27. Cerrar ciclos
Eithan, Val y Eris han pasado casi dos semanas sin salir del despacho de Athan, en la tarea de leer cada diario y así descifrar el libro de la vida. No sabemos cuanto tiempo nos queda hasta que les llegue al trono el memo de que su precioso tesoro no está en su lugar.
—Tenemos un pequeño problema castaño a punto de hacer un hoyo en tu puerta.
Pongo los ojos en blanco. Mi maleta está lista y bajo con parsimonia siguiendo a Evan hasta la sala de estar.
Katherine ha estado tocando y gritando por al menos una hora en el portillo de mi casa. Eso solo hoy, toda la semana ha sido igual, hasta que se cansa y solo se va o Elya y Val la llevan a su casa. Hoy los vampiros amables están ocupados así que Agni, Evan y yo paseamos por la sala ignorando su presencia.
—¡Vriklas por favor madura! ¡Está lloviendo, abre la maldita puerta!
—Me estoy cansando, A —Agniet revolotea de un sofá a otro—. Al menos sal y échala cortésmente.
Mi hermana termina por sentarse lejos de nosotros en el comedor. Es de todos quien se ha comportado más ansiosa por el viaje, me preocupo por ella. Aunque nuestra relación se encuentre fracturada por lo que ha hecho en el pasado la sigo queriendo, ha sido mi hermana por dos décadas, le he perdonado la vida y ella ha salvado la mía.
—¡Arion! Puedo ver tu cabello lleno de peróxido desde aquí.
—¡Es rubio ceniza claro! —grita Evan de vuelta y me mira—. Ahora, yo me encargo de una vez de Katherine antes de que se abra los nudillos y tu hablas con tu loca hermana porque ha estado incluso evitando follar conmigo y eso es algo de lo que nunca huye.
—Puedo oírte, Dawson. Eso es vergonzoso —Agniet bufa.
Entrecierro los ojos en su dirección.
—No hacen falta los detalles de como te tiras a mi hermana, Dawson, valora un poco tu vida.
Otra tanda de gritos llega en lo que, con un duelo de miradas, el ex aspirante y yo nos medimos la polla.
Él vence cuando los gritos me fastidian. El duelo de miradas digo, lo de la polla seguro lo gano yo. Barro la sala con Agniet al arrastrarla conmigo escaleras arriba hasta llegar al balcón de su cuarto. Ese por donde Evan se escabullía cuando recién llegábamos al pueblo.
—Sé que Kate es fastidiosa pero avisa un poco, creo que me tragué una mosca —hace una mueca de asco mientras saborea su lengua.
—Habla.
—Guau, hace años no tenía una charla de hermanos que iniciara de forma tan amorosa, me estás empalagando Arion.
—Deja el sarcasmo malo para después. Estoy tratando de dejar de lado toda la mierda de Sahirs por fin y recuperar a mi hermana.
Sus ojos se clavan en los míos por primera vez en muchos meses. Como, realmente mirándome y no por una simple fracción de segundo, la vergüenza que le invadía le impedía darme la cara.
—¿Te preocupas por mis métodos para almacenar poder no? —asiente de forma tímida. Es raro ver esta parte de ella. Me recuerda a la Agniet que rescate de las garras de Helena. A la que le di un nombre—. Puedo ver como te consume todo esto. Como intentas ocultárselo a Evan pese al intento de relación de mano sudada que tienen entre ustedes. Te conozco, he visto los cambios de tus ojos por años, los temblores y arranques de ira. La inestabilidad solo te posee cuando tu le permites entrar y lo estás haciendo de nuevo sin darte cuenta.
Me escabullo en su mente. Desde que descubrí la facilidad con la que puedo ejecutar este poder me es imposible no hacer uso de él, llegando incluso a comprender a Athea y su necesidad de estar en los pensamientos de todos, es casi un impulso automático.
Con Agniet es más difícil, detecta y analiza muy bien las auras, puede bloquearme en un segundo. Sin embargo, no lo hace.
—Tus antecedentes —concluyo refiriéndome a los pensamientos sobre su familia humana.
Ella asiente con culpabilidad.
—Me metí al archivo de desapariciones de Atenas —confiesa—. Los números son un poco alarmante para un pueblo tan pequeño. No puedo entender como la gente solo lo olvida.
