20. Aquí viene el lobo. Parte I

—Bien mamá, sabía que tus manos estaban metidas en mi castigo.

Tus abuelos no se atreverían a hacerlo —dijo con autoridad mi madre—. Te dan demasiadas libertades y...

—Mamá, ya estoy grande y sé cuidarme sola.

Recordemos lo que pasó la última vez —eso fue un golpe bajo de su parte.

—¿Y qué paso? —dije con sorna—. ¿Acaso no fue un simple accidente que debo superar?

Ana...

—No, por lo menos mis abuelos si creen en mí y no tratan de tapar el sol con un dedo.

No debí colgar, pero no podía soportar esto ahora.

Estaba bastante distraída la verdad, vagaba sin rumbo pensando en qué era lo que podría haber en aquel lugar y porque escogerlo para ocultar algo.

Aquel tanque, tan viejo como el pueblo mismo era una gran construcción en las afueras de la cuidad, según sabíamos, en algún momento había sido responsable de surtir de agua al pueblo durante las épocas de sequía y desde hace unos treinta o más años permanecía sin uso.

Quisiéramos o no debíamos asistir a la fiesta que organizaba el restaurante, aunque en realidad ellos habían contratado más personal por la cantidad de personas que asistirían.

El timbre sonó y me extrañó, la abuela estaba en alguna de las casas de nuestra calle ayudando a decorar a pesar de que la nuestra permanecería sin más detalles que una calabaza con una cara feliz cortesía de Kate.

Cuando bajé, mi abuelo se hallaba conversando plácidamente con un hombre, era el mismo que habíamos visto en el hospital y llevaba una caja.

—Calabacita, este señor tiene un paquete para ti.

—¿Anabelle? —preguntó con aquella aterradora voz.

Asentí y me dio la caja, solo esperaba no tuviera una cabeza dentro.

El hombre se marchó sin decir nada más y mi abuelo miró la caja con sospecha, me encogí de hombros.

—Revisa que no sea una bomba —dijo volviendo al sofá a ver su partido —. Y si lo es, procura explotar lejos de mí.

Subí a mi cuarto y dejé en la cama el paquete sin abrir, busqué el teléfono fijo y marqué a Kate.

—¿Recibiste algún paquete? —dije apenas descolgó.

No que yo sepa ¿tu si?

—Extraño pero si.

¿Algo de Nueva York?

—Tal vez.

Pero no lo creía así. No cuando el sujeto que lo entregó era aquel misterioso y perturbador hombre.

¿Tienes disfraz para esta noche?

No contesté pues la curiosidad me ganó y terminé abriendo la caja, aparte el papel de envoltura y casi me da un ataque...

De risa.

Era una capa roja y debajo había un vestido corto de color negro, extendí el disfraz en la cama, en el fondo había una nota con una elegante caligrafía.

Compláceme esta noche, Caperucita. Déjame demostrarte que el lobo no es tan malo.
A.V

Sonreí inconscientemente y hablé de nuevo.

—Todo listo para esta noche ¿Nos arreglamos en mi casa?

Recibí su afirmativa respuesta y fui directo al sótano de la casa, había un par de cosas que debía tomar.

Cerca de las cinco ya estábamos listas, tomamos el auto de la madre de Kate con la excusa de que saldríamos tarde y partimos, las puertas estaban abiertas en el restaurante y aunque había poca gente vimos a nuestras compañeras ir de un lado al otro con bandejas de comida.

Al parecer Kate y yo éramos las únicas con algo de creatividad pues de las cinco camareras solo tres estaban disfrazadas, una de bruja, otra de rockera y la última de camarera zombie. Nuestras otras dos compañeras se limitaban a usar cuernos de luz intermitente.

Por nuestra parte, yo estaba usando el disfraz de Caperucita Roja, el vestido se ceñía en la parte superior y caía suelto y abultado hasta por encima de mis rodillas, era de mangas cortas y la capa me cubría bastante, lo complementé con un lindo y sutil maquillaje donde lo que más resaltaban eran mis labios color carmesí y una cesta de picnic que tomé prestada del sótano.

Kate iba del Cisne Negro, verla tan oscura impactaba pues ella siempre usaba colores claros, el traje era precioso y muy detallado y las medias panty resaltaban sus piernas, su maquillaje de ojos ahumados la hacían lucir fabulosa.

Nuestra jefa nos miró mal y yo se la devolví aguantando la risa, llevaba un disfraz de calabaza muy mono y probablemente lo único de su talla que consiguió.

