15. Caer y re-caer

Dedicado a todos los que siguen leyendo y comentado. Pronto iré seleccionando de los comentarios que dejan para ponerlos aquí arribita. 

Algo dentro de mí parecía haberse roto en mi interior tras aquella noche.

De forma literal.

Un dolor insoportable se instaló en mi nuca tras separarme de Arion, acompañada de una angustia penetrante que no se sentía propia y que impidió que en algún momento llegase a mi el sueño, aún cuando el cansancio que tomaba mi cuerpo me impedía casi cualquier movimiento.

A media madrugada el dolor escaló y al palpitar atronador de mi cabeza se le unieron las náuseas y un ardor sofocante en la parte baja de mi vientre. Al amanecer tengo que encerrarme en el cuarto de baño, procurando lavar bien mi rostro, para eliminar el rastro de sueño e intentar aliviar el malestar. Me lavo los dientes y hago pis, permaneciendo en esa posición un largo tiempo. Mirando a la nada... Pensamientos confusos arremolinándose en mi cabeza 

¿Hacía cuanto tiempo no veía mi regla? ¿Tenía esto que ver con el hibridismo? ¿Estaba congelado mi organismo? O tal vez...

¿Sería incluso posible...?

Con lo que le andaban sacudiendo a la pandereta, tu me dirás.

No, me estoy volviendo loca. Debería decirle a Becca que se vaya a casa de Kate la próxima vez que quiera ver Crepúsculo.

Sacudo cualquier pensamiento extraño que me cruce la mente y salgo directa al piso de abajo, con unas ansias extrañas de comida mortal, algo que no me pasaba hace mucho. Al no ver a mis abuelos por ningún lado hago un esfuerzo por no quemar la casa mientras me hacía unas tortitas. Que quedaron un poco negras pero no me podía pedir mucho más.

Becca baja medio dormida y mira con asco el desastre de siropes que tengo en la encimera, se sirve café y se sienta frente a mi con cara de juzgar.

—¿Qué? —pregunto con la boca llena.

—No recuerdo nada de lo qué pasó anoche —entrecierra sus ojos hacia mí.

—Por tanto tiempo en el celular —intento sonar distraída, lo cual, al ser yo, no es dificil.

Doy un trago de café y tan pronto como baja por mi tráquea lo siento devolverse en una fuerte arcada. Un asco me invade obligándome a darme vuelta y meter la cabeza en el lavamanos.

Siento la silla de Becca moverse con premura, y corre a sujetarme el pelo en lo que echo fuera todo lo que acababa de desayunar, mi vómito sale con un poco de sangre y hace que mi hermana se espante, la tomo con fuerza del brazo tras anticipar su disposición de alertar a algún adulto y niego mientras sigo vomitando. Un minuto después estoy gimiendo de dolor, apoyando la frente en mis brazos mientras el agua se lleva el lío que acabo de echar. Becca corre de un lado al otro, desesperada, creo haberla oído hablar por su móvil, solo puedo negar con la cabeza, demasiado débil para impedirlo.

En la distancia escucho el timbre, voces lejanas me llevan y de pronto siento manos sobre mí. Aquello me pone alerta y el pánico mitiga mi malestar  por unos preciosos segundos en los que mi sentido de supervivencia toma el control. Con la visión borrosa y tambaleante me defiendo con los vagos recuerdos ahora más borrosos de mi entrenamiento, aún así, acabo en el suelo junto al atacante que me grita cosas ininteligible.

—¡Calma! Soy yo, soy yo.

—¿Y quién demonios eres tú? —grito desde el suelo con los ojos cerrados.

—Josiah.

—¿Quién?

—El sheriff, Anabelle.

Mierda.

Lo veo sacudirse el polvo mientras se levanta, con una mueca de disgusto en los labios.

—¿El sheriff? —me siento, poniendo una mano sobre mi dolorida cabeza— ¿Qué hace aquí?

—Quería hacerte unas preguntas y tu hermana me pidió ayuda para llevarte al hospital, lo lamento pero tienes una pinta horrenda. Me he asustado, lamento haber irrumpido así.

—Todo un caballero, Sheriff Brown —acepto su mano para ponerme de pie y vuelven las arcadas cuando me mareo.

