I
La noche es fría, mucho más de lo que Katherine, con las mejillas entumecidas y el cuerpo cargado de alcohol casi hasta el límite del colapso puede sentir. Hace día y medio que se ha enterado que sus padres van a divorciarse y no debería afectarle, es una adulta, se dice a sí misma. Y era mejor alternativa que tenerlos deseando la muerte del otro por cosas triviales como quién olvidó sacar la basura.
Tenía casi veinte años en este mundo. Y aún así, pese a sus conocimientos sobre el nulo amor que existe entre sus progenitores, el que no hayan pensado en ella en lo absoluto le resulta indignante e hiriente. Pero, al fin y al cabo no podía quejarse, no cuando ellos nunca la tenían en cuenta.
La academia de Artes de Nueva York le envió esa misma mañana una carta de rechazo a su solicitud de beca, su tutora no pudo abogar por ella después de haber hecho el ridículo en su presentación y ahora debía esperar otro semestre para hacer la aplicación, eso o pagar la matricula, un gasto que, evidentemente no se podía permitir.
Había sido egoista, pensó, había imaginado su viva huyendo a otra ciudad y fingiendo que Atenas y todo lo sobrenatural en este pueblo nunca había sucedido. Había planeado sacarse al chico que vivía en su corazón como fuera e incluso olvidar a la única amiga de verdad que había tenido en años. Ahora esa esperanza le parecía lejana, no podía huir de Atenas, ni mucho menos de su mente y recuerdos.
Justo ahora, cargada de alcohol y viendo las estrellas como ráfagas en el cielo, se siente en calma. Ignora incluso al chico que la mira con preocupación a su lado. No quiere ver sus ojos azules, no quiere ver el brillo pícaro en ellos o la calidez que emanan. No quiere hacerlo porque se parecen demasiado a los de él.
Michael.
¿Hasta cuándo va a doler? ¿Hasta cuando van a salir lágrimas si parece que cada vez que llora por él se le acaban? El sentimiento de querer golpear y gritar se apodera de su pequeño cuerpo y le ordena al conductor que se detenga. Porque lo recordó, porque ella está ahí. Porque no parece justo que todos actuasen como si él jamás hubiera existido, como si ella no le hubiera arrancado al amor de su vida. No podía siquiera estar respirando en el mismo espacio que la asesina del chico que por tanto tiempo había amado en silencio.
Kate decide mandar de vacaciones a su coherencia y su diplomacia.
—Vas demasiado arriba, Kate, tienes que llegar en una pieza a tu casa.
—Para y déjame bajar —su voz es demasiado seria y lúgubre.
Jamás encajaría con la chica dulce y tierna que todos veían ella. La imagen que también estaba harta de mantener. Tenía tanta furia contenida que la rojez de su rostro ya no era efecto del alcohol.
Incluso al parpadear podía verlo, su sonrisa brillante, sus chistes malos... no volvería a tener eso jamás.
—¡¿No entiendes que no puedo ir en el mismo auto que ella?! —explota haciendo que se frenen en seco.
Un conejillo se ha cruzado, por lo que Evan dio un volantazo que arrojó a Katherine contra la ventana, ocasionando que su cabeza se golpeara con fuerza contra esta. Los ánimos de todos estaban agitados; la castaña aprovecha para salir del vehículo de un salto tomándose la frente, alarmando a los chicos y a la chica que los acompaña. Afortunadamente, ninguno huele sangre y la rubia levanta una mano cuando los otros dos hacen ademán de seguir a Kate.
—Solo hay una persona con la que quiere desquitarse, que lo haga.
Camina siguiendo los pasos de su ebria contrincante, quién se quita los tacones bajos arrojándolos a un lado con rabia.
—No llegaras a ningún lado así, Katherine.
La chica Vriklas muestra más seguridad de la que siente, es extraño sentir empatía y ponerse en el lugar de otros, era algo nuevo para ella. Nunca se había preocupado por nadie más allá de su hermano favorito, vivir bloqueando la parte de ella que podía sentir exactamente lo que sus victimas sentían había hecho que sus matanzas y torturas fueran más fáciles. Esta vida de intentar redimirse era dolorosa, cada emoción se clavaba en ella como un puñal. La culpa retorciéndose en sus entrañas.
Jamás pensó que las dolencias de los demás pudiesen afectarle tanto. Suponía que eso pasaba cuando pasabas tanto tiempo solo preocupándote por ti mismo.
—¿Qué mierda quieres? ¡¿Qué más quieres de mí?! ¿Acaso no ves que no tengo nada? —Katherine se gira a enfrentar a la rubia.
Recriminándole con cada paso que da, gritando obscenidades y ambas agradecen inconscientemente estar casi en el medio de la nada.
>>Me lo quitaste todo ¡Me lo quitaste y nunca le dije que lo amaba! —aquel grito quebrantado incluso llegó a raspar su garganta.
El primer empujón llega y el autocontrol de la inmortal es admirable. Uno tras otro, no le hace daño lo físico, sino todo el odio que emana cada golpe. Katherine tiene un alma tan brillante de ira que está volviéndose oscura demasiado rápido, obstruyendo su capacidad de conexión, la vampira se siente enferma mientras la energía de la ira crece. Un humano en tales condiciones era el candidato perfecto para la conversión, llevar todas esas emociones destructivas a la otra vida lo haría imparable. Sin embargo, siendo solo una mortal, la fuerza de esos sentimientos solo iba a destruirla. En cualquier otro momento se habría lanzado sobre su cuello y acabado con esto pero ahora, no podía evadir la verdad.