Influimos mucho es eso, por décadas ha sido lo mismo. Un pueblo maldito, lleno de personas ignorantes viviendo en una brumosa realidad alterada dónde la catástrofe es disfrazada de normalidad. Quienes escapan de Atenas pueden sentar bases en la realidad, mientras que, los que se quedan deberán resignarse al eterno ciclo.
Si ella admite haberse inmiscuido en los documentos del pueblo significa que iba decidida a encontrarse, y lo hizo.
—¿Que descubriste? —su mirada me dice que mucho.
Extrae de su bolsillo una vieja y arrugada foto, me la extiende. Es una fotografía familiar.
—La tengo desde el ataque de los cegados en el tanque. Volví cuando el concejo se marchó, por eso elegí a Elliot para llevar a cabo mi plan, al principio solo quería que fuera una distracción, un neófito descontrolado. Luego descubrí todo lo que había descubierto por su cuenta y lo usé a mi favor —su mirada se pierde en el sol poniente. Sin darse cuenta sus ojos emiten un tenue brillo—. Él sabía mucho. Descubrió nuestro pasado, la historia del pueblo, los historiales, incluso sabía lo que Ashton le hizo a Ana. Solo prestando atención a detalles que dejamos sueltos. Elliot era un gran activo, si no hubiese sido por mi ponzoña él, estaría de tu lado...nos hubiéramos ahorrado muchas cosas.
—Y probablemente tu seguirías del lado de Sahirs. Deja de enfocarte en el pasado —trago duro. Aún es difícil pensar en su traición—. En parte fue mi culpa, quise protegerte y terminé orillándote a eso.
<<Jamás me sentí orillada, solo lo elegí>> Me duele inexplicablemente ese pensamiento cargado de remordimiento.
Sonríe mirándome. Vuelve a estar en calma.
—Ahora pienso en la noche en la que te besé hace tantos años —frunzo el ceño y ella ríe—. Puaj, eres tan buen hermano que me da asco recordar —hace una pausa de su risa para apretar los labios en una línea firme—. Johanne...Johanne Jones. Lo vi por primera vez el cartel de desaparición que tenía Elliot en el tanque por ahí empecé.
Me quedo sin palabras, confuso y al mismo tiempo...alegre. Es raro, como si filtrara cada cosa que siente mi hermana. Quiero bufar, soy una masa sensiblera y blanda en este momento.
—Es lindo —sonríe y asiente.
De pronto sus ojos se llenan de lágrimas rojizas.
—Mi madre murió hace unos años —señala la foto—. Es ella, la pelinegra.
Tiene cierto parecido en la barbilla y labios, ahora lo veo.
>>Y él —señala al hombre que tiene a una niña en sus hombros—. Mi papá está recluido en el geriátrico del hospital público. Lleva años ahí, desde que murió su esposa y le diagnosticaron alzheimer, él solito se internó. Solo eso pude obtener.
Siento un extraño nudo en el pecho por ella, sus emociones denotan mucha culpa y tristeza, algo de agobio y...resignación. Empatizar para nosotros a través del aura es abrumante cuando los sentimientos son tan fuertes.
—Tu... ¿recuerdas... —hablo con tacto pero ella niega antes de que pueda terminar.
—Sigue habiendo un enorme vacío ahí —sonríe—. El otro hombre es su hermano, también es el único familiar que me tiene en Atenas, no sé su nombre. Me escabullí en el hospital, ahí averigüé casi todo pero tenemos ficha negra al parecer. Me echaron antes de preguntar quien es mi "tío".
—Podríamos volver —propongo—. Podrías verlo.
—Sé lo que haces, A—mi hermana sonríe sin alegría—. Yo también tengo dudas de lo que pase en el juicio.
Quiero que tenga esto al menos. Toda su vida estuvo luchando por recordar. Por tener una identidad, creando una y otra vez distintas facetas en busca de encontrar la correcta. La que le hiciera volver a su pasado y conectarse con su anterior vida. Lo intentó tanto que se perdió en el camino.
De pronto titila en su aura un brillo desconocido, uno que, al menos en Agniet no había percibido nunca.
—Ahora sé quien soy —continúa—. Tengo un nombre, un pasado, un clan, un propósito y giro en torno a eso y no a alguien más. Me agrada, me agrado e incluso los salvajes de abajo también me agradan...aún así...
—Sigues esperando el cierre —completo y asiente—. En dos días partimos de Atenas. Dejo la elección en tus manos, iré contigo si así quieres y también podemos llevar a esa mascota tuya.
