4. Una nueva esperanza

Nunca había entrado a la comisaría en Atenas, no había querido denunciar a Ashton hacía tres años, mis abuelos lo querían pero mi madre se negó porque su familia era importante en ese entonces. 

Ahora... ya no importaba. Ashton pagó con creces lo que hizo.

El lugar es pequeño, con olor a humedad, paredes que se desconchan y un piso teñido por la antigüedad.  Un policía con pinta de aburrido nos dice que el nuevo encargado aguarda por nosotros y parlotea cosas que casi ni entiendo sobre como este apareció de la nada para hacerse cargo de todos los casos inconclusos del pueblo. Francis se queda en la puerta, cumpliendo su papel de guardaespaldas y me sorprende ver a un hombre joven, entre unos venticinco y treinta, con el pelo oscuro peinado hacia atrás, recibirnos con una sonrisa cálida.

—Sheriff Josiah Brown, un placer.

Estrecha la mano de mi acompañante y se detiene un segundo de más con la mía. Examinando mis rostro, mis manos y cuello. Apenas había dejado piel al descubierto, podían detenerse a evaluar de más. Habíamos previsto un par de policías aburridos y descuidados; pero este chico, sus ojos alertas se entrecerraban con una audacia que logró intimidarme. Me metí en mi papel de víctima, siendo el silencio mi mejor aliado como todos aconsejaron.

—Detective Adrianne Chevalier —se presentó por fin, su voz tan firme como su apretón de manos—. Cuando recibimos su llamada nos sorprendió muchísimo, nadie realmente nos informó que hubiese alguien más investigando en el caso.

Pese a su edad, la suspicacia que muestra en su rostro nos dice que no será fácil de convencer, cuando sus ojos se detienen en mí después de evaluar las credenciales de mi no-amigo le veo esbozar una pequeña sonrisa que desaparece casi de inmediato. Creo captar un ligero rubor en sus mejillas que disimula aclarando su garganta.

—Será mejor hacer esta entrevista en mi oficina, para no exponer a la señorita.

Adrianne acepta y no me queda otra que ser un adorno mientras el joven policía comienza a disparar una pregunta tras otra y se detiene a analizarlas mientras teclea en el portátil, el francés responde cada duda con calma. Al mismo tiempo, logro percibir pequeños hilos de coacción que va entretejiendo cada vez que el sheriff hace contacto visual con él. Sutil, pero eficiente. Comienzo a imaginar escenarios donde Adrianne es descubierto y metido a la cárcel por fraude, me divierte la posibilidad, pero me fastidia que en todos los casos él termine matando a todos y huyendo.

—¡¿Una secta?!

¡¿Donde?! 

Me sobresalto y agradezco no haber hablado en voz alta, habría quedado como imbécil porque esa es la explicación que Adrianne tiene ante mi desaparición.  Le dedico una mirada de ojos bien abiertos cuando el sujeto frente a nosotros vuelve la vista a la pantalla, parece buscar algo con mucho ahínco. 

¿En serio? ¿De todos las opciones posibles eligió la más traumática?

Mis respetos para las personas que han pasado por eso pero... ¿Cómo se finge ser una superviviente?

Cariño, eres una superviviente.

Cierto... ¿Por qué la voz de mi cabeza suena igual a la de la condesa?

Me sacudo un escalofrío. Lo cual parece ayudar ya que el humano frente a nosotros se llena de una preocupación mezclada con rabia e impotencia, emociones tan intensas que me golpean y me siento terriblemente culpable.

—Dedicada a la trata de personas, sí. Les hemos seguido la pista desde hace años, es un tanto difícil porque nunca operan en el mismo lugar, puede que hayan estado aquí en años anteriores y les gusten los alrededores por la incompetencia gubernamental.

Brown se tensa y se remueve incómodo y molesto en su asiento.

—Señor, agradezco su participación en el caso, sin embargo déjeme pedirle algo más de respeto por nuestra organización.

