4. El conocimiento es poder

—¡No voy a usar esa mierda! Esto no es el siglo XVIII —grito enardecida.

—Tengo órdenes que cumplir señorita, si usted no accede, el príncipe la tomará contra mí.

Estoy con los pies sobre el enorme baúl que hay al pie de mi cama, como una loca enfurecida. Luchando para que una doncella (que, alabado sea Jesús, es humana) no me meta en un vestido que parece sacado de la película de orgullo y prejuicio...+zombies.

—¡Me chupa un huevo el príncipe! 

—¿Disculpa?

La joven mujer se tira al suelo de rodillas ante la aparición de cierto imbécil real.

—M-mi señor—tiembla al intentar dirigirse a él—, lo lamento, n-no he podido...

Cayden estira una mano pidiéndole tácitamente que guarde silencio. Se pasea mirando la habitación hasta que repara en mi, levanta una ceja.

—¿Que decías de chupar qué?

Me avergüenzo, Cayden posee esa mirada que te hace pensar que tal vez todo lo que haces está mal. Y automáticamente te conviertes en una hormiga bajo sus ojos.

La chica sigue de rodillas, con las mano juntas y su vista en ellas, sin establecer contacto visual con ninguno de nosotros.

—Decía, su majestad  —hablo cargada de sarcasmo—. Que no pertenecemos a la época victoriana, me parece una total muestra de carencia de cordura que sea obligada a usar una vestimenta con la que no me sentiría cómoda.

Hago uso de todo mi vocabulario aprendido de ver películas de época para hacer burla a su titulo real.

Parece que ha funcionado, noto como busca ocultar una sonrisa tras su dedo índice. Como siempre, lleva una estilo de vestir muy pulcro. Pantalones de vestir de color negro, camisa blanca de lino y una gabardina negra larga hasta las rodillas. Un estilo muy moderno y atractivo.

¡Y a mi me quería vestir como Fantine de los Miserables!

—Me place ver que te encuentras en confianza con tu habitación —comenta sin dejar de ver el baúl bajo mis pies—. Solo venía a darte un pequeño recorrido por parte de la villa. Pretendía que no desentonaras con el resto de las doncellas.

Ah bueno para saber.

—Estamos en pleno 2020, me place saber que se apegan a sus estereotipos de realeza de los años taratata. Yo soy de el dos mil para acá y voy a usar ropa de...mis...tiempos.

—Agatha, por favor... —fue lo único que dijo.

Media hora después me encontraba enfurruñada en el jardín, con Cayden a mi lado reprimiendo las ganas de reír al verme vestida con aquél horroroso vestido.

—No tendrás que usar esa ropa todo el tiempo, cuando estemos en el campo de entrenamiento tendrás tu uniforme.

Lo miré de mala manera.

El jardín, como lo había observado desde mi ventanal, era hermoso. Habían distintos tipos de flores que en mi vida había visto, de colores brillantes y muy bien cuidadas. Eran al rededor de las ocho de la mañana y el príncipe caminaba con elegancia por el camino de piedra que rodeaba el jardín conmigo detrás, mirando boquiabierta todos los detalles a mi al rededor. La villa era preciosa, una gran construcción semejante a un castillo medieval con toques modernos, no era tan grande en altura, solo dos pisos, aunque abarcaba mucho, por lo menos la mitad del inmenso terreno. Los alrededores estaban cercados por muros altos que impedían las miradas curiosas de la gente que paseaba por la zona.

—¿Quienes pertenecen al castillo? —inquirí curiosa.

Enfoqué la mirada en Cayden, un rayo de sol le hacía bisquear. Fruncí el ceño, confundida. Los vampiros odiaban que el sol diera en sus ojos, al menos así sucedía con los que conocía. Recordé el alterado en el lago, cuando Evan se enfureció porque le quité sus gafas, era medio día y en su punto mas alto el sol no le permitía abrir los ojos.

Como híbrida, solo me molestaba un poco, casi nada. Tal vez Cayden estaba muy bien alimentado como para que le afectase.

—En la villa solo estamos la reina y yo —habló Cy por fin, sacándome de lleno de mis cavilaciones—. Eventualmente, los miembros de nuestro consejo, en las reuniones del trono o eventos. Ocurre seguido.

Se refería a Athea. Me preguntaba cuántos mas miembros había en el consejo.

Le miraba con atención mientras hablaba, atenta a cualquier información que pudiera usar a mi favor. Llegamos a una pequeña caseta techada, ahí había una mesa de cóctel con dos sillas y un desayuno servido.

Como todo un caballero, Cayden apartó mi silla para que me sentase y una vez cómoda, él hizo lo propio.