Me mira con confusión unos segundos hasta que la comprensión la alcanza y se carcajea.
—¿Celoso de Evan, hermanito?
—Sean más silenciosos o juro que le voy a arrancar los brazos.
Vuelve a reír. Me permito sonreír con sinceridad por primera vez en largo tiempo.
—Lo pensaré —vuelve al tema anterior—. Gracias, por esto. Por perdonarme.
—Todos hemos ido a ese lugar oscuro, no soy un santo para juzgarte. Eres mi hermana.
No hacen falta brazos, declaraciones de afecto empalagosas. No tenemos esa necesidad latente de recibir cariño como los mortales. Nos mantenemos en un silencio cómodo contemplando la perdida total de la luz del sol y dejando ir con ella cualquier actitud hostil que pudo llegar a afectar nuestra relación.
—No deberíamos estar aquí, de por sí ya todos nos odian —miro a los costados.
Cada persona que dirige su mirada al punto donde Arion y yo estamos nos envía una mirada cargada de veneno. Me recuesto un poco más sobre el auto y suspiro profundamente.
—Pregúntame si eso me importa —es lo que contesta cual niño pequeño.
El hospital es un lugar concurrido a estas horas de la mañana, preferimos esperar a que disminuya el flujo de personas y así tener menos reconocimiento. Cuando estuve aquí hace unos día me reconocieron como la hermana de Arion enseguida, y al estar sin ningún apoyo solo me dijeron educadamente que si no era una emergencia, me marchara.
En la distancia veo a Evan acercarse con la cara distorsionada y el aura brillando con molestia. Su caminar es apresurado y uno de sus puños se encuentra apretado. Puedo ver cada detalle aún estando a veinte metros de distancia.
—No debiste decirle lo que haríamos y luego dejarlo.
Salimos en la camioneta cuando el moreno aún estaba en la ducha.
—Tampoco debí esconderle la moto pero ahí lo ves, caminando como un mortal.
Quiero reírme pero me contengo por pena a Evan, quien llega directo a darle un certero puñetazo a mi hermano cerca del ojo. Veo la fisura de inmediato y me alarmo, lo menos que quiero es una pelea de inmortales ridículamente fuertes para llamar la atención. ¿Heridas que se abren y cierran casi al instante? Sí, no sería fácil explicar eso. Me abstengo de detenerlos cuando veo que Arion se está destornillando de la risa sin prestar mayor atención al manchón rosáceo que ahora adorna debajo de su ojo.
—¿Trajiste lo que te pedí? —Arion aun está sonriendo mientras habla.
En respuesta, Dawson se quita de la espalda una mochila ridículamente pequeña y se la avienta provocando otra pequeña risita. Blanqueo los ojos hacía los dos.
—Niños, la mamita se va a ir a explorar el área ¿De acuerdo? —me agarro las rodillas y hablo con voz melosa—. Si se matan que sea lejos de los transeúntes para mantener la discreción.
El bufido soltado al unisono por ambos y como se evaden la mirada después de eso me hace sonreír. La amistad de estos dos es tan peculiar como adorable, pasaron de pelearse por la pequeña pelirroja a cubrirse las espaldas el uno al otro. Evan es un líder nato, casi tanto como Arion quien ha aprendido a serlo y pelear por su gente, son como el día y la noche a primera vista y luego están sus ideales, tan parecidos que no necesitan comunicarse entre sí para saber como van a actuar. La misma determinación del uno, la posee el otro. Ninguno jamás dudo cuando hablamos de enfrentarnos al trono.
La oficina de recepción se encuentra despejada, no hay personas al rededor, el momento es idóneo para escabullirme en la caseta e ingresar al sistema. Tomo la decisión y estado a punto de meterme, una mujer de veintitantos años vestida enteramente de blanco me mira con una ceja enarcada.
—¿Esta vez si es una emergencia? —su tono despectivo hace que eleve mi barbilla y le devuelva la mirada con altivez, es un poco más alta que yo y su energía me grita que no soy alguien de su agrado.
—De hecho... —comienzo, pero me detengo cuando distrae su mirada por encima de mi hombro.
Su postura cambia tan rápido como si de una caricatura se tratase, saca pecho y culo en un movimiento, aun así no quita su cara de repudio. Las manchas rojas en su aura la delatan y no son las únicas pues su rostro adquiere un poco de calor.
—Nos gustaría tener un poco de información sobre ciertas cosas —la voz aterciopelada de Arion y la mirada ensoñadora de la mujer me indica que está usando la coacción.
