5. La nada

Los tacones me están matando, los chicos me miran como si no tuviera idea de lo que estoy haciendo y tengo a un supervisor en el aula de clase atento al mas mínimo error que pueda cometer. Miro a todos lados, tengo una horrible sensación en el estómago desde que me levanté y he asociado a los nervios. He intentado mantener la calma y verme casual, sin embargo, no dejo de sentir ese mal presentimiento. Justo ahora se vuelve más intenso cuando estoy por iniciar mi presentación en la clases de artes de mi antiguo instituto.

Estoy basando mi curso de arte en las emociones, es lo que planteé al pedir el trabajo de asistente para aprovecharlo como curso mientras obtengo el dinero para ir a la universidad. Debo mostrar mi trabajo y mi propósito ahora...y no tengo nada. Estoy frente a un lienzo vacío que grita porque tome parte de él y plasme lo que siento dentro de mí y no puedo hacerlo. En un principio creí que el arte expresivo era algo de lo que quería formar parte, durante mí ultimo año tenía muy claro que eso era lo que quería hacer para mi futuro. El hecho de transmitir, expresar y por sobre todo, generar una reacción que viaje a través de los receptores de mi arte.

—Kate —la profesora para quien estoy presentando mi solicitud me llama a un lado—, respira cariño, sé que hay momentos difíciles y pueden ganarte los nervios. Solo céntrate en lo que quieres mostrar, busca dentro de tí...

Paro de escuchar, eso es algo que no puedo hacer, devuelvo la vista al lienzo y de momento se convierte en algo demasiado grande y vacío, no sé que quiero expresar, me pierdo en quien soy, pasan tantas cosas por mi cabeza que ninguna se detiene lo suficiente para transmitirme nada duradero que pueda plasmar.

Miro alrededor y puedo ver como los chicos se murmuran los unos a los otros sin amagos de ocultar sus ganas de reír. No puedo seguir ahí y me disculpo con los directivos y mi supervisora para salir corriendo.

El instituto tiene una estructura poco compleja, fácil de recordad debido a los años que estudié en esta institución. Hay pocos estudiantes en los pasillos, es temprano y en su mayoría se encuentran en clases. Voy directo al baño donde lo primero que hago es mojar mi rostro, consiguiendo así que el poco maquillaje que había usado esa mañana se corriera por toda mi cara. He dejado el bolso en el salón de arte, debo limpiar mi cara con papel para secar manos y eso la irrita. Una cosa lleva a la otra y permanezco mirándome fijamente al espejo con la cara roja, el pelo arrugado por pasar mis manos por este, restos de lápiz en las comisuras de mis ojos que enmarcan la ojeras que intenté disfrazar esta mañana. Mirarme se convierte en una tortura para mí, mis ojos alcanzan a llenarse de lágrimas y debo apartar la mirada antes de observarme llorar.

Todo este tiempo me he mantenido firme e intentado contener todas las cosas que suceden dentro de mí, ahora mas que nunca Anabelle me está doliendo, y junto con ella me es imposible no recordar a Michael y sentir su pérdida como un ardor en lo mas profundo de mi pecho. Muerdo mi labio inferior con fuerza conteniendo un fuerte sollozo que se vuelve silencioso. De todos los momentos donde tenía que quebrarme elegía este.

Clavo los ojos en el suelo, apoyada en el lavamanos y dejando las lágrimas caer mientras me sacudo entera. De nuevo, esa mala sensación se apodera de mí, esta vez va acompañado con la impresión de que alguien me observa. Me enderezo bastante paranoica y vuelvo a lavar mi cara intentando borrar mis lágrimas y su rastro. Miro por todo el baño, hay mucho silencio y sin embargo la extraña tensión crece. Doy varios pasos hacia la puerta hasta que la sombra de un movimiento me hace detenerme.

