23. Historia de un amor inmortal
Se palpaba la tristeza en el ambiente, me era difícil hacer cualquier actividad que requiriera concentración por más de dos minutos, mi mente se desconectaba de mi cuerpo y sin darme cuenta me encontraba llorando en silencio varias veces al día.
Me sentía culpable de todo lo que estaba pasando, si no hubiese arrastrado a Kate a este secreto ella no estaría sufriendo de la forma tan dolorosa en que lo hace.
Aún no podía creer ellos estuviesen involucrados en la muerte de Michael y ninguno diera paso a señalar a su asesino, tenía que hacerse justicia, pero sabía que eso era imposible, la ley no puede ir en contra de un vampiro si no sabe a lo que se enfrenta, la única forma era que procedieran a lo Auguste Delagrange. Me ponía enferma darme cuenta de que estaba condenada a proteger su secreto y con eso condenaba también a Kate.
Ella estaba en un perpetuo estado de shock, había ido a verla todos los días desde que nos enteramos de la muerte de Michael, fue por unos hombres que cazaban en el bosque, ellos hallaron el cuerpo. Supimos por la madre de Kate que una amiga reportó su extravío y no se había comenzado la búsqueda cuando lo encontraron. Pasaron dos días antes de que los forenses entregaran el cuerpo para poder darle cristiana sepultura; se dictaminó debido a las heridas que un animal salvaje lo había atacado.
En cuanto lo escuchamos Kate y yo compartimos una mirada de reconocimiento. Me avergüenza admitir que huí, solo di vuelta y corrí a mi casa a encerrarme en mi cuarto.
Logré a duras penas salir para el velorio, ahí donde Kate gritó al ver el cuerpo de Michael y luego se quedó en un silencio tan total que aún no había roto.
Poseía una mirada vacía, sin ese brillo característico de ella, sus mejillas drenadas de todo color y hundidas, había perdido peso; su madre me dejaba verla con la esperanza de que le ayudara a salir de aquel estado, lo cierto es que apenas soportaba mirarme.
El pueblo era un caos, ya nadie iba a misa aunque los servicios eran a diario, los cazadores se abandonaban al bosque en busca de aquélla bestia que acechaba, se prohibió que personas sin licencia entraran. Hablaban incluso de retomar el toque de queda, sobre todo para los adolescentes que solían vagar hasta tarde. Elliot había huido del hospital y ahora todos los postes y paredes estaban empapelados con carteles de se busca.
Me quemaba en el pecho ver todo aquello.
Llamé a mi madre y a mi hermana cada día de la semana que había pasado e incluso busqué conversar con mi padre y mis antiguas amigas, todo en busca de algo que me alejara de pensar en este pueblo.
Iba a los cultivos con mi abuelo en las mañanas aunque ya la época no estaba para eso, nada calentaba mi ser. Me había convertido en una autómata, haciendo todo sin sentir nada.
Ya había acabado el permiso que me habían concedido en el trabajo y mañana tendría que reincorporarme, estaría sola, dudaba de que Kate volviese conmigo.
Una limpieza profunda a mi desordenado cuarto me mantenía ocupada este día, después sacar una pila de ropa sucia me di cuenta de que en la silla donde esta se encontraba estaba mi bandolera.
Recordé la nota de Evan, había tenido razón. Sentía odio y repulsión hacía él, hacía Arion y todos aquellos que pertenecían a su especie.
Tomé la bolsa y en un impulso por todo lo que me recordaba la lancé por la ventana. Ashton casi me había matado por segunda vez cuando la perdí y Evan me habían decepcionado tanto cuando la recuperé.
Mientras miraba a la calle y recordaba un súbito pensamiento se cruzó por mi cabeza, no, no iba a saltar y matarme, la caída no conseguiría más que causarme mucho dolor. Si Ashton había conseguido eliminar parte de aquella noche de mi mente, eso quería decir que ellos tenían ese poder.
¿O tal vez solo él? No sabía bien cómo funcionaba todo aquello pero iba a averiguarlo, conseguiría información y sabía quién podía dármela.
De repente un nuevo aire de esperanza llegó, pero no por mí, sino por Kate; mi instinto me impulsaba a querer protegerla y liberarla de aquel sufrimiento.
Busqué que ponerme con más entusiasmo del que había sentido en semanas y me encontré con la chaqueta de Arion en una mano y el abrigo de Evan en la otra, sus tan familiares olores invadiendo mi nariz y llevándome a recordarles. Eran tan opuestos, Arion olía a menta y a colonia cara; mientras que Evan era una mezcla de especias y lluvia, ligadas a su olor natural. Aún así ambos provocaban un cosquilleo en mi estómago.
Las tiré con furia al fondo del armario y cogí mi propia chaqueta, hice en mi cabeza un desordenado moño y aunque lucía pálida y con ojeras no me puse maquillaje.