Murmuré un agradecimiento. El continuó hablando:

—Hay muchas doncellas y personal, los verás pulular por ahí. Come —ordenó.

Observé mi desayuno, fruta, tostadas, huevos, beicon, jugo y hasta café. Realmente no tenía hambre, solo muchas ganas de obtener información y una ansiedad creciente que me provocaba náuseas al intentar ingerir alimentos.

Sin embargo, intenté verme casual al llevar el tenedor a mis labios solo para que el fulano príncipe siguiera hablando.

—¿Qué era el lugar donde estaba? ¿Una cárcel?

Él sonrió.

—No, querida Anabelle. Es más bien un área de contención, todos los nuevos vampiros bajo nuestro mando en Grecia son llevados a esa zona para que no terminen matándose o cegándose ellos mismos en sus primeros días. Es algo que he implementado en los últimos años con el permiso de la reina.

Alzo las cejas con asombro, mi hambre se burla de mi y sin darme cuenta ya me he comido la mitad de lo que hay en la mesa. Cayden me observa divertido.

—¿Qué hay de los laboratorios y los experimentos?

Es algo que no acaba de cerrarme por completo, en realidad había muchas cosas.

Mi acompañante se torna serio.

—Verás, no solos los humanos invierten en la ciencia. Digamos que al trono no le importaba mucho este ámbito, he logrado grandes cambios desde que...estoy aquí.

Eso último lo dijo de forma escueta. Dejé de comer como cerdito al caer en cuenta de que todo lo que me habían hecho en el "Área de contención" fue en parte por él.

—¿Dónde se encuentra ese lugar? —cuestiono tragándome mi recelo—. El "área".

—Justo bajo nuestros pies, por cuestiones de seguridad mantenemos el acceso oculto. Es por ello que te han dormido al trasladarte.

Vale, tenía claro un par de cosas y otras dudas habían surgido. No podía esperar que Cayden me dijera todo de sopetón. Aunque era un sujeto agradable, algo me decía que podría resultar de armas tomar. Sobre todo con el halo de poder que se percibía en el solo al verle caminar. No había que ser un ser sobrenatural como para saberlo.

—Tiempo de volver —anunció observando que ya no comía—. Me ha agradado tu compañía, espero poder repetir pronto.

Su educación me daba dolor de culo. Pero asentí permitiendo que me retirase la silla.

Emprendimos la marcha de vuelta, no podía dejar de admirar cada detalle del castillo; el arte en los cuadros, las esculturas. Incluso los muebles parecían obras de arte grecorromano.

Una figura llegó corriendo en una ráfaga que tiró parte de mi cabello suelto a la cara.

Era la chica que había visto ayer cuando desperté.

—Ivy, deberías mostrar un poco de recato y no correr por los pasillos de esa forma. Somos vampiros, no bestias —tosí tratando de tragarme mi opinión sobre eso.

—Príncipe —la pelinegra hizo una escueta reverencia—. El Trono Real se encuentra reunido en la antesala, le esperan abrir para llevar a cabo un consenso.

Cayden apretó los labios asintiendo.

—Te encargo que acompañes a Anabelle a su habitación y te asegures de que esté a gusto.

—Por supuesto, su majestad —hizo otra reverencia y en un pestañeo Cayden se había esfumado.

Otra vez mi cabello fue a parar a mi cara.

—En fin, la hipocresía —mascullé liberando mi lengua de los mechones rojizos.

Ivy rió por lo bajo, tomó mi brazo y comenzó a caminar en dirección a las escaleras, su agarre era firme y estaba segura de no poder liberarme y salir corriendo. Opté por seguir admirando el arte en la decoración de casi cada centímetro de pared.

—Es bonito ¿no? Deberías ver el ala este ¡las habitaciones son de oro! Aunque no puedo acercarme —terminó la oración con cierto desanimo.

Eso me generó curiosidad. Antes también había dicho que estaba prohibido.

—¿No tienes acceso?

Ella negó, el pasillo se hacía interminable, por fin llegamos a uno de los cruces que llevaban a mi habitación.

—No podría aunque quisiera, el oro es tóxico para los vampiros.

What ¿Como era posible que la reina o Cayden vivieran en el ala este si estaba cubierta de oro? Mi cerebro iba a explotar.

Ivy se dio cuenta de mi expresión y le pareció muy divertida.

—La reina tiene los años del mundo...o tal vez más. Puede resistir al oro, es tal vez la única que puede. No creo que tenga tanta suerte con otras piedras puras. Cayden ha mencionado estar trabajando en ello...

Se cayó de repente como si hubiera hablado de más. Seguía juntando piezas. Ivy y Cayden resultaban ser demasiado amables y parlanchines para su propia desventaja.

