12. Tumba, refugio... Dick

Pongo a la pelirroja sobre una tumba cuya cubierta esta hecha de mármol, cierro bien su sudadera y la dejo inconsciente sobre quien sea que haya sido Fatima Barteu. Si, amiga, a mi tampoco me dejan descansar en paz.

—No debiste hacer eso —me regaña Evan.

Ruedo los ojos y sigo adelante, no necesito asegurarme de que me sigue, incluso sin mis sentidos super-desarrollados creo que podría sentirlo a un kilómetro a la redonda.

—¿Yo? casi se mea en los pantalones con esa historia. 

—No era una historia, la mujer era mi abuela —asevera con voz lúgubre.

Me detengo de golpe, su pecho quedando a escasos y eléctricos centímetros cerca de mi espalda, a propósito, por supuesto.

—Apuesto a que te lo creíste —su risa se cuela desde lo alto de mi oreja, puedo sentir su aliento recorrer mi cuerpo en su totalidad—. Es una leyenda de mi familia. Lo cierto es que no sé si es verdad, sé que la abuela murió es circunstancias extrañas, que vivía con su hermana y ambas estaban mal de la cabeza. Hablaban de extrañas criaturas que controlaban la noche y fueron tachadas de brujas.

Me recompongo de lo que su cercanía le hace a mi sistema marcando una distancia prudente antes de volver a dirigirme a él. Tenía la boca tensa, ambos sabíamos que, esas mujeres, así como muchos que había corrido con el mismo destino, estaban más conscientes de la realidad que aquellos que se llamaban a sí mismos "cuerdos".

—Lo más curioso de todo es... ¿Ahora me hablas?

—Te recuerdo que fuiste tú la que decidió poner punto final a lo nuestro porque era "fingir" —dice la última palabra remedando mi voz, lo que me hace voltear para continuar el camino.

Oírlo recriminar en mi contra ardía. Sobretodo porque tenía razón. 

—Sabes el por qué, Evan.

Llegamos por fin al extremo final del cementerio, tal como Arion nos indicó, podemos ver como se alza un mausoleo gigante, probablemente el primero en construirse, y en sus palabras, el único digno de estar aquí... el de los Vriklas. Grabados griegos decoraban las elegantes columnas, era una pequeña obra de arte escondida, un homenaje discreto.

A veces me detenía a pensar en lo poco que realmente sabía sobre ellos. Habían sido mi familia por cerca de dos décadas y apenas sabía lo mismo que todos. Estaba inmersa en un par de negocios y sabía historias, nunca demasiado personales. Athan y yo nunca habíamos sido especialmente afines, incluso sospeché en su momento que no estaba de acuerdo con añadirme a su clan y sobretodo a su linaje. Agradecía tanto a Arion por no rendirse jamás conmigo, ni siquiera cuando yo misma lo había hecho.

—No, fíjate que curiosamente no lo sé, porque no me diste la oportunidad de enterarme, decidiste por los dos y ya.

—Es...

No podía descifrar lo que crecía en mi interior, al principio creí que solo era deseo, luego se sentía como miedo, que dio paso al terror absoluto de imaginar la profundidad que se formaba cuando llegaba solo a imaginar que él pudiera arriesgar y dar por mí todo lo que en sus ojos, mente y aura se veía. 

Y lo entendía, más que nadie. Sabía lo que significaba esa mirada. Viví largo tiempo dejando que otros me manipulasen, que me dijeran que hacer, por esa mirada. La mirada del amor.

Tenía tanto miedo de estar perdida otra vez, de no ser suficiente. Pero es era la cuestión, no importaba cuanto lo intentara, no iba a serlo, no para él.

Así que con los ojos cargados de anhelo y una presión en la garganta no ocasionada por la sed de sangre niego y continúo en silencio mi camino hacía la entrada del mausoleo.

La tumba por su tamaño, podría pasar por una casita. Tiene un candado de hierro enorme, como si protegiera algo valioso... o como si los cadáveres fuesen a escapar, y es que ni siquiera sé que carajos hay enterrado aquí porque los vampiros, en especial los que ya llevan mucho tiempo siéndolo, se desintegran enteros poco después de morir, sin huesos, solo cenizas. 

Mis dudas se resuelven en cuanto me acerco a la placa inscrita en griego, si que hay un cuerpo y quizá es por eso Arion no quiso tomar esta tarea. No imaginaba lo que podía representar para él.

—Argus Vriklas —lee Evan detrás de mí.

Grande en la eternidad el que eligió morir en esta vida que vivir en esta muerte —traduzco.