—No se preocupe por los detalles, esta de más decir que las investigaciones ya no entran en su jurisdicción y deben tener la mayor discreción posible, me estoy quedando con un viejo socio, mientras me hacen llegar la documentación necesaria para que cierren el caso aquí. Cualquier escándalo público alertaría a esa organización. Estamos tratando con profesionales de la materia. Por eso deben dejar actuar solo a los mejores y nuestra agencia lo es.

Una chica en edad de secundaria entra con humeantes tazas de café que me hace babear. Hace mucho que no pruebo el verdadero elixir de la vida.

—Ustedes son como los hombres de negro —ríe con nerviosismo el sheriff—. Solo espero que no borren mi memoria.

Adrianne sonríe con cinismo y me tenso.

—Eso no será necesario si usted colabora.

La secretaria ríe, sin saber que el chico francés se encuentra muy lejos de estar bromeando.

—Para ponerle fin al caso me gustaría saber como se llevó a cabo el operativo de rescate de la señorita Reeds y por supuesto me gustaría tener una conversación a solas con ella si me lo permite.

Adrianne asiente relajado mientras que yo sigo tan tensa como un arco. Él es quien está tan cuidadosamente preparado para enfrentar a las autoridades que hasta pruebas que lo muestran como parte de una agencia especial de investigación posee. A mi solo me despertaron y subieron a un auto con él y Francis.

Según todos, yo tenía algo poderoso en mi cabeza. Y yo que pensaba que a penas tenía una ardillita con sobrepeso girando ahí... esperaba que sirviera de algo.

—Seguimos una pista gracias al testimonio de un testigo que ahora se encuentra protegido por nuestra agencia. El plan a seguir nos guiaría con dos de los cabecillas más grandes de la organización pero nuestras metas fueron expuestas mucho antes de lo previsto dando cavidad para que huyeran. Abrimos fuego en contra de los conductores y las personas que resguardaban un cargamento de féminas de entre doce y veintiún años, todas fueron puestas en libertad y acogidas a salvo por sus lugares de origen, algunas tuvieron que ser protegidas por el estado al no tener un lugar a donde volver, pero en su mayoría fueron puestas en libertad después de prestar declaraciones a nuestra entidad, tal como lo está próximo a hacer la señorita aquí presente.

Abro mucho los ojos, me he sorprendido en grande con la solidez de las palabras que ha manejado en hombre a mi lado, hasta me hace dudar a mi misma de lo que he vivido. Su poder de convencimiento es tal que la mujer que antes servía café se limpia una fugaz lágrima y me mira con los ojos cargados de emoción.

—Debió ser un infierno —masculla con la voz quebrada.

Lo fue, pero no de la forma en la ellos se imaginan.

—Louise ¿Qué haces escuchando esta conversación? Sal de aquí, es confidencial.

La chica pone torpemente un café frente Adrianne quien la mira con una encantadora sonrisa en su rostro.

—No se preocupe Louise, tan pronto como salga que aquí olvidará lo que ha escuchado ¿no es así?

La veo perderse en sus ojos y asentir sonrojada.

—Si, señor.

Sale disparada a la salida y miro a Adrianne sonreír con inocencia ante lo que ha hecho. No le importa usar sus poderes con descaro.

—Bueno, tal operación fue una gran hazaña, le devolvió la vida a muchas mujeres.

—No se imagina a cuantas —y quiero patearlo por el doble sentido de sus palabras—. Si no tiene más nada para mi, lo dejo tomar las declaraciones finales del caso.

—Agradezco enormemente el servicio que le prestan a la nación.

—Es mi trabajo.

Se estrechan las manos antes de despedirse y Adrianne informa que me esperará afuera de la comisaria en voz alta, mientras que a través del canal mental me aconseja aferrarme a recuerdos reales para hacer mi relato mas convincente.

Trago saliva cuando el sheriff se aclara la garganta y rasca su cabeza.

—Bueno, nunca había estado a la cabeza de un pueblo tan raro como este, las cosas solo salen de la nada. Desapariciones, muertes, pestes, plagas. Es como si el lugar estuviera maldito —ríe, sin ganas—. He de suponer que no ha sido fácil reponerse del trauma que acaba de vivir señorita Reeds. ¿Puedo decirte Ana o Anabelle?

Asiento con sospecha.