Él actúa rápido, sosteniéndome por debajo de las rodillas y comenzando a llevarme a través de la sala hasta la puerta. Niego todo el camino hasta su auto, intentando que no me lleve a urgencias, sin ninguna excusa y sintiéndome cada vez peor, bien por mi.  Pero él me ignora, depositándome en el asiento de atrás. Sigo demasiado mareada, tanto que con solo incorporarme me voy hacía los lados. A saber que podrían descubrir los médicos, capaz terminaba, disecada, crucificada o quemada por pelirroja en el mejor de los casos

De pronto, y cuando el Sheriff está por subir, escucho una discusión una discusión lejana, una que va aumentando el tono y abro los ojos de golpe al reconocer la voz de Arion. 

Esto se pone mejor y mejor.

—¿Quién diablos eres tú? —interroga el sheriff.

—Arion Vriklas, no debería tratar a la gente de su pueblo así, Sheriff —joder ¿puede alguna vez hablar sin que parezca que se burla de la gente?

—Es mi día libre, me puedo permitir ser un simple hombre.

—Lo de simple no se lo voy a negar ¿Me va a dejar acompañar a mi novia a urgencias o tengo que usar la fuerza?

—¿Me está amenazando señor, Vriklas?

Hehe, me llamó "su novia".

—Conduzca, cállese y piense que es mudo.

Frunzo el ceño al identificar la coacción a la que estaba sometiendo al policía, no pude levantarme a protestar porque el intenso dolor volvió, cegándome por un instante y haciéndome gruñir.

Segundos después de la absurda discusión ambas puertas se abren y se cierran dejándome en el auto con los dos hombres, demasiado diferentes entre sí. Me tiendo en en asiento, conteniendo el vómito mientras miro la parte trasera de la cabeza blanca de Arion.

—¿Dónde está Becca? —miro con pánico, esperando que se suba de un momento a otro.

—Es más... útil aquí —lanza una mirada de advertencia, señalando ligeramente a nuestro conductor—. Kate le hará compañía luego.

Asiento, comprendiendo el mensaje oculto tras sus palabras. Ella estará segura y vigilada. Ya puedo volver a recostarme y delirar.

—¿Qué estás haciendo aquí? —murmuro—. Dime que me amas o déjame en paz.

Su mano fría se posa en mí frente.

—Tienes fiebre ¿Desde cuándo estás así?

—¡Desde que me niegas tu amor! —grito blandiendo el puño que cae como peso muerto.

—Estás delirando.

—¡No! Porque yo te amo y tu eres... eres—una arcada me interrumpe y acabo vomitando sobre la alfombra del auto—... Lo siento, Josiah —lloro y recibo un simple balbuceo de su parte—. Él rompió mi corazón. Y luego me culpó por romper el suyo y nos enfrentamos a un príncipe de hielo y a una reina loca, y provocamos una pandemia por el protocolo post-mortem.

Estoy segura de que el señor de la autoridad me está mirando con los ojos desorbitados y Arion menciona algo como que estaba alucinando.

Me sorbo la nariz, aún sollozando en en asiento, mi cabello se desliza por el borde y siento a Arion tomarlo justo antes de que llegue al vomito.

—¿Ahora es Josiah? —es todo lo que me dice cuando encuentro su mirada.

—Cállate, cállate —chillo—. Esto es tu culpa, tu me... ¡tu me embarazaste!

A esas alturas ni siquiera sabía qué estaba saliendo de mi boca (aparte de vomito). El dolor se hacía más agudo, rogaba por mi vida, o por mi muerte, lo que llegara primero. Armé todo un show acusando a Arion de algo que ni yo entendía y juraría que su piel se volvió más pálida de lo que ya era, lo cual es decir mucho.

***

Me desperté desorientada, mareada y con un sabor ácido en la boca. Me había quedado inconsciente en algún punto y de pronto estaba intentando recordar donde estaba. Un terror dormido se despertó en mí de repente, era la habitación de un hospital y yo, yo recordaba a la perfección haber estado aquí antes, de hecho, es posible que ni siquiera fuera la misma, pero el parecido era terrible para mi subconsciente que recordaba cada detalle de aquella.

Intenté sentarme de inmediato cuando mi corazón comenzó a acelerarse al igual que mi respiración, mi mente estaba nublada con una serie de recuerdos aterradores, Ashton sobre mí, Ashton siendo cortado en pedazos, la imagen de la sangre negra proveniente de su cabeza cercenada bañándome...

El vómito me toma y en un segundo las luces se encienden y tengo una vasija frente a mi rostro. La mano helada de Arion en mi espalda desnuda es un alivio al ardor que me invade, arcadas llegan pero ya no hay nada para vomitar. Gimo de dolor entre sollozos y me vuelvo a acostar, aún temblando de forma descontrolada.