Tan pronto como estuve en mi habitación le pedí a Ivy que se quedara. Ella, contenta y agradecida desapareció en un segundo de mi vista.

Bufé al verle responder de aquella forma. Estaba por tirarme en mi cama cuando apareció de nuevo, con un poco mas de cuidado pues llevaba en las manos una charola plateada con lo que parecía ser té y galletas.

—El almuerzo en la villa es normalmente a las dos de la tarde, solo he conseguido esto. Aunque de seguro Cy ya ha mandado a que te preparen una vaca entera. Los lacayos no están acostumbrados, solo preparan comida mundana para ellos...y se preparan ellos para ser nuestra comida —Ivy hablaba demasiado rápido, me costaba captar del todo sus palabras en parte por su acento. Finalizó aquella declaración con una risilla traviesa.

Mi piel se puso de gallina cuando caí en la cuenta de lo que sus palabras significaban.

—¿Se alimentan de los sirvientes?

Me miró con una extrañeza digna de un meme.

—¿Crees que tendríamos humanos aquí, en una villa llena de vampiros, trabajando solo por que sí? Bueno en parte son mas fáciles de controlar que los vampiros recién convertidos y son subyugados a la sangre ,pero también resultan fuente de alimento para los que si somos inmortales.

Intenté recopilar toda la información disponible, era una tarea imposible si la niña no se callaba para permitirme asimilar lo que decía.

—¿Cy... digo, Cayden, también se alimenta de sus sirvientes? —inquirí un poco asqueada, supongo que hasta el mas elegante de ellos ocultaba un ser repugnante en su interior.

Ella pensó y titubeo antes de hablar. Había comenzado a flashear de un lado a otro del gran cuarto, parecía no poder quedarse quieta. Me senté en el centro de la cama en posición de indio y procedí a comer mis galletas.

Emití un ruidito de satisfacción pura, se deshacían en la boca.

—Cayden es...especial —dudo y luego asintió—. Y la reina suele ser muy exquisita, que si un día quiere sangre virgen, que si otro quiere sangre de un bebé o tal vez de un vampiro joven. Es tedioso, pero ella nos puede matar a todo solo con pestañear así qué...lo que pida al día eso es.

Me intrigaba...y asustaba muchísimo saber acerca de la tan poderosa y misteriosa reina. El trono era algo de respeto claro estaba.

Eris me había contado sobre ella y como todos los vampiros del mundo le rendían cuenta por lo menos una vez en sus vidas aunque sea por el simple hecho de matar la curiosidad por ver su rostro.

Era el vampiro, vrykolaka o lo que sea mas antiguo después de la todo.

—¿Qué pasa con el "trono" —cuestione esta vez intentando sonar casual mientras mordía una galleta enorme.

—¿Que con ellos? Son un montón de estatuas que se creen superiores a todo y todos, caminan sin rozar el piso y tienen el pelo blanco —sonó hastiada—. Athea y Baltazar son los peores —escupió mirando a la nada—. No se mucho sobre Víctor mas que es el títere de Athea porque se lo tira. No conozco a los otros dos miembros ni quiero hacerlo —cambió la expresión por una más soñadora—. Solo Cy es rescatable, es tan...bueno y diferente.

Y un loco que fomenta experimentos con una pobre híbrida. Ergo, yo.

Quedé con la galleta a medias y las mejillas como ardilla.

—¿Qué hay de ti, eh? ¿Cómo es que has hecho que el guapo príncipe te quiera tratar como si fueras de porcelana?

Percibí una nota de celos en su tono, pero también diversión. No debía hablar de más, en ser astuta estaba mi ventaja.

—Pues...soy una humana mutada y estoy aquí porque tu príncipe perfecto quiere experimentar conmigo. Vine para que no mataran a mis amigos y casi muero en el proceso, por cierto, abajo hay lugares de tortura di-vi-nos. Extraño a mis abuelos, a mi hermana y estás galletas están de muerte.

Bravo Anabelle, te falto solo darle la ubicación de la piedra filosofal.

Maldición.

La morena quedó boquiabierta.

—Tengo que salir más —murmuró—. También extraño a mi familia a veces.

Su voz era emitida en un débil susurro, con un deje de tristeza.

Agatha, la mucama con excepcional fuerza aparece por la puerta mirando a Ivy con los ojos entrecerrados.

Tienen un intercambio en un griego perfecto que me deja con la cabeza ladeada y la boca abierta en confusión. Ivy parece molesta, por su parte Agatha aparenta estar riñéndole.

—¡Vete a la mierda, humana! —Ivy explota cambiando brutalmente de idioma y encendiendo sus ojos.

Por unos momentos había olvidado su naturaleza y al verle furiosa de aquella forma, me encogí en el lugar. Al igual que Agatha, quien dio un paso atrás ofendida.