Justo en la puerta fue cuando pensé con detenimiento y mi casi inexistente optimismo fue mermando.
Mi intención era buscar a Dick, o en su defecto a Val. Pero no tenía como contactarlos, podía ir al Lunchburgue's, sin embargo nada me aseguraba que iban a estar ahí. En el funeral de Michael ninguno apareció, solo los Vriklas fueron a dar sus "condolencias". Supuse que era debido a la posición de la familia y a que debían mantener la fachada.
Tenía la posibilidad de contactar con Arion...y también con Evan, pero no soportaría oír sus voces. Cada pensamiento me desanimaba más y más.
—Cariño —la voz de mi abuela proveniente de las escaleras me saco de mi ensimismamiento—. ¿Vas a salir?
—Iba a hacerlo, pero...
Su mirada se suavizó, había estado tanto tiempo encerrada que incluso se habían olvidado de mi castigo.
—Hace un poco de frío ¿Ibas dónde Kate? —me observó, sabía que no iría donde Kate así vestida, buscaba indagar indirectamente—. Quería un poco de aire, hablar con alguien, es solo que recordé que no tengo idea de donde puedan estar mis...amigos.
La última palabra se negaba a salir, lo cierto era que solo consideraba amiga a Kate.
—¿El chico Dawson tal vez? —negué tragando con dificultad ante esa posibilidad.
—En realidad quería hablar con Val ¿Recuerdas? La novia de Dick, uno de los que estaban en la misa con los Vriklas.
Apretó los labios pensando, ya sabía que ella reprobaba aquello que ellos hacían, no me reprochó.
—Nunca la vi en el pueblo hasta este año, lo cierto es que el muchacho de los Nichols nunca dio problemas tampoco, es ese extraño culto que les lava los cere...
Dejé de escuchar al instante.
—¿Sabes dónde vive? —le interrumpí a medio discurso.
—Pues sí, su abuela y yo éramos buenas amigas, Dios la tenga en su santa gloria...
Le saqué el nombre de la calle antes de que se embarcara en una historia de nunca acabar y con ayuda de google maps pude salir rumbo a su casa.
Solo esperaba que él sí viviera con sus padres y no fuera como Evan.
Cuando supe más o menos el lugar a donde iba, opté por guardar y silenciar mi teléfono, era uno de los barrios no tan pintorescos del pueblo. Los números de las casas eras apenas distinguibles y me fue un poco complicado hallar la correcta.
Estaba considerablemente bien construida y mantenida en comparación con las demás y de no ser por la mala ubicación sería muy agradable vivir en ella.
Llamé a la puerta un par de veces, escuché un gritó y luego el cerrojo correrse para abrir paso a una mujer en sus cuarenta, su rostro era amable, de esos ante los que no puedes negar una sonrisa en la calle.
Me dio un vistazo rápido antes de sonreír, arrugas se formaron en sus ojos increíblemente grises dándome a entender que hacía aquello muy a menudo.
—Tener un hijo adolescente trae a muchas jovencitas guapas a casa ¿Qué deseas cariño?
—¿Vive Dick aquí? —inquirí con nerviosismo.
Ella asintió.
—Está arriba ayudando a los gemelos con su tarea —explicó—. Pasa, pasa ¿Algo de beber?
Caminó rumbo a lo que era su cocina, la seguí tropezando en el camino con varios juguetes.
—No, gracias.
—Lo siento, la niñera no ha podido venir hoy, Maggie me ha tenido ocupada todo el día.
Fue cuando me di cuenta de que había alguien más en la cocina, una bebé rubia en su silla especial; estaba muy distraída y silenciosa gracias a una caricatura y la había pasado por alto.
—Mamá, al parecer alguien no comerá postre si no comienza a sum... — Dick venía caminando sosteniendo sin esfuerzo a un niño de cabeza entre sus brazos.
Este no paraba de reír y corriendo llegó otro niño a empujar a Dick por la espalda, no tendrían más de cinco o seis años y eran gemelos.
—¡Basta Dante, no golpees a tu hermano! Den...Dan...aaaarg —chasqueó los dedos—. ¡Dick! te llamas Dick, baja a Dennis ¡Ahora! ¡Se está poniendo morado! —gritó su madre.
En un nanosegundo los tres chicos estuvieron firmes y en fila india, Maggie aplaudió y hasta yo me vi en la necesidad de formarme.
—Ana —habló Dick mirándome con sorpresa—. ¿Qué haces aquí?
Apreté los labios mirando a su familia.
—Necesitaba hablar con alguien —confesé.
Vio el significado tras mis palabras y le envió una mirada a su madre.
—Ve arriba cariño, yo me ocupo —dijo ella.
Acto seguido y con una palmada hizo que sus hijos fotocopiados comenzaran a recoger los juguetes.
—Cuanto carácter —dejé salir al ingresar en su sencilla habitación.
Estaba pintada de azul y no tenía toques distintivos más que un par de pósters de los vengadores.