—¡A trabajar! A eso vinieron, no a lucirse.

Kate fue a servir mientras yo intercambiaba puestos con la cajera (orden directa de la jefa) no quería desastres hoy.

El lugar se fue llenando de inmediato de fantasmas, brujas, diablas y una buena cantidad de Pennywises, lo que estaba de moda, básicamente. Bueno algunos, también vi momias e incluso un hada, halloween no tenía límites.

Joder ¿Eso era...?

—¡Michael eres una puta prueba de embarazo! —gritó Kate al ver entrar a su rubio favorito.

—¡Esto si da miedo! —gritó en respuesta—. ¡Vamos chicas, la que baile conmigo será bendecida antes de que acabe el año!

Me reí de sus ocurrencias.

Cerca de las ocho no cabía ni un alma en el lugar, o afuera. La música se había ido elevando conforme a la hora y el trabajo incrementaba; por fin llegó el personal de relevo por esta noche y ellos sí lucían tétricos, todos disfrazados de vampiros. Que puto chiste.

Me uní a Kate y a Michael afuera del restaurante quienes hablaban con alguien de brillante chaqueta roja que estaba de espaldas a mí.

—Mira esto Ana —me llamó Michael—. Hoy no soy Michael, él es Michael.

Y llegando a su lado señaló a su acompañante, Evan se veía realmente extraño con ese disfraz, tuve que apretar mis labios. Era tan común serio y con el ceño fruncido que verlo de esa forma me produjo una gran carcajada.

—¿Michael zombie?

Hizo una mueca de disgusto.

—Fui obligado, no opines. —dijo serio.

—Claro, seguro fue tu novia quien lo propuso ¿no? —dije con toda la intención de provocarlo.

Levantó una ceja así como una esquina de su boca.

—¿Celosa?

Me reí intentando ocultar el calor de mis mejillas.

—Claro que no, tal vez terminemos siendo cuñados —sonreí con triunfo cuando apretó los puños acercándose.

Kate y Michael veían del uno al otro confundidos por nuestra actitud; la tensión entre ambos era obvia y no podía evitar admitirme a mi misma que él me atraía.

Una gran camioneta se detuvo en el estacionamiento rompiendo así nuestro duelo de miradas, los que estaban afuera no dudaron en posar sus ojos en los recién llegados y es que era imposible no hacerlo.

Los cuatro chicos eran absolutamente hermosos.

El chico del súper y su novia, o lo que fuera, eran Víctor y el cadáver de la novia y eran por mucho el mejor disfraz en parejas que había visto.

O bueno, hasta que me di cuenta de que el otro chico iba disfrazado de hombre lobo y hacía un juego perfecto con cierto disfraz que alguien de este grupo, cuyo nombre no diré, pero todos saben quién soy, tenía.

Si, Arion y yo teníamos un disfraz en parejas. Y sí, Evan le disparaba dagas con la mirada mientras yo, después de hacer lo mismo con una Agniet vestida de mezclilla, terminé sin poder apartar la vista del torso desnudo de Arion.

Llevaba una camisa a cuadros roja, sin nada debajo, jeans ajustados y una buena cantidad de maquillaje en su rostro que simulaban ser pelo, su cabello rubio estaba peinado hacia atrás y era en general un deleite a la vista.

Vinieron hacía nosotros acaparando todas las miradas, Agniet se colgó del brazo de Evan parpadeando como idiota, aún no entendía lo que pasaba entre esos dos. Arion subió mi capucha cubriendo mis ojos y antes de que pudiera detenerlo planto un rápido beso en mis labios.

Me quedé paralizada con las manos en el aire y la capa aún sobre mi rostro, no quería mirar a nadie.

Cuando me digné a mirarlo me gruñó con las manos en forma de garras mostrándome sus colmillos de plástico, su hermana blanqueó los ojos.

—Tantos años y sigues siendo un niño.

Tenía esa mueca de todo me huele mal que ya no trataba de ocultar tras una sonrisa falsa, se volvió hacía mí.

—Y tú...qué bueno que mi hermano sea la mitad atractiva del disfraz. —comentó despectiva.

Enrojecí de pura furia. No entendía por qué actuó al principio como si quisiera ser mi amiga y de la noche a la mañana cambió radicalmente. Sospechaba que Ashton tenía mucho que ver en eso.