El corazón comienza a latirme fuerte, tanto que siento el pulso vibrar en mis oídos. La primera puerta de los cuatro cubículos esta abierta, me acerco y con la punta de los dedos empujo logrando dar visión plena del baño vacío; prosigo a hacer lo mismo con la siguiente, de igual forma no hay nada. Cuando alcanzo la tercera puerta, un pensamiento me hace reírme de mí misma por estar tan nerviosa últimamente. No es la primera vez que tengo este palpito.

Suspiro en alivio al hallar el tercer cubículo sin nada, bueno, aparte de una pipí muy amarilla.

Casi doy vuelta, pero en el último momento decido abrir la cuarta puerta, solo para decirme idiota. Me detengo frente a ella y ahí esta de nuevo, esta tensión. La puerta está cerrada, el cerrojo esta pasado por dentro. No hay pies a la vista, pero ahí está de nuevo, esta sombra que dispara mi corazón a mil latidos por segundo, o así lo siento.

Escucho como el seguro se desliza, tengo tanto miedo que el sonido se triplica, resonando en toda la estancia, unos pies se hacen visibles. Son zapatos lustrados, evidentemente masculinos,  incluso veo los pantalones de tela ajustada. No puedo moverme, debajo de la puerta comienza a salir una especie de humo blanco que me deja confundida y me impulsa a abrir lo que resta...

—¡Kate, por Dios que susto me has dado!

Ahogo un grito mientras doy un pequeño salto en el lugar, mi supervisora esta en la puerta mirándome con cara de pocas pulgas, repara en mi cara, estudiándola y ladeando una esquina de la boca con reprobación.

—Hablemos en mi oficina por favor, he tenido que dispersar a todos por tu pequeña crisis —me riñe—. Que sepas que esto manchará tu solicitud, si no es que deciden anularla.

Se me escapa una mueca de dolor. Estoy muy frustrada y asustada, vuelvo atrás la vista intentando volver al origen de mis miedos.

Por alguna razón mis pensamientos racionales reanudan su curso, no entiendo que busco en ese cubículo, ni porque estaba asustada. Es algo que imagine muy seguramente.

Sacudo mi cabeza y veo a la supervisora llamarme. Saber que hay un mundo oculto detrás del mio propio me hace ver cosas donde no las hay.

Salgo del baño con la cabeza hecha un lío, no sin antes volver a mirar atrás.

Era la primera vez que sonreía en tres meses. Tenía esperanza, iba a distraer mi mente trabajando en lo que amo para pagar mi carrera de ensueño e irme de este pueblo que solo me ha causado dolor.

Pero como no, tenía que cagarla.

El clima iba perfecto con lo que estaba sintiendo, solo faltaba que soltase a llover para describir a la perfección mi estado de ánimo tormentoso. Me echaron por quedarme paralizada frente a los supervisores.

Ya podía verme volviendo al jodido café, cada vez que entraba en ese lugar no dejaba de encontrarme con los espectros de Anabelle, los Vriklas, su gente y sobretodo, no dejaba de ver a Michael; en la fiesta de Halloween con su estúpidamente original disfraz, o ese último día con aquellos ojos cargados de decepción. Recordar instalaba un abrumador y molesto dolor en el pecho.

No podía hacer mas que caminar derrotada por los pasillos, esta vez bajo la mirada de los estudiantes que salían de sus clases. Unos cuantos estiraban sus manos para saludarme, reconociéndome del año pasado.

Una cabellera rojiza llamó mi atención, miraba la leve llovizna desde las puertas del instituto. Intente verme casual cuando me acerqué, ella no lo notó, su mirada estaba puesta en la nada y una de sus manos arrugaba un papel con tanta fuerza que sus nudillos se veían pálidos en su blanca piel.

Me congelé con una mano en el aire sin saber como reaccionar. Becca se giró al mismo tiempo que yo intentaba hablar, descubriéndome detrás de ella boqueando como un pez.

Tuvo en su cara esa expresión de molestia, con una ceja elevada que casi siempre lucía.

—¿A ti qué te pasó? —cuestionó con voz plana.

—Me arroyó un camión de nervios —admití con pena revolviendo mi cabello de por sí hecho un desastre.

Asintió sin indagar más allá, eso fue algo que agradecí.