—¿Metáfora?

—Quiso mantenerse digno hasta el final, jamás le habría perdonado a Arion el haberlo convertido.

—Ojalá todos hubiésemos tenido la misma elección.

—¿Me habrías elegido? —cuestiono llevando la conversación lejos del hermano muerto de mi hermano—. Si te hubiera dado opción ¿Lo habrías hecho?

Sonaba más valiente de lo que en realidad me sentía. Lo cierto es que mi determinación estaba tentada a flaquear si su presencia seguía presionando a la mía. 

No responde al instante, lo enfrento, esperando ver duda o quizá arrepentimiento, pero en su lugar no hay sino una enorme frustración y un poco de molestia.

—¿En serio quieres que lo diga?

—Quiero que... por una vez... alguien me elija. Sin obligación, sin lástima. Solo por mi.

Mi voz es apenas un susurro, aún así, es suficiente para que Evan, después de emitir lo que suena como un gruñido, coja mi rostro entre sus manos y ponga su boca en la mía en un beso que deja entrever toda su determinación.

Quiero mil cosas a la vez, quiero redención, quiero sanación, quiero permanecer en este fuego catártico que nos envuelve y arder juntos en la eternidad. Quiero tanto que es avaricioso, demasiado para mí.

Quiero tanto porque lo quiero a él.

Pero Kate tiene razón.

Consigo apartarme y sentir un vacío en cuanto me asaltan las dudas, perpetuando un dolor agónico ahí en donde debe latir un corazón.

—No merezco esto, Evan —le doy la espalda, al borde de las lágrimas—. No te merezco a ti y tú... tú mereces más que lo que soy.

Si está enojado lo disimula muy bien, apenas percibo una mueca en sus labios ahora un poco más rojos que antes.

—Entonces deja la jodida autocompasión de un lado y vuélvete lo que merezco, así como yo lo hago cada maldito día —soltó con indiferencia—. ¿Crees que mágicamente todos vamos a olvidar lo que ha pasado? Es una mierda Vriklas, pero todos hemos matado, todos hemos hecho cosas de las que no estamos orgullosos y todos hemos sobrevivido a todo lo que este jodido mundo nos ha lanzado. Nos hemos vuelto unos monstruos malditos. Solo tu decides si vas a dejar que esa mierda te ciegue, te vuelva un jodido villano oscuro o te enseñe que nada es completamente blanco o negro.

El poco aire que podía almacenar se fue completamente. Si bien era algo que ya sabía, escucharlo lo volvía real. Vivía para regodearme en mi propia miseria y auto-compasión. Era más fácil que dejar atrás todo e intentar comenzar de cero, sin embargo... estaba muy harta de empezar de cero. Una y otra y otra vez.

Intentando.

Empujo con todas mis fuerzas esa única palabra hasta su mente, con la intención de que incluso en su forma más leve, le alcance y sin poder emitir una sola palabra o hacer frente a sus ojos, me vuelvo al mausoleo. 

El espacio era bastante reducido, aún con mi metro cincuenta y algo debía permanecer encorvada; a duras penas tanteé el terreno en la oscuridad, iluminada solo por la luna y un par de lámparas de la calle. Dentro del lugar había una especie de altar con figuras maltrechas, lo que me pareció absurdo conociendo las creencias de Arion y Athan. Entonces lo supe.

Tenía que estar ahí.

—¿Encontraste algo?

—A Zeus, Hades y Poseidón —vi el grabado de la pared cuando la luz del móvil de Evan apareció—. Hay un altar, si es que se puede llamar así.

—Quita.

Me hizo a un lado para observar mejor y era realmente gracioso como apenas podía encajarse ahí dentro.

Golpeó la estructura del altar y está sonó hueca.

—Una pared doble —dedujimos al unísono.

Me eché atrás y Evan comenzó a golpear con poca fuerza el sitio, era suficiente para que la fachada hecha de yeso cayera y nos mostrara por lo que verdaderamente estábamos aquí.

Miré a Evan con una sonrisa. Obviando el anterior altercado.

—Esa cosa tiene los años del mundo —murmuro— deberíamos abrirla.

Estaba apunto de negarme cuando un estruendo nos sobresaltó, al punto de hacer que Evan chocara contra el techo del mausoleo y pedazos de bloque de cemento y arena nos cayeran encima.

—¡Jo...! ¿Ese fue Dick? —bufó un poco de cemento y riendo sacudí el polvo de su cabello.