Dejo que él se encargue y doy un paso atrás chocando con el pecho de Evan.
—Aprovecharemos esto para tomar provisiones, las que Eithan trajo se agotan —me informa en un murmullo que solo nosotros podemos oír.
Sigue serio, intento mirarle pero chasquea su lengua con evidente fastidio, algo en su enojo me causa risa.
—Yo no tuve que ver con lo de tu moto para que sepas.
—Le voy a rayar su bonita camioneta —habla entre dientes.
Por el rabillo del ojo veo a Arion sonreír mientras le pregunta a la mujer si puede llevarle a los bancos de sangre. Ella asiente embobada y teclea en el ordenador con una rapidez experta. Acto seguido coge un bolígrafo y escribe unas cuantas palabras en una hoja de papel que rasga y le tiende a Arion, luego sale y con una sonrisa se cuelga del brazo de mi hermano.
Bueno, eso fue mejor de lo que esperaba.
—Margaret me va a llevar a conocer los bancos de sangre ¿Verdad que sí? —Margaret asiente con entusiasmo al anuncio de mi hermano, con un movimiento apenas perceptible, el trozo de papel en el que la mujer escribió antes pasó de las manos de Arion a las de Evan— Y ahí está lo tuyo.
Se cuelga la mini mochila al hombro y me guiña un ojo antes de desaparecer en el pasillo con la recepcionista embrujada colgada de un costado.
—Tenemos el numero de habitación de, el área geriátrica es el más alejado de todo, al rededor de los jardines.
—¿Y sabes eso por...? —me sorprende su seguridad.
Evade mis ojos y comienza a caminar tirando de mi en dirección contraria a donde Arion fue.
—Mi abuela estuvo unos meses internada antes de morir cuando yo tenia diez, la visitaba a diario y aún recuerdo cada pasillo.
Los pasillos de cerámica blanca llaman mucho mi atención, no miento cuando digo que jamás había estado en un hospital, al menos no que pueda recordar. El olor a desinfectante es abrumador para mi olfato y aún así, por debajo de capas y capas de productos de limpieza es imposible no percibir el hedor ferroso de la sangre. Me ordeno a mi misma calmarme, cerrando los ojos con fuerza.
—Si te detienes así en mitad del pasillo la gente va a creer que estás loca —Evan me habla al oído.
No me di cuenta en que punto dejé de avanzar y comencé a respirar muy rápido.
—No puedo hacerlo —escupo en medio de una bocanada de aire—. ¿Y si me reconoce? ¿Y si lo arruino? ¡¿Y si lo mato?!
Si...es un poco hipócrita que ahora me preocupe matar a alguien. Evan gira los ojos y sonríe antes de pegarme a su cuerpo en un frío abrazo que me llena de calidez. Una completa contrariedad.
—Tienes esto, enfréntalo.
Asiento sin mucho animo y en un acto de valentía cojo su mano y comienzo a caminar hacia las puertas que dan al área Geriátrica.
Me encuentro con un lugar totalmente alejado de la ambientación del resto del hospital, las paredes están pintadas de colores cálidos y hay todo un pabellón que da completamente a un jardín muy bien cuidado, repleto de flores y pasto muy verde. Muy pocos adultos mayores se encuentran ahí, custodiados por enfermeras. A pesar del el evidente esfuerzo que han puesto para darle un toque de vida y alegría a este lugar, los rostros de aquellos ancianos estaban muy lejanos de ser alegres.
—La mayoría no tiene esperanzas de vivir por más tiempo. Saben que al estar aquí uno de sus pies está en el más allá.
Intravenosas, vías y un par de bombonas de oxigeno son por los huéspedes que me voy cruzando a medida que me acerco a la habitación número 25.
—Es la más alejada —no sé por qué estoy hablando tan bajo—. Y no hay ninguna enfermera alrededor.
—Parece que papá no es alguien muy social —se mofa Evan—, me pregunto a quién se parece.
Lo golpeo con bastante fuerza para luego volver a mirar la puerta cerrada de la habitación donde se supone se encuentra mi padre. Es raro pensar en eso, anteriormente solo usaba ese termino para referirme a Athan, sin embargo, a él nunca lo vi como una verdadera figura paterna sino más bien como un hermano mayor muy malhumorado y mandón.
—¿Por qué no estás tocando? —susurra Evan y vuelvo a golpearlo—. Ay ¡Solo toca, joder!