Un silencio incomodo se instaló entre ambas.

—Muero por irme a mi casa —comenté.

Ella volvió a asentir. Acomodó la mochila comenzando a caminar sin reparar en la lluvia. Dejé caer las manos a mis costados, si que era una chica difícil.

Caminé detrás de ella, sumida en mis pensamientos. Solo después de unos metros tuve que sacar el gorro de nieve que llevaba en el maletín, mi cabello no podía verse peor.

Alcancé a Becca en una parada, los autos no le permitían cruzar por lo que me detuve a su lado hasta que pudimos cruzar juntas y le mantuve paso.

—Entonces...¿que tal la escuela?

—No tienes porque hacer esto, dudo que una deuda moral a mi hermana te haga pensar que debes cuidarme o convertirte en mi amiga. Estoy bien sola, lo estado siempre.

Sus palabras me caen como un balde de agua, casi literalmente porque estoy comenzando a sentir la lluvia traspasar mi ropa.

—No intento nada. Sé lo que es ser nueva y también sé lo que es perder a alguien que amas —expreso—. Solo intento ayudar a hacer esto mas llevadero para ti...

—¿Llevadero? —se ríe— ¿También sabes lo que es vivir en una mentira toda tu vida? Iluminame entonces Katherine ¡Porque ya no sé que hacer! —termina gritando en medio de la calle.

La lluvia se hace intensa, de nuevo me he quedado helada viendo mas allá del hombro de Becca.

—Lo ves, todos piensan que pueden entenderme y decirme qué sentir, nadie sabe...

—Cállate Becca.

Ella retrocede ofendida. No tengo tiempo de explicaciones, intenta dar vuelta para caminar y la tomó fuerte del hombro.

Si se gira de cara al camino lo verá.

—¡¿Que demonios te pasa...?!

—Ve al hotel —susurro lo mas bajo que puedo agradeciendo a la lluvia.

El hotel esta justo a nuestro lado, llegará en apenas unos segundos si corre.

La figura detrás de ella no se mueve, esta a unos veinte metros, con un paraguas, de pie apoyado en un poste de luz de cara a nosotras.

—¡¿Qué?! ¡¿Por qué?!

Ella esta desconcertada y alarmada. Él comienza a avanzar.

Entro en pánico, si corro con ella nos atacará a ambas, siento sus ojos puestos en mí, no en Becca quien intenta girarse. Estamos completamente empapadas.

Quince metros.

Cojo la cara de la pelirroja entre mis manos mirando directo a sus desorbitados ojos.

—Tu hermana desapareció por una razón, no fue casualidad. Ahora corre al hotel y pide ayuda.

Ella voltea a ver la vieja construcción.

—¡¿A los murciélagos?! —sigue confundida.

Veo tras su hombro.

Diez metros.

Cierro los ojos, aún sosteniéndola con fuerza para que no se gire.

—Por favor —susurro de forma entrecortada—. Corre.

Por fin lo entiende y se suelta de mi agarre corriendo al hotel cuando la figura esta tan cerca que puedo distinguir su rostro. Veo a Becca de pie en la entrada, mirando en mi dirección y al chico frente a mi. Y luego desaparece dentro.

—Que noble de tu parte salvar a la niñita, iba a tener que silenciarla si no lo hacías. Por ahora solo me interesas tú.

Su voz tan familiar para mi tiene un deje de diversión, sus ojos...destellan locura.

—Elliot.

—Katherine, si fueras tan amable de acompañarme.

Extiende su mano, dudo mirando a mi alrededor, mas allá de la lluvia, buscando una salida.

—No queremos que nada le pase a la rojita número dos —canturrea.

Suspiro con evidente cansancio tomando su mano.

En cuestión de segundos pierdo la conciencia.

Desperté desorientada.

Un dolor agudo se instaló en el lado derecho de mi cabeza, tomando mi ojos y obligándolos a mantenerse cerrados.

Solo había oscuridad a donde quiera que mirase, estaba en un colchón, no en una cama como pensé al abrir los ojos y sentir la suavidad.