Cuando nuestras miradas se encontraron y mi sonrisa vaciló salí a toda prisa para evaluar la situación y él me siguió con nuestro paquete en las manos.

—Por supuesto que lo fue —confirmé viendo hacia arriba e imaginando los detalles—. Nadie más sería tan idiota.

No era difícil caminar junto a Arion a media luz, con la luna sobre nosotros, rodeados de hermosos jardines en la sombra de una iglesia.

No era difícil imaginarnos en otro contexto, cualquiera. Los dos siendo humanos o incluso siendo lo que somos, pero sin una guerra de por medio.

No era difícil vernos disfrutar de esto.

Lo difícil era dejar de imaginar esos escenarios luminosos e irracionales y centrarme en el plano real.

Él y yo, en un incómodo silencio, hombro a hombro, escaneando los lúgubres terrenos de la iglesia que a estas horas parece un sitio fantasma; lleno de bruma y silencio absoluto, solo roto por cantos ocasionales de ranas, grillos y mi retumbante corazón.

Arion seguía siendo Arion, impasible, sereno y ajeno a los mil y un debates internos que solo ver su perfil me provocaban. Admirarlo era mi pasatiempo favorito.

Tiene la mandíbula más definida que mi futuro.

Juro que lo vi sonreír un poco.

La iglesia tenía arbustos bastante grandes rodeando el patio, la grama estaba un poco alta y parecía que nadie había barrido las hojas secas en días, sin embargo, aquello no le quitaba el atractivo a todo esto.

—Mira al piso, tantea con los pies y está atenta a cualquier cambio al oído —ordenó Arion.

—Se pide por favor.

Se giró para verme con los ojos entrecerrados.

—Deja de ser una molestia y hazlo... por favor.

Le volteo los ojos y comienzo la tarea, un poco confusa por lo que esta implica pero tras unos cuantos vistazos al señor platinado veo que él está haciendo lo mismo.

—¿Por qué la iglesia? De todos los lugares en Atenas ¿No se supone que no pueden poner pie en un sitio consagrado?

Arion bufa.

—Es un mito, no podemos ingresar en terrenos ajenos sin ser invitados, pero Atenas es de Héctor, incluso la iglesia fue construida por él y su gente, por herencia es nuestro... todo. Ustedes son los intrusos.

—¡Yo soy parte del clan!

—Sueña —se burla.

Sigo en lo mío hasta que por estar concentrada choco contra su espalda y me voy de bruces al suelo.

—¡No hay forma en la que no me hayas sentido llegar, Vriklas!

Furiosa voy tras él pero en medio de su risa se queda absorto y con la cabeza ladeada.

—Alto —levanta un dedo—. Ahí, donde caíste, vuelve a intentar.

—¡¿Quieres que me lance de nuevo?!

Me aparta, frustrado y tantea él mismo. Lo escucho claramente cuando golpea dos veces con el puño y se queda en silencio, casi espero a que le contesten.

—Aparta un poco... por favor.

Obedezco sin replicar y entonces, con su fuerza del inframundo, levanta el césped en un corte cuadrado limpio, revelando lo que parece ser una trampilla oculta que huele a mucha humedad y esta bastante cubierta por un verde-negruzco musgo.

—En la madre...

—En la tuya, por si acaso —me voltea a ver, sacudiéndose sus manos y le saco el dedo—. Las damas primero.

Hace un gesto para que entre, pero yo ya estoy negando con cara de asco. ¡Es un agujero oscuro en la tierra! Por lo que sé, podría acabar en el infierno.

—A saber qué carajos habrá ahí, ni siquiera sé qué estamos buscando. ¡Ni siquiera sé por qué estoy contigo!

—Porque no puedes vivir sin mi.

Esta ves soy yo la que se burla, sin embargo, sé que el brinco que ha dado mi corazón me ha delatado de lo lindo, el brillo en sus ojos me lo indica.

—Sueña —mascullo mirando al agujero.

—Es la entrada a los túneles secretos, se hacían para resguardar enfermos de las pestes y como refugio para las mujeres y niños durante las confrontaciones de la guerra. Casi todas las iglesias de la época tienen estos lugares, lo más raro que te puedes encontrar ahí es una rata... o un monje momificado.

Me detengo en seco, estremeciéndome.

—¡¿Se supone que eso me tranquilice?!

Suspira.

—Por favor, Roja. No haría nada que te pusiera en peligro —suplica en un tono que me hace temblar las rodillas—. No, me retracto. No haría nada que te pusiera en peligro, que no te gustase.