—Criar a cuatro hijos te hace eso ¿Cómo llegaste hasta aquí?
—Pues con los pies.
Sonrió.
—Gran respuesta, supongo que no hay nada "humano" que quieras saber de mi —dijo simulando unas comillas.
Pensé y luego negué.
—De hecho sí, una cosa —no ocultó su sorpresa—. ¿Cómo es que al parecer llevas una vida normal? ¿Ellos saben qué...?
Sus ojos azul oscuro se fijaron en mí con un poco de pesar.
—Es una larga historia.
—Tengo tiempo para la versión resumida.
Asintió y cerró la puerta, se sentó en una silla rotatoria y yo hice lo propio en la cama. Suspiró antes de comenzar a relatar su historia.
—Mi padre y yo solíamos cazar cuando estaba libre, él era militar —aclaró su garganta—. Ya sabes, cazar es un deporte aquí. Hace dos años, mamá estaba en casa con ocho meses de embarazo. Papá y yo competíamos por atrapar a un ciervo, era uno grande, estuvimos mucho tiempo caminando.
>>Cansados y hambrientos ya estábamos por desistir cuando papá oyó un ruido, vimos un candil pero era muy azul para ser de cualquier animal, papá disparó, oímos el gruñido claramente humano y corrimos a socorrer al herido. No era un animal por supuesto, pero tampoco era humano...
Abrí mucho los ojos.
—Vampiro —completé en un susurro.
Él asintió distraído.
—Lo vi atacar a papá, desgarrar su cuello y tomar su sangre hasta dejarlo vacío. No quería aceptar aquello que estaba viendo, era demasiado irreal —sus ojos estaban perdidos en el pasado—. Había oído aquella absurda leyenda del vampiro griego, en la escuela solíamos burlarnos de ello —sonrió con amargura—. Mis pequeños hermanos se burlan de ello, pero yo tuve a uno frente a frente y no hice nada, corrí lejos de ahí, esa cosa fue más rápido obviamente. No tenía intención de matarme, a mi parecer le divertía la posibilidad de hacerme como él, así tendría que vivir sabiendo que me convertiría en un monstruo como aquel que había matado a mi padre.
>>Dijeron que había un asesino en serie y que yo había sobrevivido aunque estaba en coma. Pasé por el reposo, lo que estaba pasando Elliot antes de huir. Para cuando desperté, exaltado, hambriento y con una vena asesina latente me encontré con Evan. Él me alimentó y explicó lo que era, lo culpé de asesinar a mi padre y aunque él no lo hizo, dejó que le atribuyera la culpa; luego supe que protegía a su amigo.
Ashton.
>> Estaba conmigo día y noche, mamá tuvo a Maggie y por eso no podía ir a verme al hospital, con el alta, Evan se encargó de mantenerme fuera del radar del clan, aprendí a controlarme y alimentarme solo cuándo realmente fuera necesario. Pero no podía dejarla sola —desvío la mirada a la puerta—. Era demasiado para ella, aún sabiendo el peligro que sería volver, lo hice. Me enamoré de esa carita de ojos grises en cuanto la vi y supe que ya no había nada que me alejara de ellos. Así tenga que sacar mi parte inhumana voy a protegerlos a toda costa.
Una lágrima se abrió paso entre mis pestañas y luego le siguieron unas cuantas.
La puerta se abrió y sequé mi rostro, avergonzada.
—¡Dick Anderson Nichols! yo no te enseñé a hacer llorar a las mujeres —solté una carcajada al ver a su madre con los brazos en jarras.
Lo cierto es que no podía sentir odio por Dick a pesar de ser lo que era, detrás de cada persona se ocultaba una historia que debíamos conocer antes de juzgarlas. Yo me había concentrado tanto en hacer oír la mía que no prestaba atención a los demás y era injusto meterlos a todos en un mismo saco sin ahondar un poco en ellos.
Tal vez estaba equivocada también con Arion y Evan.
—Descuide, solo estoy algo sensible.
Ella me abrazó.
—Entiendo, cariño. ¡Ah! —exclamó llevando una mano a su frente— Val ya volvió del trabajo, estábamos haciendo la cena ¿Te quedas, Ana?
—No me gustaría importunar señora...
—Solo Miriam, por favor.
—Quédate Ana —se le unió su hijo—. Aún no me has contado por qué viniste.
¿Debía hablarlo con él y Val? ¿O tal vez darle una oportunidad a Evan? Después de todo él se había disculpado aquélla noche en el hotel.
Lo que sea que haría podía pensarlo mientras cenaba con aquella increíble mujer y sus adorables hijos.
Dick y su familia me habían demostrado que el amor era una fuerza que hacía sucumbir incluso a los bajos instintos de un depredador.
❄
Sooooooo, el capítulo puede no parecer relevante pero créanme, lo será.
Besitos, bye✌
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