—Bueno, supongo que mi trabajo aquí está hecho.  —Piros se dio la vuelta y se alejó.
—¿Adónde vas? —Ratu preguntó por curiosidad.
—Voy al torneo. Puedes unirte a mí, siempre y cuando no robes nada.  —Piros respondió sin darle al enano una segunda mirada.
—¡Si, como ni!  —Ratu gritó mientras salía corriendo de la presencia de Piros. Piros simplemente negó con la cabeza con desaprobación mientras se dirigía al estadio.

El marinero que conoció a Violeta la siguió a la ciudad mientras la veía caminar por el mercado mientras se abanicaba. El marinero moreano la observó de lejos mientras giraba a la izquierda para buscar el estadio. El marinero tenía el pelo rizado berenjena, ojos azul cielo, cejas espesas, patillas y mandíbula angulosa. El hombre tenía poco más de veinte años y sintió que su corazón palpitaba por primera vez en el momento en que miró sus ojos violetas.

El capitán estaba en la cabina mientras los marineros subían a bordo del barco junto con los pasajeros que quieren ir (o regresar) a Mora. Después de que el último pasajero subió a bordo del barco, uno de los marineros preguntó al otro.  —Paarei, ¿has visto a Jacinto?"
—No. —Paarei respondió con su habitual ceño.
—Debe haberse quedado en la ciudad. —dijo Rangest.
—Obviamente. —Rangest miró al marinero más bajo con incredulidad por su comentario sarcástico.

Rubén arrojó la caballa en la olla. Una vez que Ratu entró, sus fosas nasales percibieron un agradable aroma a comida cocinada. Miró hacia la cocina mientras veía la grasa de manteca volteando la caballa para agregarle sal y orégano. Observó cómo se ponían los filetes de pescado en el plato. Ratu se humedeció los labios al verlo. Estaba a punto de agarrar el plato cuando Ruben golpeó la muñeca de Ratu contra la mesa. —No tan rápido, enano. —El niño trató de moverse, pero el gordo cinabrio tenía la muñeca inmovilizada—. —Te permitiré comer la caballa que cociné con la condición de que compitas en el torneo.  —El rubicundo pecoso lo fulminó con la mirada mientras Ratu le devolvía la mirada.
—¡Si, como no!
—¡Entonces muere de hambre! —rugió Rubén II.
—Si quieres competir tanto, ¡¿por qué no lo haces?! —le preguntó Ratu.
—¡Me pillaron esos dos hace una hora! ¡Estuviste allí, idiota! Si me atraparon en un estrangulamiento en menos de un minuto esos dos camarones, ¿qué te hace pensar que tengo la oportunidad de ganar el premio? —Ruben le recordó.
—¿Qué premio? —preguntó Ratu, Ruben usó su mano libre para mostrar el volante. El enano leyó el cartel y se rió de la parte donde decía: Valoramos la camaradería, el coraje y la integridad por encima de todo. Ni él ni Ruben II fueron exactamente el mejor ejemplo para competir, ya que Ratu era un ladrón enano y Ruben II era un tacaño gordo.  —¿¡Tres millones de rories!?
—Por eso quiero que compitas, quiero que entretengas a los oponentes el tiempo suficiente para que pueda encontrar el premio y robarlo.  —Ruben explicó.
—¿Los anfitriones del evento no tienen guardias protegiendo el dinero del premio? —Preguntó Ratu.
—Ahí es donde entro yo. Me disfrazaré de uno de los árbitros y los haré pelear entre sí. Una vez que se concentran en sacarse los mocos entre ellos, los noqueo, me escabullo para agarrar el dinero del premio, y te doy la señal para que abandones el estadio. —Ruben le informó sobre su plan.
—Pero hay un problema, soy menor de edad.¿A nadie le parecerá sospechoso que sea el único que ingresa al torneo para participar? —Le preguntó Ratu, a lo que Rubén II le dedicó una gran sonrisa.
—¡Soy el adulto! Firmaré tu formulario para participar en el partido, —Ruben soltó la muñeca de Ratu—.  —¿Para qué estás? ¡Para comer! Lo vas a necesitar para el torneo.  —Dijo Rubén II mientras tomaba su propio plato y se sentaba en un taburete a comer.

Violeta estaba en la plaza del pueblo antes de estar en un puesto cercano que tenía folletos y carteles en exhibición, uno de ellos era un cartel para el torneo, mientras leía el cartel no notó que Jacinto se acercaba a ella. Ppalgan, uno de los hombres musculosos que quería participar en el torneo, se topó por accidente con el marinero moreano.  —¡Oye! ¡Míralo!  —gritó Ppalgan. Jacinto tropezó y recuperó el equilibrio, cuando el joven se volvió para mirar a Violeta, ella se había ido.

Piros llegó al estadio donde se realizaba el torneo. La recepcionista echó un vistazo al chico rubicundo, "¿debe ser Piros, supongo?"  Se acercó a la recepcionista que tenía una túnica color arena de manga larga y un acabado color melocotón.
—¿Como supiste? —preguntó Piros.
—Tu amigo me ha pedido que te guarde un lugar. ¿Arenque, creo?  —El recepcionista le dio esa sonrisa de Buda.
—¿No me vas a dar un boleto? —Piros miró hacia la cabina.
—Eso no será necesario, tu amigo pagó tu boleto de primera mano.  —El recepcionista colocó un cartel que decía: LO SENTIMOS, ESTAMOS CERRADOS, escrito en aurebio, gieliciano, mandarín, rumano, rossiano y mori antes de guiar a Piros al interior del estadio.

Cuando Ppalgan llegó a la recepción, leyó el cartel. LO SIENTO, YA ESTÁ CERRADO. 
—¡Sardo! ¡Coccino! —maldijo antes de salir furioso del estadio. Violeta vio al enojado Rubrum murmurar blasfemias en voz baja, antes de caminar hacia el Estadio Auctorian.  No tiene idea de que se salvó de los problemas que tendría que soportar. Violeta pensó mientras se abanicaba, una vez que llegó a la recepción vio el cartel de cerrado que se exhibía en la recepción, una de las inscripciones estaba escrita en su idioma nativo.

Ratu y Ruben comieron su parte justa de caballa y se vistieron apropiadamente para ir al torneo. El cinabrio se peinó el cabello rizado para lucir presentable mientras Ratu mantuvo su peinado de cola de rata. Ruben II le prestó su garrote para pelear, Ratu vestía un hanfu de color carmesí, blanco y granate con waraji, una sandalia hecha de pajitas. Rubén II vestía un hanfu de color arena, melocotón, rojo y blanco con sandalias wori mientras usaba un poco de colonia en el cuello.  —¡Apúrate, vamos a llegar tarde! —advirtió el enano.
—¡Silencio! ¡O te golpearé con el garrote. —Ruben amenazó antes de masticar la menta al salir mientras cerraba la puerta.