Inhalo...uno, dos...exhalo...
—¿Por qué en el infierno alguien está haciendo escándalo en mi puerta? —se oye un grito antes de que la puerta se abra de forma brusca y demos de lleno con el ceño fruncido de un anciano que se encuentra realmente enfadado.
Mis ojos ocupan podo el espacio que encuentran al expandirse y amenazar con desorbitarse.
Es él, es Abraham Jones...mi padre.
>>Estoy esperando una respuesta.
—Estamos aquí para una entrevista sobre el desapego emocional, somos estudiantes de la universidad local —tan pronto como Evan termina de de decir aquello recibimos una corriente de aire por lo fuerte que nos ha tirado la puerta en la cara.
Por alguna tonta razón sonrío.
—Eso fue pésimo, Dawson ¿Desapego emocional? ¿Hablas por experiencia? —como un niño pequeño me saca la lengua.
Soy osada, giro la perilla sin pararme a pensar en la privacidad del señor. Lo encuentro pegando con un bastón al pequeño televisor que decora la habitación. La cual no es especialmente grande, no tiene ventanas y su iluminación no es la mejor. Alcanzo a ver solo una pequeña mesita de noche sobre la que descansan unos cuantos libros desordenados, un control remoto y unas flores muy marchitas.
Camino con determinación hacia, uhm, él, mi papá y me detengo cuando va a levantar el objeto en sus manos por quinta vez. Se congela en el acto y aunque permanece con su rostro enojado hay un brillo extraño en su mirada que lo deja acercarme al aparato y solo presionar para que ilumine con la imagen de algún programa de noticias, solo la imagen, el sonido se encuentra muteado.
—Me gusta así, los reporteros de hoy en día tiene voz de maricas —sonrío dándole un poco la razón—. A riesgo de sonar como un pervertido animal, debo decir que te pareces tal vez demasiado a mi esposa cuando era joven, pero rubia.
—Y usted parece demasiado lucido como para tener alzheimer —extiendo mi mano intentando poner en mi rostro una sonrisa amable—. Soy Agniet Vriklas, señor y no investigo sobre el desapego emocional.
—¿Debo felicitarte por eso?
Se me escapa una risa nostálgica.
Me lo imagine como un anciano senil que rozaba los bordes de la locura. En su mirada había un rasgo inconfundible de inteligencia que me indicaba que no se estaba dejando vencer por su enfermedad y estaba aquí más por gusto que otra cosa. Sin embargo su alma se ve teñida por una enorme tristeza.
—Me da gusto conocerlo señor, conocemos su historia y queríamos ver en persona a un hombre con su temple.
—¿Liberté Atenas sin enterarme? ¿De que historias hablas niña?
—Sobre sus perdidas señor —tal vez fui muy brusca, noto en seguida cuando su paciencia se esfuma y su aura se llena de furia.
—Eso es muy subjetivo , puedo asegurar que el 90% de las personas en este lugar han perdido a algún familiar. No me jodan y vayan a darle charla motivacional a quien se las haya pedido.
Me quedo de pie, congelada mientras abro y cierro mi boca intentando encontrar que decir. De pronto siento unas fuertes manos sosteniéndome y casi dejo caer todo mi peso en ellos.
—Lamentamos molestar señor, mis condolencias por su esposa y su hija. Nos iremos ya.
Una carcajada seguida de una tos fuerte nos detiene de nuestro intento de salir. Sin medir mi velocidad cojo la jara de agua de la mesita junto a la cama y le tiendo al anciano un vaso.
—Ahora ya sé que se han equivocado —su voz esta ronca por el anterior ataque—. Porque yo no tengo, ni tuve ninguna hija.
Intento encontrar un rastro de mentira en su semblante, sin éxito alguno. Él realmente cree no tener una hija.
—Yo...
—Agniet hay que irse —Arion de pie tras nosotros nos apremia con su móvil en la mano.
Murmuro unas cuantas palabras de despedida y me dejo arrastrar por el par de vampiros. En el camino no puedo sentir mucho, ni siquiera cuando un rostro familiar cruzo su camino con el nuestro y ambos chicos a mis costados asintieron con respeto hacia él. La joven pelirroja a su lado no nos dedicó una buena mirada y terminó marchándose con su abuelo antes de que este emitiera sonido alguno.
***
Está largo:(
Btw nunca adivinaron la nacionalidad de Julián, i feel bad.
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