbencia!

—Claro que lo es —las lágrimas llegan con fuerza —. ¡Es mi mejor amiga!

Cubro mis labios, los ojos de Arion pierden el gris volviéndose negros y me asusta. Lo he visto, sé que es así...pero...es...es imposible.

—No sé qué carajos pasa contigo, no puedes venir, hablarme así y darte el lujo de no ser afectada por la coacción.

Aparto la cara, recuerdos fugaces me atacan y me niego a aceptarlos. La fiesta, El tanque, la pelea, el hotel, Anabelle y yo...Michael. Estoy llorando a mares negando con la cabeza. Tengo mucho miedo.

La bocina me vuelve a la realidad y me siento en un sueño de mal gusto.

—Ya me lo quitaron a él...

—Está viva.

—¡¿Donde?!

—¡No lo sé, maldita sea! Si supiera donde está, ya estaría de vuelta, ¿Crees que no quiero acabar con todo y todos para hallarla? ¡Si supiera donde está, ya estaría conmigo! Perdiste algo importante Katherine y lo siento, pero yo no voy a perderle a ella.

—Promételo.

—No tengo porque hacerlo.

Aprieto mis labios.

—Si no lo haces es porque no estás seguro de traerla de vuelta.

—Si tengo que sacrificar mi maldita inmortalidad por ella, te juro que lo haré...esa es la única promesa que puedo hacerte.

Volver a asimilar esto era un shock, no podía hablar y exhibir a los Vriklas, tampoco podía hacer mucho por Anabelle.

La frustración me podía y abría paso a la rabia, hizo que borraran mi memoria para protegerme y acabe perdiéndola. Por mas dolor que estuviese sintiendo nunca la culpé de nada y deseo habérselo dicho antes.

Debíadespistar a su familia y confiar en Arion. El mar de desdicha seguía subiendoen marea y un iceberg era mi única salvación.

💙

💙

Holis.

Si se preguntaban qué estaba pasanda en casa de Annie pos aquista.

Sigan la cuenta de Arion en ig😴😴

Ayuden dejando estrellas y manitos 😏😉

Los quiero.

Besos helados💙

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