—Solo te usa para obtener información, niña tonta. Sé prudente y obedece, el príncipe te quiere fuera ¡Ahora! —ordena con autoridad.

No parece importarle el estar en clara desventaja ante la pequeña. Ivy me mira con un poco de decepción, intento negar la acusación pero de igual modo mi rostro me delata y seguro su instintos de lo confirman pues se marcha con un un resoplido, chocando a Agatha en el proceso y haciendo que esta caiga sobre su trasero al piso.

Se levanta de la manera mas digna posible.

—No tenias que hacer eso —reclamo.

—No sigo órdenes suyas. Traeré su almuerzo en breve, buenas tardes —suelta con brusquedad.

Se retira dejándome con muchas ganas de mandarla a la mierda. Bufo alcanzando mi té. Lo tomó y mis ojos me pesan en cuanto me recuesto en la cama.

Me pierdo entre sueños con ojos grises y fríos.

El atardecer no tenía sentido para mi, no cuando todo se veía en una extensa escala de matices grises. Carente de luz.

Antes me daba paz, inundada mi ser haciéndome creer por momentos que era un hombre con alma. Nada de eso quedaba.

Había perdido mi luz y aquello que daba color a mi vida.

Dejo de observar el vacío del cielo al ingresar a mi despacho, cientos de libros se encuentran esparcidos por casi cada espacio del lugar. Años de historia, de conocimiento que no me daba nada. Héctor hablaba en uno de sus diarios sobre la locura de una de sus hijas, no de Helena he llegado a deducir. Una locura diferente, incontrolable y que le hacía perder su identidad en arranques tan poderosos que ni él mismo podía controlar.

Esto sucede en Grecia, mucho antes de la fundación y de mi prematura muerte. Yo no le conocí. Mientras deslizo la mirada tras las líneas que describen el cruel y brutal asesinato de esa mujer, me es imposible no trasladarme a la última vez que cruce palabra con aquél imponente hombre a cual le debía mi muerte y al mismo tiempo, mi vida.

Sus ojos completamente ciegos, postrado en aquella vieja silla de metal dorado mirando a la nada.

He visto mucho hijo, ya no me queda mas, he visto esta vida irse una y otra vez. He visto a personas nacer y morir. He visto sueños sangrientos, he visto el cruel destino en ellos. Mi hija deberá perdonarme...pero su estirpe no tendrá piedad con la nuestra.

Mis recuerdos estaban distorsionados, por momentos podía recordar atisbos de mi vida hace centenares de años, hasta que en un instante mi mente solo vivía el ahora. Mi cerebro comenzaba a bloquear cosas ocasionando un profundo sentimiento de frustración.

Esto era algo que temí en el momento que decidí explotar todo mi poder, mi reflejo se burlaba de mi, mis ojos desenfocados y de visión errada. El precio del poder era elevado y aislarme de los que me importa era parte de él, terminaría sucumbiendo a la locura antes de lastimar a aquellos que siguen ahí.

A los que sí se han quedado.

Siento una necesidad latente y una sed enfermiza que eleva mi ansiedad a niveles intolerables. El rojo comienza a teñir mi visión y sé que no podré controlarme, no cuando dentro de mi cabeza escucho su voz, su risa...

Me vuelve loco.

De mi garganta escapa un gruñido que logra mantenerme en control de mis sentidos, aunque eso no dura mucho. Vuelvo a verla y ser consciente de su existencia produce que quiera abandonarme a mis instintos bestiales.

Me pierdo en la noche, en el bosque. Volviéndome parte de la oscuridad, de las sombras. Es lo que he sido siempre, una sombra que busca satisfacer sus propios deseos, un rufián que solo espera saciarse. Cualquier intento de fingir humanidad queda descartado.

Te cruzaste en mi camino para hacerme confiar en lo contrario roja. Mírame ahora. Preferiste elegir al peor de los monstruos por sobre mi y has fallado.

Cegado, hambriento y deseoso. Ansiando cruzar los límites de mi país natal para cruzar por fin mis ojos con los suyos.

Y que por fin vea la realidad.

Que yo siempre he sido el peor.

La parte de Arion iba a ser un apartado como los del primer libro. Pero no se si hacerlos en este también y mientras lo decido lo dejé aquí.

Y antes de que digan "Ale no entendí el punto de vista de Arion". Solo digo que la gente esta cambiando...tal vez Arion sea quien cambie mas debido a que está experimentando lo que le pasa a los cegados. Me voy antes de hablar de mas.

No actualicé antes porque me volví a la ciudad y aquí no había wifi pero ya me  robando el del vecino. Y también estoy corrigiendo muchas cosas en Colder

Gracias por seguir aquí, los amo❤

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