Parte 6

Mérida suspiró mientras el dolor en su tobillo seguía latiendo. A pesar de la aparente calma de Incógnito, ella sabía que si los hombres se daban cuenta de su posición, las cosas se pondrían mucho peor. El sonido de las botas en el pavimento cercano la hizo tensarse. Desde su escondite, podía oír los murmullos de los hombres hablando en un lenguaje que no lograba identificar del todo.

—Si rezar es tu plan, más vale que seas bueno en ello —murmuró Mérida con una mueca.

Incógnito de forma divertida le responde.

—San juditas Tadeo y la madrecita me cuidan desde los cielo, aparte se me ocurrió algo que podría funcionar—

—¿En serio? —preguntó Mérida, arqueando una ceja, aunque él no podía verla bien entre las sombras.

—Sí. Pero no te va a gustar.

Antes de que ella pudiera responder, él se agachó más cerca de ella, susurrando:

—Escucha. En cuanto vea una apertura, voy a distraerlos.

—¿Qué? ¡Eso es una locura! —replicó Mérida, olvidando por un segundo hablar bajo. Incógnito alzó una mano para calmarla.

—¿Prefieres que te vean aquí, con el tobillo así, sin poder moverte rápido? Porque yo no.

—No lo permitiré. No puedes simplemente ir y arriesgarte de esa manera. Ya te dije que soy una oficial entrenada.

—Y yo soy un tipo que no piensa quedarse aquí esperando como pendejo a qué lo maten.

Ella lo miró fijamente. A pesar de la máscara, podía percibir la determinación en sus palabras, lo cual no hacía más fácil la situación.

—¿Cuál es el plan exactamente? —preguntó finalmente, sabiendo que no iba a cambiar su decisión.

—Voy a rodear el perímetro. Causar una distracción cerca del auto. Si tengo suerte, atraeré a los hombres hacia otro lado, y tú tendrás tiempo para esconderte mejor o escapar.

—No tienes nada con qué defenderte—Lo dijo mientras seguía observandolo y pudo ver cómo este se llevó una mano a la nuca para decir

—Cierto, olvide ese detalle—

En eso pudieron escuchar como las sirenas de la policía tensando aún más el ambiente. Mérida giró la cabeza en dirección al ruido, mientras Incógnito permanecía inmóvil diciendo aliviado.

—Al fin llegaron —

Mérida negó con la cabeza.

—No tan rápido. Si fueran mis compañeros, habrían hecho contacto por radio. Esto podría ser otra fuerza que no sabemos si está de nuestro lado.

Incógnito gruñó bajo, claramente frustrado para después decir en español.

—Carajo—

En eso Mérida volviendo a tratar de establecer contacto con Issac solo se podía oir interferencia para luego un pitido que le lastimo el tímpano por lo que está se lo quito mientras que con su otra mano se la llevaba al oído.

—Maldicion, por qué todo tiene que ser tan complicado—Se dijo así misma, por lo que incógnito sin más que pudiera hacer se sienta al lado de ella y al verla como no solo estaba lidiando con el dolor de su tobillo si no tambien preocupándome de que el no fuera a salir herido y tratar de que ambos salieran con vida de esta situación.

—¿Dijiste que esas pequeñas niñas son tus hermanas verdad?—Merida volteo a verlo para decir

—Si—

—¿Se ven algo jóvenes y tú algo mayor?—

—Somos adoptadas cada una de diferente familia—Incognito al escuchar eso se sorprendió, pero gracias a la máscara no se notó

—Se ve que son buenas chicas, claro solo hablo por lo poco que eh visto de la que parece gótica y la peli roja—Aunque no quería decirle de esa manera a las hermanas de Mérida no tenía idea de cómo se llamaban por lo que decidió mejor describirlas.

—Lo son, Pero algunas veces son un dolor de fastidio cada una—Lo dijo tratando de ignorar el dolor.

—Y solo están de paso o.....—Fue interrumpido por Mérida.

¡Yo me estoy haciendo cargo de ellas!—Dijo un poco alto Pero el dolor del tobillo la hizo soltar un gruñido, por lo que incógnito al ver como se alteró dijo

—Lamento si toque una fibra sensible—

—No, es mi culpa por alterarme—Ambos quedaron en un silencio incómodo

El silencio entre ellos se prolongó, roto únicamente por los murmullos distantes de los hombres y el eco de las sirenas que se acercaban poco a poco. Mérida respiraba con dificultad, tratando de calmar tanto el dolor en su tobillo como la oleada de emociones y pensamientos que la conversación había provocado.

Incógnito, por su parte, observaba con discreción cada movimiento a su alrededor. Había aprendido a leer las situaciones al vuelo, y ahora tenía claro que Mérida no era solo una oficial entrenada. Llevaba un peso sobre los hombros, por lo que pensó si sería buena idea tratar de animarla o Almenos que se distrajese de sus propios pensamientos.

—Sabes —comenzó él, rompiendo la tensión—, entiendo por qué te alteraste. No es fácil cargar con la responsabilidad de otros, especialmente cuando no pediste estar en esa posición.