¿Lo mas aterrador?...Estaba desnuda, solo con mis panties puestas, siento nauseas.

Comencé a respirar erráticamente, tomando grandes bocanadas de aire que me hicieron ahogarme, toso y esa tos se vuelve un sollozo abatido.

—Que dramática eres Katie.

Me encojo en el lugar, apretando la sábana que me cubre con muchísima fuerza.

—¿Que me has hecho? —me tiembla en labio inferior al hablar.

Temo su respuesta.

—Te he lavado la ropa, idiota.

Para dar fe de sus palabras, tira a mis pies la ropa perfectamente doblada. No incluyendo mi sostén.

Con mas cuidado, deja caer unos zapatos, que no son los que llevaba cuando lo encontré.

—Son zapatos nuevos, Kate. No bombas.

No concibo la idea de que se esté dirigiendo a mi como si no fuera (en parte) su culpa lo que está pasando. ¿Y en qué momento hizo todo aquello? ¿Cuanto tiempo llevo aquí?

—Dos horas —responde a mi pregunta no formulada.

Lo admito, me espanté.

—¿Qué es lo que quieres de mí?

—¿Que podría yo querer de ti? —cuestiona extrañado y hasta insultado—. Soy un ser superior capaz de lograr muchas cosas por mí mismo, lleno de conocimiento y poder capaz de...

Levanté una ceja.

—¿Qué. Carajos. Quieres?

—Nos levantamos agresivos ¿huh? Te daré tres minutos para que te vistas y habláremos, ni uno mas, ni uno menos —dio vuelta y antes de salir, se detuvo—. A menos que quieras hacerlo así —bailó su cejas—. Tienes un maravilloso cuerpo.

Me guiño un ojo de color índigo, saliendo del lugar a un paso para nada humano. Salí de mi shock para evaluar mi entorno de una vez por todas.

Yo había estado en este lugar antes, no podía creer que fuera precisamente aquí donde él me trajo. Todo estaba diferente, vacío, ni rastro de lo que antes parecía ser un lugar habitable. Lejos de eso, había humedad, olor a óxido y a metal.

El viejo tanque ya no parecía una guarida, sino lo que en realidad era. Una vieja y abandonada construcción.

Tan dicho como tan hecho, unos minutos después, Elliot estaba de vuelta.

—Esto sera rápido, tengo un viaje nada divertido y nada corto que hacer —explicó con una mueca de disgusto—. Necesito que seas mis ojos y oídos.

Decir que mi cerebro marcó error era poco.

—¿Como es que podría hacerlo? —en ese punto mi cara dolía de tanto comprimirla.

Él resopló.

—Kate, el trono no son personas en quien podamos confiar, tienen bajo su mando a las personas con más influencia en todo el mundo, están detrás de prácticamente cada desastre que ocurrió, ocurre y ocurrirá —se detiene.

Lo veo decaído, apagado. No es la misma persona con la que conviví durante años, tampoco el chico ebrio que fue en sus últimos días de vida. No es el chico encantador que vi en acción de gracias. Es un espectro de todo aquello.

—No entiendo que quieres que te diga.

—¡Joder! —grita fuerte y de un momento a otro lanza un golpe contra el metal que hace al lugar vibrar. Me sobresalto—. Estoy harto ¿vale? No me queda tiempo, a ninguno de nosotros. Es posible que a tu amiga tampoco, solo se salvará si juega las cartas a su favor y eso es... —se calla de forma abrupta y luego resopla—. Ni siquiera se me permite hablar.

Otro golpe me hace estremecer. A este paso terminará derribando el tanque.

Me acerco a él con cuidado, consiente de que podría partirme en dos muy fácilmente. Mido mis palabras y acciones antes de ejecutarlas, en un momento estoy poniendo mis pequeñas manos sobre sus hombros haciendo que se vuelva.

Me trago un grito ahogado e intento controlar el gran temor que sus ojos me instan a tener. Su brillo no es azul como lo he visto antes, tiene un matiz negro y perturbador, así como las venas al rededor de estos que parecen a punto de estallar.