Entramos juntos al alboroto del restaurante y descubrimos que las luces habían sido apagadas y en su lugar rayos multicolores le daban vida al lugar.

La gente bailaba y gritaba, había un conejo y una bruja sobre una de las mesas, era un alboroto. Mi jefa con su peculiar disfraz estaba seguramente bajo los efectos de alcohol acosando a un grupo de Bármanes vampiros.

—Los vampiros no lucen así —dijo el chico del súper, Dick creo que se llamaba.

—Ah sí ¿Y cómo lucen? —preguntó Kate, casi a gritos por sobre la música.

—Fácil, como tú misma, como cualquiera, podrías estar rodeada de ellos y ni siquiera te darías cuenta.

Kate palideció.

—No las asustes Dick —dijo la chica que lo acompañaba, sonriendo.

Sus ojos azul oscuro estaban carentes de algún brillo y sospechaba que su extrema palidez no era solo producto de su perfecto maquillaje, además parecía apoyarse ligeramente en Dick. Ella, aunque era hermosa no se veía saludable.

Arion se acercó a hablar en mi oído.

—Tenerte de rojo es una linda fantasía que me gusta cumplir —mi piel se erizó.

Giré e intenté poner distancia pero mis manos se toparon con su piel desnuda.

—¿No tienes frío? —que estúpida soy, Dios.

Él sonrió.

—No te preocupes por eso, preocúpate por bailar.

Y llevándome con él terminamos muy cerca de la música, moviéndonos al agitado ritmo de esta, la música disminuyó su velocidad siguiendo un ritmo más suave y terminé contoneándome junto al cuerpo de Arion, yo comenzaba a sudar mientras él seguía intacto, fresco y frío, con la intensidad de su mirada taladrándome.

Me di vuelta sin poder soportarlo y me tomó de la cintura para mantenerme pegada a su cuerpo, jadeé ante la cercanía, hizo a un lado mi cabello para deslizar su nariz por mi cuello; estaba tan perdida. Cerré los ojos olvidándome por completo de mis objetivos, de dónde estaba y hasta de mi propio nombre.

Sentí la punta de sus colmillos falsos rozar ahí donde mi pulso latía enviando una punzada directo a mi vientre.

Lo enfrenté de nuevo, rodeando su cuello con mis brazos, nuestras agitadas respiraciones entremezcladas.

—Serás mi perdición Anabelle —susurró acariciando mis labios en un roce.

—Tú ya eres la mía —respondí en un suspiro.

Una de sus manos estaba en mi espalda y la otra ascendía por el dobladillo de mi vestido, nuestros labios tentando al otro a sucumbir.

Justo cuándo su mano se perdía bajo mis faldas y el deseo en mi aumentaba a niveles exorbitantes, las luces se apagaron, todas y cada una de ellas y a eso le siguió la música.

Esa era la señal, lo habíamos planeado la noche anterior convenciendo a nuestra jefa que un susto de halloween sería ideal para esta fecha, pronto una pantalla se iluminaría con imágenes aterradoras para espantar a los asistentes pero nosotras no nos quedaríamos para verlo.

Me solté de Arion como pude y corrí a la parte de atrás dónde Kate me esperaba, ella tenía en sus manos mi cesta. Tenía la respiración agitada y no precisamente por la carrera.

Condujimos en silencio a las afueras del pueblo, ambas tensas y nerviosas, Kate apretaba con mucha fuerza el volante y se la veía más asustada conforme avanzábamos.

Nos detuvimos al pie del imponente tanque y ella musitó entre dientes una plegaría. Realmente íbamos a hacer esto, había perdido el juicio, lo admito, y no me detendría. Abrí mi cesta.

—No sé para qué insististe en traer esto, nadie juzgará tu disfraz a donde vamos —Dijo observando nuestro entorno.

Había mucho frío y un silencio profundo roto únicamente por el canto de los grillos y ranas.

—Pero si juzgarán a una bailarina y a la Caperucita trepando el tanque —contesté.

Me deshice de la capa roja y eché por encima del vestido una sudadera negra, le tendí una igual a Kate y se la puso sobre su descotado vestido, saqué también un par de linternas, agua, una navaja, las llaves y por supuesto, pilas de repuesto.

—Diablos, Caperucita.

Sonreí.

—Hay que estar preparada para enfrentar al lobo. Pensé en traer un rifle pero no combinaba con mi capa —dije haciendo un puchero e intentando aligerar el ambiente.