—Lo lamento —dice firme—. Actué por desesperación, por ansias de amor y te quité la oportunidad de...
—¡Cállate! No quiero escuchar tus arrepentimientos, no me lo van a devolver —sollozos sacuden el cuerpo de la morena—. Tu lo dijiste, nada de lo que digas va a hacerlo regresar. Pero tú, pasearas por toda la eternidad reviviendo las muertes de cada persona a la que les quitaste la vida. Personas felices, personas con familia, personas a las que aún esperan, personas llenas de brillo como él. Luz que tú apagaste y ese va a ser tu peor castigo. El saber que has apagado tantas vidas, terminará oscureciendo la tuya. No importa cuanto te esfuerces por ser feliz. ¡No importa porque no te lo mereces!
Agniet esperó por más golpes, empujones y arrebatos de violencia, lo prefería a las venenosas palabras que hacían eco en lo profundo de su cabeza.
Katherine no pudo dar dos pasos sin tropezar, una ráfaga de viento movió el cabello rubio de la menor de los Vriklas cuando el chico desconocido que habían traído desde Grecia pasó por su lado para escoltar a Kate a una zona segura, medio arrastrándola y medio caminando a su lado en un silencio respetuoso.
Ambos chicos caminarían bajo la luz de las estrellas en el pueblo de Atenas y sin saber por qué, Katherine miraría por primera vez en serio esos aquellos ojos que le parecían tan familiares y se quebraría por completo. Dejando salir todo aquello que le ha atormentado desde que el chico que siempre vivirá en sus sueños dejó de respirar.
Muy atrás de ellos, dos inmortales se enfrentaban cara a cara.
Tanto habían tenido que dejar de lado, sus orgullos e inhibiciones. Tanto negaron sus sentimientos y cuando al fin lograban avanzar, el universo los hacia retroceder de un golpe.
—No puedes volver a lo mismo Vriklas, Katherine está borracha, ella no quiso...
Él lo sabía, sabía que iba a desistir. Sabía que ella volvería a dejarlo fuera.
—Si lo quiso y es la verdad, la más pura verdad. Y por eso no puedo seguir con esto, no puedo fingir que soy feliz cuando tanta gente ahí fuera sufre por mi culpa.
—¿Fingir?
La confusión tiñe el semblante de aquel adonis de rizos castaños, que se esfuerza por no mostrar la verdad de sus sentimientos. Entonces ella se aferró a esa palabra.
—Si, Evan, fingir. ¿O qué hemos estado haciendo estos meses? ¿Enamorándonos de verdad? ¿Puedes tu ser feliz con alguien como yo?
El veneno que sale de su tono es lo único fingido en la conversación, porque las palabras duelen al salir. Duelen ahí donde debería haber un corazón latiendo.
—¿Entonces no fue nada? Es eso, todas las malditas conversaciones sobre dejar los miedos, soltar el pasado ¿Pura mierda?
Ni siquiera pueden mirarse el uno al otro.
Agniet asiente.
Pero ¿Qué tan cierto es eso? Su mente dice otra cosa. Su cuerpo lo desea, desea la forma en la que todo parece desaparecer cuando posa sus ojos en él. Como ha sido la única persona que la ha visto de verdad, con sus pasados, con sus batallas internas. Y aún después de haber visto lo peor de ella, seguía intentándolo. Quería abrazarlo, sentir que podía hacerlo, que podía tener una oportunidad genuina de vivir sin arrastrar todas las cargas que ta atormentaban.
—Cuando me mires a la cara voy a creerte de verdad. Pero si quieres mentirte a ti misma, adelante. No pienso seguir en eso tampoco.
—¡No miento! ¡No te quiero para mí! Soy dañina, jodo todo, incluso a mi misma. No puedo joderte a ti también, no cuando eres lo único bueno que me ha pasado en tanto tiempo y siguiendo juntos es lo único que consigo.
—Y me gustaría que pensaras en toda la supuesta mentira que vivimos; que si íbamos a salir a flote, o a joderlo, fuera juntos y que no estuvieras eligiendo por mí.
—No quiero seguir con esto Evan.
Tal vez, solo tal vez, si lo repetía en voz alta también ella se lo creería.
El pasarse una mano por el pelo ya revuelto debió ayudar, pero no, aquel chico no podía creer cuanto le estaba costando controlarse, cuan difícil era mantener su inestabilidad a raya y cuando una lágrima manchó el rostro de muñeca de porcelana de la chica solo pudo darle la espalda.
Siempre la dejaría escoger, jamás la obligaría a estar con él, aceptaría su decisión, sin importar que sabía que estaba repleta de mentira.
—Encárgate del auto.
—Evan...
—Ya dejaste todo claro. Ahora déjame en paz.
Perderse en la noche nunca había sido tan necesario.
Sobretodo cuando sus ojos perdieron en control.
Sobretodo cuando se sentía tan vacío.
***
¡¿Quién quiere dedicatoria?! (Prioridad para los que no tienen)
¡Se acabó el sentimentalismo, traigan la acción! Besito
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