Que quede claro que estoy bajando por las oxidadas escaleras por mi propia voluntad y no porque la voz, sonrisa y ojos sugerentes de Arion Vriklas me hayan calentado algunas partes del cuerpo.

Cada tramo chirría más que el anterior, el olor a tierra y humedad es abrumador y apenas puedo ver nada. La iluminación se limita a la luz de la luna colada por la entrada abierta. Usar mis lado sobrenatural por lo que sé podría empeorar las cosas más que ayudar y mi otro lado jamás ha sido el más ágil.

O el más inteligente, ya que estamos.

—¡Estira un pie! Debes estar cerca del fondo.

Lo intento, agarrándome con fuerza, muevo un pie el aire, estirándolo lo más posible pero no hay suelo alguno y tiemblo de vértigo cuando miro abajo y solo hay oscuridad.

—¡Arion no hay fondo! —grito aterrada aferrándome con todas mis fuerzas.

—¡Claro que hay, idiota! Sigue bajando.

Lo intento, pasando por alto su insulto, la escalera se acaba y siento la sangre abandonar mi cara cuando palidezco. Sigo sin ver o tocar el fondo.

—¡No hay fondo! ¡No hay fondo! —lloriqueo—. ¡Voy a subir ahora!

—¡No seas cobarde, Roja! —escucho su voz un poco más cerca.

—No soy cobarde, imbécil, no veo nada... ¡AHHH...!

Pierdo el equilibrio intentando subir de regreso y grito con todas mis fuerzas esperando por una caída de mil metros de distancia y aceptando mi inminente muerte por estampillado.

Plaf.

Caigo de culo por segunda vez en la noche con un ruidito sordo y me doy cuenta que si estiro la mano puedo tocar el último tramo de la escalera.

Hehe.

Me sacudo la ropa y me sobo el culo dolorido.

—¿Anabelle?

—¡Estoy bi...! —Arion aterriza frente a mí con estilo, cortando mi frase y asustándome en el proceso.

—¡Mierda!

—¿Tengo que explicarte de nuevo cuál es mi nombre?

Le doy una colleja y escucho una risita antes de ver como la luz de una linterna de móvil en su mano nos ilumina el camino. Me quedo boquiabierta.

Será cabr...

—Debemos encontrar la sala común. Quién sabe a qué profundidad esté.

—Por supuesto que hay que hacerlo —me quejo girando los ojos y siguiéndole—. A todas éstas ¿Cómo conoces tan bien esto?

—Tengo los planos originales en casa —dice como si nada—. De todo el pueblo de hecho.

Quisiera decir que me ha sorprendido pero lo cierto es que no. Ya me he acostumbrado a que los vampiros hablen de estas cosas como del café de la mañana.

—¿Aún estás enojada conmigo?

Le tiró un poco de sal a la herida con esas palabras, aún así me tragué mis sentimientos y el nudo en mi garganta, intentando no oírme afectada.

—¿Por qué debería? Ambos sabíamos que esto no duraría.

—Auch, hoy estás tirando a matar, Roja.

—No lo que siento por ti, sino lo de estar juntos. Tienes responsabilidades, con tu gente y toda la cosa de inmortales, yo apenas sé que quiero hacer con mi vida, pero salir de este mundo está en el tope de las urgencias. Además del pequeñísimo conflicto de que quiero envejecer y eventualmente morir y tu...

—Voy a quedarme congelado —desearía no haber percibido devastación en su tono.

—A veces... solo desearía que esto sea un absurdo sueño —susurro—. Basta.

—¿Qué hice ahora?

—Haces esa cara de cachorro pateado, haciéndome lucir como una perra cuando en un principio eres tú quién ha marcado la distancia entre nosotros primero.

Desearía que mi voz no se hubiese quebrado.

Por un momento dejé de percibir su presencia, la luz del móvil se desvaneció y me encontré sumida en una oscuridad tan total que un frío temor se instaló en mi estómago. Tanteé con las manos temblorosas sin alcanzar absolutamente nada y mi labio inferior comenzó a temblar. Giré en todas las direcciones intentando usar mis instintos sin éxito alguno.

—¡Arion, no es divertido! 

Juro que volví a respirar cuando sentí sus manos en mis brazos, di un respingo que me hizo cerrar los ojos con fuerza y dos lágrimas se me escaparon.

—Lo siento —susurró, sin embargo, no sabía a qué específicamente se refería—. Necesitaba mostrarte ese vacío profundo... ausente de ruido y lleno de oscuridad, esa gran nada sofocante. ¿Te ha parecido soportable? Quería que experimentaras ese sentimiento de estar perdida, sin rumbo, ausente de todo, ese miedo helado que se filtra bajo tu piel ¿Lo has sentido?