Salimos del auto, hacía mucha brisa, Kate dudó en las escaleras, al mirar arriba, a la estructura era imposible no temer. Incluso yo tuve que pasar saliva y reconsiderar si esto valía la pena.

—¡Vamos Kate! Solo será un par de metros.

Ella bufó, bueno, quizá más de un par, la dejé ir delante bajo la promesa de atraparla si caía, no sé como carajos sería eso posible, pero ella confió en mí. Subimos por lo que fueron muchos, pero muchos escalones.

Hasta yo comenzaba a cuestionar mis ideas, con las piernas ya agarrotadas alcanzamos la base del tanque, la brisa ahí arriba era abrumadora y mi cabello golpeaba mi cara constantemente.

Kate tenía los ojos apretados y no se despegaba del agarradero.

Caminamos al rededor buscando una puerta y cuando dimos con ella proseguí a probar todas las llaves hasta dar con la correcta, no tenía idea de por qué Elliot tenía algo como esto y no iba a cuestionarlo. Con un seco sonido la puerta se abrió chirriando y provocando un profundo eco.

Encendí la linterna para examinar el interior, estaba totalmente seco pese a las creencias de que aún podría contener agua, sin embargo, poseía ese permanente olor a humedad. Ingresé sin notar si Kate me seguía, estaba muy intrigada.

Ella entró después, haciendo que ambas luces combinadas llenaran el sitio de claridad.

El lugar nos sorprendió, el tanque era tan grande como una casa, y contenía detalles que hacían parecer que alguien vivía ahí dentro, había mesas, sillas, incluso un colchón con mantas y almohadas.

—¿Cómo llegó todo esto hasta aquí? —inquirió Kate evaluando un libro.

—¿Crees que fue Elliot?

Me acerqué a ver unos papeles, eran notas, investigaciones, dibujos y trozos de periódicos.

—Hace meses que ha estado actuando muy raro —dijo ella—. No paraba de beber, desaparecía y luego actuaba como si nada...pero de ahí a vivir en un tanque.

—Kate mira esto.

Había estado leyendo los artículos de periódico y se los tendí.

—La gente desaparecida.

Todos los casos y no solo eso, también habían impresiones de viejos periódicos y carteles de gente que había desaparecido años atrás en el pueblo, la más antigua era de una joven hace veinte años, había algo familiar en ella pero no supe que era.

—...todos los cadáveres mostraban el mismo patrón...—Leyó Kate de algunas notas—. Desangrados, cuellos desgarrados y principios de congelación.

—¿Congelación?

Me acerqué a leer las notas.

Estoy seguro, aunque no puedo probarlo de que ellos poseen esa habilidad, así como se meten en tu mente para hacerte sentir terror. Pueden manejar esta especie de niebla que te paraliza, enfriando el cuerpo de sus víctimas conforme se alimentan de su fuerza vital y de su sangre.

>>He llegado a la conclusión de que necesitan de ambos para vivir, la energía vital reemplaza a su carencia de alma mientras que la sangre mantiene funcionando su sistema.

—¿De qué habla? —inquirió Kate.

No era un "Qué" sino un "Quién"

Seguimos buscando pistas que pudieran desmentir mis sospechas, había un dibujo, el de los Vriklas de la fundación, y tenía a lápiz una nota.

<<Son ellos>>

Sin querer Kate consiguió tirar una carpeta y varias fotos terminaron esparcidas por el piso.

Tomé una y la iluminé, eran un grupo de chicos, entre ellos vi a Michael y Elliot hace unos tres años, quizá cuando iniciaban el instituto. También estaba Dick, y con chaquetas de un equipo Ashton y Evan.

Me di cuenta de que mientras Elliot y Michael al momento, habían madurado y sus rasgos se encontraban afilados y endurecidos, los últimos tres chicos lucían en la actualidad exactamente igual que en la foto, cuya fecha databa hace tres años. Exactamente un mes antes que yo conociera a Ashton.

Lo más perturbador de todo, es qué, con excepción de Elliot y Michael, todos los chicos habían sido tachados con una equis. Y escrito en el borde de la foto decía:

<<Deberíanestar muertos>>

Chales.

Vean lo que dejé en multimedia.🙊

Los leo en los comentarios chicos.💕

Este es quizá el capítulo mas largo que he escrito y por eso decidí dividirlo en dos partes, espero esta primera haya cumplido con sus expectativas y nos leemos mas tarde en la nota de la segunda parte.

Besos somnolientos❤

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top