Mérida lo miró, sus ojos oscuros fijos en él aún teniendo el antigas que en ningún momento se lo quito.

—¿Y tú qué sabes de eso? —preguntó con un tono áspero.

Incógnito encogió los hombros, una expresión que apenas se intuyó bajo su máscara.

—Solo es una intuición....bueno más que una intuición sería más una corazonada que técnicamente vendría a ser lo mismo solo que con diferente nombre.—Esta solo pudo observar como incógnito se perdía hablando consigo mismo. A pesar del dolor y la tensión del momento, arqueó una ceja mientras observaba a Incógnito divagar.

—¿Siempre hablas contigo mismo en medio de situaciones de vida o muerte? —preguntó, tratando de ignorar la punzada en su tobillo.

Incógnito se detuvo, pareciendo darse cuenta de que había estado hablando más de la cuenta.
—¿Eh? Bueno, a veces...O tal vez es porque estoy atrapado aquí con alguien que claramente no tiene sentido del humor.

Mérida bufó, pero una leve sonrisa apareció en sus labios.

—¿Sentido del humor? Discúlpame si no estoy de humor para chistes con un grupo armado rondando cerca.

—Tienes razón. Tal vez después de que salgamos de esta podamos reírnos. —Su tono era ligero, pero había una seriedad implícita en sus palabras.

Antes de que ella pudiera responder, un ruido cercano captó su atención. Un par de linternas se movían entre las sombras a unos metros de ellos, las voces de los hombres resonando con mayor claridad. Mérida se tensó automáticamente, sus instintos como oficial volviendo a activarse.

Incógnito, notando su reacción, bajó la voz.
—Parece que se están acercando más. ¿Cómo está tu tobillo?

—No lo suficiente para pelear o correr, si eso es lo que preguntas.

Él asintió, sopesando sus opciones. Luego, se inclinó hacia Mérida y murmuró:
—Bueno, creo que es hora de que mi plan B entre en acción.

—Espera, ¿tu plan B todavía incluye una distracción suicida? —preguntó ella, su tono sarcástico pero con un trasfondo de preocupación.

Incógnito se inclinó hacia ella, hablando en un susurro.
—No exactamente. Esta vez tengo algo más creativo en mente. Quédate aquí y mantente callada.

—Eso mismo dijiste hace un momento, y todavía no me convence.

Él sonrió bajo la máscara.
—Tendrás que confiar en mí, oficial.

Antes de que pudiera replicar, Incógnito desapareció entre las sombras, moviéndose con sorprendente agilidad y sigilo. Mérida maldijo por lo bajo, sabiendo que intentar detenerlo sería inútil.

Desde su escondite, lo escuchó moverse, y luego, un ruido metálico resonó en la distancia. Uno de los hombres gritó algo que Mérida no logró entender, pero el cambio en las linternas indicó que estaban dirigiéndose hacia el ruido.

Unos segundos después, otro estruendo se escuchó más lejos, seguido por un eco que confundió a los hombres. Mérida entrecerró los ojos, tratando de entender qué estaba haciendo Incógnito. El caos que estaba creando funcionaba, al menos por ahora.

Cuando el grupo se dispersó ligeramente, un susurro la hizo girar la cabeza. Incógnito había regresado a su lado, respirando un poco más rápido pero con un aire de satisfacción.

—¿Lo ves? —dijo, apenas audible—. Plan B no era tan suicida después de todo.

Mérida lo miró, incrédula pero agradecida.

—¿Y ahora qué?—

Él señaló hacia una dirección opuesta.

—Ahora, nos movemos antes de que se den cuenta de lo que realmente está pasando. ¿Puedes apoyarte en mí para caminar?—

Mérida dudó un momento, pero al final asintió.

—Más te vale que esto funcione.

—Siempre funciona en Assassin's cread y Far cry—Y con eso, Incógnito la ayudó a levantarse mientras ambos desaparecían entre las sombras, dejando atrás el caos que él había provocado.

Mérida apoyó el peso en Incógnito, sintiendo la tensión en sus músculos mientras él la ayudaba a moverse con cuidado. Las voces de los hombres aún resonaban en la distancia, aunque dispersas. El sonido de las sirenas se hacía más cercano, aumentando la incertidumbre sobre quién estaba realmente llegando.

—¿Qué tan lejos estará la comisaría? —preguntó Incógnito en un susurro, sin dejar de mirar hacia todos lados.

—De este lugar allí estara muy lejos, a pesar de que pedí refuerzos aún no han llegado—Mérida intentó mantener su tono bajo, aunque la frustración se filtraba en sus palabras.

—Perfecto. Solo usted y yo dando un paseo tranquilo bajo las estrellas con un equipo armado siguiéndonos—El sarcasmo de Incógnito era evidente, pero su tono también tenía un extraño aire de tranquilidad.

Mérida no respondió. Estaba demasiado concentrada en contener el dolor y en analizar la situación. Las sombras eran su única protección, y cualquier movimiento en falso podría ser el último.