—Estaré bien con cualquier cosa que tengas para declarar, teniendo en cuenta que el caso ya no me pertenece no puedo exigirte nada. Aún así me gustaría escuchar lo que sea que quieras compartir, he estado siguiendo tu historia muy de cerca.

Hay algo en la conducta de hombre que me genera muchas dudas, no solo su tranquila sonrisa que me provoca escalofríos. Sino también las condiciones extrañas en las que ha sido trasladado a Atenas. Llegó de la noche a la mañana según todos decían y no había dejado claro que sabía todo acerca de mi caso, lo de Elliot, tenía demasiada información. Peligrosa información.

Tal vez me he vuelto un poco paranoica después de estar en la Villa.

—No creo serle de mucha ayuda, la mayor parte de estos meses son muy borrosos para mi, ya lo he dicho antes —respondo con cuidado, procuro mirarle a los ojos, tal como Adrianne me indicó antes de venir aquí—. Fue un gran cúmulo de habitaciones oscuras, encierros continuos y traslados a lugares desconocidos.

Trato de recordar las noches eternas en las celdas de la villa, fueron casi tres meses en los que ver la luz del sol no estaba en mi itinerario, días interminables en laboratorios fríos, rodeada de todo tipo de instrumentos que fueron probados en mi piel, tantos recuerdos que me esforcé por dejar atrás, que bloqueé con tanta fuerza hasta hoy. Sangre, dolor y muerte, una y otra vez, y otra vez, hasta colapsar.

—¿En qué punto te separaron de Elliot? Considerando que ambos huyeron juntos y que posteriormente él fue visto rondando el pueblo, incluso se ha llegado a sospechar que tenga algo que ver, que trabajaba con ellos.

Trago saliva ante la mención del chico cuya vida acabé con mis propias manos y es duro recordar su rostro en aquellos nefastos últimos momentos. Estoy negando incluso sin darme cuenta.

—Él hizo lo posible por ayudarme —recuerdo sus últimas palabras—. Solo fue una víctima más en todo ese juego perverso, una marioneta que luchaba por sobrevivir y él no... yo no...

Casi revelo todo mientras me ahogo en los recuerdos y niego con vehemencia respirando con dificultad.

—Tranquila, respira —el sujeto me alcanza un vaso con agua y se agacha frente a mí con evidente preocupación.

—Dices entonces que Elliot está...

—No —miento con mucha rapidez—. No supe de su paradero después de que me encerraron, espero que al menos consiga un poco de paz donde quiera que esté.

Aparto la mirada de los penetrantes ojos color miel que hurgan en mi rostro buscando algo más.

—Es difícil tener que pasar de nuevo por esto —recito las palabras que Adrianne envío mentalmente con el tono justo y el dolor necesario para que suenen creíbles y me sorprende que, en parte, es cierto—. Interminables interrogatorios tuve con el agente Chevalier, he revivido esos oscuros momentos tanto —cierro los ojos volviendo a evocar como ráfagas lo que viví en Grecia—, no me quedan fuerzas para volver a pensar en aquellas paredes cargadas de crueldad.

Siento un par de lágrimas escapar de mi y cuando miro al sheriff este se ha quedado petrificado observándome con pena. Sé que he conseguido engañarlo y cuando se pone de pie para despedirse casi suspiro de alivio.

—Lamento todo lo que tuvo que pasar, espero pueda encontrar el apoyo que necesita y me tomaré la libertad de ponerme a su servicio para lo que necesite, un oficial, un servidor público o tal vez solo un amigo para conversar.

Sinceridad, su aura arrojaba sinceridad y de repente, toda la tensión desapareció. Estaba hecho, era confiable, honesto y lo habíamos engañado por completo.

—Lo tendré en cuenta —sonrío de verdad.

Con deseos de huir estrecho su mano, aún así, mantengo la calma mientras me guía hasta afuera donde saluda al "Agente Francis" y se despide de los tres con una sonrisa y una promesa de cerrar el caso y llamar a Adrianne en caso de que las desapariciones tengan lugar otra vez.

Cuando estoy dentro de la camioneta con ellos por fin suelto el aliento contenido.