Incluso en la oscuridad podía notar sus ojos clavados en los míos.

>>Porque eso fue lo que yo sentí cuando te fuiste.

Me vi acorralada entre sus brazos, sin ningún deseo por intentar escapar. Con el corazón desbocado. Perdida en como sus manos parecían no querer soltarme nunca. Nuestros alientos se entremezclaban, tentando al otro a romper la escasa distancia que separaba a nuestros labios.

—Si tengo que romper un pacto de sangre lo haré, si tengo consumirme en esta guerra por mantenerte a salvo no lo dudaré, jamás te dejaría de lado por nadie, Anabelle.

—Prometiste irte.

—No, prometí cumplir mi deber y aún si eso implica irme, rompería mil promesas en contra de mis principios si tú me lo pidieras.

Pero no podía ser tan egoísta, porque sabía que Arion no era solo él, era toda aquella gente que confiaba en lo que decía y hacia sin cuestionar. Su clan iba más allá de un subyugante lazo de sangre, eran una familia, una extraña familia de la que Arion se volvió cabecilla y cada decisión que tomara les afectaría a todos.

—No puedo...

—Recorrí el mundo entero para llegar a ti, y lo haría una y otra vez, por toda la eternidad. Te estoy pidiendo una única cosa, un jodido paso. Olvida lo que pasará al final, olvida el futuro... somos solo tu y yo aquí, aquí y ahora.

Seguía manteniendo separadas nuestras bocas, ansiando con impaciencia a que yo avanzara ese único paso que nos alejaba.

Y yo, joder... Arion Vriklas. Siempre fue un misterio para descifrar, una muralla, fría e impenetrable. El verlo tan vulnerable y abierto mandaba a volar toda cordura y me hacía egoísta. Porque tenía razón y cada vez que estábamos solos, el mundo a nuestro alrededor perdía su existencia.

Di el paso.

Literal y simbólicamente.

Y cuando me perdí en su beso este tenía un matiz completamente nuevo, no era hambriento o necesitado, sino más bien lento, cada uno memorizando los labios del otro. Sus manos se deshacían en caricias por mi cintura y cadera y las mías estaban pérdidas en las pálidas hebras de su cabello.

Aquello se habría extendido por horas, así lo quería sinceramente, no obstante, Arion se apartó bruscamente cuando sus sentidos percibieron algo en la distancia.

No tuve que cuestionar qué había pasado, porque un segundo después un estruendoso sonido llegó a nuestros oídos y muy probablemente a toda Atenas.

—Dick, hijo de...

—¡Cierra la boca! Su mamá es un amor.

—Pero el hijo un dolor de huevos... literalmente.

N/A: Nadie puede odiar a mi chiquito, hay que cuidarlo, está pendejo.

Creo que todo pasó tan rápido que mi cerebro decidió asimilarlo en cámara lenta.

Mis dedos casi rozaban el teléfono móvil de Val, solo había un mísero centímetro de distancia entre el objeto y mi agarre. Tal vez me enfoqué mucho en eso y no me di cuenta en cómo mis pies perdieron contacto con el suelo e iba en caída libre.

Escuché un muy lejano grito, y me vi como tortilla, estrellado entre los jardines. Podía ser un poderoso inmortal pero no creía que podría caer sin, como mínimo, romperme los tobillos.

Recé a lo que sea que estuviera dentro de la iglesia y creo que rindió efecto porque mi caída se detuvo de forma abrupta sin siquiera haber comenzado y fui impulsado hacía atrás con una fuerza tal que rompió el costado de mi camisa por dónde me había cogido.

Lo primero que sentí fue el fuerte clank que emití al aterrizar, lo segundo,  fue el dolor de espalda por el golpe, y lo tercero... lo tercero fueron las fuertes tonadas que había desatado gracias a que mi hermosa novia me lanzó como frisbee directo a la campana que aún seguía funcional.

Muy funcional.

El sonido a esta distancia era aturdidor. Tuvimos que cubrir nuestros oídos, tomar la caja y bajar a toda prisa. Debo admitir que, pensando en la reprimenda que se venía, prefería quedarme allá arriba.

Cuando estuvimos en el jardín Val tuvo el descaro de mirarme como si todo fuera mi culpa.

—¿Strike three? 

—¡Págame!

***

Y esta era la parte seria...

Dedicado a Noleee17 ella quería que le dedicara un cap con Ariabelle.

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