Llevo una bata, por lo que deduzco que en algún punto se deshicieron de mi ropa para examinarme y recién puedo ver que incluso estaba conectada a un suero del que me despojé al levantarme de forma tan brusca, del lugar en mi brazo sale un hilillo de sangre que me provoca ansiedad.

Miro a Arion y parece estar en la misma situación.

—Estabas deshidratada, te quedaste inconsciente y no hubo forma de traerte de vuelta —informa—, también dijeron que tus latidos eran imposiblemente lentos —sus labios son una dura linea de disgusto—. Esto fue una mala idea en cada maldito sentido.

—Traté de impedirlo, cuando el sheriff llegó yo no tenía ninguna excusa para impedir que me trajera, tú me viste. Pudiste impedirlo.

Revuelve su cabello con frustración y me mira, solo para un segundo después apartar la mirada y tocar mi frente, tiemblo ante el contacto.

—Si bueno, intenta ver a la chica que... te saca de tu centro a punto de morir de "malestar estomacal". No sé nada de enfermedades mortales. Fue jodidamente aterrador.

—Oh.

—Tienes fiebre, he podido mantener alejados a todos hasta ahora pero tarde o temprano vendrán a verte y no podré intervenir. Menos cuando traigan los análisis —hace una mueca—. Gran show por cierto, no te sorprendas si comienzan a felicitarte por las calles.

Cierro los ojos, avergonzada, sería más fácil no recordar justo esa parte.

—¡Estaba delirando!

—Gritaste que te embaracé —bufa.

—¡¿Y?! Tenía miedo.

—¡Soy un vampiro!

—¡¿No has visto crepúsculo?!

Cuando gira los ojos puedo notar como uno de estos ahora es más claro que el otro, siendo un gris demasiado claro, diferente al gris-azulado del otro. Un defecto que en él no hace más que verse atractivo, sin embargo, no es convencional, digo, nada en Arion lo era. Como sea, era preocupante.

—Tu ojo...

El asiente, adivinando como siempre el curso de mis pensamientos.

—No me hago más joven, Roja. Me extrañaría más que esto no estuviese sucediendo, cuando me alimente volverán a estar iguales.

—Entonces hazlo, ahora, yo podría...

Ni siquiera sabía qué estaba ofreciendo, pero él me detuvo con una sonrisa desdeñosa.

—Te estás muriendo por no alimentarte ¿y aún así me ofreces tu sangre?

—Eso no es...

—Anabelle...

—Déjame hablar, joder.

—¡No! Mírate ¿hace cuanto estás así? No desaparecerá, ese lado de ti que ignoras está consumiendo al otro. Te estás matando —susurra eso último.

Lo sabía, por encima de todo, de que intentara encontrar respuestas absurdas y basadas en algo simple y mortal. Entendía lo que le pasaría a mi cuerpo si no accedía a aquello que tanto me aterraba.

—Lo que me está matando es saber que llevo este monstruo por dentro, que probablemente jamás me desharé de él por más que lo deteste. Lo que me está matando es saber que él sabe cómo hacer para meterse debajo de nuestra piel incluso sin mover un solo dedo. Lo que me está matando, Arion, es la maldita espera, la zozobra de ser atacados en cualquier momento, estar aguardando sin saber si vamos a sobrevivir o no, si mi familia va a hacerlo. Lo odio —se me quiebra la voz—. Odio lo que soy, odio este mundo y si pudiese salir me iría muy lejos y me llevaría todo lo que amo conmigo.

Me hundo en la cama cerrando los ojos con fuerza cuando se humedecen, Arion se encarga de apartar el pelo de mi cara, a la vez que contiene mis lágrimas. Tenerlo tan cerca en una mierda injusta cuando la realidad es que nunca me había sentido tan lejos.

—Y yo te dejaría, si pudiera garantizarte un futuro feliz lejos de todo esto, sería el primero en mandarte lejos.

—Lo intentaste —le recuerdo—. De la forma más bestia posible, pero lo intentaste.

—Y lo seguiré intentando —su voz se va desvaneciendo o tal vez habló en apenas un susurro.

Mis ojos van en caída libre a la inconsciencia una vez más, soñando esta vez con labios fríos que refrescan mi ser, posándose en mi frente, en mis parpados, mis mejillas y al final en mis labios.