Al acercarse a una esquina, Incógnito se detuvo de golpe, levantando una mano para indicar silencio. Asomó la cabeza ligeramente, observando la calle. Dos hombres con linternas patrullaban cerca, sus movimientos erráticos pero peligrosamente cercanos.

—Necesitamos otra distracción. —Incógnito susurró más para sí mismo que para Mérida.

Ella apretó los dientes, sabiendo que no podían quedarse ahí mucho tiempo.

—No podemos seguir dependiendo de distracciones improvisadas. ¿Tienes algún plan para el cruce?

Él se quedó en silencio por un momento, mirando alrededor. Luego, su mirada se fijó en un contenedor de basura al otro lado de la calle.

—¿Qué tan buena eres lanzando cosas? —preguntó, señalando una piedra cercana.

Mérida lo miró incrédula.

—¿Estás sugiriendo que tire una piedra para distraerlos como en una película de acción barata?

—O eso, o caminamos directamente hacia ellos. Tú decides.

Con un bufido, Mérida tomó la piedra, evaluando su peso. A pesar del dolor, apuntó con cuidado hacia el contenedor. Lanzó la piedra con fuerza, logrando un estruendo que resonó en la calle. Los hombres se giraron inmediatamente, dirigiendo sus linternas hacia el ruido.

—Vamos. —Incógnito tiró de Mérida, guiándola con rapidez hacia el lado opuesto mientras los hombres investigaban el origen del ruido.

Llegaron a una autopista la cuál estaba oscuro, ambos respirando más rápido por el esfuerzo y la tensión. Incógnito la cargo otra vez y empezó a caminar hasta que vio una parada de autobuses donde rápidamente va y la sienta dándole un momento para que ambos pudiesen recuperar el aliento.

—Al menos podremos tomar el autobús en vez de caminar—Dijo mirando hacia atrás.

—Si, Pero tengo aún que informar de lo que descubrí a la jefatura—

—Eso me recuerda, pediste apoyo, Pero nunca llegó—

Mérida sabía que aunque su comandante era algo distraído nunca negaba el apoyo ya sea para una misión grande o chica.

—Tendre que ir a la jefatura para averiguar porque los refuerzos no llegaron—

Incógnito observó a Mérida con atención mientras ella parecía sumida en sus pensamientos. Aunque era evidente que el dolor y la frustración la agotaban, su determinación no había disminuido. Él se cruzó de brazos y miró hacia la calle desierta.

—Entonces, ¿tenemos que ir a la jefatura? —preguntó, rompiendo el silencio.

Mérida al escuchar eso lo volteo a ver y le dijo claramente

—Yo iré, tu no—Aun con el antifaz puesto incógnito pudo ver cómo le lanzo una mirada que muchas personas orgullosas tienen cuando no quieren pedir ayuda o cuando dices que puedes hacer algo solo sin ayuda.

—¿Y por qué no?—

—Yo soy una oficial entrenada y tú eres un civil que estuvo en el fuego cruzado—

—No te ofendas, Pero en estos momentos eres más inútil que el presidente de Venezuela cuando trato de jugar un partido de soccer—

¡No te quieras pasar de listo!—Se lo dijo con una mirada afilada ya que si hay algo que odia más que todo es que le digan inútil

—No lo digo solo por decir, tienes el pie mal herido, no tienes un arma ni vehículo el comunicador que tenías lo dejaste atrás....—Merida al escuchar eso rápidamente se da cuenta de que era verdad a lo que solo pudo llevarse ambos puños a la frente ya que ni siquiera un detective novato haría tal cosa como dejar el comunicador de una misión de espionaje en el campo enemigo

—Que estúpida, que estúpida—

—Oye, tranquila, solo hay que tomar el autobús, llegar a la comisaría y contarles todo lo que sabes—

Mérida levantó la mirada, con los ojos cargados de frustración y autocrítica.

—¿De verdad piensas que un autobús nos llevará a la comisaría sin levantar sospechas? Si alguien nos está siguiendo, será lo primero que revisen.

Incógnito suspiró y miró a su alrededor, evaluando las opciones disponibles.

—Bien, plan C entonces. Caminamos hasta un lugar seguro, encontramos otro medio de transporte y después vamos a la comisaría.

—¿Plan C? —repitió Mérida, entre incrédula y agotada—. ¿Qué sigue, un plan D?

—Por que no—respondió Incógnito con un tono ligero—. Aunque involucra más caos, y no creo que estemos en condiciones para eso. A menos claro que tengas un helicóptero o un todo terreno escondido por aquí, claro.

Mérida resopló, pero no pudo evitar un leve destello de humor.

—Tu forma de ver las cosas es... única, digamos.

—Gracias, lo tomo como un cumplido. Ahora, ¿crees que puedas seguir avanzando? O si quieres, te puedo cargar hasta la ciudad como en las telenovelas.

La oficial alzó una ceja y lo fulminó con la mirada.

—Ni siquiera lo pienses.—

—En realidad no tienes otra opción, claro a menos que puedas caminar tu sola—

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