—¿Que es lo que te han hecho? —habló en un hilo de voz.

—No podrías hacerte una idea —expresó con dolor—. Y no soy solo yo, ha sido ensayo y error luego de los primeros. Los novatos son mas influenciables y aunque parezca fuera de lo común, los humanos también. Todo en Grecia se está saliendo de control y la única razón por la que el clan de Atenas sigue con vida es porque la reina está muriendo.

No puedo evitar abrir mucho los ojos, suponiendo que eso es algo de mucha importancia en su mundo. Porque en realidad no sabía un carajo.

—¿Que quiere decir exactamente?

—Que van a intentar hacer lo que sea para que permanezca en el trono y este no sea sucedido a alguien más. Los descendientes son pocos y entre ellos está Arion, es intocable en muchos sentidos, el que haya cometido un error al esconder a Anabelle le da al trono una razón para llevarlo a juicio.

—¿Un juicio? —parece que no me entero de nada, mi cabeza intenta asimilar todo lo que Elliot me dice y estoy hecha un desastre.

—Uno donde puedan arrebatarle el poder y cederlo a alguien más, de forma correcta y sin levantar sospechas. Para eso necesitan a Ashton y Anabelle, les van a manipular y ha experimentar hasta romperlos por completo. Ya lo ha hecho con Ashton, ya lo he visto y yo sería el siguiente si no supiera como actuar.

—Lo que no entiendo es que tengo que ver yo en todo esto, porque de lo que me dices, lo único que realmente me importa es Ana. Ashton merece cada maldita cosa que le suceda y los Vriklas no han hecho nada por mí más que causar desgracias.

El chico frente a mi frota su cara sin contener la molestia.

—Es por ello precisamente que no estas en el radar del trono, ellos lo saben todo. Aún piensan que no puedes recordar y que eres solo un daño colateral inofensivo. Kate, tu lo sabes todo de primera mano. Podemos ayudarnos, no soy alguien en quien los Vriklas puedan confiar. Estoy seguro que de verme me matarían al instante.

Y lleva razón, Elliot entregó a Ana, nos condenó a todos a lo que estamos viviendo.

—No puedo.

Suspira.

—Tampoco tu confías.  

Me rio por lo derrotado de su tono.

—¿Cómo podría hacerlo? Elliot, por este mundo perdí al chico que amaba, perdí mis recuerdos, a mi mejor amiga y la oportunidad de agradecerle por salvar mi vida. Creo que lo único que me queda es hacer que su sacrificio valga la pena, ella me quiso fuera de todo y es lo que haré.

—Eso es lo que no comprendes, Katherine —me corta, su voz tiene un matiz oscuro—. Este mundo es peor de lo que has visto, se extiende cada vez mas y absorbe la energía de todo a su paso, si eres inteligente jugarás a tu favor, si vas en contra pierdes. Solo buscan una cosa y es la conquista de todo.

—Pues ve con ellos, regodeate en el poder.

Digo como último recurso, su mirada está perdida y los ojos le brillan de forma intermitente. Comienzo a asustarme de estar a solas con él.

—¿Que es el poder al final? Te destruye, Kate. Ese fue el error de la naturaleza al crearnos, lo tenemos todo, visualmente somos hermosos y perfectos. Los reyes de la cadena alimenticia y del mundo entero, el depredador de los depredadores...nos pensamos inmortales e indestructibles y eso...eso es nuestro mayor enemigo. Querer abarcar el todo termina arrastrándote a la nada.

No sé porque lo hice y lo mas probable es que terminara por arrepentirme. Ver a Elliot hablar de aquella forma tan siniestra y resignada me llevó a oír su propuesta. Sobra decir que era por mucho muy descabellada. Incluía involucrarme de cerca con él, con los Vriklas y (Dios no lo quiera) con el mismísimo trono.

💙
Me gusta crear conflicto.
Dedicado a @LuisaCastillo038
Estoy actualizando desde el celu, siento si hay algún error.

Los quiero gracias por leer, por sus comentarios y amor que le dan a la historia. 💙

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