***

No sé cuánto tiempo ha pasado desde que ingresé, hay comida sobre una mesa rodante y han reemplazado mi vía. Arion sigue aquí, fingiendo dormir mientras una enfermera me lee los valores totalmente inusuales que han salido en mis exámenes y toma nuevas muestras. Temen que algo haya afectado las anteriores y por eso estén tan mal.

Yo me cohíbo de hablar de más, a estas alturas pensé que Arion ya me habría sacado de aquí. Para cuando la mujer se va, instándome a comer, puedo ver como actúa como si Arion no estuviese mientras este mira la noche caer a través de la ventana.

—Manipulación, me he dejado la piel en eso. Tus abuelos y tu hermana creen que te has cogido el virus y han preferido ponerse en cuarentena, tal vez sea bueno, podrías quedarte en casa, fingiremos que te han enviado a la ciudad a recibir tratamiento.

—Eso se traduce a que sin mi ahí estarán más seguros —me río sin ganas, apartando la comida—. ¿Por qué seguimos aquí?

—Porque no vas a aguantar mucho sin sangre, tu cuerpo está rechazando todo lo que mantiene tu lado humano vivo, volviéndolo un blanco fácil para tu lado inmortal. No puede sobrevivir el uno sin el otro. Hasta que decidas beber, ese suero es tu mejor opción para estar medianamente consciente.

Cierro los ojos con fuerza, renuente a ceder ante lo inevitable, lagrimas ardientes me queman tras estos y al coger aire para reprimir un sollozo termino tosiendo sangre sobre la almohada. Me siento muy débil en todos los sentidos posibles. Estando Grecia creí que había tocado fondo, de verdad, me lo dije a mi misma una y otra vez. Tanto que me resigné a que, tal vez, todos estaban mejor conmigo fuera de la ecuación. 

La cosa que todos dicen sobre tocar fondo es que no te queda nada más que subir. Y creía estar subiendo a estar libre, lo que no me imaginaba era que, descender despacio hasta el vacío es menos doloroso que tener la esperanza de llegar arriba y caer de golpe.

Un grito totalmente ajeno, casi animal, se me escapa y una vez más, la aguja en mis venas se desprende, la sangre brota y jamás había sido tan consciente de su olor, de su consistencia y color. Algo definitivamente se ha roto en mi interior, esta vez en mi mente, dejando salir la oscuridad y el frío a borbotones. Mi control no es algo que exista ahora, no me importa haber alertado a alguien con mi grito. Siento desprenderse ese último trocito de voluntad que se aferraba a mi yo humana y mis ojos se encienden.

Al instante comprendo que ya no puedo luchar contra mí, no soy lo suficientemente fuerte o capaz.

Arion me estudia como a un animal salvaje, quieto, atento a cualquier movimiento pero yo lo miro sin ver realmente. Todo de mi se centra en el exterior, los corazones latiendo, las heridas abiertas y olor a sangre que impregna el ambiente aún por debajo de los litros de lejía y desinfectante.

—No vas a atacar a esas personas.

Su voz es baja, convincente, la voz que usa para hipnotizar. La risa maníaca que obtiene lo hace acercarse un poco más, manteniendo la cautela. Me quiebro, me lanzo a la puerta sin importar que él sea más veloz y me arrastre consigo al piso, mis uñas se rompen en su dura piel, lo que causa que sangren y por consiguiente que mi desespero sea mayor, desprendiéndome de su agarre y arrastrándome lejos cual serpiente. Grito hasta desgarrar mi garganta, no soy yo. Quiero que me contenga y a la vez quiero matarlo por frustrar mi ataque. Pero el auge de mi locura ha terminado, no me queda fuerza alguna, me quedo ausente, carente de energía vital.

Lo único que consigo es arrastrarme lejos de él.

Soy consciente de todo lo que pasa como si lo viera desde fuera, no reconociendo mi cuerpo, mi voz o mis propios movimientos. Asustada, atrapada dentro de mi propio ser. De pronto volví a ser aquella de la planta de gas, la que no midió al matar a esos hombres, la que perdió el control con Elliot. Aquella cuyo miedo de sí misma fue peor que cualquier otro, tanto que habría preferido acabar con mi vida.

Quiero gritar a Arion que se aleje, que me deje explotar y consumirme por completo en la nube de niebla que ha salido de no sé dónde. Aún así, él se acerca, cada paso pareciendo una tortura y se agacha en donde me he convertido en una bola temblorosa. No lucha, deja que mi necesitada niebla lo explore, que encuentre sus grietas y se entrelace con su energía. Soy capaz, aunque con esfuerzo, de ver cómo esta lo abandona y, como una suave brisa, la siento fundirse dentro de mí, aliviando parte de la insoportable hambre. Pero no es suficiente, no es lo que ese deseo primario quiere.