—Y eso que no fue un caos mediático. Tendrías que haber enfrentado a la prensa y a todo el escrutinio público —es la primera vez que oigo la voz de Francis y casi tiemblo pues es muy gruesa y profunda.

—¿Como consiguieron tener una historia como esa, tan solida y validada con pruebas?

—Porque es cierta, trabajamos mucho más allá de solo los casos inmortales —me responde el gigante.

—Oh.

Temía haberlos juzgado demasiado mal.

—Te sorprendería saber donde están los verdaderos monstruos.

Me podía hacer una idea.

Damos vuelta en el Gran Hotel y veo a las personas observar la enorme camioneta con curiosidad. Estoy tan cerca de casa que mi estómago me amenaza con salirse de mi cuerpo, junto a mi corazón, y mis manos están tan heladas como las de un inmortal.

—No tengo paparazzis, pero tengo algo mucho peor —murmuro.

—¿Qué puede ser peor?

Tan pronto como entramos a mi calle se dan cuenta de lo que hablo.

—Mis vecinos.

Hace casi cuatro años, cuando se regó lo de mi accidente en el hotel, fue exactamente igual que hoy, todos los lugareños cercanos a mi hogar se apegan a sus ventanas en busca de encontrar la mejor visibilidad posible. Lo que me confirma que ya se está al tanto de mi llegada. Algunos miran con discreción a través de las cortinas, otros mas descarados salen sin importar sus fachas para ver pasar el auto y los más osados se aglomeran frente a mi casa esperando por mi llegada.

—Benditos sean los dioses del chisme —brama Adrianne deteniéndose en el bordillo—. Grandote, has lo tuyo.

Siento ganas de vomitar de la exaltación, veo a Francis bajar del auto y pedir con amabilidad a las personas que se dispersen, estas lo hacen sin rechistar al notar lo intimidante de aquel sujeto que llama a mi puerta con una parsimonia admirable.

Es Becca quien abre la puerta y de inmediato las lágrimas me toman y sin pensarlo me abalanzo a la manija para escapar del vehículo y correr hasta donde mi hermanita se encuentra boqueando como un pez.

Leo en sus labios mi nombre y su rostro adquiere el mismo rojo que el mio seguramente tendrá. Ambas lloramos, fundidas en un abrazo que posee una fuerza rompe huesos y que resisto por el enorme anhelo que en mí habita. Vuelvo a tener cerca a mi pequeño tormento rojo.

Cuando abro los ojos para mirar detrás de ella, mi corazón sufre.

Ahí, justo en el marco de la puerta, sosteniéndose el uno al otro como si no pudiesen creer que lo que ven es real, se encuentran mis abuelos, siendo una sombra de lo que dejé cuando me fui e instando en mi pecho una sensación de culpa destructiva.

No puedo menos que sollozar de forma escandalosa mientras busco su abrazo consolador. Ambos han perdido mucho peso, lucen cansados y con mucha más edad que la que de por sí tienen, pero sus ojos emanan una enorme felicidad que ni las lágrimas que derraman pueden opacar, ese brillo que su esperanza nunca perdida en lo que termina de devolverme la vida y me hace reír sin encontrar a quien agradecer por este momento de felicidad continua.

Lloro, río, río y lloro sin importar quien nos observa. En un momento dado siento un golpe en mi espala y un cuerpo que se une a nuestro abrazo. Siento la familiar fragancia de Katherine quien ríe con jubilo estrechándonos y mi familia se siente completa.

Sé que aún me queda enfrentar a mis padres, pero en este momento nada puede hacer menos esta emoción que me hace vibrar. No se a quien agradecer, si a los dioses, a un dios, o al universo. He dudado tanto de mi fe en los últimos tiempos que me sentía perdida sobre en qué creer.

Justo ahora creía.

En mi familia.

En mi fuerza.

En una nueva esperanza.

Creo en lo que soy capaz de hacer.

***

No me toquen soy sensible. 

Vota, comenta, comparte, dame un poco de amor. 

Spoiler: El capitulo 5 tiene Ariabelle escrito por todos lados.

Besito.

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