<<Por favor, por favor, por favor>>

Ahí, nuestras auras entremezcladas en un tornado silencioso, luchando por ver quién mitigaba al otro, vi como Arion rasgaba la piel de su muñeca con los dientes y sosteniéndome contra su pecho la puso en mis labios. De inmediato mi niebla se esfumó, y un suspiro de alivio llenó su cuerpo, lo había drenado todo lo que había podido con esta y ni siquiera se había quejado, al igual que ahora.

El éxtasis de consumir sangre humana fría y de una botella no era nada en comparación a lo que era beber directamente de un cuerpo, el cómo fluía hacia mi boca era maravilloso, el mundo explotó en luces de colores cuando sentí aquel sabor dulce en la lengua. Tan diferente a la sangre humana y en cierta forma, mejor. Sabía que no sería capaz de detenerme, él lo sabía, podría matarlo, él me lo permitiría, lo haría si eso significaba salvarme a mí.

Es justo esa la razón por la que a regañadientes me separo, habiendo bebido lo suficiente como para que su piel luzca cenizosa y su semblante débil, apagado, reflejando cómo me siento yo por dentro, porque, pese a que físicamente nunca me había sentido más viva y saciada, mi interior se encuentra vacío... muerto.

El silencio llena el lugar por varios minutos, que se convierten quizá en horas, no lo sé. Su espalda se apoya en la puerta y la mía contra la cama, frente a frente, separados por un par de metros. Al final, es él el que decide hablar, comprendiendo que mi vergüenza es tan grande que no me lo permitirá.

—Desde que te vi en el aeropuerto sabía quién eras, Agni también, todos, a decir verdad. Quise someterte, usarte para ver como Ashton suplicaba clemencia por tu vida.  Quería venganza, por Agniet, pero sobretodo porque quería ser libre y el puñetero me hizo salir de las sombras, lo culpaba por hacerme volver a Atenas, y al mismo tiempo, te culpaba a ti. Eras lo único cercano a él a lo que podía dirigir mi ira. Solo Evan trató de detenerme hasta que ya no pudo. Realmente lo deslumbraste —se ríe con tan poca fuerza que es apenas un resoplido—. Todo era más fácil cuando pensaba que aún le querías, porque mi único propósito era acabarlos. Pero solo bastó un puñetero instante, un maldito suspiro y todo perdió sentido. Me vuelve loco saber que en parte esto también es mi culpa, me enerva lo incierto del futuro y no quiero... no quiero esta guerra, no quiero esta existencia ¡joder! Nunca lo he querido.

La profunda devastación que mostraban sus ojos eran el resultado de más de un centenar de vivir una vida involuntaria. Arion era un líder nato, el poder rezumaba por sus casi inexistentes poros como si de sudor se tratase, no había una sola persona que pudiese decir que no sentía esa aura venir de él, mortal o inmortal. Jamás imaginé que un día estaría en esta posición con él, o que se mostraría vulnerable. Jamás imaginé sus muros de hielo resquebrajándose junto a su voz y eso... eso fue lo que más me aterró, el saber que hasta el más fuerte de los guerreros decaía hasta el abismo de la angustia.

—Sabía que traerías problemas, tu mirada rugía una advertencia, sabía que esa sonrisa tuya iba a doler, que eras el mayor de los no. Me lo dije mil veces, incluso me convencí de que podía enamorarme de alguien como Evan. Pero siempre volvía a ti, terca, entrometida y testaruda, siempre eras tú, siempre fuiste tú y probablemente siempre lo seas. No puedes echarte toda la culpa porque fui yo quien eligió amarte.

—Parece que ambos somos masoquistas.

La temperatura iba en picada, escarchando el suelo, las paredes y superficies. Dejando tras de sí un frío arrasador, llevándose consigo la calidez de nuestras almas.

***

Déjame tus votos y comentarios, me sirven como presión para seguir escribiendo. Y cuéntame ¿Qué te pareció el cap? Las recaídas son algo con las que sigo trabajando y creo que mis estados de ánimo siempre terminan quedando plasmados en lo que escribo.

Si aún estás por ahí gracias por no irte pese a mi falta de constancia, tqm, te mereces una arepita.

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